Ya navegamos. En este 2025 queremos recorrer el norte del Egeo, una zona que no conocemos y que a priori tiene varias ventajas. La primera y fundamental: en la costa norte apenas hay meltemi.
Pero no sólo es eso. Nos han hablado de lo distinta que es la Grecia de norte, del atractivo de Macedonia y de la región de Halkidikí. El clima, bastante más frío y húmedo, es diferente del de las islas. También la gente, mucho más continental y eslava. Y la música, con más ecos centroeuropeos y menos del medio oriente.
Antes de poner proa hacia el norte tenemos que volver a pasar por Oreoi y las Espóradas. Un recorrido conocido, que ya hicimos un par de veces el año pasado, pero entonces en verano, en plena temporada.
Después de un invierno muy lluvioso el decorado en el golfo norte de Evia ha cambiado. Podemos ver al oeste el monte Parnaso, imponente y completamente nevado, y los bosques a nuestro alrededor de un color verde brillante. Prácticamente no nos cruzamos con ningún barco; algún ferry, algún pesquero y poco más. Casi nadie fondea en abril.
Y los pocos veleros con los que nos encontramos son casi todos griegos. Barcos griegos con tripulaciones griegas, toda una novedad que no nos viene mal, porque este año el objetivo es hablar en griego todo lo que podamos.
Poco que reseñar en la travesía. Tiempo muy agradable. Este anticiclón nos manda vientos suaves del nordeste que no nos permiten velear. Nos cruzamos con una foca monje cerca de Oreoi y con un pequeño grupo de delfines que nos hacen compañía unas horas (no muy habitual, quizá los delfines también echan de menos el jaleo de barcos del verano). El motor del Sargantana ronronea sin problemas y se nota que tanto el casco como la hélice están limpios y recién pulidos.
Para nosotros esta etapa es la vuelta a la tranquilidad y a disfrutar de navegar sin estar ocupados todo el día. Recalamos una noche en Oreoi, con bastante turista local de Semana Santa y apenas tres o cuatro barcos en el puerto. Otras dos noches en el puerto de Skiathos, ya con muchos visitantes, restaurantes a pleno rendimiento y pocos huecos en el muelle de veleros. Y finalmente fondeamos una noche en la recóndita bahía de Gerakas, un pequeño puerto natural en el extremos norte de Alonissos. Muy bonito y muy tranquilo, somos el único velero.
Todo en esta etapa nos resulta más o menos conocido, salvo que por fin hemos tenido la ocasión de visitar la capital de Skiathos. El año pasado era inviable recalar en puerto (como casi siempre en verano).
No nos causa una gran impresión. Otro de esos pueblos que han tenido la suerte, o más bien la desgracia, de quedar sumergidos por la marea del turismo de masas. En este caso, agravada por Hollywood. En Skiathos, igual que en Skopelos, todo se llama “Mamma Mia”; y a estas alturas del año, con el agua a 16 grados, ya pasean por el muelle señores gorditos en bañador, camisa de flores y chancletas, comiéndose un helado, con la cara como un tomate y cantando a voz en grito “the winner takes it aaaaallllllll”.
En julio esto debe ser Hollywood (nunca mejor dicho), pero afortunadamente en abril es más tolerable. Damos un paseo por Bourtzi, la península que separa los dos puertos; por el barrio de Plakas, más auténtico que la parte nueva de la ciudad; y por el puerto viejo, reservado a los megayates pero aún vacío. Todavía no han llegado los ricos.
Los que sí han llegado, o quizá nunca se fueron, son los pobres. Nos los encontramos en grupitos vagando por la ciudad, pidiendo algún trabajo de ocasión a los restaurantes o el pescado sobrante a los barcos de pesca que llegan al atardecer y están limpiando y recogiendo las redes. Como bandadas de gaviotas oscuras que seguramente vienen de lejos.
Se agolpan frente al costado de un barco abarloado al muelle. Las mujeres y los niños piden a gritos la morralla. Festejan y aplauden cuando un pescador les tira un pescadito o un calamar pequeño. Callan, y algunos protestan, cuando otro pescador tira puñados de peces al agua sin siquiera mirarles. No hablan en griego, pero tampoco hace falta.
- Hijo de puta
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