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jueves, 17 de abril de 2025

Capítulo 2. Pascua en Limni. (Πάσχα στη Λίμνη)

 

En Limni nos sentimos como en casa. Es curiosο lo mucho que puedes acabar apreciando algunos sitios (bueno, y también a algunas personas) aunque te hayan provocado indiferencia o incluso desagrado la primera vez que los viste.

Limni no estará nunca en las listas de “lugares a visitar” de las guías turísticas de Grecia, ni tampoco es una recalada obligatoria para los que navegamos por estas aguas. Un pueblo relativamente pequeño, en la orilla oeste de la isla de Evia, con una antigua industria minera y un puerto minúsculo en el que caben no más de tres o cuatro barcos de paso. Sin grandes atractivos turísticos (no tiene ruinas que visitar, y mira que hay ruinas en los pueblos de las islas del Egeo). Al final de una carretera interminable, estrecha, empinada y llena de curvas.

Pero le coges cariño. A Limni y a su gente. Y te alegras de haberte quedado aquí a pasar la Semana Santa ortodoxa (Πάσχα) en lugar de tratar de llegar a una de las islas famosas por sus celebraciones multitudinarias y recomendadas por webs de viajes y youtubers. Nuestra idea inicial era llegar antes del Viernes Santo a Skiathos, pero fue imposible por la cantidad de trabajo pendiente. Visto lo visto, una suerte.

Aquí, como supongo que ocurre en la mayor parte de Grecia, la Semana Santa se vive con un recogimiento y una devoción que impresionan, seas o no creyente. Nada que ver con el boato y los oropeles de nuestras procesiones cartageneras (y no digamos de las sevillanas), con sus filas de encapuchados, rumores de cadenas, crucifijos, dolorosas, estruendo de tambores y sillas para espectadores a cinco euros por cabeza…

En Limni la Semana Santa es minimalista. Carece casi completamente de atrezzo, salvo por las humildes velitas que todos los locales portan en procesiones multitudinarias, casi como en un entierro real. En total silencio. Sin “levantás”, ni saetas, ni gritos, ni aplausos. Un silencio espeso que sólo interrumpen de vez en en cuando los salmos quedos de los popes que caminan graves y solemnes delante del ”epitafio” (επιτάφιος). Todo en la Semana Santa de Limni tiene trazos más nítidos, más intensos, más emocionales.

Asistimos a la procesión de Viernes Santo, como en Mikonos hace dos años. Nos dejamos llevar por la multitud que recorre el larguísimo paseo frente al mar, una marea silenciosa que nos absorbe y nos arropa. En Limni la Semana Santa no huele a azahar, sino a lavanda; y los bares no ponen música en toda la semana; y en los restaurantes te preguntan si haces ayuno o abstinencia (o nada).

Pasamos todo el fin de semana en el puerto, terminando de arranchar el Sargantana. Hay muchos trabajos del barco que son más cómodos estando en el agua. En Limni disfrutamos de un tiempo que por fín anuncia la primavera y hasta el verano, y de la tranquilidad de un pueblo que parece desperezarse tras un largo invierno. Paseamos y nos mezclamos con la gente, casi todos griegos, locales y familia que ha vuelto a casa a pasar la Pascua. Saludamos aquí y allá a los conocidos. Comemos y cenamos varias veces en el restaurante “Plátanos” (Πλάτανος), nuestro favorito, dejando que sea la dueña, una señora cariñosa y maternal, la que nos haga descubrir los platos tradicionales que no incluyen en las cartas para los turistas. Magiritsa, revithada, fausolada, cordero pascual.

Limni cambia el Domingo de Resurrección (Ανάστασις, anástasis). El pueblo explota y se desborda al final del ayuno. El ruido y la música de la fiesta se vuelven atronadores después del silencio. Todo el mundo felicita a todo el mundo con el consabido “por muchos años” (χρόνια πολλά, chronia polá). Las calles, los bares y los restaurantes se llenan de familias que celebran la Pascua, la Πάχκα, la fiesta de las fiestas.

Nuestro plan es salir a navegar con rumbo norte al día siguiente, el mismo lunes, pero al caer la tarde nos damos cuenta de que esa noche será difícil dormir. Todo es estruendo. Un individuo está montando los cohetes del castillo de fuegos artificiales que todos los años celebra la Resurrección. En el mismo puerto, a escasos cinco metros del Sargantana…

No estamos dispuestos a que la pirotecnia nos amargue el fin de semana y decidimos cambiar los planes sobre la marcha. Hay que salir de aquí cuanto antes y buscar un lugar tranquilo donde dormir, como la boya de Livaditis. Preparamos el barco a toda prisa y soltamos amarras. Justo a tiempo. Estamos todavía saliendo por la bocana cuando ya disparan los primeros cohetes.

Parece que el Sargantana no puede salir de Limni si no es de una forma épica. Este año sin tener que luchar contra el viento ni las olas y, afortunadamente, con el motor funcionando. Bajo las luces cegadoras del castillo de fuegos artificiales. Con todo Limni pendiente de nosotros. Como parte del espectáculo de esta pascua mágica.

 
 
 
 
 
 
Este año también tenemos tsougrisma y también es a Luis al que el juego le augura un buen año


Domingo, 20 de abril de 2025



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