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domingo, 16 de abril de 2023

Paros (Naoussa). Fin de fiesta

Los fuegos artificiales de la medianoche del sábado marcan el comienzo de otra Semana Santa: la del regocijo, la de la celebración, la de la fiestaFiesta que decidimos vivir en Paros, la isla en la que, para empezar a hablar, queman públicamente a Judas y luego celebran la resurrección de Cristo dándose al desenfreno durante 48 horas de comida y bebida, de música y baile, en la calle. 

Hemos comprado huevos de pascua en Mykonos. En los días de la Semana Santa en todas las tiendas venden huevos cocidos teñidos del rojo que simboliza la sangre de Cristo. El domingo se usarán para adornar diversos platos, principalmente el "tsoureki", un pan dulce parecido a nuestro roscón de reyes. En las casas, las familias jugarán a chocarlos entre ellos, tratando de ser el último al que el huevo se le agriete, lo que significará que ese año tendrá suerte. Antes de echarnos a la calle, hacemos honor al país que nos acoge jugando nosotros también al "tsougrisma". 

Mi huevo se rompe a la primera. Me alegra saber que Luis va a tener un buen año. 

Naoussa es un espectáculo. Ya desde antes de entrar por la bocana se oye la música y se puede distinguir una multitud densa cubriendo cada centímetro cuadrado del puerto, incluidas barcas de pesca y hasta los muros del castillo. Es imposible transitar entre las mesas y del lado del muelle queda un estrecho pasillo de menos de 30 cm de ancho. Es increíble que nadie caiga al agua. A medianoche habrá fuegos artificiales lanzados desde el castillo. La música y el baile durarán hasta la mañana siguiente. 

Naoussa tiene su pequeño castillo veneciano en el puerto y también, cómo no, decenas de iglesias. Nos hemos aficionado a subir calles en cuesta y escalones para visitar las iglesias que desde lo alto dominan los pueblos y Naoussa no es una excepción. 

La iglesia de Faneromeni (la Virgen de la Dormición), en lo alto del pueblo.

Las calles que llevan a la iglesia están vacías. El cura habla por teléfono en la plaza desierta, paseando arriba y abajo. Apenas llega hasta aquí la música del puerto. En la iglesia no hay nadie, salvo dos curas ancianos de aspecto venerable que cuchichean entre ellos, sentados en las sillas de la entrada. Huele a cera de velas. El "epitafio", que el viernes habrá salido con su imagen del cristo en procesión por el pueblo, hoy está vacío. No hay ninguna imagen dentro del sarcófago dorado. Una cesta a su lado aparece repleta de cajitas de cartón con una inscripción que lo recuerda: Cristo ha resucitado. Siento la mirada de los curas en mi espalda y no me atrevo a coger una, aunque me intriga qué puede haber dentro. A la salida, me fijo en el otro epitafio, muchísimo más antiguo, del que asoma una pieza de madera tallada con la imagen de un pie y que está en una urna de cristal, a salvo de toqueteos y besos. 

El fabuloso epitafio de la iglesia de Faneromeni

"Cristo resucitado". Me quedo sin saber qué hay dentro

En los días que siguen podremos pasear por Naoussa con más calma y recorrer sus calles y plazas. Es un pueblito encantador, con los restaurantes concentrados principalmente en el puerto y una densidad de tiendas por metro cuadrado bastante aceptable, mucho menos desvirtuada por el turismo que otras poblaciones y mejor conservada la autenticidad de sus casas. 

Iglesia de Paniagia Pantanassa, la patrona de Naoussa

El castillo veneciano del s.XIII, de acceso libre y en estado de conservación cuestionable. Hoy además muestra los restos de la fiesta y de los fuegos artificiales de anoche

El paso que une el pueblo con el castillo. Cuando hay viento las olas lo cubren

El puerto pesquero tiene toda su flota amarrada. No parecen salir a faenar estos días. A los muelles de los barcos de recreo han ido llegando tripulaciones que pasan sólo una noche, a diferencia de nosotros, que nos quedamos varios días, encantados de la calma y la tranquilidad de este lugar en donde podemos hasta hacer la colada en una de las varias lavanderías que, curiosamente, Miele parece haber establecido en las islas.

En el puerto pesquero conviven las mesas de los restaurantes y los barcos


Naoussa al atardecer, desde nuestro atraque






 






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