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viernes, 10 de septiembre de 2021

Etapa 25: Andratx - Cartagena. Regreso al futuro (1985)


Y ya sólo nos queda esta etapa para regresar adonde empezamos, si bien la verdadera vuelta a casa ha sido en Andratx

No podíamos imaginar que, tras las evasivas y excusas de todo el día, nuestros amigos estaban atareados organizando la fiesta sorpresa más emotiva que nunca hemos tenido. 

Manel nos viene a buscar al puerto al caer la tarde y nosotros dejamos en el barco a Teo, tomando medidas para las velas nuevas que pretendemos hacer este invierno. Manel me recuerda que lleve el iPhone conmigo. Vamos a su casa y allí están todos: Olga y Mitxel, cansados, pero contentos, puesto que han conseguido echar a andar su nevera; Dani y Tona, a quienes nunca antes hemos visto pero que resultan tan familiares por las historias de Manel con Mercanautic; Cristina, amiga de Manel, a quien no conocemos todavía, pero tiempo habrá; Nando, navegante empedernido y regatero de pro. Han montado una mesa larguísima que invade parte de terraza de Manel, en ese enclave extraordinario frente a la bahía. Hace una noche magnífica. Manel ha pensado en todo. Somos los invitados de honor y ocupamos el mejor sitio. Chuletones espectaculares, vino, camaradería, historias desternillantes de Dani, relatos griegos, fotos, música, cava… Nunca antes había tenido una fiesta de bienvenida y la recordaré en el futuro con cariño y admiración hacia estos locos de los barcos con los que tan sencillo es formar una pequeña familia. 





Nos quedan tres días y nuestra aventura de este año habrá tocado a su fin. Tres últimos días, con fondeo en Formentera la primera noche para hacer un pequeño descanso y tomar impulso para el tramo final. 




¿Pensábamos que ya habíamos colmado nuestra dosis de averías de este año? La respuesta la tiene la nevera, que nada más abandonar Andratx decide dejar de funcionar. 


En el puerto de La Savina cargamos gasoil y Luis se hace con dos bolsas de hielo que esperamos nos duren hasta Cartagena. Vemos anochecer en uno de nuestros fondeos más familiares y nos vamos a dormir con la certeza de que pasarán muchos meses hasta que volvamos a estas aguas. 


Anochecer en el fondeo frente al Beso Beach, Formentera



Al día siguiente salimos bien temprano, lo que nos permite llegar en poco más de 24 horas.


A las 7:10 amanece a la altura de Cabo de Palos.


Amanecer frente a las costas de Cabo de Palos



A las 11:30 Cartagena nos recibe con una mañana clara. Recorremos la bahía de formas ya familiares y la figura del castillo de la Concepción, que no se ve, pero se adivina detrás del verde de los pinos, nos da la bienvenida como se la dio antaño a navegantes de todas las culturas. 


Cartagena y el castillo de la Concepcion



En el Yacht Port nos espera José, uno de nuestros marineros favoritos, quien nos recibe calurosamente y no consiente en marcharse hasta que la última amarra está perfectamente asegurada.


Y así, con Sargantana, al fin, callado y quieto, descansando de los esfuerzos de estos últimos meses, termina nuestra primera aventura griega. 


Pero el final no es el final, es solo el principio. 



Cartagena, 10 de septiembre de 2021






Última etapa y llegamos a casa. Queda muy poco después de 82 días de navegación y más de 3500 millas recorridas.


Llevo ya bastantes días en modo vuelta, pero sólo hasta hoy. Hoy empieza la travesía del 2022. Ya hago listas mentales de la cantidad de cosas que tengo que hacer para prepararla. El Sargantana llega algo maltrecho, sin nevera, corto de baterías, con problemas en la electrónica. Mucho que hacer durante mi primer invierno de prejubilado.


También tengo ganas de recuperar la vida "terrícola". De regresar a la comodidad del aire acondicionado después de este verano asfixiante, de volver a la amplitud de una casa y de olvidarme por un tiempo de guardias y baterías.


Gracias a todos los que habéis cuidado de nuestra casa durante nuestra ausencia: Satur, Nuria, nuestras chicas. Y a todos los amigos con los que hemos mantenido permanente contacto por WhatsApp y han estado allí cuando les hemos necesitado y, por supuesto, para celebrar la vida en nuestro primer verano de libertad absoluta. Gracias por la fiesta de Andratx, que nos emocionó como pocas cosas en los últimos meses.


Como título de "película de la etapa", nada mejor que Regreso al Futuro. Un clásico que podría ver mil veces y que es la que mejor refleja nuestro estado de ánimo. Estamos en 2021, pero nuestra cabeza ya bulle con lo que seguro haremos el año que viene.







martes, 7 de septiembre de 2021

Etapa 24: Carloforte - Andratx. Alien, el octavo pasajero (1979)



El salto entre Cerdeña y Baleares, da igual el sentido, es la etapa de la excitación, de los nervios de noche de Reyes, de las mariposas en el estómago

Es la etapa del Golfo de León, en la que la meteo puede cambiar al repentinamente. Es en la que sustituyes tu pabellón de cortesía en la cruceta de estribor. Donde cambias los mensajes de la costera española, tan familiares, a veces en un inglés tan macarrónico, por la cháchara continua del Circomare italiano. O al revés. Es en la que sales de casa por primera vez, y es en la que vueles a tu entono conocido, 

Una etapa de emociones, en la que anticipas el olor a pino en Cap de Salines o el fondeo en Es Trenc o en Cabrera. 

Zarpamos de Carloforte a las 7:20


Son las tres de la mañana de la primera noche en el mar de Cerdeña. El día ha ido bien. Viento perfecto, través de unos 15 nudos desde el principio. El que le gusta al Sargantana, con el que puede galopar furiosamente, con rizo y trinqueta, a siete nudos, saltando la olas.

Lucía y yo leemos y, sobre todo, escribimos. Este blog exige horas, muchas horas, y etapas largas y solitarias como ésta te dan margen para ponerte al día. 

Después de cenar, habitualmente, hago yo la primera guardia. Me gusta la primera porque prefiero irme a dormir cuando (literalmente) me caigo de sueño. 

A las tres de la mañana el viento ha ido reduciéndose mucho, Según el parte, durante la noche bajará a cero y habrá que seguir a motor.

Despierto a Lucía y le propongo arriar velas antes del cambio. El viento ya es casi nulo, la noche oscura y sin luna. Lucía va hacia la proa con su arnés, enganchada a la línea de vida y con la luz del frontal. Yo preparo las drizas para bajar trinqueta y mayor. Reduzco revoluciones, aproo el barco. Como siempre. Rutina. A ver si acabamos pronto, que tengo sueño.

De repente, un grito. 60 decibelios por encima del zumbido suave del motor.

“Aaaaaarggg, Luiiiiisss, ¿qué es esto? Un bichoooooooo.”

Lucía bate su propio récord de desplazamiento entre proa y bañera. “Yo ahí no vooyyyyy.”

“Pero ¿qué clase de bicho?”

“No séee. Uno muy grandeeeee. ¡Hace ruidooo!"

Lógicamente pienso en algo como el alien de la película.

La teniente Ripley me pasa el frontal. “Hala majo, a proa vas tú.”

Y para allá voy yo, asumiendo el riesgo de ser devorado. Enfoco la trinqueta con el frontal. La muevo. De entre los pliegues a medio bajar aparece el bicho, nuestro alien. Lamentablemente no tenía el móvil a mano para hacer una foto, pero lo que salió de allí se parecía mucho a... una libélula. Grande, muy grande, pero libélula. 

El bicho se pierde entre la sombras de la cubierta. Creo que tanto él como yo sólo necesitábamos unas horas de sueño esa noche.

El caso es que nuestro alien no se ha ido. Varios días después del “incidente” le seguimos viendo de vez en cuando revoloteando por el barco. Sospechamos que nos ha adoptado. Ya veremos lo que hacemos al llegar a Cartagena. No nos hemos puesto de acuerdo en un nombre, así que la llamamos “el bicho”. Y hemos conseguido (algún día después) grabar algún vídeo cuando sale a pasear por el barco. No tenemos ni idea se dónde se ha hecho su camarote, esperamos que sea fuera, o cualquier noche tendremos otra movida.

Lo bueno de la segunda guardia es, a pesar del frío, el amanecer, que ahora en septiembre se produce cerca de las 6am. Mucho antes empieza a clarear por popa y, poco a poco, se van dejando de ver las estrellas hasta que rompe la luz en el horizonte. No me canso de anocheceres y amaneceres en alta mar, siempre iguales pero siempre distintos. 

Amanecer a mitad del cruce. 



Llegamos a Andratx a las 9 de la mañana, después de sortear con ansiedad anticipatoria el cabo de la Mola, un imponente bastión detrás del cual se abre la bahía de Andratx.

Cap de sa Mola



Ya en la bahía, nos acercamos despacio a la zona de boyas y fondeo donde sabemos que están, desde hace un par de días, nuestros amigos del Mekatxis. Los buscamos con sigilo entre los veleros silenciosos que atestan la ensenada.  

Y, de repente, lo oímos. El estruendoso y larguísimo toque de una bocina de niebla. Y allí está ella, Olga, sobre la cubierta del Mekatxis, agitando la mano al grito de "Bienvenidos, Sargantana, ¡bienvenidos a España!". A pesar del pudor de haber despertado a la mitad de las tripulaciones del puerto, me pueden las emociones. Me doy cuenta de golpe de que estamos ya en casa, después de tantas semanas de otros mares, de otras costas, de otros idiomas. Y el cansancio acumulado de la última travesía se desborda en lágrimas.




No hay sitio para fondear en la bahía. Hemos llamado a Ports IB y nos ofrecen plaza en el puerto, pero no podemos entrar antes de las 12:00h. Nos vamos a Cala Egos a hacer tiempo y a dormir unas horas con la tranquilidad y la ilusión de sabernos casi en casa. 

Fondeo en Cala Egos


Ya instalados en el puerto, fracasamos en nuestros intentos de quedar a comer con Manel o con la tripu del Mekatxis. Tienen la nevera averiada, les hace falta ir a Mercanautic a por un repuesto, necesitan tiempo para intentar la reparación. Nos dan largas. Todos parecen absortos en la tarea y no encuentran un momento para nosotros. Ofrecemos ayudar y no necesitan más manos. Qué se le va a hacer. Nos resignamos a pasar el día solos, esperando ver a alguno de ellos antes de partir al día siguiente para Cartagena.Y vaya si les vemos... 





miércoles, 1 de septiembre de 2021

Etapa 23: Trapani - Carloforte. Ice Age (2002)




Como siempre en los viajes de retomo desde Cerdeña, nos planteamos recalar en Carloforte para el salto a las Baleares. Carloforte es una ciudad bonita y animada, en la isla de Santo Antioco, al SW de Cerdeña. Uno de nuestros puertos favoritos, amplio y bien cuidado, metido dentro de la ciudad (a diferencia de la mayoría de los puertos, casi siempre en zonas portuarias o industriales, cutres y alejadas del centro). 

Y además este año comprobaremos que se han solucionado las dos únicas carencias que siempre echamos de menos: el hielo y el gasoil. 

Para llegar hasta Carloforte nos planteamos inicialmente una parada intermedia cerca del cabo de Teulada, el más meridional de Cerdeña. La travesía nos llevará probablemente dos días y dos noches.

La previsión no es mala, el primer día tendremos vientos del NE que esperamos nos permitirán velear a velocidad máxima. Más adelante, el viento podría aumentar y rolar al este. Eso puede ser un problema, porque ir con el viento de popa cerrada no es nada cómodo.

De momento, en la salida de Trapani, se confirma el pronóstico. El viento es más o menos el esperado. Pero en el cielo se pueden apreciar otra vez síntomas de inestabilidad, sobre todo el segundo día, ya cerca de Cerdeña. Mal presagio, está acabando nuestra ventana de paz y vuelven las nubes y los vientos duros.

No hay mucho que reseñar de la travesía. Pocos barcos, un par de veleros en nuestro rumbo y velocidad. Vista la evolución de la meteo decidimos acortar la etapa y recalar en Villasimius en lugar  de Teulada. De esta forma eliminamos la segunda noche, a cambio de dar un rodeo de unas 15 millas y de añadir un día más de travesía. Nos lo podemos permitir.




Y menos mal, porque a media tarde llegamos a Villasimius con una tormenta en preparación, y ya con una ventolera que nos complica incluso las maniobras de arriar velas y fondear.

Llegando a Villasimius


Por la noche, una gran tormenta de agua y rayos que cae durante toda la noche. Qué distinta la intranquilidad y el temor que provoca una tormenta en el mar, navegando lejos de la costa, a cuando la tormenta te pilla en un lugar resguardado y te fías del fondeo. Te arrebujas bajo la sábana y duermes como un bebé, aunque oigas fuera las rachas de viento, el repicar de la lluvia en la cubierta y los flashes de los relámpagos. Home, sweet home.

                      Atardecer en Spiaggia dei Riso, Villasimius




Salimos del Villasimius un poco tarde. Hay una regata de barcos espectaculares que tenemos que sortear, procurando no estorbar. Navegamos dos días más hasta Carloforte. El primero atravesando el golfo de Cagliari hasta el cabo Malfatano, con cielo plomizo, mar color tinta china y viento fuerte del este.El segundo, treinta millas contra un norte incómodo hasta Carloforte.

Cabo Teulada



Carloforte nos recibe luminosa como siempre. Este año hemos reservado en Marina Sifredi, la más grande y concurrida del puerto. Es la que nos ofrece mejores precios. Y, para nuestra sorpresa, una calidad de servicio extraordinaria: instalaciones recién estrenadas, personal competente y muy eficaz. 

En Carloforte en 2021 hay hielo. Otros años lo hemos buscado por todas partes y lo más que llegamos a conseguir fueron botellas de agua congelada. Esta vez nos encontramos con un flamante arcón congelador lleno de bolsas de hielo en el supermercado de enfrente.

Marina Sifredi también nos sorprende con un gracioso y gratuito "servicio de carrito con bidón y con bomba" que nos permite repostar gasoil de la gasolinera (terrestre) contigua a la marina: el único surtidor del puerto no tiene calado para veleros (!).

Marina Sifredi, Carloforte

Etapa 22: Marzamemi - Trapani. Go West! (1940)

 
El tiempo cambia, por fin, y desaparecen los vientos oeste que nos han bloqueado durante días. Uno nunca sabe lo que van a durar la ventanas favorables y replanteamos nuestras próximas etapas mirando los partes a corto y a medio plazo. Tenemos al menos cuatro o cinco dias de vientos a favor, o, al menos, no de cara. Un lujo a estas alturas.
 
Decidimos descartar Malta por este año. Son muchas millas hacia el sur y una visita a Malta requeriría al menos cuatro o cinco días extra que no tenemos ya que vemos una buena ventana para saltar a Cerdeña desde Trapani dentro de tres días. Si la dejamos pasar no tenemos garantías de que no se vuelva a complicar. Somos conservadores, claramente estamos ya en “modo regreso”. No hay dudas.
 
Así que, como los Hermanos Marx, y al grito de “Go West”, salimos a todo trapo hacia el oeste. Iremos hasta Trapani sin paradas, prescindiendo de recaladas en sitios como Empedocle o Agrigento. Habrá tiempo el año que viene
 
La costa sur siciliana tiene poca cosa que reseñar. A diferencia de la costa norte, alta, escarpada, verde, enmarcada por la espectacularidad de las Islas Eólicas, la costa sur es como el pariente pobre. Una larga recta como las de una autopista. Playas, muchas playas, que se suceden unas a otras como en nuestro Levante. Mucha edificación. Podríamos estar perfectamente frente a Gandía.
 
 
Encontramos pocos barcos cerca de la costa, pero nos acompaña una procesión de siluetas de cargueros que se recortan en el horizonte, lejos, a más de cinco millas. Es la fila interminable que recorre el Mediterráneo, desde Suez a Gibraltar.  
 
Navegamos a motor y vela siguiendo el veril de los 50 metros. El viento dio para velear un par de horas al principio del día, justo después del cabo, pero no ha durado mucho. Por la noche la línea de costa se convierte en un festival de luces que se sucede sin interrupción. Mucho neón y fuegos artificiales. 

Cabo Passero

 
Y, cómo no, aparecen de vez en cuando los inevitables grupitos de pesqueros (con y sin AIS), como grupos de niños que juegan a policías y ladrones en el patio del colegio. Sus luces se mueven de acá para allá en un caos de cruces que obliga a estar muy pendiente. La guardia se hace todo menos aburrida, esquivando pesqueros mientras escucho podcasts, hasta que Lucía me releva frente a Porto Empedocle.
 
 
Trapani es el punto final de esta etapa. Es una ciudad pequeña en el extremo oeste de Sicilia, frente a la islas Égadas y al norte de Marsala. En la entrada al puerto comercial hay una zona de fondeo amplia y muy protegida de los vientos del norte y oeste. Una parada obligada para los veleros que van y vienen entre Cerdeña y las costas norte y sur de Sicilia.
 
La recalada es rápida, con glamour bastante justito, como una parada en una estación de servicio de autopista: Llegada al puerto. Gasolinera. Amarre. Carrerita en chanclas buscando un cubo donde deshacerme de las bolsas de basura, mientras Lucía, que suele ejercer de ayudante de gasolinero, llena el depósito. Salida del puerto. Fondeo. Cena en cubierta con la puesta de sol. Aperol Spritz. Miradita al parte y, si se tercia, escribir aquí en el blog. Dormir. Over and out
 

domingo, 29 de agosto de 2021

Etapa 21: Siracusa - Marzamemi. El turista accidental (1988)


Siracusa es una maravilla de ciudad pero estamos ya impacientes por poder continuar viaje. El tiempo sigue estando revuelto, las borrascas han llegado a Sicilia y el viento duro del oeste obliga a resguardarse y esperar.

Y este año tenemos la sensación de haber tenido que esperar mucho y en muchos sitios. En algunos se sobrelleva: fondeos resguardados en calas más o menos tranquilas. como Villasimius, o en puertos cómodos y razonablemente baratos, como Preveza o Argostoli. En otros, no tanto.

La rada de Siracusa está relativamente bien protegida, pero el agua es turbia y para bañarse hay que tener mucha fuerza de voluntad. La ciudad está alejada y es incómodo e inseguro acercarse en nuestra pequeña neumática. Por otra parte, nuestra situación precaria de baterías me obliga a estar pendiente del consumo y evitar descargarlas demasiado.



Decidimos, por tanto, buscar una marina cercana que nos permita pasar más cómodos el fin de semana que tenemos por delante. Según parece el lunes el tiempo cambia y podríamos continuar hacia el oeste.

La Marina de Marzamemi es un pequeño pontile familiar, dirigido por dos hermanos, situado a unas 30 millas al sur de Siracusa, muy cerca del cabo Passero, al sureste de Sicilia. Comparte puerto con otros tres pontile similares. Tiene precios razonables y muy buenas reseñas en Navily. Decidimos pasar dos noches allí y aprovechar para hacer turismo terrestre y descubrir las ciudades de la zona: Noto, Módica y Ragusa.

Vista de pontiles desde Marina de Marzamemi 

Para poder llegar sin pelearnos con el viento de cara tenemos que salir muy pronto y aprovechar el breve periodo de encalmada a primera hora de la mañana. Levantamos el fondeo aún de noche y conseguimos llegar, ya con viento algo incómodo, sobre las once de la mañana.

Rachas de más de 25 nudos dentro del puerto

Lo que caracteriza a este tipo de marinas pequeñitas en toda Italia es la atención exquisita que dan al cliente. Las instalaciones son habitualmente insuficientes: baños pequeños, lujos mínimos, barcos casi siempre apiñados. Pero el cuidado y el trato al cliente hacen que la experiencia sea inigualable.

Por ejemplo, el puerto tiene una bocana estrecha y peligrosa, con poco calado. Pues bien, como saben tu hora prevista de llegada, ya antes de que les contactes por VHF para anunciar la entrada hay alguien en una neumática esperándote fuera de la bocana para guiarte. Hasta tres marineros ayudan a los barcos en los atraques, complicados por el viento duro en la dársena. Igualmente, en nuestra maniobra de salida dos días después, otro marinero viene raudo con la neumática cuando observa que tenemos problemas para amarrarnos a la gasolinera por culpa de los bajos y el viento rancheado, y nos coloca en el muelle a topetazos.

Atenciones máximas, similares a otros puertos en Italia (e imposibles de ver aquí en España). Pero en esta baten récords. Ofrecen bicicletas gratuitas para ir al pueblo cercano. Incluso te prestan un coche para ir a hacer la compra al supermercado, o te lo alquilan para usarlo todo un día por un precio ridículo, si quieres (como nosotros) visitar la zona, Eso sí, no demasiado limpio :-)


Nos gustó Marina de Marzamemi. Un sitio encantador, con una relación calidad/precio asombrosa al que volveremos seguro en futuros viajes hacia Grecia.

Y en Marzamemi tuvimos la ocasión, igual que en Ítaca o en Argostoli, de pasar un día completo en tierra, olvidarnos por un rato del barco y conocer la Sicilia que se esconde detrás de la costa.

Visitamos Noto. Una ciudad monumental barroca y llena de turistas, y Módica. No hubo tiempo para más.

Cuando lees que una ciudad ha sido completamente destruida en el siglo XVII por un terremoto y vuelta a construir desde cero, a 10 km de su ubicación original, diseñada desde su origen en estilo barroco siciliano, y que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sabes que tienes que ir a verla. 


Porta Reale

Noto me produce una emoción difícilmente descriptible. Desde que cruzas la Porta Reale de entrada a la ciudad y comienzas a recorrer la calle peatonal Vittorio Emanuele, es una colección de iglesias, palacios y viviendas; de portales, fachadas y balcones; de campanarios y miradores; de columnas y escalinatas, que se suceden en un estilo barroco brutal, sin dejar un resquicio al descanso de la vista. Probablemente hay edificios de mejor factura o artísticamente más notorios en Palermo, en Catania o en Siracusa pero, por alguna razón, en Noto, tantos y tan juntos, cortan la respiración. 


Chiesa di San Francesco d'Assisi all'Immacolata

Monasterio del Santísimo Salvador e Iglesia de San Francisco de Asís

Monastero dei Santissimo Salvatore

Chiesa di San Carlo al Corso

La plaza del duomo desde el campanario de la iglesia de San Carlo al Corso

Campanario de San Carlo al Corso, al que se sube por una gastada escalera de caracol que produce vértigo

Tenemos, además, la suerte de coincidir con una exposición del artista polaco Igor Mitoraj en la escalinata de la catedral, que parece atrapar y hacer suyos a estos Eros, Dédalos e Ícaros colosales, como si ya no pudieran pertenecer a ningún otro lugar. 



"Eros Bendatto" y, al fondo, "Dedalo"

"Ikaro Alato"

Caminamos sin prisa el Corso Vittorio Emanuele y regresamos por la calle paralela. 
En Noto las calles son ortogonales. Las principales van a lo largo de la ladera y las que cruzan, en cuesta o sencillamente en escalera, ayudan a subir de una a otra. Las plazas le dan al conjunto armonía y desahogo.





El trayecto en coche nos enseña una isla dura, con olivos, limoneros, cultivos de secano y apenas ganado. La red de carreteras es incomprensible, pero al menos son suficientemente cómodas y están lo suficientemente vacías como para no pasar las inquietudes y descalabros que la gente reporta de la conducción siciliana. Avanzamos despacio. Treinta y cinco kilómetros se convierten en 45 interminables minutos para llegar a Módica, que nos recibe con el vacío característico de una gran ciudad a mediodía en domingo.


Módica también fue reconstruida tras el terremoto de 1693 y también es Patrimonio de la Humanidad, como el resto de ciudades del barroco tardío del Val di Noto. Es una ciudad grande, que ha crecido desde la ciudad vieja en lo alto de una atalaya hacia abajo, sobre las dos laderas, con casas ocres que trepan por las pendientes. Recuerdan extrañamente a una Cuenca sin río, donde las viviendas se asoman a un valle en el que se ubican los edificios más hermosos.


Vista de Módica desde la escalinata de la iglesia de San Pietro


En la ciudad alta, domina el valle un impresionante castillo, con los restos de una torre y un reloj de esfera enorme que pone un punto pintoresco a la vista desde abajo. Grandioso, con un movimiento ondulado como congelado en el tiempo, el duomo de San Giorgio contempla la ciudad desde lo alto de su fabulosa escalera de 250 peldaños que lo unen con la ciudad baja.


Piazza Principe di Napoli. A la derecha, el ayuntamiento y, en lo alto, el castillo


Módica es famosa por su arte barroco y por su chocolate. Se ufanan de seguir la tradición azteca para conseguir un chocolate único, famoso en toda Sicilia. A mí me resulta basto, quizá por el método artesanal que utilizan. Pero desde luego es original. Los turistas hacen cola para adquirirlo en la que, dicen, es la “dulcería” más antigua de la ciudad. Y yo no puedo dejar de pensar en los compradores de lotería de Doña Manolita…


Haciendo cola para entrar en la Antica Dulcería Bonajuto


Paseamos despacio la Módica Baja, admirando edificios, fachada y balcones, y entrando en iglesias aquí y allá. En cada rincón un antiguo palacio ha sido convertido en hotel o alberga una instalación municipal. La ciudad parece menos orientada al turismo que otras como Palermo o Sicilia o la propia Noto. Quizá es por los 45 minutos de dédalos de carreteras, o quizá es solo que es domingo. 


Iglesia de San Pietro


Interior de la iglesia de San Pietro


Edificio en Corso Umberto I

Iglesia de Santa María del Socorro


Detalle de balcón barroco en Coso Umberto I

Hay restaurantes, muchos cerrados hoy, y turistas dispersos que empiezan a repartirse por los locales, pues es la hora de comer. Unos pocos esperan pacientemente a que salga el trenecito turístico que por 5 euros en 10 minutos les va a enseñar la ciudad. Imaginamos que Módica se merece algo más que 10 minutos y seguimos nuestra visita a pie, deambulando casi solos por las calles que nos parecen más céntricas y llamativas. 




Después de comer en la terraza de un local pequeñito, poco frecuentado y con mucho encanto, subimos al duomo en coche, con lo que nos ahorramos al menos 200 de los 250 peldaños de la escalera de acceso. Las escalinatas son uno de los recursos arquitectónicos del barroco siciliano para realzar iglesias y palacios. En Módica se le ha ido un poco la pinza. 


Catedral de San Giorgio desde el último tramo de escaleras


San Giorgio es una belleza barroca, con su fachada curva en tres alturas, su pórtico, las columnas. El interior no le hace justicia, salvo por un  órgano muy llamativo, situado en mitad de la nave central, con más de 5000 tubos y en estado de perfecto uso. 


Órgano en la catedral de San Giorgio

Yo particularmente me quedo con el complicado calendario solar analemático cuya elipse de horas y fechas se extiende en el suelo de la nave principal, cerca del altar mayor.