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martes, 30 de abril de 2024

Episodio 5. San Vito. The Cape (El Cabo)

Retomando el relato del episodio anterior, el Sargantana está cerca de la isla de Ústica, en las últimas horas del cruce desde Cerdeña a Sicilia. Tratamos de llegar a San Vito lo Capo, el único refugio viable antes de la tormenta.

 El cabo San Vito y las nubes que amenazan lluvia a nuestra llegada

Diporto Náutico Sanvitese es una de esas marinas deportivas minúsculas que sólo se  pueden encontrar en Italia. No son puertos independientes sino, simplemente, uno o varios pantalanes flotantes (pontiledentro de un puerto comercial o pesquero. Son explotados por una familia, o a veces por un club deportivo, como lugar de amarre para barcos transeúntes o barquitas turísticas Es habitual que haya varias pequeñas marinas de ese tipo en los puertos medianos o grandes, de hecho hay tres en el de San Vito lo Capo. Elegimos Sanvitese porque tiene mejores reseñas en Navily y precio razonable, aunque cuando reservamos nos advirtieron de que, en temporada baja, cierran la oficina a las 1930 y ni siquiera mantienen un marinero disponible para ayudar con el amarre.

Finalmente entramos en la dársena principal del puerto pasadas ya las 2030, casi en la oscuridad. Quizá sea por el frío y la proximidad de la lluvia, pero, a pesar de ser víspera de festivo (del 1 de mayo), no se ve un alma.

El problema de llegar a un puerto que no conoces, tan pequeño y atiborrado como este, con poco fondo (la mayoría son barquitas de pesca), sin tener la referencia de una plaza asignada y sin alguien que te guíe y te ayude desde tierra, es que te vuelves loco buscando dónde amarrar. Nadie a quien preguntar, en la oscuridad es difícil calcular las distancias y los espacios.

Tampoco ayuda que en San Vito las estachas de los “muertos” (los cabos que se utilizan para sujetar al fondo las proas de las barcas) salgan del agua muy horizontales. Y que algunos de los barcos pongan líneas de amarre adicionales en los costados que, en algunos casos, bloquean los huecos contiguos.

Vagamos por la dársena muy despacio, tratando de decidir qué hacer, buscando sitio. Hay algunos barcos con luz, pero nadie sale a ayudar. Voy pendiente de la sonda para evitar tocar en el fondo. Lucía en proa busca algún hueco y me advierte cuando me acerco demasiado a un “muerto” que no he visto.

Encontramos una plaza en la que parece que podemos entrar, y de hecho llegamos a meter el barco, pero descubrimos que tenemos un par de amarras “adicionales” de la embarcación contigua debajo de nuestra quilla, bloqueando el barco y con peligro de enredarse en la hélice. El muy animal tiene cabos sumergidos bloqueando las plazas contiguas que no se distinguen en la oscuridad.

Un tipo nos observa en calzoncillos, mientras fuma en la popa de su velero. Ha contemplado toda la maniobra en silencio. Por fin, ante nuestros apuros, tiene a bien ponerse unos pantalones y venir a echar una mano. Parece que es un local y conoce el puerto. Nos indica una plaza que parece libre. Y lo que es más importante, nos explica cómo llegar a ella sin tocar fondo. Eso sí, no queda más remedio que subir al barco vecino a cambiar sus amarras.  Es un velero de Nueva Zelanda que aparentemente pasa el invierno aquí y que tiene (cómo no) cabos dobles bloqueando parcialmente “nuestro” hueco. Un coñazo.

Casi una hora después de entrar por la bocana tenemos por fin al Sargantana amarrado como se debe y podemos ponernos a cenar tranquilamente, cosa que se agradece después de dos largos días de travesía.


A la mañana siguiente se ven bien los cabos en los que 
nos hemos quedado enredados la noche anterior

El entorno es espectacular. El pueblo está situado al pie del paredón vertical imponente de una montaña. Su playa parece ser famosa por tener “la mejor arena de Sicilia” y unas aguas especialmente claras. Las calles (por el día) son bulliciosas y peatonales, agradables de pasear. Pero no tenemos tiempo para quedarnos aquí, seguimos pendientes de los huecos de meteorología favorable y eso condiciona nuestro calendario. De hecho, sólo nos quedamos un día adicional, para dejar que pase la tormenta, comprar suministros e ir a la lavandería.


Vista del espectacular farallón a cuyos pies se extiende el puerto y el pueblo

San Vito es uno de esos pueblines que un día vivieron de la pesca o de pequeñas industrias afines y que ahora dependen totalmente del turismo. Cierto, todavía quedan algunos barcos de pesca en uno de los muelles, pero el ambiente pesquero ha sido reemplazado por pizzerías a pie de puerto, casetas de alquiler de barcas y gommones y gelaterías artisanales de franquicia.



El supermercado y las tiendas hoy 1 de mayo están abiertos, pero cierran a mediodía
La calle principal del pueblo bulle a media tarde

A pesar de la experiencia no tan buena con el puerto, San Vito es una muy buena parada para preparar (o completar) el cruce entre Cerdeña y Sicilia. De hecho el fondeo frente a la playa parece cómodo y muy resguardado de sures y suroestes. No nos importa demasiado pasar poco tiempo aquí, ya habrá ocasión.

Miércoles, 1 de mayo de 2024

lunes, 29 de abril de 2024

Episodio 4. Sicilia. The Navy (La Armada)

Lunes 29 de Abril, 1400 horas. Navegamos en rumbo 90 grados este, dirección Sicilia. Hace sol pero el cielo está velado, casi blanco. Aprendí de pequeño que eso anticipa tormentas. De hecho, los partes las anuncian, por toda Cerdeña y en el canal de Sicilia, en menos de veinticuatro horas.

Finalmente hemos decidido salir de Cerdeña a toda prisa, hoy a primera hora. Pero la verdad es que con muchas dudas. No estamos seguros de si es buena idea abandonar un fondeo  como el de Villasimius, confortable y barato, ideal para esperar mejores condiciones. Pero cruzar a Sicilia lo antes posible era el plan cuando decidimos prolongar nuestra etapa anterior desde Carloforte hasta Villasimius. Si no salimos ahora corremos el riesgo de quedar atrapados casi una semana.

El plan de navegación es ir directos hacia Ústica, una pequeña isla a unas treinta millas de Sicilia, al norte de Palermo. Una vez cerca de esa isla esperamos tener cobertura y poder revisar los partes actualizados. Según lo que nos encontremos podremos elegir entre refugiarnos allí mismo, arrumbar directamente hacia las Eólicas o ir a buscar un mejor puerto en Sicilia: Palermo, Cefalú o San Vito lo Capo.

De momento el día está más tranquilo de lo esperado. Tras quitar los dos rizos y la trinqueta con los que nos vimos obligados a salir, nos entregamos a un día de navegación relativamente plácida, sobre todo teniendo en cuenta el mal tiempo que nos pisa los talones. Lucía juega al bridge en su móvil y maldice que esta mañana no le salen las finesses. Yo escribo en mi portátil, porque voy retrasado con el blog (como es habitual) y también maldigo porque no se me ocurre nada. Esto ya se va pareciendo a un verano en el Sargantana.


Paso entre el Capo Carbonara y la Isola dei Cavoli con 20 nudos, trinqueta y dos rizos

La radio VHF sigue con el alboroto típico de las aguas italianas. Siempre nos hemos preguntado por qué son tan diferentes los países (e incluso las regiones) en esto de las radiocomunicaciones marítimas. Por el canal 16 los griegos son callados como muertos, igual que los ingleses. La radio suele estar en silencio, salvo a las horas de los partes. Las aguas cercanas a Argelia y Marruecos son un guirigay ininteligible tanto de día como de noche y nunca estás seguro de si el que habla  te está dando el parte o te está tratando de  vender una alfombra. En España hay de todo. Los partes, además de en castellano, se anuncian en inglés “nivel medio” en la mayoría de las regiones (salvo en Baleares, parece que allí tiene más éxito Vaughan) y suele dar un poco de vergüenza ajena. Y entre parte y parte, pues depende de la región, pero en general en el sur hay bastante festejo (como cabría esperar) y más al norte las cosas son relativamente tranquilas, salvo excepciones.

Y luego tenemos, aparte, pero que muy aparte, a los italianos. En el VHF los italianos no se callan ni cuando están buceando. Se les entiende lo justo (tirando a poco). En Italia los partes son floridos, largos y cantarines, como una ópera de Verdi. Y muy frecuentes, quizá porque cuando acaba uno es casi la hora del siguiente.  Y en los intermedios, la radio es un festejo. De improviso aparece un señor que, antes de las ocho de la mañana, anuncia a voz en grito por el canal 16: “Buongiornoooo, e buona giornattaaaa a tuttiiiiii”. Y todos los navegantes llaman a voz en grito y sin descanso para hablar con “Circomare” y con “Compamare”, que deben ser como nuestras Capitanías y nuestros Salvamento Marítimo. Y los Circomare siguen con sus partes, y cuando se les acaban los partes deciden leer una retahíla interminable de números que ni dios sabe lo que significa y que suena como los niños de San Ildefonso cantando los números del Sorteo de Navidad. Agotador.

Vuelvo de la digresión, me voy por las ramas. Como iba diciendo, son las 1400 y todo es tranquilidad y paz en el Sargantana. La VHF es un murmullo monótono como el de un grupo de señoras rezando el rosario o la retransmisión de un partido de futbol por Radio Nacional de España, y se confunde con el zumbido sordo del motor a 1800 vueltas. 

Pero de repente creo entender algo parecido a “nana nana, nana nana, Sargantana. Over”. Estoy en cubierta. Me levanto de un salto y bajo a la radio. Subo el volumen. Escucho….

Confirmado: un tipo nos está llamando, en un inglés con mucho acento italiano. Claramente en la escuela se puso malo el día que enseñaron a vocalizar. En realidad no estoy seguro de que realmente haya dicho “Sargantana”. Por las mismas podría estar llamando a un barco llamado "Salanter" o "Fantarama" y sonaría igual. 

Pero, por si acaso, cojo el micro y contesto.

- ”This is Sargantana. Over.

El tipo que nos llama suena aliviado, debe llevar ya un rato intentándolo. Parece que le interesa saber adónde vamos.

- “Sargantana, Sargantana, this is control station Mike from the Italian Navy. What is your destination? Over.”

- “Mike, Mike, this is Sargantana. We are heading to the island of Ustica. Over."

- ”Sargantana, Sargantana, this is control station Mike. You are sailing in a dangerous zone. I repeat. You are sailing in a dangerous zone. We are doing real fire exercices in your area. Over."

No puede ser. OTRA VEZ. Me acuerdo instantáneamente de nuestras aventuras y desventuras con la NATO en otra etapa Sicilia-Cerdeña, hace dos años. Afortunadamente hoy es de día, pero si nos dan un cañonazo va a dar un poco igual. 

Como ya me pasó la vez anterior, me quedo sin saber qué decir. Lo cierto es que no recuerdo que en el temario de ninguno de los exámenes de títulos náuticos haya un tema que explique "cómo responderle a un tipo de la Armada Italiana (o por las mismas, de la OTAN) cuando te avisa de que te has metido tú solito en su campo de tiro”. 

Opto por una respuesta ambigua y trato de que la voz no me tiemble demasiado

- “This is Sargantana. Understood. Over."

No me sale más. Espero que sea Mike el que dé el siguiente paso. Vamos, que me doy mus a la espera de que envide a grande.

- “Sargantana, Sargantana, this is control station Mike. You need to change your course immediately to 100 degrees east during 7 miles. I repeat, you need to change your course to 100 degrees east during 7 miles. After that, you can go back to your current course.”

En cristiano: Mike me pide que me aparte hacia la derecha a la voz de ya, o sus compis nos fumigan ipso facto. 

Dicho y hecho, lo que  tú digas, amigo Mike.

- “Control station Mike, control station Mike, this is Sargantana. Changing our course immediately. Over."

Por si los dípteros, nos apartamos unos graditos más y le damos caña al motor, que las carga el diablo y a estos cab##nes se les puede ir un pepino demasiado cerca del borde de la diana. Ya no vuelvo a hablar con Mike (y, la verdad, no lo lamento), pero sí le oímos llamar a otros barcos cercanos con la misma cantinela. Durante una hora buscamos en el horizonte señales de cañonazos, pero no vemos nada significativo. O no le ponen mucho explosivo a los obuses o el amigo Mike se aburría esta mañana y ha decidido asustar un poquito a la flota. A saber…

Volviendo a la etapa, todo va mejor de lo esperado. Vientos flojos que no permiten velear (eso ya lo sabíamos), pero no incómodos. Llegamos a la zona de cobertura de Ústica a mediodía del día siguiente y observamos que el frente de lluvia y tormentas nos está alcanzando. Imposible seguir a las Eólicas o Cefalú, demasiado lejos. 

Hablo con el encargado del puerto de Ústica y me dice que lo lamenta pero, con estas previsiones de temporal y vientos del ESE para esta noche, su puerto (en realidad un minúsculo refugio para los barcos de pesca de la isla) no está muy protegido y no me puede garantizar un refugio seguro

Como única opción ponemos proa al sur, hacia San Vito lo Capo, donde sí nos dan plaza, pero nos advierten de que, fuera de temporada, no tienen servicio de marinería más tarde de las 1930 y nos tendremos que buscar la vida para amarrar por nuestra cuenta. Cuando les pido por correo que me envíen una indicación de dónde está nuestra plaza me mandan una foto genérica de Google de todos los pantalanes... Simpáticos estos chicos...

Formándose la tormenta, rumbo a San Vito lo Capo que se distingue a lo lejos

Llegar a un puerto pequeño, en el que nunca hemos estado, de noche, y tener que amarrar por nuestra cuenta, no es divertido. Más si está empezando a llover, porque parece que llega ya la tormenta anunciada. No va a ser un atraque fácil. Pero esta entrada ya es un poco larga. Seguimos el relato en el próximo episodio.

Etapa Cerdeña - Sicilia, del 29 al 30 de abril

Martes, 30 de abril de 2024



miércoles, 24 de abril de 2024

Episodio 3. Cerdeña. The Record

Nunca antes habíamos navegado una etapa de más de 300 millas. Y pocas recuerdo tan duras, tan incómodas y agotadoras como ésta. Y tan distintas a lo esperado teniendo en cuenta las previsiones meteorológicas.

El salto a Cerdeña suele ser monótono y tranquilo. Pones el rumbo en el piloto al 90º (o al 270º si estás de vuelta) y casi no hace falta tocar las velas en todo el camino. En verano son frecuentes las encalmadas y la navegación suave y a motor. No es agobiante, el tráfico de mercantes es más bien escaso y en temporada sólo te encuentras con veleros que van y vienen de Mallorca a Carloforte o desde Alguero a Menorca.

La imagen que yo guardo de esos cruces, que hemos hecho casi cada temporada, es la de noches oscuras y cielos alfombrados de estrellas. Noches de Perseidas, tumbados boca arriba, mientras el motor ronronea. Móviles apagados y cenas tranquilas en cubierta a la puesta del sol. Días con tiempo para conversar, para escribir o para leer esa novela que tienes sobre la mesilla desde antes de la última liga del atlético.

La meteorología está condicionada por el Golfo de León. El viento dominante es el mistral (mestrale en Italia). Noroeste que de vez en cuando sopla furioso unos pocos días y levanta una ola tremenda, sobre todo en latitudes al norte de Menorca. El resto del tiempo los vientos son benignos y fácilmente previsibles viendo la evolución del mapa isobárico de la zona.

La preparación del cruce es bastante simple. Consultas el parte a la espera a un hueco de varios días entre dos mestraladas, esperas 12 horas adicionales para que baje la ola y zarpas. De hecho, muchas veces el problema fundamental es la falta de viento. O (como nos ocurrió  el año pasado) que la borrasca tarde muchos días en debilitarse y desaparecer, y que la espera se haga aburrida e interminable.


Buscando en la previsión meteorológica una 
ventana para cruzar a Cerdeña

Este año ha tocado esperar la ventana sólo un par de días y hemos conseguido aprovechar los restos de la inestabilidad de la borrasca saliente para velear las primeras millas por la costa sur de Mallorca. Un principio más que razonable.

Pero, al pasar el Cabo Salinas, el viento no se comporta como esperamos. Rola al suroeste y nos entra flojo en popa cerrada. La ola del mar de fondo nos llega cruzada y demasiado alta. Imposible velear en estas condiciones. El recorrido se hace penoso. A palo seco, no podemos prescindir del motor. Hace demasiado frío para estar en cubierta y gobernar a mano tantas horas. Ponemos el piloto automático y avanzamos dando tumbos. Hace mucho frío y el cielo está plomizo. 

No hay magia en el cruce de este año, lo único que apetece es llegar. Al final del segundo día las cosas incluso empeoran. El viento rola y pasa a ser de unos 15 nudos de cara. Nada que ver con lo esperado, nos obliga a desviarnos hacia el norte si queremos velear.

Y para completar la lista de calamidades, al entrar de nuevo en cobertura y analizar los partes actualizados descubrimos que el siguiente episodio de mal tiempo está ya al llegar. Se  anuncian tormentas fuertes del este a partir del día siguiente, que nos bloquearían varios días en Carloforte. No queda más remedio que continuar una noche más y cruzar todo el sur de Cerdeña hasta Villasimius, para mantener nuestras opciones de cruzar pronto hacia Sicilia.

La verdad es que no hay gran cosa más que reseñar en esta etapa, que acabamos viviendo como un puro transporte de un barco entre dos islas. Han sido 354 millas de batalla que hemos cubierto en 72 horas consecutivas de navegación, una gran parte a motor. Sensación de agotamiento, de querer dormir al menos dos noches completas después de las tres de sueño y guardia. Ansia de poder comer y cenar con una cierta tranquilidad.

Nos quedan, cómo no, bricolajes por hacer. Uno de los dos grupos de placas solares no carga y hay que investigar la causa. Todavía no funciona el mando remoto del molinete. De momento éste es un año de tiempo inestable y azaroso y de problemas con los que no contábamos. Aun así: qué bonito es navegar.

Luis aprovechará la recalada en Villasimius para solucionar 
el problema de las placas y las baterías

Etapa Mallorca - Cerdeña (Villasimius), del 24 al 28 de abril

Domingo, 28 de abril de 2024

miércoles, 17 de abril de 2024

Episodio 2. Mallorca. The Shelter (El Refugio)

En nuestras idas y venidas por el Mediterráneo paramos muchas veces en Ibiza o Formentera. No siempre. En ocasiones pasamos de largo, normalmente a través de los freus, los dos estrechos canales que interrumpen el largo istmo que se extiende entre las dos islas. Los freus son poco profundos, complicados de pasar con mal tiempo, y están llenos de historia y de leyendas. Baste decir que la isla que forman los dos freus se llama “La isla de los ahorcados”.

Formentera tiene para nosotros el encanto especial de un lugar mágico que invariablemente visitábamos cada primavera y verano, el recuerdo de la arena bajo los pies al caminar por Illetes, las fideuás en el Capri, el olor dulce e intenso de los arbustos en Es Pujols y, por supuesto, las lagartijas (sargantanas) que dieron nombre a este barco. Pero, curiosamente, no solemos recalar en Formentera. Y poco en Ibiza. Sin embargo, sí recalamos en Mallorca.

Sargantana en Mallorca

Para nosotros Mallorca es ese refugio amable donde siempre hay que detenerse y descansar. Es Sa Rápita, parada obligada para reponer agua y gasoil, y es la playa de Es Trenc, donde tratamos de fondear antes y después de asomarnos al abismo azul de la ruta de Cerdeña. Pero, sobre todo, Mallorca es Manel, el amigo que siempre está ahí, al que recurres cuando de verdad necesitas ayuda y que entiende como nadie y comparte contigo la adicción a navegar.

Este año la travesía desde Ibiza hasta Mallorca ha sido poco usual, toda a vela. Salimos de Es Torrent a media mañana, sin prisas. No merece la pena madrugar, pues no hay posibilidad de llegar a Es Trenc en el día. Preferimos navegar por la noche y llegar con luz al fondeo.

En la cala de Es Torrent, Ibiza, antes de salir hacia Mallorca. 
La funda nueva de la trinqueta supone un antes y un después 
en las maniobras de la vela

Durante la mañana avanzamos más bien poco, hacemos bordos pero no conseguimos ganar mucho barlovento. El sudeste, que ayer nos empujaba suavemente, ha rolado y ahora sopla frío y desapacible.

En los freus el viento arrecia y se levantan olas que asustan. Lo usual en días de ventolera. En el freu grand nos cruzamos con un ferry de pasajeros enorme que maniobra muy despacio, con sumo cuidado, como una ballena en una sesión de ballet. No es lo habitual, estos trastos suelen moverse a toda leche y sin muchos miramientos. Suponemos que el capitán quiere evitar que la vajilla del desayuno acabe por los suelos y prefiere que los pasajeros atinen a mojar los cruasanes en el café. Bueno, eso, y supongo que también quiere evitar pasarnos por encima (pero apuesto más por lo de los cruasanes). Además de la integridad del Sargantana están en juego muchas reviews de cinco estrellas en Google. Las nuestras ya las tiene, por moverse despacito.

La mañana en cubierta se hace trabajosa. Trazamos un zig-zag con trinqueta y dos rizos, dando tumbos. Tenemos paciencia, sabemos que el viento acabará rolando hacia el sur y nos permitirá por fin amurarnos a estribor y soltar de una vez las riendas del Sargantana, que ciñe y vira nervioso barruntando una galopada.

A primera hora de la tarde el viento se mueve por fin hacia el sureste y luego decididamente hacia el sur. Durante la noche no nos cruzamos prácticamente con nadie, fuera de la temporada de verano las noches suelen ser solitarias. Hago la primera guardia, pero a las cuatro de la madrugada veo que no merece la pena despertar a Lucía para el relevo habitual. Nos quedan poco más de dos horas para llegar. Además el cielo se ha ido cerrando con nubes negras que amenazan lluvia. Mejor seguir hasta el fondeo.

Compañero de viaje al atardecer

Llegamos a la pequeña cala de Colonia Sant Jordi antes de las 7 de la mañana, en la luz sombría de un amanecer solitario. Hay sólo un puñado de veleros fondeados en una playa en la que cabrían cientos, nada que ver con las aglomeraciones del verano. Hemos quedado para comer con Manel, Cristina y nuestros amigos del Mekatxis, Olga y Mitxel.

Echo cuentas de las horas que podré dormir. En estos casos la maniobra de fondeo es pura rutina. Basta con poner el barco contra el viento, muy despacio, hasta llegar a un lugar libre (y hoy la playa está casi desierta). Lucía liberará el ancla, apretará el botón del mando a distancia y el molinete girará con estrépito dejando caer el ancla y los metros de cadena que sean menester. Apagar la electrónica y al catre.

Pero esta vez Lucía me avisa con una voz: “el molinete no va”. Prueba con el mando a distancia y con el manual (que sólo usamos en emergencias). Ninguno funciona. Mierda.

Tengo sueño, pero el chute de adrenalina me ayuda a buscar el polímetro en las cajas de herramientas y, con la ayuda de Manel vía WhatsApp, consigo recordar, a duras penas, cómo funcionan las conexiones de los mandos del molinete (que instalé yo mismo recién comprado el Sargantana, hace casi diez años).

Puenteando cables a pelo, como el Vaquilla cuando robaba coches, acierto a hacer funcionar el molinete lo suficiente como para bajar ancla y cadena. Ya estamos seguros, pero lo de dormir esta mañana va a ser imposible, hay que investigar el problema. Por lo que veo, el receptor del mando remoto ha decidido jubilarse por su cuenta y sin previo aviso, y el mando manual tiene las conexiones sulfatadas (normal, no lo usamos nunca). Manel nos consigue repuestos en el día: un nuevo mando remoto y una botonera de cable. Como siempre: gracias, Manel.

Etapa dos, problema dos solucionado. Creo que ya lo dije otra en otra ocasión, estas travesías son como el cupón de la ONCE: “Cada día una ilusión”.

Las tripus del Sargantana y del Mekatxis, con quienes 
compartimos fondeo en Es Trenc

Sargantana a la puesta de sol desde el Mekatxis

A todo esto nos alcanza por fin la borrasca anunciada desde hace días y, como es habitual, Mallorca es nuestro refugio. En este caso, junto con Mitxel y Olga, nos movemos a cala Xinxell (cerca de Palma). Un lugar muy agradable en el que pasamos semiencerrados dos días de mucha lluvia, mucho viento y mucho frío, pero también de chala tranquila y agradable, y de licor de hierbas, bebida tradicional de la isla. Puestos a encontrar refugio, qué mejor sitio que en Mallorca y con amigos…

Sargantana y Mekatxis veleando juntos en dirección a 
cala Xinxell para refugiarnos de la borrasca que se acerca

Y las hierbas que no pueden faltar en nuestro refugio

Etapa Ibiza - Mallorca, 17 al 18 de abril

Mallorca, de Es Trenc a un fondeo de unas horas 
en Can Pastilla y de ahí a cala Xinxell, 20 de abril


Martes, 23 de abril de 2024

lunes, 15 de abril de 2024

Episodio 1. Ibiza. The Getaway (La Huida)

El Sargantana sale por fin de Cartagena con sensación de huida, después de días frenéticos de preparativos contra reloj. ¿Tiene sentido? En absoluto. ¿Frecuente? Sí, nos pasa casi cada año. 

Como tantas otras veces, la culpable de tener que huir de casa como forajidos es la meteorología caprichosa de la primavera. Se supone que no teníamos prisa, que nadie nos espera, que no tenemos plazos fijos ni fechas preestablecidas. El plan era salir “cuando todo estuviese listo y no antes”, cualquier día del mes de abril. Pero la ansiedad por partir acaba por marcar fechas y plazos. Y empiezas a mirar los partes a una y dos semanas. Y la meteo cambia casi día a día, como es de rigor en primavera. Y el viento del nordeste aparece ya amenazador en las próximas semanas. Y te convences a ti mismo de zarpar lo antes posible porque nadie quiere salir de puerto ciñendo, contra el viento, ya desde el primer día.

Y así, un lunes luminoso de abril logramos salir de la dársena del Yacht Port, a media tarde, con un lebeche que casi nos hace estamparnos contra el catamarán que ha amarrado frente a nosotros todo este invierno, el de los alemanes que suelen tomar el sol con la música a todo trapo. Torpeza del skipper a la rueda (quizá normal en el primer día) y, sobre todo, cansancio, mucho cansancio, en este enésimo día consecutivo de trabajos y preparativos.

Paul, un amigo nuestro, gran artista y que me da la impresión de que nos conoce mucho más de lo que creemos, nos ha pintado un maravilloso lienzo que se llama "The Getaway" (la huida). Conocimos a Paul y su mujer Wendy en Milos, hace ahora un año, y creo que ya entonces adivinó que el alma de Sargantana y su tripulación nos hace huir hacia al mar constantemente cada año, cada singladura.

Paul en su estudio con nuestro cuadro recién terminado


El invierno en Cartagena ha sido seco y quizá demasiado cálido. Largo e intenso, casi vertiginoso. Con muchos viajes y muchos eventos inesperados, mucha gente nueva en nuestras vidas. Sin esquí pero con mucho bridge. Con nuevos vecinos. Con mucho trabajo en el barco, muchísimas horas en el Yacht Port.

La lista de reparaciones y mejoras en el Sargantana es casi interminable. En el varadero nos han retirado todas las capas de pintura antigua de la obra viva. Y hemos renovado elementos críticos que sufren el paso del tiempo, como los grifos de fondo y los tubos de evacuación. Hemos montado placas solares adicionales para hacer frente a más consumos (un congelador nuevo y cada vez más cacharrería informática). Nos han fabricado un nuevo bimini y fundas para las velas. Han reparado gennaker y trinqueta. Mucha carpintería bricolajera para incrementar la capacidad de estiba. Mosquiteras, extractores de humo, deshumidificadores, un sistema de monitorización remota con sensores y cámaras para cuando el barco se quede en Grecia.

Eliinadas las capas de pintura de la obra viva

Nuevas placas

Nuevo bimini

Luis limpiando y revisando la jarcia

Mucha inversión en dinero, pero también en tiempo. Todo un invierno de trabajo que ha pasado como en un suspiro. Y casi sin darnos cuenta estamos de nuevo en camino, con el plan de navegación habitual hacia Grecia: Ibiza-Mallorca-Cerdeña-Sicilia-Jónico-Patrás-Corinto-Egeo. Este año queremos pasar unos meses en la parte norte del Egeo, donde dicen que en verano hay menos gente y menos meltemi (ya veremos) Pero además tenemos la intención inicial de dividir la temporada de navegación en dos partes: la primera entre abril y junio y la segunda en septiembre-octubre. En verano queremos volver a casa y evitar en lo posible el meltemi y las multitudes.

La primera etapa de la travesía empieza más o menos como han previsto los partes. Motor y poco viento hasta Cabo de Palos y después un lebeche agradable sur que nos hace volar suavemente en rumbo directo camino de Formentera e Ibiza. Casi todo el tiempo a vela, ha merecido la pena apresurarse antes de la borrasca.

La última vista que tenemos de Cartagena es la 
enorme plataforma petrolífera Transoceans Barents 
en el dique de Escombreras

No ha habido tiempo para hacer una “prueba de mar” en condiciones al Sargantana, y  el funcionamiento de todo este entramado de cacharrería varia que damos en llamar “barco” es todavía una incógnita. Y el primer problema aparece, cómo no, el primer día: en el plotter, la pantalla en la que visualizamos la carta, el rumbo del barco y el del viento, hay algo que no cuadra. El Sargantana aparece en pantalla casi de lado, como si derrapase sobre el agua. Los rumbos no cuadran, tenemos una desviación de más de treinta grados entre el rumbo que traza el piloto automático y el que vemos que recorre el barco. No nos impide navegar, pero no es tranquilizador tener un problema en la electrónica.

Toca revisarlo todo. La electrónica es de los poco que no hemos tocado durante este invierno y no entiendo qué puede estar pasando. Leo manuales pero no puedo buscar en Internet porque ya hemos perdido cobertura.

Despues de horas de darle vueltas al problema, encontramos la solución (idea feliz de Lucía). En la vorágine de estibar comida, ropa, cabullería, velas y los mil y un pertrechos del barco, hemos guardado un cable alargador de corriente en un tambucho en el que está instalado el fluxgate (el sensor magnético del piloto). A pesar de que el cable está desconectado, y es un cable alargador normal y corriente, su presencia parece influir en el sensor magnético del piloto y le hace perder el control. Misterios del electromagnetismo. Sacamos el cable (a ver dónde lo guardamos ahora, que esa es otra) y todo vuelve a la normalidad. Prueba superada, ésta ha sido relativamente fácil.

La travesía es agradable y rápida. El viento nos hace preferir ir hacia el sur de Ibiza en vez de a Formentera. Buscamos nuestro fondeo habitual en esta zona (cala de Es Torrent) y echamos el ancla por primera vez, ya casi sin luz, en una cala desierta que contrasta con el bullicio del verano. Primera cena en el barco, pero no en cubierta, porque estamos en abril, no en julio, y aquí hace mucho frío.

La huída ha tenido éxito. The Getaway. Gracias, Paul. Nos vemos en septiembre, tenemos tantas ganas de navegar juntos…

Llegando a Ibiza nos recibe la familiar silueta de Es Vedrá

 Etapa Cartagena - Ibiza, 15 a 16 de abril

Martes, 16 de abril de 2024