Translate

viernes, 31 de julio de 2015

Día 7. Alghero - Stintino. El paso de Mahoma

El paso de Mahoma es una corta arista que separa el collado de Coronas de la cima del Aneto. Nada difícil, cientos de personas lo pasan cada día camino del Aneto, pero siempre produce una cierta inquietud, incluso en gente con experiencia en escalada. Un mal paso y te vas barranco abajo, por la derecha o por la izquierda.




Igualmente el paso de Fornelli, que separa Cerdeña de la isla de Asinara. Es un largo pasillo entre el Mediterráneo y el Golfo de Asinara donde el calado se reduce a sólo tres metros, con serio peligro de embarranque. Hay que cruzarlo exactamente por donde dicen las cartas, primero en rumbo 072 y después, en un momento muy preciso, ni antes ni después, girar casi en ángulo recto para tomar rumbo 121. Para ayudar a la maniobra han colocado enfilaciones, parejas de torres ubicadas de forma que se ven alineadas, una sobre la otra, si vas en el rumbo correcto. Como el paso de Mahoma, trivial pero estresante. Vista al frente. No mirar a los lados. La rueda firme. La lengua entre los dientes pendiente en todo momento de la enfilación. Sin ponerse nerviosos.

Hoy cruzamos el paso en solitario, como último evento de la navegación entre Alghero y Stintino, justo antes de un fondeo y baño en una cala que rápidamente queda desierta. Toda para nosotros, tranquila y con agua absolutamente transparente.





Pero en realidad no ha sido el único momento excitante del día. Para emociones fuertes, el paso interior entre la Isola Foradada y el Capo Caccia. Un corredor estrecho entre paredes verticales donde, incluso en un día tranquilo como éste, el viento se encañona y estrella las olas con violencia contra las rocas. La guía dice "Sólo pasar entre la isla y el cabo con el mar tranquilo". Y no se equivoca.




Cenar, tomar una copa y dormir en una cala desierta y silenciosa, con apenas viento y mar en calma, es una experiencia que no se puede tener en tierra. Ni en un tres estrellas Michelín. Y es completamente gratis.



jueves, 30 de julio de 2015

Día 6. Alghero. Pescando en Alghero

Alghero sabe a Mediterráneo y a historia. Me gustaría volver fuera de temporada sin trenecitos de la bruja y carruajes con caballo de atrezzo (el coche lleva motor eléctrico y lo conduce un señor gordo con gorra de béisbol, auriculares y cara de aburrimiento). 

Y con menos turistas. Y eso que los turistas de Alghero son mucho más pasables que los de la costa española, sea Barcelona o Torrevieja. Van, por supuesto, vestidos con el uniforme oficial de turista, pero el conjunto tiene muchas menos estridencias. No gritan demasiado, ni se agrupan en manadas como los bisontes. Se limitan a hacer cola en las barcas que viajan cada hora a la Cuova di Neptuno, y a comprar compulsivamente helados.

Porque Alghero es la ciudad con más helados del mundo y con menos hielo del mundo. Un contrasentido que podría ser objeto de tesis doctoral de economía y sociología. Un misterio. Paseando por Alghero ves gelaterias en cada esquina, en cada plaza, todas refulgentes, todas llenas de turistas que compran helados a todas horas como posesos. Pero en ningún sitio venden hielo. Ni en las gelaterias (normal), ni en los supermercados, ni en las gasolineras. Mucha gente que conozco no sobreviviría en Alghero. Los alghereños deben tomar los gin-tonics del tiempo.

Y es que la gente de Alghero es curiosa. Son simpáticos y cercanos, y sensatos, y tranquilos. Como Alessandro, que está pescando en el puerto junto al Sargantana. Alessandro no tiene más de 12 años y acaba de llegar al puerto con su bicicleta, su bolsa-nevera de camuflaje, su pequeña caja de herramientas y su caña. Alessandro es rubio, tiene el pelo corto cortado a cepillo, y disfruta pescando. Hoy ha encontrado un hueco entre el Sargantana y un yate un poco venido a menos atracado unos metros más allá , ha extendido su parafernalia por el muelle de piedra, y pesca. Pesca, pero, sobre todo, habla. Habla sin parar, todo el tiempo, en un italiano difícilmente comprensible del que sólo soy capaz de entender unas pocas palabras. Habla con la caña, con el hilo de pescar, con los anzuelos. Habla con los pequeños peces que saca del agua verdosa de la dársena. "Sei morte, sardina?" le pregunta a uno mientras le golpea con la mano antes de meterlo en la bolsa. A pesar de la brisa fresca del norte hace mucho calor en Alghero a las tres de la tarde, pero eso a Alessandro no le importa nada.

Pasamos un día tranquilo. Lavandería, limpieza del barco, pequeñas reparaciones, compra, paseo larguísimo por las calles medievales, cena en una trattoria excelente. Ahora tomamos una copa en cubierta, escribimos y suspiramos porque el discobar cercano, que hoy sí funciona, tenga a bien cerrar o bajar el volumen de la música.

miércoles, 29 de julio de 2015

Día 5 (2). Menorca-Cerdeña. Viva l'Italia

Me despierto cuando el sol está ya bastante alto sobre el horizonte. Sólo he dormido tres horas pero algo en mi subconsciente nota que el bamboleo monótono del barco se ha parado. Lucía está haciendo algo sobre la cubierta, en el palo, y eso indica que hay problemas. Hay que levantarse ya.

Nada grave, uno de esos pequeños rasguños que todos los barcos sufren de vez en cuando. Una mala elección del arraigo donde sujeté la retenida en la botavara, o quizá un diseño insuficiente, ha provocado que la tapa posterior de la botavara se haya arrancado y doblado con algún golpe más violento de lo habitual. Como siempre en estos casos, hay que encontrar una solución de fortuna que permita seguir la travesía, y ya se verá luego la mejor manera de arreglarlo definitivamente. Un asunto menor, pero una prueba más de que un marinero debe ser más un McGyver que un Lord Nelson, y de que los barcos de hoy son como los SEAT de ayer (Siempre Estás Apretando Tornillos). Navegar, definitivamente, rejuvenece.





Si ayer fue un tratado sobre la nada, hoy el día es otra cosa. Excepto por el viento. Sigue muy flojo y muy de cara, así que de nuevo toca ir escuchando el ronroneo del motor hora tras hora. Pero si ayer no vimos a nadie, excepto al Holandés Errante (o la Perla Negra), hoy nos cruzamos con varios barcos definitivamente sólidos y materiales. Veleros que seguimos por el AIS durante muchas millas, con los que nos rozamos cariñosamente las amuras (figuradamente) y a los que saludamos a lo lejos, deseándonos buen viento. 



Más  tarde, un cisterna gigante al que cruzamos la proa muy cerca, calculando al milímetro el espacio de seguridad sólo por matar el rato.



Sobre las 1930 entramos definitivamente en cobertura y nos ponemos a buscar amarre. A diferencia de España, donde los puertos son, buenos o malos, fáciles de localizar y establecer contacto, en Cerdeña (supongo que en Italia) todo es mucho más complicado. El puerto de Alghero tiene subcontratas que gestionan múltiples marinas, unas con web, otras sin web, pero ninguna con datos claros sobre la disponibilidad de amarres y precios. Los primeros con los que conseguimos hablar (Marina Sant Elmo) nos piden 110 euros por noche, así que cuando ya anocheciendo, los del Consorcio Porto di Alghero nos ofrecen amarre por 45€ nos parece un chollo. Hemos leído además que los muelles del Consorcio están muy buen situados, al pie de la muralla que rodea la ciudad vieja. Decidimos quedarnos dos noches y recorrer Alghero sin prisas.




El último acontecer del día sucede tras el atraque. El cual, por cierto, fue bastante penoso, porque la guía del muerto que nos dieron para sujetar la proa estaba cruzada con otra, aunque lo resolvimos con algún apuro y sin daños al barco. Una vez colocados, y ya en la recogida post-atraque, un individuo delgado y bajito rapado al cero, con vaqueros, bolsa de bandolera, y carpeta en ristre nos llama a pie de muelle:

- "Capitano, capitano, la documentazione della barca e dei passeggeri."

A su lado, gordo, sudoroso, y con pinta de tabernero de una película de Visconti, su compañero nos observa sin abrir la boca. 


Lucía pregunta "Are you with the Consorcio?". Los marineros nos habían indicado que no hiciéramos los papeles de entrada hasta el día siguiente. 

- "No, recitazione. Customs, customs."

Aunque habíamos leído mucho sobre las diferentes autoridades que se arrogan competencias para inspeccionar barcos de recreo en la costa italiana, nos miramos y pensamos exactamente lo mismo: "Estos dos no dan el tipo de agentes de nada. Poco tardamos en tener problemas..."

Supongo que nuestras caras de circunstancias eran evidentes porque el calvo se ríe y dice: 

- "Questa è la mia documentazione."


La verdad es que, en la oscuridad del muelle, ya de noche, el carnet podría perfectamente haber sido el de su videoclub. Pero, siendo realistas, parecía poco probable un asalto mafioso en ese muelle junto a las murallas, lleno de jubilados sentados en los bancos, familias empujando carritos y pandas de adolescentes. Los cuales, por cierto, observaban la escena sin perder ripio.

Así que no hizo falta demasiado coraje para sacar los papeles de la barca y los pasaportes y acercarme con ellos al maletero de su coche.

El calvo saca un papel de calco (no había visto ninguno desde finales del siglo pasado), dos formularios y un bolígrafo con el que rellenó todas y cada una de las infinitas casillas. Hacia la mitad del formulario ya éramos los tres amigos de toda la vida y les explicaba que es posible ser de España y no ser del Real Madrid. Nos faltó poco para irnos de copas.

Muy fan de Italia en general, pero sobre todo de la Agenzia Doganale. Son buena gente. A ver si les compran unos portátiles o algo...

Día 5 (1). Menorca-Cerdeña. Incidencias nocturnas.

Son las tres y media de la mañana y tengo sueño, pero no quiero el relevo hasta por lo menos las 4. Es noche de luna llena y casi no se ven estrellas. El viento ha amainado casi hasta cero y rola continuamente haciendo bambolear y crujir la botavara. El mar está completamente plano, como si fuera de mercurio, y el Sargantana se desliza suave y sigiloso. No hace frío en absoluto. Por la popa, bajo el agua, dejamos una fantasmal estela de luces fosforescentes, supongo que medusas. Te quedas embobado mirándolas.

La guardia es monótona. Ni una luz el el horizonte. Nos quedan cien millas hasta Alghero. Decido pasar la mayor parte del tiempo en la cabina, leyendo. He conectado por WiFi mi tablet con el radar y puedo ver cualquier barco o cualquier obstáculo a muchas millas de distancia como destellos en la pantalla redonda, con solo levantar la vista del libro. Maravillas de la electrónica.



Todo tranquilo durante horas. Pero de repente aparece un eco en la pantalla. Algo se acerca por estribor, todavía bastante lejos. Dejo el libro y subo a cubierta. Por fin pasa algo.

El radar no miente. Veo una luz tenue que se nos aproxima por el través de estribor. Va a motor sin duda, veo la luz blanca. Probablemente un velero nocturno como nosotros. Ships in the night. Voy a la pantalla del AIS a comprobar sus datos. Cierto, el AIS me indica que es un velero, inglés, algo más grande que el Sargantana.

Estoy investigando si llevamos rumbo de colisión cuando ocurre algo extraño. Suena una alerta: "GPS lost". La pantalla se ha quedado en blanco. De repente, el tridata, que marca el rumbo, la sonda y el viento, ha dejado de funcionar. Las ruedas del timón da vueltas solas rápidamente. La pantalla del piloto también alerta de que ya no es capaz de mantener el rumbo. El barco gira en redondo y sin control.

El sueño y el ron con hielo no me dejan pensar con claridad. No hay peligro, puedo permitirme los pocos segundos que pasan hasta que por fin acabo por desconectar el piloto y recupero el control manual. Pero en medio del mar y de la noche no tienes referencias visuales y no es fácil decidir hacia dónde dirigir la proa. Finalmente utilizó la luz del velero inglés como referencia. Maniobro hasta que la luz vuelve a estar en mi través de estribor y respiro. Volvemos a navegar camino de Alghero. Todo está bajo control.

Me centro en la electrónica. Rearranco todo el sistema, el plotter, el tridata, el piloto, el radar.... La red vuelve a funcionar aunque mi tablet no puede ya conectarse. Lo dejo por imposible, puede que eso haya causado el problema, así que no insisto.

Vuelvo al velero inglés. Lo busco visualmente por estribor y por popa. No lo encuentro. Lo busco en el radar y en el AIS. Tampoco lo encuentro. No lo entiendo. No ha podido desaparecer tan rápido.

Decido que ya va siendo hora de despertar a Lucía. Le cuento la historia y se ríe. "Era un barco extraterrestre sin duda". No sé qué contestar.

Un beso y a dormir. La cama me abduce rápidamente.

martes, 28 de julio de 2015

Día 4. Menorca-Cerdeña. Nada de nada.

Hoy saltamos hacia Alghero. Algo más de 200 millas, con suerte podríamos estar alli mañana por la noche. Así que hoy sí, hay que madrugar.

Un pequeño problema solucionado con un sable de la mayor y ya navegamos a un descuartelar en mar plano y a 7 nudos. Pasamos la Isla del Aire como si fuera Finisterre. Nunca hemos navegado más al Este.


Pero poco más allá hay que poner motor. El viento se empeña en venir de frente y ceñir contra la ola nos obligaría a ir hacia Túnez o demasiado al norte. Pongo rumbo directo a Alghero en el piloto y dejo que el Sargantana conduzca por su cuenta.

¿Y después? Después nada de nada. Nada en todo el día. Ni barcos, ni delfines, ni ballenas, ni casi viento. Olas sí, un mar de fondo amainando, olas largas y suaves de metro y medio.

Lucía duerme toda la mañana y yo leo, escribo y dejo la mirada perdida en el horizonte, con el ronroneo del motor siempre presente.

Estamos por fin en medio del mar, lejos del barullo de veleros y megayates que atestan las calas y puertos de Baleares. Solos, pero no tanto. Llevamos un emisor/receptor Delorme de mensajes por satélite, sabemos que podemos conseguir ayuda si la necesitamos y en poco tiempo. Nada que ver con los miles que han cruzado estas aguas durante siglos.

Se pone el sol. Después de cenar me toca la primera guardia. Aprovecho para leer un best seller que me han regalado Javi y Cani. "Soy Pilgrim", de Terry Hayes. Muy recomendable. Durante dos días no tenemos internet, ni whatsapp, ni televisión, ni teléfono. Es como volver a la realidad después de un mal sueño. Volver a vivir viajando despacio. Estar de vacaciones.



lunes, 27 de julio de 2015

Día 3. Sóller-Menorca. ¿Norte o sur?

La travesía hasta Menorca no es larga, pero lo suficiente para no encajar bien en un día. Nos planteamos una vez más si es mejor recalar al norte o al sur de la isla. Desde el punto de vista de las etapas siguientes es casi irrelevante, la distancia total a Cerdeña es poco más o menos la misma.

Si por fin vamos al norte, Fornells es la mejor opción para pasar la noche. La travesía es de unas 55 millas, once o doce horas, pero el puerto estará completo y habrá  que usar una boya de pago. Y para eso hay que llegar con tiempo, a media tarde.

Si al final decidimos ir al sur, habrá que buscar un fondeadero tranquilo y con espacio, algo complicado en julio y agosto. Por tanto hay que llegar pronto para coger buen sitio, como hacen los padres de familia que se encargan de plantar la sombrilla en las playas abarrotadas.

En cualquier caso zarpamos algo tarde, sobre las 9. Al despertarnos, los vecinos franceses de estribor, bordes y antipáticos, ya se habían despedido como buenos franceses, a la francesa. Sin embargo, el velero patera de alemanes seguía allí, como el dinosaurio de Monterroso. A esas alturas los chavales ya se habían bebido hasta el agua de los floreros y seguían en animada polémica, que sin duda debía tener enjundia porque había empezado antes de medianoche. En cualquier caso, agradecimos que en Alemania no sea tradición amenizar las veladas etílicas con el "Stuttgart patria querida" o similar; la cosa pudo ser peor.

Día plácido, azul y sin viento. Mar plano y costeo tranquilo hacia el E a lo largo de la Sierra de Tramontana. Muchos barcos yendo y viniendo con trayectorias caóticas, la alarma del AIS pitando cada 5 minutos. La costa, una maravilla. Inspira.


Pasamos un momento por la impresionante cala de Vall de Boca y Lucía aprovechó para un breve chapuzón nudista que los pasajeros de un "glass bottom boat" inmortalizaron como uno de los highlights de ese día.



Finalmente decidimos ir al sur de Menorca, tras cambiar de opinión un par de veces por una tormentilla juguetona. Así que tocó peregrinar de cala en cala a la búsqueda de fondeo. Todas petadas. En ninguna había sitio con fondo menor de 7 metros. Tras un par de intentos con garreos incluidos, pusimos proa a un arenal antes de Cala'n Porter. Ya con muy poca luz, descubrimos una calita agradable, aunque un poco expuesta, y con un solo vecino. Era Cala Escorxada, al W del arenal de Santo Tomás.

Fondeo rápido, cenita con pasta, música y vino, y a dormir, que esto de navegar, agota. 




domingo, 26 de julio de 2015

Día 2. Sóller. Una de piratas.

El día amanece totalmente distinto al anterior. Por la mañana las perturbaciones han pasado y dejan un cielo azul con viento del SE que rápidamente desaparece cuando nos acercamos a Mallorca desde el W. En pocas horas desaparece la ola y tenemos una plácida veleada hasta Sóller.

El puerto de Sóller es una fantástica recalada. En el muro continuo de acantilados que forman la costa NW de la isla se abre repentinamente una ensenada inesperada, un refugio único. Debe ser reconfortante entrar aquí después de horas de lucha contra la tramontana.


A las 1300 entrábamos por la bocana del puerto. Llamando insistentemente por el 9 para pedir amarre y sin respuesta. Claramente tenemos problemas en nuestra antena. Atracamos en la gasolinera y nos informan que el gasolinero no vuelve hasta las 4. Cierto, se supone que abre de 8 a 20, pero es domingo y hace calor. Así que el gasolinero debe estar comiendo con sus gasolineritos, como tiene que ser.


Decidimos hacer lo mismo y de entre la variada oferta de restaurantes y chiringuitos del paseo marítimo nos quedamos con El Pirata, que lógicamente hace honor a su nombre en el momento de traerte la cuenta. 


Los italianos de El Pirata, muy simpáticos, eso si, nos obsequiaron (es un decir) con su innovadora paella mixta que yo denominaría "paella fosforito", por tener arroz de color naranja fosforito, guisantes verde fosforito y una mezcla de pollo y marisco amarillo fosforito. Después de los infinitos arroces maravillosos de estos meses en Valencia, esto nos recuerda que hay muchos Magalluf ahí fuera. Lamentablemente no tuvimos los reflejos de obtener una prueba gráfica.
Pasamos la tarde en el amarre, ocupados en distintas actividades marineras. Véase: sacarle lustre al Sargantana, que según Lucía debía tener alguna pelotllla detrás de las orejas, y distintas reparaciones de antena, mobiliario y otros. A nuestro lado una familia francesa con barco propio y muy malas pulgas, y una panda de chavales  alemanes con pinta de buenos chicos pero víctimas del botellón.

A pesar del cansancio salimos a cenar. Una terraza agradable y bastante pija con una chica argentina cantando aceptablemente al estilo Diana Krall. La comida es buena. Qué grande es estar de vacaciones.

sábado, 25 de julio de 2015

Día 1. Valencia-Sóller. La verdadera etapa rompepiernas.

La palabra rompepiernas, si es que existe, se la deberían dedicar a Perico Delgado, igual que a otros les dedican calles o los bancos de un parque. Y es que yo no puedo imaginar esa palabra en otro sitio que en una crónica del Tour o de la Vuelta, casi siempre con un curioso "verdadero" por delante.

Viene al caso porque el Sargantana y su tripu se han comido para empezar una verdadera etapa rompepiernas. Nada que no anunciara la meteo, por otra parte. 30 horas de ceñir contra la famosa ola corta del Mediterráneo y 15 a 25 nudos de viento.

La salida, algo más tarde de lo previsto, con el Náutico todavía desperezándose. De inicio todas las velas fuera en un rumbo ESE. Poco rato después, uno y luego dos rizos contra 25 nudos y ola mediana. El cielo, azul, pero anunciando nubes.



Poco relevante que reseñar durante el día. El Sargantana ciñe bien, salta las olas con agilidad y se divierte a 6 nudos. Eso sí, van apareciendo otros problemas menores en el mobiliario interior en cuanto tiene que pelearse con las olas de un mar que va creciendo. La encimera de corian se va con estrépito al suelo. La tapa que cubre el microondas sale disparada. La mampara del baño se suelta de su retén y golpea con la pared cada dos por tres. Se confirma que el Sargantana es un poco como el gobierno. Duro por fuera y un poco blandito por dentro. Lo que los puristas llaman "un apartamento flotante". Pero no hay problema, lo queremos como es. Unos pocos (más) bricolajes y, hala, a correr temporales.

Lucía y yo nos turnamos para la guardia nocturna. Yo hago el primer turno, hasta las 0230 y luego ella sigue hasta el amanecer. Una noche muy incómoda. El viento sigue fresco y ha rolado al Este. Bastante mar de fondo mezclada con mar de viento, en una noche nublada y que chispea. Se ve la luna a ratos entre los jirones de las nubes.

Pongo motor porque no tengo ninguna gana de hacer viradas solo y de noche. Mayor a la vía y buscó un rumbo aceptable en el que demos los mínimos pantocazos. Me ato en cubierta y me pongo a escribir, que eso ayuda a pasar el rato.

El turno es tranquilo. Bastantes barcos se cruzan, nos alcanzan y nos adelantan, pero con radar y AIS ya no se pasan agonías buscando luces y adivinando rumbos. A las 0230 me cuesta trabajo mantener los ojos abiertos así que aviso a Lucía.

Mañana llegaremos a Sóller, un puerto mítico de Mallorca. El único refugio contra las tramontana en la costa norte.



viernes, 24 de julio de 2015

Día 0. Valencia. Nos vamos

El Sargantana está al fin completo. O, al menos, lo suficientemente completo para iniciar una travesía seria. La electrónica funciona. El acastillage está ajustado y listo. Las velas, por fin, son las definitivas. El bimini, aunque sea provisional, está instalado. Todo en orden. Vuelves la vista atrás a todas las incidencias, las discusiones, las horas infinitas de instalación y de arreglos. Visto así, en el amarre del pantalán 30, limpio y brillante bajo el sol de la siesta, te parece que, a pesar de todo, ha merecido la pena.


El día cero hace mucho calor. Un calor pegajoso que trae el viento sur de un julio infernal. El último día en Valencia. Porque  el Sargantana nació aquí en Valencia. O, cuando menos, flotó aquí por primera vez, y lo arbolaron, que es cuando un velero mira al mar y al viento y les dice: "¿Veis? Soy un velero... ". Pero el Sargantana ha visto todavía poco mundo. Sólo un puñado de puertos cercanos en salidas de prueba llenas de incidencias y de patochadas, como los ensayos generales apresurados antes de una premiere.

Y la premiere llegará mañana al alba. Muchos días y muchas millas por delante, lejos de la tranquilidad de la costa y del abrigo familiar del Náutico. Como un niño que prepara su cartera y el bocadillo para ese primer día de colegio, lejos de casa, que aterroriza e ilusiona al tiempo.

El parte es sólo relativamente favorable. Fuerza 4 a 5 del Nordeste. Habrá que ceñir, porque la primera recalada prevista es en Sóller. El Mediterraneo le dice: "Vamos, pardillo ¿no dices que eres un velero? Demuéstralo."

Sóller está a un día y unas pocas horas... si el Sargantana es capaz de hacer 5 nudos. Tiene que poder. Eso sií, la última parte, el cruce desde Ibiza por el canal de Mallorca, será duro, con viento de proa y probablemente bastante mar. Barcos más grandes se hundieron o retrocedieron en ese cruce. Si la cosa se tuerce y el mar no se deja, queda la opción de arrumbar a Cabrera. Ya veremos.

El Sargantana se va a descansar pronto. Todo está listo y a son de mar. También ha completado las formalidades de salida del puerto. Sorprendente que una firma en un papel mínimo pueda decir: "Ya está, ya soy mayor para navegar. Adiós para siempre. Gracias por todo".