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domingo, 26 de julio de 2015

Día 2. Sóller. Una de piratas.

El día amanece totalmente distinto al anterior. Por la mañana las perturbaciones han pasado y dejan un cielo azul con viento del SE que rápidamente desaparece cuando nos acercamos a Mallorca desde el W. En pocas horas desaparece la ola y tenemos una plácida veleada hasta Sóller.

El puerto de Sóller es una fantástica recalada. En el muro continuo de acantilados que forman la costa NW de la isla se abre repentinamente una ensenada inesperada, un refugio único. Debe ser reconfortante entrar aquí después de horas de lucha contra la tramontana.


A las 1300 entrábamos por la bocana del puerto. Llamando insistentemente por el 9 para pedir amarre y sin respuesta. Claramente tenemos problemas en nuestra antena. Atracamos en la gasolinera y nos informan que el gasolinero no vuelve hasta las 4. Cierto, se supone que abre de 8 a 20, pero es domingo y hace calor. Así que el gasolinero debe estar comiendo con sus gasolineritos, como tiene que ser.


Decidimos hacer lo mismo y de entre la variada oferta de restaurantes y chiringuitos del paseo marítimo nos quedamos con El Pirata, que lógicamente hace honor a su nombre en el momento de traerte la cuenta. 


Los italianos de El Pirata, muy simpáticos, eso si, nos obsequiaron (es un decir) con su innovadora paella mixta que yo denominaría "paella fosforito", por tener arroz de color naranja fosforito, guisantes verde fosforito y una mezcla de pollo y marisco amarillo fosforito. Después de los infinitos arroces maravillosos de estos meses en Valencia, esto nos recuerda que hay muchos Magalluf ahí fuera. Lamentablemente no tuvimos los reflejos de obtener una prueba gráfica.
Pasamos la tarde en el amarre, ocupados en distintas actividades marineras. Véase: sacarle lustre al Sargantana, que según Lucía debía tener alguna pelotllla detrás de las orejas, y distintas reparaciones de antena, mobiliario y otros. A nuestro lado una familia francesa con barco propio y muy malas pulgas, y una panda de chavales  alemanes con pinta de buenos chicos pero víctimas del botellón.

A pesar del cansancio salimos a cenar. Una terraza agradable y bastante pija con una chica argentina cantando aceptablemente al estilo Diana Krall. La comida es buena. Qué grande es estar de vacaciones.

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