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lunes, 5 de septiembre de 2016

Días 27 y 28: El Albir - Santa Pola. Home sweet home



Los dos últimos días de las vacaciones son plácidos y con poco que reseñar. Después del tiempo revuelto de la última semana el anticiclón está centrado en las Baleares y hay muy poco viento. Prácticamente, hacemos todo el camino a motor.

El jueves vamos desde El Albir hasta Santa Pola. Queremos recalar en un puerto y salir a cenar. Pablo, Irma y familia vienen a vernos, y también hemos quedado con Alberto, del Rosebud, para tomar unas cañas.

Salimos a media mañana desde El Albir, cuando ya empiezan a llegar barquitos que quieren ocupar las boyas para pasar el día. Antes, podemos darnos un baño en la cala en la que hemos pasado la noche, Cala Mina. Una cala bonita en la zona de Sierra Helada, muy resguardada del Sur, excelente para fondear. El agua quizá no tan transparente como otras similares, de hecho se ve difícilmente el fondo, pero no tiene buen acceso por tierra y por eso ofrece cierta tranquilidad.

 

El día transcurre sin novedad. Hacemos rumbo directo, prácticamente todo a motor. Por la mañana  sacamos un rato el gennaker (qué poco hemos podido usarlo en este viaje), pero el viento es demasiado flojo para darnos suficiente velocidad.

Sobre las 6 llegamos a Santa Pola. Hasta ahora siempre hemos amarrado en el Náutico de Santa Pola pero esta vez decidimos probar Marina Miramar. Buenas instalaciones, baños cómodos y pantalanes con fingers. Marinería atenta y competente. Precio algo caro (39 euros) pero más que razonable para ser temporada alta. Sin embargo nos sorprende negativamente el coste de los consumos. Nos cobran 7 euros por electricidad y agua de una sola noche. Ni siquiera hemos baldeado el barco. Un verdadero robo. Escribo a posteriori al director del puerto para pedir explicaciones y no se digna responder. Eso quizá explica que el Náutico tiene todos los pantalanes prácticamente llenos y, sin embargo, Marina Miramar los tiene semivacíos. Por lo que a nosotros respecta, en el futuro volveremos a recalar en el Náutico y no en Miramar. Esto es lo que los anglosajones llaman "Customer Experience".

Alberto pasa un rato a saludarnos. Luego cenamos en Batiste, justo al lado del Náutico, con Pablo, Irma y los chicos. Buena calidad y muy cómodo estando en el puerto. Terraza excelente y tranquila. Arroces más que recomendables. Paramos ya aquí en nuestra travesía de enero y no nos ha decepcionado.

Al día siguiente salimos muy pronto. Queremos ver el partido de baloncesto USA-España de los JJOO en Cartagena. Creo que es el día con menos viento que recuerdo desde que navego. Mar literalmente como un plato, incluso en Cabo de Palos.

Así que aprovechamos para probar qué tal son los baños con el barco en marcha. Al llegar a Calblanque tiro un cabo flotante por popa y Lucía e Irene prueban. Un nudo, dos nudos, tres nudos... y no me dejan seguir.

Llegamos a Cartagena a las 4 de la tarde. Otra vez en nuestro sitio en el pantalán G. El Sargantana se encuentra con sus viejos amigos y se acomoda entre ellos: el "All of me", el "Kronos", el "Boria"... Nos espera un par de días de recogida y limpieza, de acostumbrarse a la idea de volver a vivir en tierra firme, de la rutina de semanas que descuentan lentamente cinco días de rutina para volver a vivir brevemente el mar en un fin de semana.

Este año han sido 28 días de navegación, en los que hemos recorrido 1.781 millas, más de 63 millas de media diaria (que a Lucía le parecen claramente demasiado).

Hemos hecho casi el doble de horas de motor (234) que de vela (123). En general, menos viento del que hubiese sido deseable y, muchas veces, de cara.

Hemos pasado 6 noches en puerto, 12 fondeados y 9 navegando. Bastante duro, siendo sólo dos tripulantes.

Y se acabó. El año que viene, si todo va bien, el Sargantana y su tripulación saldrán de travesía. No sabemos adónde, tenemos 11 meses para decidirlo.