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miércoles, 30 de junio de 2021

Etapa 2: Mallorca - Cerdeña. Jo, ¡qué noche! (1985)

Cartel de la película “Jo, ¡qué noche!” (1985)

Es curioso cómo cambia la percepción de los días en travesías largas. Unos amanecen plácidos, como este primero de salto a Cerdeña, tranquilo y con un viento flojo del NE que obliga a poner el motor y permite unos cómodos 6 nudos con la mayor arriba. En estos días plácidos todo es tranquilo, monótono, incluso aburrido (si los conceptos "aburrimiento" y "navegación" no fuesen tan incompatibles). Son días de Kindles, de revisar derroteros para planificar el detalle de las siguientes etapas. Son días de bricolaje y de reparaciones pendientes...

Y luego están... los otros días. 

Salimos por fin de Es Trenc camino de Villasimius en Cerdeña. Hemos tenido que esperar un par de días para que el persistente NE que nos acompaña desde Denia baje un poco. No importa, estamos en modo "slow sailing", ¿no? Son más de 300 millas de salto y no queremos seguir enfrentándolo de cara, como en la etapa anterior.



A las 0700 el sol ya está bastante alto y acabamos de cruzar el cabo de Ses Salines para tomar rumbo Este. Todavía quedan restos de viento NE, pero ya mucho más razonables. Eso sí, todavía imposible velear. Es uno de esos días "plácidos". Nos dedicamos a reparar cosas pendientes: coser la cinta del enrollador del génova, cambiar el interruptor del tambucho de babor, arreglar el cargador de la emisora portátil. Todo eso que nunca se acaba porque, en un barco, inevitablemente, se rompen las cosas a la misma velocidad a la que se arreglan.

El tiempo es bueno, sol ligeramente velado por nubes altas. Poco que reseñar en todo el día. Algunas tortugas (pocas) que sestean en el mar como un plato. Prácticamente ningún barco a la vista.

Mar sin viento rumbo a Cerdeña


Pero el segundo día del salto las cosas cambian. Durante la mañana el cielo se torna neblinoso y blanquecino. Sube la temperatura. Un calor bochornoso de 37 grados en la cabina. No hay viento. Según el parte que Manel y Mitxel nos mandan por el receptor satélite, todo continuará así hasta cerca de Cerdeña, y allí nos entrará otra vez Norte fuerza 2 a 3.

Las previsiones se cumplen sólo en parte. Cierto, por la tarde es claro que algo está cambiando. Al empezar mi guardia, después de la puesta de sol, sacamos mayor y Lucía se va a dormir. Y todo va yendo a peor. Ya en la oscuridad se pueden ver nubarrones formándose al sur de la isla, con relámpagos lejanos. Además, las nubes bajas se convierten en una neblina poco tranquilizadora. En la niebla voy pendiente del  AIS y del radar, y dentro de ella aparecen los pesqueros locales, como siempre con sus maniobras impredecibles 

No es la peor noche que hemos pasado, pero no es una buena noche. Tengo que llamar a Lucía para rizar y subir trinqueta. Gobierno a mano, en esta situación prefiero poder reaccionar lo más rápido posible. 

Casi de la nada aparece una baliza centelleante por babor que no viene reflejada en las cartas. Susto. Pero lo peor son los relámpagos. No tengo cobertura, así que no puedo conectarme a una de esas webs donde muestran las tormentas en tiempo real. Pasan relativamente cerca, pero esta vez no por encima, y caen unas pocas gotas de agua (nota para mañana: probablemente será barro así que habrá que baldear el barco).

Jo, ¡qué noche!

Le pido a Lucía el relevo pronto, antes de las tres. Para entonces la niebla se ha ido disolviendo y los relámpagos están ya al norte, sobre la isla. Siguen el viento y la ola.

Para cuando me levanto se han disipado casi las nubes. Siguen el bochorno y el cielo blanco. Se establece un NE moderado que nos obliga otra vez a motorear.

Parada en Villasimius para repostar. Como siempre en Italia, la gommone con uno o dos chavales, que parecen extras de una película de Fellini, sale rauda por la bocana para acompañarnos triunfalmente a la entrada al puerto. Les decimos que "sólo gasoil", pero no parece decepcionarles demasiado. Luego lo entiendo: el gasoil a 1,92 €/litro. Ya les vale...

Bocana de Villasimius

Y, finalmente, fondeo en la playa junto a la marina. Nos quedaremos un día a descansar; tenemos sueño y cansancio que recuperar, así que, mañana, no hay función :D

El fondeo de Villasimius es tranquilo, con muy pocos barcos a nuestro alrededor. Al caer la noche, que es cuando usualmente se desata el festival de música y aullidos en los fondeos estivales, la bahía sigue igual de tranquila. 

El día de descanso lo aprovechamos para reponer algo del fresco de nuestra despensa. Hínchamos el dinghy y nos vamos, conduciendo yo, hasta el puerto. No tengo mucha práctica y paso un par de apuros, así que me prometo entrenarme por la tarde.

Villasimius es una zona de veraneo muy apreciada en Italia. Tiene varias playas a uno y otro lado del cabo, a cuál más limpia y de arena más blanca. Es una zona cara, de bonitas urbanizaciones blancas ancladas en la costa. La marina no desentona. Una docena de edificios bien cuidados, con restaurantes y lounge bars mirando al puerto, y una farmacia y un pequeño supermercado en la parte alta, mirando a la carretera. El supermercado es un local pequeño pero abastecido, con productos principalmente locales. Y, eso sí, en línea con el precio del gasoil.

Marina de Villasimius

Comemos un arroz caldero, en recuerdo de nuestra tierra de adopción. Por la tarde la bahía sigue tranquila y escasa de barcos. Pasa de ida y vuelta un curioso artefacto turístico que nunca antes habíamos visto y que a mí, inmediatamente, me recuerda al “aeroguatutú” de aquel libro infantil de mi hermana en el Gijon de mi niñez. 

Fiel a mis propósitos, me dedico a practicar con el dinghy alrededor del fondeo, a motor, pero también a remo. No lo dejo hasta sentirme razonablemente confortable.

El aeroguatutú
Al atardecer recibimos la visita de Ivana y Carlos, del Krait. Están fondeados relativamente cerca de nosotros, cuatro días esperando una buena ventana meteo para saltar a Sicilia. No les conocíamos, pero tenemos amigos comunes. Van a hacer nuestro camino, aunque tienen planes que no coinciden con los nuestros, porque esperan juntarse con otros barcos en Taormina y Messina. De todas maneras, seguro que les veremos más adelante

Es curioso el hermanamiento instantáneo que se produce entre navegantes. Nos ha pasado muchas veces, y esta es otra más. No te conoces de nada y, de repente, un día coincides en un puerto, en un fondeo, y de ahí surge un compañerismo eterno que no tiene igual en ningún entorno terrícola que yo conozca. Y qué bueno es encontrarte con amigos cuando navegas...

Arroz caldero en el fondeo de Villasimius



sábado, 26 de junio de 2021

Etapa 1: Denia - Mallorca. La gran evasión (1963)


Fotograma de “La gran evasión” (1963)

Está claro que los humanos no aprendemos.

Son las 2200 del segundo día de una etapa que empezó temprano, a las 0600, en el sur de Ibiza. Nos quedan al menos tres horas para llegar a Es Trenc, en Mallorca. Llevamos todo el día peleando contra un viento incómodo de proa, de unos 15 nudos, al principio a vela con dos rizos y trinqueta, y después, cuando ya era evidente que todos nuestros cálculos de llegada se iban al carajo, a motor y palo seco.

Hemos tenido que improvisar unas guardias para estas últimas horas, porque esto va para largo. Lucía se ha quedado dormida en la cabina y yo hago lo que puedo contra el sueño y el cansancio, vigilo el horizonte y el plotter, y me hago cruces de que este año empecemos ya con las etapas alpinas al segundo día de navegación.

Porque el Sargantana salió de los cajones en Denia como uno de esos purasangres desaforados que buscan, o la meta, o la nada, quizá por el subidón de la segunda vacuna del COVID-19 sin secuelas, o quizá por la espera de cinco años con el bocado puesto y tirante, sin millas que devorar. Y por eso, este año, la primera etapa empieza dura, demostrando, como siempre, que nuestros planes no sirven de nada, que el entusiasmo de empezar al fin esta "travesía soñada" puede con la serenidad y con la lógica.

Pero empecemos por el principio. Por fin salimos ayer de nuestro “kilómetro cero” de este año, Denia. Todo muy raro en este 2021. Hemos pasado diez días de remoloneo por Ibiza y Formentera, esperando por una segunda vacuna que se hizo eterna. Pero, al final, todo llega y salimos sobre las 1000 de la hermosa Marina de Denia, gran sitio que siempre recomendaremos, cuidado y detallista, amables como pocos y nada caro. Llenamos depósitos y el marinero (un chaval extraordinariamente simpatico y uniforme impecable) nos pregunta si vamos a ir a Grecia "todo a motor" o si vamos "a poner vela algún rato". En fin...

Marina de Denia


El cruce del canal de Ibiza es rutinario y rápido. Viento Norte para un rumbo al descuartelar a 6 nudos, directo a los Freus. Por la tarde, el viento rola ligeramente al NE y se va formando algo más de mar. Pasamos todo el día a vela, ciñendo una ola de medio metro, nada incómoda. 


Cinta del enrollador rota

El único incidente reseñable es que ya hemos empezado (cómo no) con nuestros eternos problemas con el génova y su enrollador de cinta. Por tercer año se parte y tenemos que llevar toda la vela fuera, un poco pasados de trapo, porque a la llegada a Ibiza el viento refresca y nos ayuda a hacer 7 nudos hacia Es Vedrá y Es Torrent.

Es Vedrá, llegando a Ibiza


Stop-and-go en la cala de Es Torrent, en el sur de Ibiza. Llegamos ya casi de noche para un fondeo rápido, cena y unas pocas horas de sueño. Es la noche de San Juan y en la cala se oyen músicas de risas y baile, pero no estamos para festejos. 

Tan cansados estamos que, tras ver la puesta de sol (aquí es obligada, una de las mejores de Ibiza), a los dos se nos ha olvidado vigilar la salida de la “luna de fresa”. Cuando volvemos a mirar ya ha salido. Aún así, el espectáculo de la luna llena de junio sobre la cala es magnífico.

Luna llena sobre Es Torrent, Ibiza

 A las 0600 el Sargantana toca generala y salimos escopetados hacia Mallorca y Cabrera. Atravesamos los Freus sobre las 0700 y después de eso, lo dicho, mucho NE, bastante ola, y 17 horas de viento de proa, las últimas 13 a motor. 

Por fin llegamos algo agotados a Es Trenc a las 0200. Sin problemas para fondear porque Es Trenc es un campo de arena de proporciones cósmicas. Otra vez una de esas sensaciones de llegar tarde y cansados a una cala, echar el ancla y de golpe notar la paz después de la tormenta y la incertidumbre.


La llegada a Es Trenc de noche siempre tiene algo de fantasmal. En la oscuridad, el resplandor de la bahía de Palma, las luces de las urbanizaciones y los faros de la Cap Blanc y Ses Salines engañan los sentidos y se dibujan con una cercanía que no es tal. Tienes que hacer un esfuerzo para aceptar como buenas las lecturas de los instrumentos (“¿A quién va a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”). 


Más cerca, te reciben las lucecitas oscilantes de los veleros fondeados, esa especie de fuegos fatuos del mar que me impresionaron tanto la primera vez, regresando de Carloforte. Aunque hoy, siendo junio, las decenas de luces dispersas no pueden competir con los cientos de ellas en pleno mes de agosto. 


Encontrar un sitio en Es Trenc donde echar el fondeo es pan comido. Basta con evitar la cercanía de los grandes yates y de los catamaranes de alquiler, que en las islas son fiesta y bullicio asegurado durante toda la noche. Prácticamente toda la bahía es de arena y las praderas de posidonia se identifican claramente con echar un vistazo a Google. En los fondeos somos extraordinariamente cuidadosos de no echar el ancla sobre la posidonia. No solo porque esté prohibido, que lo está, sino por convicción. 


Etapa Denia - Es Trenc- Cabrera - Es Trenc

Despertar en Es Trenc en un día de verano es una experiencia que "justifica el viaje" (como decían las viejas guías Michelin). Agua color turquesa, barcos separados por cientos de metros, muy poco ruido, tranquilidad absoluta... Es la primera etapa y el Sargantana ya tiene por un momento ganas de pararse y descansar unos días. Pero hoy no es posible, tenemos boya reservada en Cabrera, otra de las tradiciones obligatorias de los viajes del Sargantana y nos encontraremos allí para cenar con Manel y Vane.

Cabrera, como siempre, es una maravilla de paz y tranquilidad. Nos dedicamos a remar en el kayak playero que nos han regalado Olga y Mitxel, a nadar, a hacer un poco de snorkel, y a dar un paseíto por la isla. El que no ha ido una vez al menos a Cabrera, no se a qué espera...

Cabrera

Avistar la silueta de Cabrera, con su castillo en lo alto y la prominente marca roja, es un anticipo de la caricia para los sentidos que supone la isla. 

Castillo y roja de la bocana del puerto de Cabrera

No bien rebasamos la bocana, nos está esperando Manel en su dinghy para ayudarnos a tomar una de las boyas blancas. Son las 1900. Las reservas terminan a las 1800, así que hay mucho sitio donde elegir. Hacemos noche, que es mágica, como siempre en Cabrera. Aunque la silueta abrupta de las elevaciones que nos rodean no permite verla salir, la luna, apenas menguante, acaba abriéndose paso e inunda de luz la pequeña bahía. 

Cenamos en el barco de Manel, Teseo, un Dufour 31 Classic que su propietario tiene más mimado y cuidado que a un hijo.



El día siguiente lo empleamos en disfrutar de la isla. Es la primera vez que bajamos a tierra en la zona del embarcadero, al SE de la ensenada. Antes hemos remado hasta el puertito, pero la taberna se ha llenado de gente ruidosa y salimos de allí lo más rápido que podemos. 

Recorriendo pausadamente los senderos transitables, al borde de la playa, se siente una paz extraordinaria. El paseo nos permite conocer el cementerio bizantino, que se asocia al monasterio de monjes rebeldes allí establecido, y los restos de las construcciones que levantaron los prisioneros de Napoleón para intentar sobrevivir a su destierro (solo lo lograron, al parecer, la mitad).

Restos de construcciones de prisioneros de Napoleón

Como despedida, nos mira desde el camino media docena de lagartijas, primas hermanas de la que da nombre a nuestro barco.



Primera etapa superada. Vista la meteo, decidimos aplicar un poco de sensatez y esperar un día más a que se retire el NE. No saldremos para Cerdeña hasta el domingo y en Cabrera no hay boyas libres, así que nos movemos para volver a pasar la noche otra vez en Es Trenc.

 

lunes, 21 de junio de 2021

Etapa 0 - Por fin a Grecia - El Renacido (2015)

Cartel de la película “El Renacido” (2015)


Cinco años sin navegar de verdad son muchos años. Demasiados. Por fin puedo desempolvar el blog del Sargantana y ponerlo a son de mar porque, sí, este año, volvemos a navegar. 

Por fin zarpamos, después de esos cinco años sin posibilidad de abordar travesías largas; por fín zarpamos, después de un mes esperando nuestras vacunas COVID-19 con la ansiedad del condenado que cuenta los días para salir de prisión y vivir de nuevo.

Queremos ir a Grecia, nuestro viaje anhelado durante tanto tiempo. Por fin Grecia, completando la travesía de hace cinco años inspirada en mi libro infantil "Los viajes de Ulises". Por fin Ítaca, Corfú, Zakhyntos o Cefalonia. Por fín navegar sin fecha de vuelta, sin prisas, sin agobios, sin medir cuidadosamente los días y las horas de las etapas para poder estar de vuelta de vacaciones en la fecha prevista.

El Sargantana está casi listo. Varios años algo abandonado, cierto, varios años con problemas eléctricos y de motor pendientes, quizá con pocos cuidados. Pero desde hace cuatro meses hemos dedicado Lucía y yo infinitas horas a ponerlo en condiciones, a reponer todo lo estropeado y a comprar los mil y un “gadgets” que siempre se echan de menos en un barco, especialmente si va a ser tu casa durante unos meses y sin las comodidades que te da estar un puerto. Este año tenemos más electrónica que nunca, un inversor, dos anclas, más defensas, más cabos, más de todo.

Cinco años en los que han pasado muchas cosas. Tanto Lucía como yo nos hemos prejubilado y hemos cambiado de vida. Hemos cambiado de casa, hemos cambiado de ciudad, hemos preferido la tranquilidad de vivir a ras de suelo, en el campo, en Cartagena, y hemos dejado atrás Madrid, familia, amigos, compañeros de nuestras oficinas, incluso nuestra manera de ver la vida. Hemos pasado el confinamiento por el COVID-19 refugiados en el Sargantana, en puerto, como náufragos en una tormenta. Hemos perdido gente para siempre, familia, algunos amigos, pero a cambio hemos vuelto a ver la vida como hace 20 o 30 año. Un nuevo proyecto de vida que, dure lo que dure, será distinto al anterior. Nos queremos reinventar como marineros haciendo "slow sailing" y echando raíces en una región nueva.  

Ha sido difícil zarpar. Las vacunas COVID-19 nos han hecho retrasarnos más de un mes, y es una pena, porque queríamos tener la experiencia de navegar con la tranquilidad del fuera de temporada, en mayo. No ha podido ser (aunque vista la meteorología de estos dos últimos meses, igual tampoco hubiese tan buena idea), pero aquí estamos. Otra vez listos. Vamos allá.


Vuelvo a aparecer en este blog como artista invitada. El blog es de Luis. Yo me encuentro a gusto en mi papel de correctora, por un lado, y de esa mano amiga, por otro, que añade los detalles olvidados, las fotos que dan color al relato, las reflexiones personales.

Antes de iniciar nuestro viaje, entre vacuna y vacuna, hemos aprovechado para hacerle unas millas a Sargantana y desentumecerlo. Desentumecerlo a él y desentumecer nuestros músculos, nuestros reflejos y nuestras sensaciones, esas que solo el mar es capaz de despertar.  

El día 8 de junio pusimos proa a Ibiza y allí nos encontramos con nuestros queridos amigos del Mekatxis, Olga y Mitxel, que se colaron en nuestras vidas hace unos años y ya ocupan un lugar importante en nuestros corazones (y en nuestro Whatsapp ;). También con Manel y Vanesa, que viven en Mallorca, pero se escapan en su Teseocomo siempre que pueden, a pasar en Formentera el puente de San Juan. Varios días deambulando por las calas de Ibiza y los fondeos de Formentera, solos en ocasiones, con la tripu del Mekatxis y del Teseo en otras. Diez días de viento, sol, atardeceres, buenas conversaciones, lectura, vela y fondeos, sin pisar tierra más que para una cena en La Savina. El día 21 volvemos a la península. Dejamos el barco en Denia y conducimos en coche alquilado a recibir nuestra segunda y definitiva dosis en Cartagena. 

Ahora sí estamos listos para la gran aventura griega...

Sargantana en la bahía de Sant Antoni