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sábado, 26 de junio de 2021

Etapa 1: Denia - Mallorca. La gran evasión (1963)


Fotograma de “La gran evasión” (1963)

Está claro que los humanos no aprendemos.

Son las 2200 del segundo día de una etapa que empezó temprano, a las 0600, en el sur de Ibiza. Nos quedan al menos tres horas para llegar a Es Trenc, en Mallorca. Llevamos todo el día peleando contra un viento incómodo de proa, de unos 15 nudos, al principio a vela con dos rizos y trinqueta, y después, cuando ya era evidente que todos nuestros cálculos de llegada se iban al carajo, a motor y palo seco.

Hemos tenido que improvisar unas guardias para estas últimas horas, porque esto va para largo. Lucía se ha quedado dormida en la cabina y yo hago lo que puedo contra el sueño y el cansancio, vigilo el horizonte y el plotter, y me hago cruces de que este año empecemos ya con las etapas alpinas al segundo día de navegación.

Porque el Sargantana salió de los cajones en Denia como uno de esos purasangres desaforados que buscan, o la meta, o la nada, quizá por el subidón de la segunda vacuna del COVID-19 sin secuelas, o quizá por la espera de cinco años con el bocado puesto y tirante, sin millas que devorar. Y por eso, este año, la primera etapa empieza dura, demostrando, como siempre, que nuestros planes no sirven de nada, que el entusiasmo de empezar al fin esta "travesía soñada" puede con la serenidad y con la lógica.

Pero empecemos por el principio. Por fin salimos ayer de nuestro “kilómetro cero” de este año, Denia. Todo muy raro en este 2021. Hemos pasado diez días de remoloneo por Ibiza y Formentera, esperando por una segunda vacuna que se hizo eterna. Pero, al final, todo llega y salimos sobre las 1000 de la hermosa Marina de Denia, gran sitio que siempre recomendaremos, cuidado y detallista, amables como pocos y nada caro. Llenamos depósitos y el marinero (un chaval extraordinariamente simpatico y uniforme impecable) nos pregunta si vamos a ir a Grecia "todo a motor" o si vamos "a poner vela algún rato". En fin...

Marina de Denia


El cruce del canal de Ibiza es rutinario y rápido. Viento Norte para un rumbo al descuartelar a 6 nudos, directo a los Freus. Por la tarde, el viento rola ligeramente al NE y se va formando algo más de mar. Pasamos todo el día a vela, ciñendo una ola de medio metro, nada incómoda. 


Cinta del enrollador rota

El único incidente reseñable es que ya hemos empezado (cómo no) con nuestros eternos problemas con el génova y su enrollador de cinta. Por tercer año se parte y tenemos que llevar toda la vela fuera, un poco pasados de trapo, porque a la llegada a Ibiza el viento refresca y nos ayuda a hacer 7 nudos hacia Es Vedrá y Es Torrent.

Es Vedrá, llegando a Ibiza


Stop-and-go en la cala de Es Torrent, en el sur de Ibiza. Llegamos ya casi de noche para un fondeo rápido, cena y unas pocas horas de sueño. Es la noche de San Juan y en la cala se oyen músicas de risas y baile, pero no estamos para festejos. 

Tan cansados estamos que, tras ver la puesta de sol (aquí es obligada, una de las mejores de Ibiza), a los dos se nos ha olvidado vigilar la salida de la “luna de fresa”. Cuando volvemos a mirar ya ha salido. Aún así, el espectáculo de la luna llena de junio sobre la cala es magnífico.

Luna llena sobre Es Torrent, Ibiza

 A las 0600 el Sargantana toca generala y salimos escopetados hacia Mallorca y Cabrera. Atravesamos los Freus sobre las 0700 y después de eso, lo dicho, mucho NE, bastante ola, y 17 horas de viento de proa, las últimas 13 a motor. 

Por fin llegamos algo agotados a Es Trenc a las 0200. Sin problemas para fondear porque Es Trenc es un campo de arena de proporciones cósmicas. Otra vez una de esas sensaciones de llegar tarde y cansados a una cala, echar el ancla y de golpe notar la paz después de la tormenta y la incertidumbre.


La llegada a Es Trenc de noche siempre tiene algo de fantasmal. En la oscuridad, el resplandor de la bahía de Palma, las luces de las urbanizaciones y los faros de la Cap Blanc y Ses Salines engañan los sentidos y se dibujan con una cercanía que no es tal. Tienes que hacer un esfuerzo para aceptar como buenas las lecturas de los instrumentos (“¿A quién va a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?”). 


Más cerca, te reciben las lucecitas oscilantes de los veleros fondeados, esa especie de fuegos fatuos del mar que me impresionaron tanto la primera vez, regresando de Carloforte. Aunque hoy, siendo junio, las decenas de luces dispersas no pueden competir con los cientos de ellas en pleno mes de agosto. 


Encontrar un sitio en Es Trenc donde echar el fondeo es pan comido. Basta con evitar la cercanía de los grandes yates y de los catamaranes de alquiler, que en las islas son fiesta y bullicio asegurado durante toda la noche. Prácticamente toda la bahía es de arena y las praderas de posidonia se identifican claramente con echar un vistazo a Google. En los fondeos somos extraordinariamente cuidadosos de no echar el ancla sobre la posidonia. No solo porque esté prohibido, que lo está, sino por convicción. 


Etapa Denia - Es Trenc- Cabrera - Es Trenc

Despertar en Es Trenc en un día de verano es una experiencia que "justifica el viaje" (como decían las viejas guías Michelin). Agua color turquesa, barcos separados por cientos de metros, muy poco ruido, tranquilidad absoluta... Es la primera etapa y el Sargantana ya tiene por un momento ganas de pararse y descansar unos días. Pero hoy no es posible, tenemos boya reservada en Cabrera, otra de las tradiciones obligatorias de los viajes del Sargantana y nos encontraremos allí para cenar con Manel y Vane.

Cabrera, como siempre, es una maravilla de paz y tranquilidad. Nos dedicamos a remar en el kayak playero que nos han regalado Olga y Mitxel, a nadar, a hacer un poco de snorkel, y a dar un paseíto por la isla. El que no ha ido una vez al menos a Cabrera, no se a qué espera...

Cabrera

Avistar la silueta de Cabrera, con su castillo en lo alto y la prominente marca roja, es un anticipo de la caricia para los sentidos que supone la isla. 

Castillo y roja de la bocana del puerto de Cabrera

No bien rebasamos la bocana, nos está esperando Manel en su dinghy para ayudarnos a tomar una de las boyas blancas. Son las 1900. Las reservas terminan a las 1800, así que hay mucho sitio donde elegir. Hacemos noche, que es mágica, como siempre en Cabrera. Aunque la silueta abrupta de las elevaciones que nos rodean no permite verla salir, la luna, apenas menguante, acaba abriéndose paso e inunda de luz la pequeña bahía. 

Cenamos en el barco de Manel, Teseo, un Dufour 31 Classic que su propietario tiene más mimado y cuidado que a un hijo.



El día siguiente lo empleamos en disfrutar de la isla. Es la primera vez que bajamos a tierra en la zona del embarcadero, al SE de la ensenada. Antes hemos remado hasta el puertito, pero la taberna se ha llenado de gente ruidosa y salimos de allí lo más rápido que podemos. 

Recorriendo pausadamente los senderos transitables, al borde de la playa, se siente una paz extraordinaria. El paseo nos permite conocer el cementerio bizantino, que se asocia al monasterio de monjes rebeldes allí establecido, y los restos de las construcciones que levantaron los prisioneros de Napoleón para intentar sobrevivir a su destierro (solo lo lograron, al parecer, la mitad).

Restos de construcciones de prisioneros de Napoleón

Como despedida, nos mira desde el camino media docena de lagartijas, primas hermanas de la que da nombre a nuestro barco.



Primera etapa superada. Vista la meteo, decidimos aplicar un poco de sensatez y esperar un día más a que se retire el NE. No saldremos para Cerdeña hasta el domingo y en Cabrera no hay boyas libres, así que nos movemos para volver a pasar la noche otra vez en Es Trenc.

 

3 comentarios:

  1. Buena mar!!! Os deseo lo mejor y que nos recreéis con vuestros relatos , envidia de la buena. Espero veros pronto en tierra firme ya que no os puedo pedir que me visitéis en vuestro barco…. Besotes y cuidaros mucho

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  2. Jaja! Puto marinero profeta de cuidado uniforme y extraordinariamente simpático.

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