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martes, 7 de mayo de 2024

Episodio 8. Sara. The Passenger (La Pasajera)

Empiezo a escribir en el aeropuerto de Corfú, desde donde voy a coger el avión que me lleve a Milán para juntarme con Irene y cumplir con el plan de aprovechar los días de “vacaciones forzadas” para pasar una semana con mamá y otra con ella. El vuelo sale a las 19:10. Son las 17:15. Se me mueve todo. Creo que es de las veces que con más tiempo llego a la puerta de embarque, que está cerrada. La gente ni siquiera ha empezado a hacer cola (¡qué fuerte!). Pero mamá y Luis no me han dejado quedarme tomando el sol en la playita que había al lado de la marina cuando ellos se han ido. “Aprovechas para escribir la experiencia”. Total, que aquí estoy escribiendo en las notas del móvil mi contribución al blog del Sargantana.

A mí se me mueve todo. Y eso que la sala de embarque tiene los asientos y el suelo negros, que dicen mamá y Luis que el mareo de tierra se nota sobre todo en sitios donde predomina el blanco.

El otro mareo, el de mar, pues ya depende de cada uno, y de cómo se mueva el barco. Ahora después me pongo con la narración cronológica del itinerario y esas cosas, pero adelanto que, para cómo se saltó, rebotó, crujió, se tambaleó y se escoró el pobre Sargantana durante la travesía de cruce a Grecia, yo diría que mis mareos han sido más bien discretos. Ha habido momentos críticos, pero he aguantado bastante bien. Y vale que la biodramina ayuda. Para quien no la haya tomado nunca: funciona más o menos como el cloroformo. Tú te la tomas y ya lo siguiente es que te despiertas unas horas (o días) después, sin saber muy bien dónde estás, con una sensación de paz muy profunda. Del mareo, ni rastro. Está genial. Y si ves que te vuelves a marear, pues te tomas otra. Yo se la recomiendo a todo el mundo, menos al capitán.


Martes 7 de mayo

Vuelo a Catania, cojo bus a Taormina sincronizada con mamá, que se ha bajado del barco en dingui, porque están fondeados, y ha cogido el bus que va justo antes del mío para subir al pueblo. ¡¡¡¡¡Reencuentro!!!!! Tenía muchas ganas de verla. Nos paseamos las dos por el pueblo de White Lotus, que se reconoce pero que en la serie mola más (aunque sigue siendo muy bonito). Yo tenía hambre así que nos sentamos en una terracita a que yo me comiera una piadina. Mamá, que se ve que lo que tenía era sed, se pidió un Spritz. Por cierto, momentazo cuando la camarera se refiere a mamá como a mi amiga. Yo me alegro por ella, porque confío en que es su edad la que la señora ha calculado mal.

Después fuimos a una ferretería y a hacer la compra. Cogimos el bus de vuelta y caminamos hasta un espigón donde Luis vino a recogernos con el dingui (adjunto fotos porque había una luz de atardecer preciosa). Después de cenar, el Sargantana puso rumbo a Roccella Ionica y yo, al camarote de popa.


Miércoles y jueves

Habíamos hecho 12 horas de travesía cuando mamá me despertó para que, por lo menos, hija, veas la llegada al puerto. La marina de Roccella está en una zona de pinos, separada del pueblo que está a media hora larga andando por un paseo marítimo. Íbamos a quedarnos dos días a esperar a que mejorara el tiempo para seguir de camino hacia las islas griegas del Jónico. El primero lo pasamos poniendo lavadoras y haciendo bricolajes en el barco (Sargantana destripado). El segundo, mamá y yo fuimos a por provisiones al pueblo. Mi nivelazo de italiano, y, sobre todo, el carácter de mamá, chafaron las intenciones del frutero que regló la balanza a un euro el kilo más alto del precio que nos había dicho el compañero que estaba fuera de la tienda con la caja de cerezas. “¡No, no. Sette no! Sei.” Ni en otro idioma se la cuelan a la mia mamma, menuda es.

Viernes y sábado

Nos levantamos a las 5 de la mañana y dio comienzo la Gran Travesía. No teníamos claro que fuéramos a poder hacer todo del tirón. A lo mejor había que hacer parada en Crottone, todavía Italia, antes de cruzar a Grecia. Dependía de las condiciones. Y al principio, bien. Mamá y Luis izaron la vela más grande. Avanzábamos rápido. Había olas y viento. El barco saltaba e íbamos en la bañera con los chalecos puestos, por si acaso. Luego subieron otra vela, la de delante, y recogieron un poco de tela de la vela grande porque, dependiendo del viento que haga, a veces conviene hacerla más pequeña. Iban así, ajustando sus cosas de marineros y a mí me parecía que controlaban mucho, la verdad. Que aunque el barco empezaba a botar bastante, iban tranquilos y dominaban la situación. Muy distinto de las primeras veces. Ahora ejecutan las maniobras de manera ordenada. Cada uno tiene asignada su parte (mamá proa: cabos, velas, ancla; Luis popa: timón, dirección, otros cabos) y se saben de memoria los pasos a seguir. Además, se gritan poco, solo para oírse cuando hay viento y están lejos. No cunde el pánico. Vamos, que muy distinto de las primeras veces. Así que yo iba tranquila y confiada.

Las olas y el viento fueron a peor y ya no se veía tierra por ninguna parte. Pero yo seguía tranquila. Mareada, incómoda y dando tumbos, pero tranquila. Como había que mantener la calma, cuando me metí en el camarote a intentar dormir, por primera y última vez en el viaje, me alegré de que Irene no hubiera podido venir.

Llegamos por fin a fondear a una isla Griega al norte de Corfú (no me acuerdo del nombre) el sábado sobre las seis de la tarde. ¡Hacía sol! Había parado el viento y Luis y yo, antes de comer, mientras mamá preparaba la comida-merienda-cena (el barco tiene su propia franja espacio-temporal) nos dimos un baño.

A mamá le gusta cocinar en el barco. Lo tiene todo pluscuamperfectísimamente colocado. Prefiere encargarse ella de todo lo que es cocina, que nada altere su orden, y se apaña muy bien, hay que decirlo. Logística, gestión de almacén, alta cocina en alta mar (con sacudidas y con inclinaciones de hasta más de 45º). Con muy poco margen de error. Con algún incidente aislado, pero solo alguno.

Domingo y lunes

No tengo la costumbre ni de escribir en un blog ni de moverme en barco, y no sé si me está quedando la entrada un poco larga. En cualquier caso, de la última parte del viaje, tengo que hablar sí o sí de la marina de Corfú, a la que llegamos el domingo sobre las tres de la tarde después de una travesía corta y de las fáciles, de las que se puede ir tranquilamente tomando el sol (¡por fin!). Mamá y Luis se habían guardado la sorpresa: el de Corfú es un puerto que está dentro de una de las dos fortalezas que tiene la ciudad, construida sobre una colina que sale hacia el mar. Es impresionante. No te cansas de mirar y no terminas de darte cuenta de lo chulo que es estar atracados allí. Duchados y vestidos casi de verano, nos fuimos a pasear la ciudad, que tiene un casco antiguo con callecitas preciosas (y muy pensadas para los turistas) y que yo me imaginaba de casas blancas y azules (como una se imagina Grecia por culpa del anuncio de yogur griego de Danone). Pero ese estilo es el de las islas del Egeo, como Santorini. El de Corfú se parece más al de los pueblos italianos del sur. Igualmente, me encantó. Y me encantó también el restaurante de la plaza llena de buganvillas en el que cenamos.

Yo ya estoy en Milán. Tuve que interrumpir la escritura que empecé en el aeropuerto porque por fin dio la hora de hacer el embarque. Hoy ya es jueves (entre unas cosas y otras, aquí con Irene he procrastinado un poco el tema blog). Me quedaba sólo contar que, antes de despedirnos, el lunes por la mañana fuimos juntos otra vez a la ciudad a pasear un poco más y a hacer la compra en los supermecados y puestos de fruta que habíamos ido localizando la tarde anterior. Comimos al sol en la bañera del barco. Después de ver alejarse al Sargantana, subí las escaleras de la fortaleza con la mochila a hombros (por cierto, que no cupo en la caja de medidas de Ryanair al subir al avión y me libré de pagar por los pelos, porque puse mucha pero mucha cara de pena, que son 60 eurazos) y me fui a coger el bus al aeropuerto, mientras se me movía todo.

Me lo he pasado genial. Muchas gracias a los dos. Os quiero mucho.


Etapa Taormina - Roccella Ionica, noche del 7 al 8 de mayo
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Etapa Roccella Ionica - Othonoi (Grecia), del 10 al 11 de mayo

Etapa Othonoi - Corfú, 12 de mayo




Lunes, 13 de mayo de 2024

miércoles, 1 de mayo de 2024

Episodio 6. Eólicas. The Vulcano

El tiempo sigue un poco loco, supongo que es lo que cabe esperar en primavera. Las previsiones cambian continuamente de día en día. Lo que anteayer parecía anunciar poco menos que el fin del mundo se ha quedado en una tormenta intensa, pero cortita. Los avisos de temporal desaparecen y en los días sucesivos se anuncian cielos azules y vientos moderados del noroeste, justo en la dirección que nos conviene para velear cómodos hacia las islas Eólicas.

Vista de Salina, la isla central del archipiélago, con sus dos conos volcánicos casi gemelos

Decidimos hacer una parada a medio camino, en Cefalú, que tiene un excelente fondeo muy resguardado del oeste. Es el único refugio libre, amplio y tranquilo de la costa norte de Sicilia. Mañana el viento y la ola suben y apetece un día tranquilo, de standby, después de la precipitación de las últimas etapas. Otros cuatro o cinco veleros parecen tener la misma idea. Aunque tenemos una pasajera que embarcar dentro de seis días en Taormina, ya estamos en Sicilia; con buenas perspectivas meteorológicas podemos permitirnos una navegación sin tantos agobios.

Atardecer en el fondeo de Cefalú

Recorremos esta costa que nos resulta tan familiar. Si cabe, más verde ahora en primavera. Cruzamos el corredor formado por la cadena imponente de montañas de Sicilia al sur y la sucesión ordenada de las islas Eólicas en el norte. A diferencia de otros años, podemos navegarlo totalmente a vela, con el viento en nuestra aleta, surfeando las olas. La navegación costera es extraordinaria con vientos portantes.

Otra curiosidad de este año: estamos viendo mucha más vida marina. Nos hemos cruzado con un grupo de ballenas enormes, del tamaño del Sargantana, resoplando a menos de cien metros de nuestra amura de babor e ignorándonos completamente. También nos hemos topado con varios grupos de delfines, que normalmente se acercan a curiosear, nadan unos cuantos metros junto a la proa del Sargantana en plan de “a ver quién corre más” y dan un par de saltos de despedida antes de volver a sus quehaceres (cualesquiera que sean). 

Delfines entre Cefalú y las Eólicas

También tenemos la sensación de ver más barcos que otros años por estas fechas. En Sicilia comenzamos a encontrarnos ya veleros de charter, quizá por las festividades del primero de mayo y del Corpus en varios países de Europa. No es buen síntoma, anticipa las multitudes del verano. Cuando nos quejamos del tiempo revuelto y del frío de abril y mayo, nos olvidamos de lo agradable que es navegar casi en solitario durante estos meses.

Llegamos a las islas Eólicas sin muchas novedades, navegando deprisa y casi siempre sólo con génova (a la francesa, que dicen). Decidimos volver al mismo lugar en el que ya estuviéramos el año pasado, la marina de Vulcanello, en la isla de Vulcano. El mejor sitio para quedarse con vientos del oeste, justo debajo del volcán y muy cerca del pueblo. A estas alturas de la temporada todavía no han montado el pantalán flotante del que disponen en verano y Andreas, quien ya nos recibió el año pasado, serio, tranquilo y extraordinariamente cortés, nos ayuda de nuevo a tomar una de sus boyas.

Paso entre Lípari (la más grande de todas las islas y la menos volcánica) y la de Vulcano, con un viento excesivo que nos hace difícil bajar la vela mayor

Todo es muy distinto en Vulcano en primavera, la isla está verde y tranquila, sin las multitudes del verano. Lo que no ha cambiado es el peculiar olor a azufre, ni el vaivén que provoca la sucesión continua de ferries entrando y saliendo del puerto. Tampoco el precio de las boyas (cincuenta euros por noche), que se hace un poco caro teniendo en cuenta que no hay todavía pantalán para desembarcar, ni wifi, ni baños, ni nada más que la pura boya. Por lo que se ve Andreas es fan del precio único y por supuesto en cash. Eso sí, nos lleva y nos trae al puerto en su neumática, cosa que se agracece en un puerto con tan pocos espacios para amarrar.

Silueta de la isla de Vulcano mientras la rodeamos para acceder a la marina situada en su parte este

Nos quedamos un día adicional en la isla para poder subir al volcán. El año pasado estábamos en plena ola de calor y lo desaconsejaban (al menos durante el día) porque las temperaturas llegaban a los 50 grados. Este año las fumarolas que coronan el cráter destacan aún más sobre los colores amarillos del azufre de las rocas y la arena negra. La imagen de la isla es más bonita, si cabe, que la del año pasado, y la casi total ausencia de turistas y de barcos fondeados en la bahía nos da una sensación totalmente distinta de paz y tranquilidad. Nada que ver con el calor asfixiante que ya es sólo un mal recuerdo.

Inicio de la subida al cráter
Las horas de subida están reguladas.
Nuestro recorrido

Subimos al cráter el domingo, justo el Día de la Madre. Coincidimos con varios grupos de turistas italianos, y también muchos alemanes y franceses que dan la impresión de estar de puente o de vacaciones por la semana del Corpus. El ascenso es muy asequible, no más de una hora de camino por un sendero que serpentea entre la arena negra de las laderas. Bastante gente en una cima amplia y con vistas extraordinarias.

La primera parte de la ascensión es por un sendero de arena negra entre vegetación en flor, cuyo aroma se impone al olor sulfuroso del volcán
Cuando se acaba la vegetación, la arena negra da paso a una piedra clara, muy resbaladiza, en la que han construido con piedra volcánica negra algunos tramos a modo de calzada romana, como ayuda a los cientos de turistas que hacemos la subida cada día
Último tramo antes del cráter 
El cráter con los penachos blancos de las fumarolas
Foto de rigor con el cráter
Desde lo alto del volcán se distinguen, alineadas hacia el norte, las islas de Lípari y Salina. 
Más al fondo, Panarea y Stromboli
Y mirando al sur, hacia Sicilia, la silueta lejana del Etna

Esta etapa nos devuelve la tranquilidad y el placer de navegar, como una mañana soleada que te hace olvidar un sueño tormentoso. Volver a notar el viento en las velas y el barco que se desliza ligero sobre el agua, sin el ruido del motor, nos hace recuperar las sensaciones que buscamos cuando hacemos estas travesías. Casi sin darnos cuenta el frío ha cesado y podemos comer y cenar en cubierta, y bañarnos. Llega el verano…

Etapa de San Vito lo Capo a Cefalú, 2 de mayo
Travesía de Cefalú a Vulcano, 4 de mayo. El domingo 5 por la tarde nos movemos a un fondeo en el sur de la isla para desde ahí salir al día siguiente hacia Mesina


Domingo, 5 de mayo de 2024

martes, 30 de abril de 2024

Episodio 5. San Vito. The Cape (El Cabo)

Retomando el relato del episodio anterior, el Sargantana está cerca de la isla de Ústica, en las últimas horas del cruce desde Cerdeña a Sicilia. Tratamos de llegar a San Vito lo Capo, el único refugio viable antes de la tormenta.

 El cabo San Vito y las nubes que amenazan lluvia a nuestra llegada

Diporto Náutico Sanvitese es una de esas marinas deportivas minúsculas que sólo se  pueden encontrar en Italia. No son puertos independientes sino, simplemente, uno o varios pantalanes flotantes (pontiledentro de un puerto comercial o pesquero. Son explotados por una familia, o a veces por un club deportivo, como lugar de amarre para barcos transeúntes o barquitas turísticas Es habitual que haya varias pequeñas marinas de ese tipo en los puertos medianos o grandes, de hecho hay tres en el de San Vito lo Capo. Elegimos Sanvitese porque tiene mejores reseñas en Navily y precio razonable, aunque cuando reservamos nos advirtieron de que, en temporada baja, cierran la oficina a las 1930 y ni siquiera mantienen un marinero disponible para ayudar con el amarre.

Finalmente entramos en la dársena principal del puerto pasadas ya las 2030, casi en la oscuridad. Quizá sea por el frío y la proximidad de la lluvia, pero, a pesar de ser víspera de festivo (del 1 de mayo), no se ve un alma.

El problema de llegar a un puerto que no conoces, tan pequeño y atiborrado como este, con poco fondo (la mayoría son barquitas de pesca), sin tener la referencia de una plaza asignada y sin alguien que te guíe y te ayude desde tierra, es que te vuelves loco buscando dónde amarrar. Nadie a quien preguntar, en la oscuridad es difícil calcular las distancias y los espacios.

Tampoco ayuda que en San Vito las estachas de los “muertos” (los cabos que se utilizan para sujetar al fondo las proas de las barcas) salgan del agua muy horizontales. Y que algunos de los barcos pongan líneas de amarre adicionales en los costados que, en algunos casos, bloquean los huecos contiguos.

Vagamos por la dársena muy despacio, tratando de decidir qué hacer, buscando sitio. Hay algunos barcos con luz, pero nadie sale a ayudar. Voy pendiente de la sonda para evitar tocar en el fondo. Lucía en proa busca algún hueco y me advierte cuando me acerco demasiado a un “muerto” que no he visto.

Encontramos una plaza en la que parece que podemos entrar, y de hecho llegamos a meter el barco, pero descubrimos que tenemos un par de amarras “adicionales” de la embarcación contigua debajo de nuestra quilla, bloqueando el barco y con peligro de enredarse en la hélice. El muy animal tiene cabos sumergidos bloqueando las plazas contiguas que no se distinguen en la oscuridad.

Un tipo nos observa en calzoncillos, mientras fuma en la popa de su velero. Ha contemplado toda la maniobra en silencio. Por fin, ante nuestros apuros, tiene a bien ponerse unos pantalones y venir a echar una mano. Parece que es un local y conoce el puerto. Nos indica una plaza que parece libre. Y lo que es más importante, nos explica cómo llegar a ella sin tocar fondo. Eso sí, no queda más remedio que subir al barco vecino a cambiar sus amarras.  Es un velero de Nueva Zelanda que aparentemente pasa el invierno aquí y que tiene (cómo no) cabos dobles bloqueando parcialmente “nuestro” hueco. Un coñazo.

Casi una hora después de entrar por la bocana tenemos por fin al Sargantana amarrado como se debe y podemos ponernos a cenar tranquilamente, cosa que se agradece después de dos largos días de travesía.


A la mañana siguiente se ven bien los cabos en los que 
nos hemos quedado enredados la noche anterior

El entorno es espectacular. El pueblo está situado al pie del paredón vertical imponente de una montaña. Su playa parece ser famosa por tener “la mejor arena de Sicilia” y unas aguas especialmente claras. Las calles (por el día) son bulliciosas y peatonales, agradables de pasear. Pero no tenemos tiempo para quedarnos aquí, seguimos pendientes de los huecos de meteorología favorable y eso condiciona nuestro calendario. De hecho, sólo nos quedamos un día adicional, para dejar que pase la tormenta, comprar suministros e ir a la lavandería.


Vista del espectacular farallón a cuyos pies se extiende el puerto y el pueblo

San Vito es uno de esos pueblines que un día vivieron de la pesca o de pequeñas industrias afines y que ahora dependen totalmente del turismo. Cierto, todavía quedan algunos barcos de pesca en uno de los muelles, pero el ambiente pesquero ha sido reemplazado por pizzerías a pie de puerto, casetas de alquiler de barcas y gommones y gelaterías artisanales de franquicia.



El supermercado y las tiendas hoy 1 de mayo están abiertos, pero cierran a mediodía
La calle principal del pueblo bulle a media tarde

A pesar de la experiencia no tan buena con el puerto, San Vito es una muy buena parada para preparar (o completar) el cruce entre Cerdeña y Sicilia. De hecho el fondeo frente a la playa parece cómodo y muy resguardado de sures y suroestes. No nos importa demasiado pasar poco tiempo aquí, ya habrá ocasión.

Miércoles, 1 de mayo de 2024

lunes, 29 de abril de 2024

Episodio 4. Sicilia. The Navy (La Armada)

Lunes 29 de Abril, 1400 horas. Navegamos en rumbo 90 grados este, dirección Sicilia. Hace sol pero el cielo está velado, casi blanco. Aprendí de pequeño que eso anticipa tormentas. De hecho, los partes las anuncian, por toda Cerdeña y en el canal de Sicilia, en menos de veinticuatro horas.

Finalmente hemos decidido salir de Cerdeña a toda prisa, hoy a primera hora. Pero la verdad es que con muchas dudas. No estamos seguros de si es buena idea abandonar un fondeo  como el de Villasimius, confortable y barato, ideal para esperar mejores condiciones. Pero cruzar a Sicilia lo antes posible era el plan cuando decidimos prolongar nuestra etapa anterior desde Carloforte hasta Villasimius. Si no salimos ahora corremos el riesgo de quedar atrapados casi una semana.

El plan de navegación es ir directos hacia Ústica, una pequeña isla a unas treinta millas de Sicilia, al norte de Palermo. Una vez cerca de esa isla esperamos tener cobertura y poder revisar los partes actualizados. Según lo que nos encontremos podremos elegir entre refugiarnos allí mismo, arrumbar directamente hacia las Eólicas o ir a buscar un mejor puerto en Sicilia: Palermo, Cefalú o San Vito lo Capo.

De momento el día está más tranquilo de lo esperado. Tras quitar los dos rizos y la trinqueta con los que nos vimos obligados a salir, nos entregamos a un día de navegación relativamente plácida, sobre todo teniendo en cuenta el mal tiempo que nos pisa los talones. Lucía juega al bridge en su móvil y maldice que esta mañana no le salen las finesses. Yo escribo en mi portátil, porque voy retrasado con el blog (como es habitual) y también maldigo porque no se me ocurre nada. Esto ya se va pareciendo a un verano en el Sargantana.


Paso entre el Capo Carbonara y la Isola dei Cavoli con 20 nudos, trinqueta y dos rizos

La radio VHF sigue con el alboroto típico de las aguas italianas. Siempre nos hemos preguntado por qué son tan diferentes los países (e incluso las regiones) en esto de las radiocomunicaciones marítimas. Por el canal 16 los griegos son callados como muertos, igual que los ingleses. La radio suele estar en silencio, salvo a las horas de los partes. Las aguas cercanas a Argelia y Marruecos son un guirigay ininteligible tanto de día como de noche y nunca estás seguro de si el que habla  te está dando el parte o te está tratando de  vender una alfombra. En España hay de todo. Los partes, además de en castellano, se anuncian en inglés “nivel medio” en la mayoría de las regiones (salvo en Baleares, parece que allí tiene más éxito Vaughan) y suele dar un poco de vergüenza ajena. Y entre parte y parte, pues depende de la región, pero en general en el sur hay bastante festejo (como cabría esperar) y más al norte las cosas son relativamente tranquilas, salvo excepciones.

Y luego tenemos, aparte, pero que muy aparte, a los italianos. En el VHF los italianos no se callan ni cuando están buceando. Se les entiende lo justo (tirando a poco). En Italia los partes son floridos, largos y cantarines, como una ópera de Verdi. Y muy frecuentes, quizá porque cuando acaba uno es casi la hora del siguiente.  Y en los intermedios, la radio es un festejo. De improviso aparece un señor que, antes de las ocho de la mañana, anuncia a voz en grito por el canal 16: “Buongiornoooo, e buona giornattaaaa a tuttiiiiii”. Y todos los navegantes llaman a voz en grito y sin descanso para hablar con “Circomare” y con “Compamare”, que deben ser como nuestras Capitanías y nuestros Salvamento Marítimo. Y los Circomare siguen con sus partes, y cuando se les acaban los partes deciden leer una retahíla interminable de números que ni dios sabe lo que significa y que suena como los niños de San Ildefonso cantando los números del Sorteo de Navidad. Agotador.

Vuelvo de la digresión, me voy por las ramas. Como iba diciendo, son las 1400 y todo es tranquilidad y paz en el Sargantana. La VHF es un murmullo monótono como el de un grupo de señoras rezando el rosario o la retransmisión de un partido de futbol por Radio Nacional de España, y se confunde con el zumbido sordo del motor a 1800 vueltas. 

Pero de repente creo entender algo parecido a “nana nana, nana nana, Sargantana. Over”. Estoy en cubierta. Me levanto de un salto y bajo a la radio. Subo el volumen. Escucho….

Confirmado: un tipo nos está llamando, en un inglés con mucho acento italiano. Claramente en la escuela se puso malo el día que enseñaron a vocalizar. En realidad no estoy seguro de que realmente haya dicho “Sargantana”. Por las mismas podría estar llamando a un barco llamado "Salanter" o "Fantarama" y sonaría igual. 

Pero, por si acaso, cojo el micro y contesto.

- ”This is Sargantana. Over.

El tipo que nos llama suena aliviado, debe llevar ya un rato intentándolo. Parece que le interesa saber adónde vamos.

- “Sargantana, Sargantana, this is control station Mike from the Italian Navy. What is your destination? Over.”

- “Mike, Mike, this is Sargantana. We are heading to the island of Ustica. Over."

- ”Sargantana, Sargantana, this is control station Mike. You are sailing in a dangerous zone. I repeat. You are sailing in a dangerous zone. We are doing real fire exercices in your area. Over."

No puede ser. OTRA VEZ. Me acuerdo instantáneamente de nuestras aventuras y desventuras con la NATO en otra etapa Sicilia-Cerdeña, hace dos años. Afortunadamente hoy es de día, pero si nos dan un cañonazo va a dar un poco igual. 

Como ya me pasó la vez anterior, me quedo sin saber qué decir. Lo cierto es que no recuerdo que en el temario de ninguno de los exámenes de títulos náuticos haya un tema que explique "cómo responderle a un tipo de la Armada Italiana (o por las mismas, de la OTAN) cuando te avisa de que te has metido tú solito en su campo de tiro”. 

Opto por una respuesta ambigua y trato de que la voz no me tiemble demasiado

- “This is Sargantana. Understood. Over."

No me sale más. Espero que sea Mike el que dé el siguiente paso. Vamos, que me doy mus a la espera de que envide a grande.

- “Sargantana, Sargantana, this is control station Mike. You need to change your course immediately to 100 degrees east during 7 miles. I repeat, you need to change your course to 100 degrees east during 7 miles. After that, you can go back to your current course.”

En cristiano: Mike me pide que me aparte hacia la derecha a la voz de ya, o sus compis nos fumigan ipso facto. 

Dicho y hecho, lo que  tú digas, amigo Mike.

- “Control station Mike, control station Mike, this is Sargantana. Changing our course immediately. Over."

Por si los dípteros, nos apartamos unos graditos más y le damos caña al motor, que las carga el diablo y a estos cab##nes se les puede ir un pepino demasiado cerca del borde de la diana. Ya no vuelvo a hablar con Mike (y, la verdad, no lo lamento), pero sí le oímos llamar a otros barcos cercanos con la misma cantinela. Durante una hora buscamos en el horizonte señales de cañonazos, pero no vemos nada significativo. O no le ponen mucho explosivo a los obuses o el amigo Mike se aburría esta mañana y ha decidido asustar un poquito a la flota. A saber…

Volviendo a la etapa, todo va mejor de lo esperado. Vientos flojos que no permiten velear (eso ya lo sabíamos), pero no incómodos. Llegamos a la zona de cobertura de Ústica a mediodía del día siguiente y observamos que el frente de lluvia y tormentas nos está alcanzando. Imposible seguir a las Eólicas o Cefalú, demasiado lejos. 

Hablo con el encargado del puerto de Ústica y me dice que lo lamenta pero, con estas previsiones de temporal y vientos del ESE para esta noche, su puerto (en realidad un minúsculo refugio para los barcos de pesca de la isla) no está muy protegido y no me puede garantizar un refugio seguro

Como única opción ponemos proa al sur, hacia San Vito lo Capo, donde sí nos dan plaza, pero nos advierten de que, fuera de temporada, no tienen servicio de marinería más tarde de las 1930 y nos tendremos que buscar la vida para amarrar por nuestra cuenta. Cuando les pido por correo que me envíen una indicación de dónde está nuestra plaza me mandan una foto genérica de Google de todos los pantalanes... Simpáticos estos chicos...

Formándose la tormenta, rumbo a San Vito lo Capo que se distingue a lo lejos

Llegar a un puerto pequeño, en el que nunca hemos estado, de noche, y tener que amarrar por nuestra cuenta, no es divertido. Más si está empezando a llover, porque parece que llega ya la tormenta anunciada. No va a ser un atraque fácil. Pero esta entrada ya es un poco larga. Seguimos el relato en el próximo episodio.

Etapa Cerdeña - Sicilia, del 29 al 30 de abril

Martes, 30 de abril de 2024