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sábado, 25 de julio de 2015

Día 1. Valencia-Sóller. La verdadera etapa rompepiernas.

La palabra rompepiernas, si es que existe, se la deberían dedicar a Perico Delgado, igual que a otros les dedican calles o los bancos de un parque. Y es que yo no puedo imaginar esa palabra en otro sitio que en una crónica del Tour o de la Vuelta, casi siempre con un curioso "verdadero" por delante.

Viene al caso porque el Sargantana y su tripu se han comido para empezar una verdadera etapa rompepiernas. Nada que no anunciara la meteo, por otra parte. 30 horas de ceñir contra la famosa ola corta del Mediterráneo y 15 a 25 nudos de viento.

La salida, algo más tarde de lo previsto, con el Náutico todavía desperezándose. De inicio todas las velas fuera en un rumbo ESE. Poco rato después, uno y luego dos rizos contra 25 nudos y ola mediana. El cielo, azul, pero anunciando nubes.



Poco relevante que reseñar durante el día. El Sargantana ciñe bien, salta las olas con agilidad y se divierte a 6 nudos. Eso sí, van apareciendo otros problemas menores en el mobiliario interior en cuanto tiene que pelearse con las olas de un mar que va creciendo. La encimera de corian se va con estrépito al suelo. La tapa que cubre el microondas sale disparada. La mampara del baño se suelta de su retén y golpea con la pared cada dos por tres. Se confirma que el Sargantana es un poco como el gobierno. Duro por fuera y un poco blandito por dentro. Lo que los puristas llaman "un apartamento flotante". Pero no hay problema, lo queremos como es. Unos pocos (más) bricolajes y, hala, a correr temporales.

Lucía y yo nos turnamos para la guardia nocturna. Yo hago el primer turno, hasta las 0230 y luego ella sigue hasta el amanecer. Una noche muy incómoda. El viento sigue fresco y ha rolado al Este. Bastante mar de fondo mezclada con mar de viento, en una noche nublada y que chispea. Se ve la luna a ratos entre los jirones de las nubes.

Pongo motor porque no tengo ninguna gana de hacer viradas solo y de noche. Mayor a la vía y buscó un rumbo aceptable en el que demos los mínimos pantocazos. Me ato en cubierta y me pongo a escribir, que eso ayuda a pasar el rato.

El turno es tranquilo. Bastantes barcos se cruzan, nos alcanzan y nos adelantan, pero con radar y AIS ya no se pasan agonías buscando luces y adivinando rumbos. A las 0230 me cuesta trabajo mantener los ojos abiertos así que aviso a Lucía.

Mañana llegaremos a Sóller, un puerto mítico de Mallorca. El único refugio contra las tramontana en la costa norte.



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