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miércoles, 29 de julio de 2015

Día 5 (2). Menorca-Cerdeña. Viva l'Italia

Me despierto cuando el sol está ya bastante alto sobre el horizonte. Sólo he dormido tres horas pero algo en mi subconsciente nota que el bamboleo monótono del barco se ha parado. Lucía está haciendo algo sobre la cubierta, en el palo, y eso indica que hay problemas. Hay que levantarse ya.

Nada grave, uno de esos pequeños rasguños que todos los barcos sufren de vez en cuando. Una mala elección del arraigo donde sujeté la retenida en la botavara, o quizá un diseño insuficiente, ha provocado que la tapa posterior de la botavara se haya arrancado y doblado con algún golpe más violento de lo habitual. Como siempre en estos casos, hay que encontrar una solución de fortuna que permita seguir la travesía, y ya se verá luego la mejor manera de arreglarlo definitivamente. Un asunto menor, pero una prueba más de que un marinero debe ser más un McGyver que un Lord Nelson, y de que los barcos de hoy son como los SEAT de ayer (Siempre Estás Apretando Tornillos). Navegar, definitivamente, rejuvenece.





Si ayer fue un tratado sobre la nada, hoy el día es otra cosa. Excepto por el viento. Sigue muy flojo y muy de cara, así que de nuevo toca ir escuchando el ronroneo del motor hora tras hora. Pero si ayer no vimos a nadie, excepto al Holandés Errante (o la Perla Negra), hoy nos cruzamos con varios barcos definitivamente sólidos y materiales. Veleros que seguimos por el AIS durante muchas millas, con los que nos rozamos cariñosamente las amuras (figuradamente) y a los que saludamos a lo lejos, deseándonos buen viento. 



Más  tarde, un cisterna gigante al que cruzamos la proa muy cerca, calculando al milímetro el espacio de seguridad sólo por matar el rato.



Sobre las 1930 entramos definitivamente en cobertura y nos ponemos a buscar amarre. A diferencia de España, donde los puertos son, buenos o malos, fáciles de localizar y establecer contacto, en Cerdeña (supongo que en Italia) todo es mucho más complicado. El puerto de Alghero tiene subcontratas que gestionan múltiples marinas, unas con web, otras sin web, pero ninguna con datos claros sobre la disponibilidad de amarres y precios. Los primeros con los que conseguimos hablar (Marina Sant Elmo) nos piden 110 euros por noche, así que cuando ya anocheciendo, los del Consorcio Porto di Alghero nos ofrecen amarre por 45€ nos parece un chollo. Hemos leído además que los muelles del Consorcio están muy buen situados, al pie de la muralla que rodea la ciudad vieja. Decidimos quedarnos dos noches y recorrer Alghero sin prisas.




El último acontecer del día sucede tras el atraque. El cual, por cierto, fue bastante penoso, porque la guía del muerto que nos dieron para sujetar la proa estaba cruzada con otra, aunque lo resolvimos con algún apuro y sin daños al barco. Una vez colocados, y ya en la recogida post-atraque, un individuo delgado y bajito rapado al cero, con vaqueros, bolsa de bandolera, y carpeta en ristre nos llama a pie de muelle:

- "Capitano, capitano, la documentazione della barca e dei passeggeri."

A su lado, gordo, sudoroso, y con pinta de tabernero de una película de Visconti, su compañero nos observa sin abrir la boca. 


Lucía pregunta "Are you with the Consorcio?". Los marineros nos habían indicado que no hiciéramos los papeles de entrada hasta el día siguiente. 

- "No, recitazione. Customs, customs."

Aunque habíamos leído mucho sobre las diferentes autoridades que se arrogan competencias para inspeccionar barcos de recreo en la costa italiana, nos miramos y pensamos exactamente lo mismo: "Estos dos no dan el tipo de agentes de nada. Poco tardamos en tener problemas..."

Supongo que nuestras caras de circunstancias eran evidentes porque el calvo se ríe y dice: 

- "Questa è la mia documentazione."


La verdad es que, en la oscuridad del muelle, ya de noche, el carnet podría perfectamente haber sido el de su videoclub. Pero, siendo realistas, parecía poco probable un asalto mafioso en ese muelle junto a las murallas, lleno de jubilados sentados en los bancos, familias empujando carritos y pandas de adolescentes. Los cuales, por cierto, observaban la escena sin perder ripio.

Así que no hizo falta demasiado coraje para sacar los papeles de la barca y los pasaportes y acercarme con ellos al maletero de su coche.

El calvo saca un papel de calco (no había visto ninguno desde finales del siglo pasado), dos formularios y un bolígrafo con el que rellenó todas y cada una de las infinitas casillas. Hacia la mitad del formulario ya éramos los tres amigos de toda la vida y les explicaba que es posible ser de España y no ser del Real Madrid. Nos faltó poco para irnos de copas.

Muy fan de Italia en general, pero sobre todo de la Agenzia Doganale. Son buena gente. A ver si les compran unos portátiles o algo...

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