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jueves, 20 de abril de 2023

Santorini. El sunset de los chinos

Nuestro vecino de pantalán en Paros era un catamarán de charter. Uno de esos bicharracos de chorrocientos pies que tanto abundan en las islas griegas, pero esta vez sin clientes. Les ayudé con las amarras en el atraque y después nos quedamos un rato pegando la hebra. Su tripulación vive en Santorini. Les comenté que teníamos la intención de visitar la isla, pero en ferry, porque dicen que conseguir plaza de amarre o fondeo en esa isla es difícil. Me respondió: Difficult? It is impossible my friend…

Me confirmaron que en Santorini los veleros de paso no son bienvenidos. Las pocas plazas de los minúsculos puertos de la isla están copadas por barcos de chárter como ellos. Salvo una pequeña playa al sur, todos los fondeos están desaconsejados o directamente prohibidos.

No se puede fondear porque la isla de Thera (que los venecianos llamaron Santorini en honor a Santa Irene) es una isla de piedra negra, un volcán extinguido, que entró en erupción hace 3500 años y sepultó literalmente a toda su población (dicen que el mito de la Atlántida tiene que ver con Santorini). Y esa caldera de volcán, la más grande del mundo, hace de Santorini un lugar fascinante, La Meca del turismo. Porque Santorini es una isla vertical. La isla del vértigo.

La caldera y, en el centro, el volcán 

Impresiona la llegada por barco. El ferry entra en la caldera desde el norte y se aproxima a un puerto minúsculo que han construido de la nada bajo unas paredes casi verticales. Uno se siente como en un enorme pozo. Al puerto llega una carretera estrecha de cuatro kilómetros, esculpida en el acantilado casi a cincel, con curvas de 180 grados dignas de cualquier puerto de montaña de los Alpes.

Llegada al puerto, con la impresionante muralla que forma el acantilado y la carretera retrepando a duras penas por ella

Santorini es vertical y Santorini es también la isla del glamour. Aquí las casas inmaculadamente blancas no se retrepan por la montaña sino que parecen estar a medio despeñar, colgando del acantilado. Ríete tu de las casas colgadas de Cuenca.

Vista de Thira, con el antiguo puerto abajo

Nos hemos tomado un día de "vacaciones” del barco y hemos venido a Santorini a pasar 24 horas (la única combinación posible de ferry). Nos quedaremos una noche en un hotel. Perdón, en una suite. Porque en Santorini el glamour empieza por la hostelería. Los miles de hoteles que copan la mayor parte de Thira (la capital oficial) y Oia (la capital de los instagramers) no se llaman hoteles, sino mansions, villas o suites. Bueno, no todos, sólo los que tienen vistas exclusivas a la caldera, y ya no te digo si además tienen piscina en la que por uno de sus lados el agua parece derramarse al vacío. Y además son hoteles con "concierges", en calles con joyerías y tiendas de Hermés y Versace, y tienen bares exclusivos en los que su clientela, un tanto escasa en abril, bebe cocktails en copa de balón, mirando lánguidamente a la caldera, bien protegidos por camareros  con cara de guardaespaldas y perfectamente uniformados.

Puerta de acceso a una de las minúsculas terrazas colgadas del acantilado en Thira

Terracita  en el acantilado en Thira

Mientras tanto, la chusma que pasea en procesión por las calles estrechitas que serpentean sobre el acantilado, les mira y babea de envidia entre selfie y selfie.

En las calles de abajo la oferta turística es bien distinta a la parte alta de Thira

La chino-chusma podríamos decir, porque por alguna razón que no acertamos a comprender, encontramos un Santorini lleno de chinos. Bueno, aclaremos: cuando digo "chinos" quiero decir probos ciudadanos visitantes de rasgos orientales, no se me entienda mal. Vas por la calle y las hordas amarillas te rodean, como a Gulliver en Liliput. Todos vestidos muy discretamente, muy igualitos. Nada de camisetas de la Universidad de Seul o del Real Tokio Balompié. Y claro, así se hace imposibe adivinar si son taiwaneses, coreanos, japoneses o singapureños. Así que, por resumir, llamémoslos chinos. 

Grupo de asiáticos fotografiando la playa roja, con los catamaranes que circunnavegan la isla al fondo

Los chinos son los reyes del sunset. Les encontramos en Oia, el lugar más famoso de la isla para ver el atardecer (sunset). Es media tarde, hace calor y el sol está todavía alto, pero la tropa de chinos ya ha tomado posiciones de combate a lo largo del acantilado y en las murallas del castillo. Bueno, para ser sinceros, hay también algunos no-chinos sentados pacientemente por todas partes, pero son los orientales los que parecen estar apostados en la Gran Muralla, esperando pacientemente un atardecer... que finalmente no llega. Media hora antes de las ocho (que es cuando se produce el ocaso), las nubes se confabulan contra los invasores amarillos y les niegan esa foto que inmortaliza el momento culminante de un día en Santorini, el selfie por el que han suspirado y pagado una pasta (hasta los wc públicos son ridículamente caros aquí). La foto que espera también la bandada de catamaranes de charter como el de mis amigos de Paros, inmóviles en la laguna como una bandada de gaviotas. El selfie del sunset.

Esperando la puesta de sol en Oía. Al fondo, el castillo

En las veinticuatro horas que pasamos en Santorini nos da tiempo a recorrer casi toda la isla. Por cierto, en esta isla es casi obligatorio alquilar un coche en vez de depender del transporte público. Visitamos Oia en el norte, Thira, Pyrgos (donde nos quedamos a dormir en una suite fantástica y tirada de precio en temporada baja) y los pueblos y playas famosas del sur de la isla. 

Oía

Thira

Acceso al barrio del castillo en Pyrgos

La terraza de nuestra suite en Pyrgos 

La playa Kokkini (roja), al sur de la isla 

Santorini es glamour hacia el oeste (la caldera), pero también hacia el este. Los campos de cultivo no tienen olivos ni almendros: tienen viñas, alineadas cuidadosamente sobre la arena volcánica. El vino de Santorini es famoso (y caro por supuesto). Encontramos muchas caravanas de turistas en quad, conductores con caras de malote de Mad Max, cascos de colorines y chorba a la grupa. De hecho me pregunto si en esta isla la procesiones de Semana Santa las harán en quad… No me extrañaría.





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