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miércoles, 12 de abril de 2023

Mykonos. …y cumplir la penitencia.

Las Baleares tienen Ibiza y las Cícladas tienen Mykonos. Escaparates. Lugares contradictorios. Por un lado fascinantes, mágicos, llenos de luz. Pero también tomados al asalto por el turismo de masas, los cruceros y los vuelos baratos. El conjunto provoca una mezcla de sensaciones, admiración y repulsa a partes iguales, una cierta melancolía por lo que intuyes que fue y ha dejado de ser.

Una de las imágenes más reconocibles de la ciudad de Mykonos


Mykonos resplandece incluso bajo el sol tibio de este mes de abril. Casas blancas, tan blancas que deslumbran (parece que los locales tienen la costumbre de repintarlas cada año antes de Pascua). Callejones  estrechos, laberínticos, empinados, que giran a izquierda y derecha sin orden ni concierto. Iglesias por todas partes, grandes y pequeñas. 

Las calles de la “chora” forman un laberinto que servía para despistar a los enemigos llegados por mar  

restaurantes, claro, muchos restaurantes. Tantos que a veces, cuando encuentras una puerta abierta, no sabes bien si santiguarte o pedirte un ouzo.

Y tiendas de moda chic, porque en las calles de Mykonos no hay gente pobre ni camisetas de saldo. Y las calles están limpias y recién pintadas de blanco, como en un parque temático.

En las callecitas sin tiendas se recupera el encanto y la autenticidad de la villa 

Y turistas. Es Semana Santa y quizá por eso las calles están llenas de grupos de extranjeros, sobre todo chicas jóvenes, sobre todo franceses. También cruceristas, con sus escapularios “todo incluido” al cuello, con su aire de no-sé-muy-bien-dónde-me-han-traído-hoy-pero-me-da-un-poco-lo-mismo, y que desaparecen al galope en cuanto barruntan que en el barco se está abriendo la cola del buffet libre.

Llegamos a la ciudad de Mykonos después de dos días un tanto sombríos, fondeados al sur de la isla, refugiados malamente de un temporal que se nos hace interminable. Con problemas de fontanería mayor pendientes en el barco y con algo de urgencia por llegar a un sitio tranquilo, con electricidad y agua, para dedicarnos a repararlos.

Conseguimos amarre en el “new port”, una marina destartalada junto a la terminal de ferries y cruceros. Un lugar un tanto desolado y cutre, a un par de millas al norte del “old port”, el verdadero puerto de Mykonos, metido en la ciudad. 


La dársena no está muy protegida del viento sur que soplará los próximos días, pero tampoco tenemos dónde elegir. Muy barata y casi vacía, sólo nos acompañan un par de veleros de charter diario y un puñado de catamaranes de alquiler. Bien comunicada con la ciudad con un barco-bus cada hora en temporada baja.


El sea bus que pasa cada hora y tiene parada en la marina

El puerto viejo de Mykonos desde el “sea bus”

Somos capaces de hacer funcionar una torreta de agua y electricidad (el resto están kaputt) y nos disponemos a tratar de cumplir nuestras penitencias de esta Semana Santa.

La marina, con el destartalado pantalán en el que no funciona la mayoría de las torretas

Y también a visitar Delos, por supuesto. Delos fue la gran ciudad de las Cícladas en la antigüedad, hoy en ruinas. Otro de esos lugares cuya visita justifica un viaje y también una entrada dedicada en este blog. Una maravilla en una pequeña y isla a unas pocas millas del puerto de Mykonos. No dejan fondear en Delos y por eso decidimos visitarla en el único ferry turístico que hay en temporada baja. 

Llegamos a Mykonos con un sólo baño operativo y salimos con dos. Primera penitencia cumplida con éxito. Hemos aprendido mucho de fontanería náutica, lo que funciona para los atascos y lo que no. Obvio decir que el nivel de guarrería del proceso ha sido digno de un episodio de Dexter. No digo más…, lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas…

Mykonos, con su “little Venice”,
desde la explanada de los molinos

Para la segunda penitencia esperamos al Viernes Santo. Por la tarde nos dirigimos hacia el centro dispuestos a ver, y vivir, las procesiones. Alucinamos. La ciudad ha cambiado. Una multitud de gente local, vestida de domingo, llena las calles y se va congregando en las iglesias de las que saldrán las procesiones. 

Nos integramos en una de las aglomeraciones y esperamos pacientemente a que acabe la ceremonia, una letanía interminable de Kirye Eleison. Y salimos en procesión. Aparte de los niños con tambores y estandartes, el resto de la comitiva viene a ser como un pasillo del metro en Sol en hora punta, sólo que con velitas. Al paso de la segunda bocacalle consideramos cumplida nuestra segunda penitencia. Ya nos podemos ir.

Bye, Mykonos.

Comienzo de la procesión de la iglesia de Nuestra Señora del Santo Rosario 




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