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miércoles, 5 de abril de 2023

Leros - Lipsoi. No todo iba a salir bien

Hoy nos vamos por fin al agua. Hay que madrugar: los del tractor llegan a las nueve y aún nos queda un par de cosas por terminar en el barco. 

A las 6:45 ya estoy en la ducha. Es la última en los baños de Artemis y la disfruto como una despedida. Qué manía he llegado a cogerle a subir y bajar por la escalera adosada a la popa, a buscar el camino sorteando las camas de hierro de los centenares de barcos del varadero, a chapotear en los charcos de barro cuando ha llovido, al cambio continuo de calzado entre fuera y dentro para no dañar, aún más, la bañera de teca.

A las ocho pasa a despedirse el mecánico y a traernos esas cervezas que le prometió ayer a Luis cuando le regaló el viejo motor del dinghy. Vienen con pulpo, sí, un pulpo de más de dos kilos pescado por alguien de su familia. No entendemos quién, porque el inglés de este chaval tan simpático y tan competente, poco más joven que mi hija pequeña, deja bastante que desear. 

Los del tractor llegan antes de las nueve, cómo no. Y cómo no, no he preparado bien el juego de defensas que habrá que soltar por babor cuando lo amarren al pantalán. Enric, que nos acompaña con Santi a la botadura, toma nota mental, porque el Xinxu va a continuación. 

Con Santi y Enric, del Xinxu

Ellos no han puesto a punto el barco, esperan hacerlo en la marina de Lakki. Nosotros iniciamos la ruta ya mismo, aunque hayan quedado cosas por hacer, como la vela de proa, imposible de aparejar con tanto viento como ha hecho todos y cada uno de los días de varadero. Excepto uno, ese que aprovechamos para montar la mayor. El día de sol y calor con que nos recibió Artemis fue un espejismo. Me acuerdo de haber contado a la familia que aquí ya había llegado el verano. Ja. El mal tiempo en este sitio es memorable. Y sobre todo el viento, ya sea de norte o de sur, que sopla incansable y no da tregua. Por eso, por el mal tiempo, hemos retrasado la salida del lunes 3 a hoy. Y esta familia que maneja, orgullosa de su historia, el varadero y que te cobra hasta por respirar, parece ignorar los dos días extra, más de 40 euros que me consuelan de los 30 que, al parecer, hemos gastado en electricidad (!).

Sargantana está en el agua. Subimos desde el pantalán y nos apresuramos a arrancar motor, ver que todo va bien, ayudar con la amarra de proa. Las instrucciones de salida del operario me dejan helada: marcha atrás, con cuidado de no salirse del canal marcado por las boyas, hay sendos bloques de hormigón a poca profundidad; si el viento fuerte de babor nos saca del canal, no intentemos maniobrar hacia atrás, que encallaremos seguro, mejor marcha adelante y corregir el rumbo. La falta de práctica y de "toque" se nota mucho, son ocho meses en tierra. Pero Luis lo borda y, finalmente, nos libramos de las amenazas.

Corro a revisar corredera y grifos de fondo, que no entre agua. Perfecto. Pero cuando levanto las tapitas testigo del plan veo que la sentina tiene más de diez centímetros de agua. Eso no estaba ahí hace unos días. Ya no vuelvo a salir en las dos horas que tardamos en llegar a Lipsi, levantando planchas, poniendo la bomba, achicando agua. Afortunadamente, es dulce. Ya investigaré de dónde viene. Cruzo los dedos por que haya sido un escape de la manguera que usaron el mecánico del pulpo y su acompañante para la prueba del motor. 

Espera… ¿Digo que no he salido? Claro que sí. He tenido que ponerme la ropa de agua y salir en mitad del chubasco a amarrar el génova, que hemos dejado en su bolsa en proa sin ninguna sujeción. Salgo sin chaleco, sin arnés, sin la línea de vida que aún está por instalar. Improvisación. Mientras, dentro del barco las cucharillas han saltado a la sentina desde el cajón sin asegurar y las cajas del camarote de popa se han desparramado por encima de la cama en ausencia de la cincha que debería sujetarlas.

Y al llegar a fondear a Lipsi... bingo: he montado la cadena del ancla al revés. Vamos a puerto y prefiero no recordar el desastre de este primer amarre contra el viento que nos echa del pantalán, los cuatro alemanes ayudando con las amarras, los dos funcionarios del puerto mirando y el dueño del restaurante del pueblo, Manolis, que llega en su moto y se queda a contemplar el espectáculo. "Sois españoles, ¿no?" nos dirá a la noche, cuando nos sentemos a una de las mesas de su pequeño y bonito restaurante. "He estado en España y me sonaba el acento".

Sargantana abarloado en el puerto de Lipsoi


4 comentarios:

  1. Que aventuras amiga. Te leo y comparo con mis días de trabajo robándole algún par de horas a la costura y al bordado y me siento la abuela “pata”…. Mucho que contar a tus nietos …. Disfrutad!!! Besotes

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    1. Gracias por seguirnos, amiga. Ánimo, ya queda poco 😚

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  2. Qué salida más complicada ami Nosotros detrás vuestro navegamos como pudimos hasta Lakky Marina, en el trayecto cayeron libros, botellas de agua, que no quedaron bien sujetos.
    Es un gusto leerte.
    Abrazos para ti y Luis.

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    1. ¡Gracias! Buena proa, nos encontraremos por el camino seguro. Besos.

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