Cuatro días parados en Villasimius. Demasiado. Tenemos ganas de continuar.
El parte meteorológico parece hoy algo más optimista, aunque la borrasca sigue instalada entre Cerdeña y Sicilia. Por la mañana soplará viento fuerte del norte, con chubascos hasta más allá de mediodía, y por la tarde se supone que bajará algo, pero, eso sí, con una ola de casi dos metros.
Y aciertan. La mañana se levanta justo como estaba previsto: intervalos de lluvia y viento racheado, duro y frío. Pero a mediodía las nubes ya no son tan compactas, deja de llover y el viento del norte se hace menos desagradable, por el sol tímido que se empieza a adivinar entre ellas.
Definitivamente nos vamos. Pero hay que esperar hasta las dos, porque nuestra vecina Nicky va a pasar por casa para ayudarnos con los problemas de internet que estamos teniendo. Una vez resuelto ponemos rumbo directo a la costa oeste de Sicilia.
Zarpando hacia Sicilia
Trinqueta, mayor con dos rizos y todo en el barco bien trincado. El Sargantana salta sobre las olas de casi dos metros a siete nudos, empujado por más de 20 nudos del través. Mejor gobernar a mano que dejarle la tarea al piloto. Vale, Eolo, hoy sí te has portado.
Con trinqueta y dos rizos
Hay que negociar los chubascos que descargan ocasionalmente aquí y allá. En el cielo, de un azul intenso, se ven nubes dispersas de evolución vertical que dejan agua muy visible en la distancia (y en el radar).
Virgulas del chubasco cercano por la aleta de babor
El chubasco cruza rápido a la aletazo de estribor
Si todo va bien, deberíamos estar en la costa de Sicilia mañana al caer la tarde. Pero esta noche tenemos la primera movida curiosa de la travesía.
Diez de la noche, en algún punto del canal entre Cerdeña y Sicilia. Oscuro como boca de lobo. El cielo se ha cubierto progresivamente y amenaza lluvia. El viento ha ido bajando hasta los 12 ó 14 nudos y ya no esprintamos como antes. Decidimos quitar un rizo antes de la primera guardia, que es la mía.
Pero, al acabar la maniobra, nos damos cuenta de que quitar un solo rizo no es suficiente. El viento sigue bajando y va rolando hacia la aleta. Nos estamos parando.
Habría que quitar el otro rizo y, además, desmontar la trinqueta y volver a sacar el génova… Una maniobra compleja, de noche y con esta ola, porque hay que ir a proa a cambiar las escotas y colocar la vela. Y no sabemos si durante la noche las cosas se pueden complicar. Dudamos. Lucía y yo discutimos las opciones en cubierta.
Y, mientras tanto, en la radio se sigue oyendo la farfolla habitual de mensajes de la Circomare italiana (que no se calla ni debajo del agua) y, de vez en cuando, las mamarrachadas de los operadores de radio filipinos de los cargueros cercanos, que se aburren por la noche y deben de quedar para hacer el cafre. Ya ni la oímos. Pero de repente Lucía se para y dice: “¿Han dicho Sargantana?”
Nos quedamos un momento en silencio. No mola que te llamen por el canal 16, precisamente a ti, en una noche tenebrosa entre Cerdeña y Sicilia, rodeados de borrascas. Mal momento. Al cabo de unos segundos, oigo:
“Sargantana, Sargantana, Sargantana. Here is war vessel Foxtrot Tango Lima five nine. Do you read me? Over.”
Joder, la Marina… Bajo a la cabina y cojo la radio:
“Here is vessel Sargantana. I can read you. Over."
“Sargantana, you are in collision course with one of our vessels. You need to change your course immediately. Switch to channel fifty six. Over.”
Definitivamente no suena italiano, ni filipino. Más bien del Este, digamos… OTAN. Espero que no ruso.
Muevo el dial. Dieciséis, diecisiete, dieciocho,…ventisiete, veintiocho, veintinueve, sesenta, sesenta y uno,… mmmm… ¿cincuenta y seis?… Yo no tengo canal cincuenta y seis. Mierda… ¿ha dicho cincuenta y seis?
Noto que se me ha pasado el frío. No encuentro el canal 56. ¿Los rusos tendrán canal 56?… Mierda… Decido volver al canal 16 y ver si hay alguien:
“War vessel calling Sargantana, do you read me? Over.”
Silencio radio. Imagino a la panda de operadores filipinos a la escucha, descojonaos de la risa. Mientras espero, aprovecho para llamar a Lucía, que debe seguir con sus rizos.
“Lucía, que dicen que nos llevamos por delante un barco de guerra. ¿Puedes mirar si hay luces, o el radar, o el AIS?”
Pero el ruso ya ha vuelto al canal 16. Esto es como el gato y el ratón.
“Sargantana, Sargantana, here is war vessel Foxtrot Tango Lima five nine. Go to channel six. Over.”
Estoy a punto de responder “a la orden”, pero no lo sé decir en inglés (bueno, ni en ruso), así que me conformo con un:
“Here is Sargantana, going to channel six. Over.”
Cambiemos al canal seis…., de ese sí tengo…
Allí me espera Foxtrot , que va directo al grano:
“Sargantana, you are in collision course with one of our vessels. Change you course to clear at least one mile. Over.”
Mierda, tengo que dejarle una milla de espacio pero ¿donde coño está? Me decido a preguntar:
“I can not see you. Do you have AIS? Over.”
Cuando lo acabo de decir me doy cuenta de la estupidez. Los barcos de guerra NO EMITEN EN AIS.
A todo esto, Lucía debe de haber encendido el radar y me grita desde cubierta:
Luiiiiiis, en el radaaaaar. Nos rodeaaaan. ¡¡¡¡Están por todas parteeeeees!!!!
A Foxtrot Tango Lima se le están hinchando las gónadas:
“Sargantana, change your course to 120°, NOW.”
Ni over, ni leches.
Vale, haber empezado por ahí.
Le doy instrucciones a Lucía. Cambiamos el rumbo. A vela y con ola, lo de ir al 120º exactamente no es tan sencillo, pero supongo que Foxtrot no será tan tiquismiquis. Supongo, porque no vuelvo a saber nada de él.
Al poco vemos las luces. Efectivamente, están por todas partes. Pasa muy cerca, por babor, una luz roja como suspendida en el aire, a unos metros sobre el agua. Está demasiado oscuro para adivinar qué es.
La luz sube y baja. De repente, desaparece, para reaparecer unos metros más allá. Se aleja. Se acerca. Sube. Baja. Se desvanece… No somos capaces de averiguar qué es. Un dron no parece, aunque se oye ruido como de rotores. Un barco no es, al menos según mi temario de PER. Apostamos por periscopio.
Nunca lo sabremos con seguridad, pero hemos decidido que esa noche fue la noche en la que casi nos comemos al Octubre Rojo.
Superado el encuentro, me voy a dormir para hacer la segunda guardia. La noche es a motor y a palo seco. Por la mañana se puede sacar génova y, más adelante, mayor.
Chaleco, arnés, gancho de seguridad y radiobaliza personal
El tiempo va mejorando durante el resto del domingo y el viento va subiendo, lo que nos permite una veleada magnífica de varias horas, en portantes y con una ola divertida que invita a coger la rueda y disfrutar.
Llegamos a Trapani a las 2130, tras 170 millas y 32 horas de navegación. Es noche sin luna, pero el fondeo no tiene complicaciones y nos resulta conocido. Con precaución, sorteamos los tres únicos barcos de la bahía y echamos el hierro, esperando no engancharnos en la chatarra que reportan algunos navegantes en Navily, aunque nosotros nunca hemos encontrado otra cosa que un fango que se agarra pesadamente al ancla y cuesta limpiar.
Cena y vino en la familiar Trapani, celebrando que al día siguiente la travesía nos llevará a mares y costas completamente desconocidos.
La verdad es que era de esperar. La planificación meticulosa de este viaje, que comenzamos en invierno, es eso, un ejercicio bonito y tentativo. Pero a la hora de la verdad, papel mojado. Era de esperar
Hoy saltamos a Sicilia, el último de los cruces con noche incluida, al menos en la ida.
La idea inicial era recalar de nuevo en las islas Eólicas, al norte, como en 2016. Una etapa larga, de tres días y dos noches, con una recalada final en una marina en Lipari, un lugar que nos fascinó la última vez.
Pero los vientos van a ser flojos todo el camino, y la idea de una nueva motorada de tres días seguidos no anima mucho. Además, España juega en la Eurocopa contra Suiza el viernes por la tarde, y quizá podríamos verlo en RAI1 si tratamos de fondear más cerca, en la zona de Palermo. Así que dicho y hecho, planeamos un salto en dos dias y una noche, y así llegar antes de las 1800 al fondeo.
Salimos muy pronto, a las 0500. El fondeo de Villasimius, que había sido una maravilla de calma la noche anterior, se convirtió a media noche en una batidora, porque Eolo decidió unilateralmente cambiar sus planes, él también, y rolar al SW. Sin más, deshacemos el fondeo y a navegar.
Cuando en un fondeo sin viento entra ola de swell (mar de fondo), por muy pequeña que sea, los veleros monocasco oscilan de un lado a otro como un columpio. Este es el caso, salvo porque la ola no tiene nada de pequeña. En el camarote de proa el balanceo es, sencillamente, insoportable. Nos despierta y no podemos sino levantarnos, aunque sean las cinco de la mañana…
El madrugón merece la pena. Aún no ha amanecido, está rompiendo el alba y la luna brilla intensa como reivindicándose, porque le quedan pocos días para esconderse de nuestra vista.
El mar está agitado, con eses ola característica del viento del día anterior. El amanecer nos encuentra rodeando el Capo Carbonara, entre el cabo y la Isola dei Cavoli. La luna sigue ahí en lo alto, a nuestra popa, sobre el faro de la isla. A babor, las playas de la cara Este del cabo, donde los barcos duermen quietos. La previsión, una vez más, nos ha jugado una mala pasada y nos ha hecho escoger la cara del cabo equivocada.
Claramente el tiempo ha cambiado. El cielo vuelve a estar limpio y el aire es fresco y seco. Muy poco viento y mar plana que cruzamos a motor hasta las 1900. Catorce horas de motor. Ya nos vale…
Hoy esto es el club de lectura del Sargantana. Cada uno de nosotros en su banco de la bañera, sumergido en su libro, y el piloto automático haciendo su trabajo. A las 1900 entra un Sur ligero a un descuartelar que nos permite, por fin, poner el Sargantana a velear. No son más de diez nudos, pero suficientes para deslizarnos a más de cinco nudos directos hacia la bahía de Mondello, junto a Palermo, que, a priori, parece un buen sitio para fondear
Por la noche, ninguna incidencia. Mi guardia de lectura y podcasts en cubierta, casi sin cruces de barcos. Sigo de vez en cuando por el AIS a Ivana y Carlos que, en el Krait, parecen ir a motor a toda leche hacia Trapani, mucho más al sur que nosotros.
Doy el relevo a Luis a las 0330. Me había ido a la cama pronto pero, por alguna razón, tardé mucho en conciliar el sueño. Es posible que las cocacolas de la tarde, que a Luis le vinieron tan bien para su primera guardia, hayan tenido algo que ver :) En la duermevela que precede al sueño, los movimientos de la proa me provocan ensoñaciones estrambóticas de toboganes, montañas rusas y pendientes sin fin. Siento además cosquillas por las manos y en mis sueños las noto hincharse. Me prometo reducir la sal (y las cocacolas).
Antes de acostarse Luis, recogemos el génova y hago mi guardia a motor. Noche tranquila en la que puedo ver tres o cuatro capítulos de la serie “Relatos con-fin-a-dos”, que no sé por qué no había descubierto antes. Pero la recompensa de esta segunda guardia llega con el alba y con un amanecer como todos, como ninguno.
Por la mañana seguimos nuestro andar suave y continuo hacia Mondello. La imagen de la costa de Sicilia al despertar, con sus colinas recortándose sobre la bruma y el azul, es visualmente impactante; me retrotrae a cinco años antes, y sufro amnesia anterógrada, como Leonard en la película Memento. Busco en este blog las entradas de Palermo y de las Eólicas. Sé dónde estoy. Estoy donde hace cinco años. Pero por un momento olvido lo que ha ocurrido en todo este tiempo, que ha pasado rápido como un suspiro…
Avistando Sicilia, arrío el pabellón sardo, pero dejo el de Italia. Es costumbre entre los navegantes honrar las aguas por la que navegan con una pequeña bandera, llamada pabellón, ondeando en estribor. Aunque sólo hayan sido unas horas, nos gusta lucir la enseña de Cerdeña, la “bandiera dei quatro mori”, o “is cuatru morus” en sardo, con la cruz de San Jorge enmarcándolos. Para quien tenga curiosidad, la historia de la bandera de Cerdeña es muy entretenida de leer. Mezclando historia, tradición y fantasía, rememora los tiempos en que la isla formaba parte del reino de Aragón bajo el rey Pedro III, quien había ganado la batalla de Alcoraz con la ayuda milagrosa de San Jorge.
Sicilia nos recibe con sus impresionantes costas verticales de piedra. Es sobrecogedor. Hasta donde se pierde la vista la costa es así, abrupta, rocosa, desnuda. El Capo Gallo nos espera con su aspecto de fortaleza de otra época.
Llegamos a la bahía de Mondello. Memento. Ya hemos estado aquí A las 1630 bulle de lanchas, windsurfers y regatas de vela ligera. Resulta complicado encontrar un fondeo entre tanto jaleo. Veinte nudos de viento del NW con algo de ola. Según el parte, debería caer por la noche.
Hemos llegado a Sicilia.
Fondear con 20 nudos. Bien por nosotros. Somos pocos barcos y muchos parches de arena, pero hay que sortear a los chavales, evitar la posidonia y alejarse de las boyas de las innumerables barquitas y gommoni, que dan tumbos violentos subiendo y bajando una ola despiadada. Los chavales de los láser lo encuentran mucho más divertido que nosotros y entrenan tácticas de regatas, sin importarles que, hoy, las boyas seamos móviles.
El viento tarda en amainar, pero acaba bajando al caer la tarde. Con el crepúsculo se encienden las luces, enmarcando la bahía. Destaca, en el centro, el llamativo edificio renacentista que en tiempos pasados fuera un balneario de veraneo para la alta sociedad de Palermo, y que tanto me impresionó en el viaje anterior. Memento.
Bahía de Mondello desde el fondeo, por la tarde
Hoy no tenemos procesión, como hace cinco años, pero sí un swell espaciado un poco incómodo y, cómo no, ambientación musical al caer la noche. En estéreo: jazz al noroeste, reggaeton al sureste.