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Mostrando entradas con la etiqueta Yacht Port Cartagena. Mostrar todas las entradas
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lunes, 25 de abril de 2022

2022 - 1ª etapa: Cartagena - Andratx. Tenet (2020)

Cartel de Tenet (2020)

Lunes, 25 de abril

La primera guardia nocturna de una travesía es siempre la más mágica. Es el momento en el que finalmente eres consciente de que vuelves a navegar después de tanto tiempo. Aunque notes que el cuerpo todavía no se ha hecho al barco, aunque te duela un poco la cabeza y las articulaciones. Cierto, estás torpe, todavía no estás cómodo cuando te mueves por la cabina (y ya no digamos por cubierta) mientras navegas. Pero es el momento en el que vuelves a revivir la extraña sensación de vagabundear por el mar, como cada año. Y eso te hace sentir que estás más vivo que nunca, y que eres un poco más libre. Y, quizá por eso, es el primer momento en el que tienes la necesidad (y la calma) de volver a escribir.

Este año volvemos a Grecia. Como en Tenet, volvemos a una realidad paralela en la que se puede andar hacia atrás en el tiempo, al menos en las primeras etapas. Volveremos sobre nuestros pasos del año pasado, cuidadosamente, como cuando caminas hacia atrás en la nieve húmeda. De nuevo recorreremos Mallorca, Cerdeña y Sicilia camino de Grecia. Probablemente los mismos lugares, los mismos fondeaderos, incluso la misma gente. Un ejercicio de nostalgia, un dèja-vu.

Pero después iremos hacia adelante, adonde nunca hemos llegado. Malta, Zakinthos, la costa del Peloponeso, Creta, Rodas, las islas del Dodecaneso, al borde de la frontera con Turquía. Tenemos un plan larguísimo de recaladas, fondeos, idas, venidas y revueltas. Un plan que hemos diseñado cuidadosamente durante el invierno, lleno de fechas, de horarios, recaladas, singladuras,... pero que con seguridad será papel mojado y tendremos que ir rehaciendo día a día.

Al final de la travesía volveremos a Cartagena en avión. Y el Sargantana se quedará, al menos un invierno, en Grecia (¿o en Turquía?). Queremos navegar un par de años por el Egeo. Grecia es enorme, nos quedan decenas, quizá centenares de islas por visitar, y las idas y vueltas son demasiado largas para hacerlas todos los años.

Este año vamos a salir antes. Ya sin obligaciones laborales ni de vacunación COVID, podemos zarpar temprano, en la primavera. Queremos llegar a Grecia antes de que lleguen los turistas, el bochorno del verano y, sobre todo, el meltemi. También queremos tener la experiencia de recalar en los puertos y fondeaderos que ya conocemos durante la temporada baja. Sin prisas. Sin agobios. Es muy posible que pasemos algo frío y que la meteo sea mucho más cambiante, pero la experiencia será nueva con toda seguridad.

Y por fin hoy, a las 16:00 del lunes de la última semana de abril, zarpamos. Nos vienen a despedir Andrés y José, los marineros de turno ese día en el Yacht Port, para nosotros ya viejos amigos. Saben que la ocasión no es para menos. Luce un sol tibio más propio de primeros de marzo que de finales de abril, pero que vemos por primera vez en un día azul, tras semanas interminables de lluvias de barro y de viento sin pausa en Cartagena.

¡Hasta la vista, Cartagena!


Los preparativos para el viaje son interminables. Compartimos una hoja de cálculo en la que hemos ido anotando las tareas; unas, largas y complicadas (“montar placas nuevas”) y, otras, breves y sencillas (“revisar la luz de los chalecos”). Mitxel dice que perdemos el tiempo con tanto escribir, pero a nosotros nos ayuda a organizarnos y a llevar la cuenta de las más de 180 cosas, grandes y pequeñas, que nos obligamos a hacer antes de zarpar. 

Soltamos amarras, felices pero, al menos yo, con hormiguitas en el estómago


La primera noche de travesía podrá ser mágica, pero también es dura. El viento ligero de la salida se ha vuelto descarnado y levanta olas de espuma que rompen en la proa y que el Sargantana trata de negociar lo mejor que puede. Vamos a motor a 2.000 vueltas y mayor arriba, a casi seis nudos. Motor y mayor, como casi siempre. Mal augurio.

Ya pasado Cabo de Palos, cuando la oscuridad y la distancia difuminan la costa, Lucía duerme en el camarote mientras yo oigo podcasts y leo en la cabina, arrebujado en una manta que nos intercambiamos como testigo en el relevo, y siempre con un ojo en las pantallas del plotter y del radar. Nada que ver con las noches de verano en cubierta, pero ya llegarán, hay tiempo.

En el barco todo parece ir bien. El Sargantana volvió el año pasado bastante perjudicado. Problemas con las baterías (provisionales después del fiasco de las AGM), con la electrónica, con la nevera, con el radar, las luces, la veleta, el molinete. Un desastre. Pero el invierno de trabajo casi sin pausa en infinitas reparaciones parece que ha dado sus frutos. 

Mucho trabajo y muchas compras. Nueva batería de litio de fabricación casera. Nuevas placas solares sobre una estructura de tubos acoplada al bimini. Nuevas velas gris marengo, que le dan al Sargantana un aire como de ir de boda. Casi un barco nuevo. No se quejará.

Placas nuevas y pabellón recosido que habrá que cambiar pronto 


Primera noche sin novedad. Rutina. Cumplimos los horarios previstos, aunque quizá con demasiado motor. Dejamos atrás los Freus de Formentera casi al caer la tarde. El parte anuncia una ventana de ventolina hacia Mallorca. Decidimos no parar y continuamos otra noche en rumbo directo hacia Andratx. Allí nos encontraremos con Manel, y esperamos pasar un par de días. Salir a cenar, pasar por Mercanautic a negociar repuestos pendientes. Volver a la vida. Casi como en septiembre del año pasado. Desandando el tiempo.


Miércoles, 27 de abril

Como en septiembre pasado, iremos a  fondear a Cala Egos para hacer tiempo mientras nos permiten atracar en el puerto que Ports IB tiene en Andratx. Como en septiembre pasado, la cala está solitaria y tranquila y el agua verde esmeralda incita al baño, sin bien esta vez hace demasiado frío.

Cala Egos, Mallorca


Después de los ya familiares problemas para hablar con los funcionarios del puerto, conseguimos atracar en el pantalán de transeúntes. Las obras del año pasado no han terminado aún. Al menos son pocas horas al día y no hacen demasiado ruido. 

Pantalán de transeúntes, Port Andratx



 Estrenando pasarela 


Manel está pendiente de nuestra llegada. Tengo ganas de verle. Es un tío fenomenal, que se desvive por sus amigos y con el que siempre te sientes a gusto. Como en la fiesta del verano pasado. Como este invierno, cuando nos dejó su casa el fin de semana largo en el que vinimos con los amigos del Ambroz, Ana y Fernando, para competir en una regata como tripu del Teseo. La regata era una excusa, lógicamente. El objetivo era compartir unos días con este grupito  de amantes de la vela y los barcos Dufour. 

Manel nos presta su coche y nos ayuda con la logística, pues hemos de dejar nuestras velas viejas y nuestro dinghy en el outlet de Palma. También nos quedamos su semirrígida, ya que quiere cambiarla por otra mayor.

Pertrechos listos para ir al outlet 

Seguimos trabajando en Sargantana, cambiando la maniobra de rizos, limpiando la teca, estibando el dinghy. También nos reabastacemos de productos frescos en el fantástico y recién descubierto Agromart de Andratx. Pero no faltan momentos de relajo, de buena comida, de conversación y de camaradería con Manel y con Cristina.


Asiáticos en recuerdo de otro fin de semana juntos en Cartagena


Como en septiembre, es una delicia recalar en Andratx y sentirse tan en casa. Querido Manel, espero que te recuperes rápido, amigo. La mar te está esperando.

Viernes, 29 de abril


Etapa 1: Cartagena- Andratx non-stop



jueves, 20 de agosto de 2015

Días 26 y 27. Torrevieja - Cabo de Palos - Cartagena. Back home

Las dos últimas jornadas son como la etapa de los Campos Elíseos del Tour. Vistosas, tranquilas, nostálgicas e intrascendentes. Pasan pocas cosas, el paisaje es familiar y conocido, y hasta el viento y el mar se cansan de ponerlo difícil y dejan aquí de venir de frente. Por fin navegar algo en portantes.

Podríamos haber saltado directamente desde Torrevieja hasta Cartagena, pero,  como siempre, hacemos un alto en Cabo de Palos, nuestro puerto favorito. Es un puerto pequeño sin amarres de pago para transeúntes, pero con un muelle libre justo a la entrada, que no siempre tiene un hueco en temporada alta.

Éste es el caso hoy, pero la gasolinera está cerrada (parece que cierra los miércoles) y eso nos permite quedarnos a pasar la noche. La maniobra de atraque se complica por nuestra propia imprevisión, no llevamos todos los cabos y defensas preparados como deberíamos, pero sobre todo porque otro barco que también busca amarre se empeña en pasar entre nosotros y el muelle. Un par de personas se acercan a ayudarnos, uno de ellos el cofrade Corfú de La Taberna del Puerto.



Cabo de Palos es un lugar familiar y querido. Probablemente porque fue mi primer puerto de recalada, en mi primera salida en velero no hace tantos años, aunque a mí me parezcan toda una vida. Cabo a secas, no necesita apellido. Cabo se anuncia desde muchas millas antes, con su faro conspicuo, de una armonía y serenidad llamativas sobre la punta de peñascos negros y pequeñas calas donde, dicen, la vida marina es excepcional. 


Desde aquella primera vez hemos pasado muchos y buenos momentos en Cabo, incluidos las múltiples visitas de fin de semana este invierno en que consideramos comprar allí un pequeño apartamento. Llamo al llegar a Diego, que tiene casa alllí. Estoy segura de que estará, o bien en tierra o bien navegando, pero seguro allí, huyendo de Madrid. Con su amabilidad habitual, se deja invitar a una cerveza en la bañera y tiene unas palabras de elogio para Sargantana, a pesar de que el suyo sí es un buen barco, pilotado por manos expertas y curtido por los años.

De entre todos los restaurantes que se alinean frente al muelle, hemos acabado por preferir el Miramar. Quizá no tan famoso como La Tana, pero el único en el que no hemos tenido alguna decepción relevante.

Pablo, Irma y los chicos vienen a cenar con nosotros. Celebramos la llegada a Murcia con mojetes, calderos y cafés asiáticos. Y después de medianoche Satur y su Arca Náutica aparecen por la bocana y el patrón se apunta a otra velada en cubierta.


Y llega el último día de travesía. Rapidísimo, todo en portantes. Llegamos a la hora de comer a Cartagena y nos dirigimos al Club de Regatas, donde tenemos una reserva y donde pensamos dejar al Sargantana.



Pero las cosas no son como esperamos. Las plazas disponibles no nos convencen. Están muy expuestas, con oleaje continuo de los barcos que pasan, y parecen ruidosas. Estamos pegados a un trasatlántico y enfrente de una fila de bares y restaurantes, con clientes en las terrazas soportando estoicamente a un saxofonista callejero que perpetra sin piedad una sucesión de atentados terroristomusicales. Sorprendentemente, la policía se pasea por allí sin proceder a su inmediata detención y puesta a disposición judicial. Un poco más allá entran y salen, alegres y coloridos, los barcos de turistas con sus motores a toda y sus familias diciendo adiós a voz en grito. La base de submarinos de la Armada esta justo enfrente...

Visto lo visto, vamos a tener que considerar otras opciones. El Yacht Port está un poco más al este y no parece en la zona de influencia del Saxofonista Loco. Cierto, está más cerca del puerto mercante y sus grúas cantarinas, pero sin duda las preferimos a los atentados musicales.

Alberto, el contramaestre, nos recibe y nos ayuda a atracar. Todo son facilidades y decidimos quedarnos.

Fin de trayecto. Casi 1.500 millas de navegación, 180 horas de motor, 9 noches en puerto, 5 noches navegando, 14 noches fondeados. Mucho sol. Bastante viento. Alguna tormenta.
Lamentablemente, las vacaciones se terminan. No podremos repetir algo parecido hasta el año que viene.