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domingo, 13 de agosto de 2023

Mallorca. Fin de trayecto

Última etapa hacia Cartagena. Estamos en Mallorca, a mediados de agosto y tenemos prisa, quizá demasiada. El mar, más que plano, se nos hace cuesta abajo, como a los ciclistas que coronan el último puerto y enfilan la bajada hacia la meta a toda velocidad, jugándosela en cada curva, sin tiempo para charletas de pelotón.

El plan inicial era parar en Baleares unos días. Sestear en Menorca, Mallorca y Formentera. Coincidir con nuestros amigos que pasan el verano por la zona. Disfrutar de una navegación tranquila después de cinco meses con un rumbo. Pero esos eran planes de primavera, cuando las madrugadas son frescas, y todavía no ha llegado este verano tórrido del 2023. No habíamos contado con que al Sargantana y al Yacht Port de Cartagena también les aplica la ley de la gravitación universal. Y es que la fuerza de atracción entre ellos es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. 

Después de dos días en Mallorca, cruzamos a vela hacia Formentera. El viento cumple los pronósticos y nos permite ceñir con rapidez hasta los Freus.

Salimos del fondeo de Santa Ponsa a las 7 de la mañana del día 13

Atardece frente a Ibiza

Al caer la noche estamos ya en Formentera, rumbo suroeste y a toda velocidad, esquivando como podemos el maremagnum de embarcaciones que nos rodea. Es la primera vez que tenemos que hacer señales con luces a barcos que NO tienen la preferencia y que vienen a toda leche en rumbo de colisión. Qué maravilla es navegar en agosto...

Renunciamos a fondear en Cala Saona, que se nos aparece por babor como un gran bosque de luces de fondeo en plena noche. Es tentadora. Aunque seguramente podríamos encontrar un hueco, apostamos por seguir navegando para aprovechar el viento que nos empuja. No hay suerte, a las pocas horas el viento cae y rola al este. No queda más remedio que seguir a motor lo que queda de travesía.

La etapa se hace larga, más de doscientas millas. Recorremos la costa entre los cabos de La Nao y Palos, pero muy lejos de tierra. Poco tráfico de cargueros. Seguimos teniendo problemas eléctricos intermitentes. Un tanto incómodos pero a estas alturas de viaje preferimos obviarlos hasta llegar a Cartagena. Probablemente será algún mal contacto que, de vez en cuando, provoca una bajada de tensión en el circuito de Servicios que nos desconecta el plotter y el piloto automático.

El atardecer del segundo día, frente a Torrevieja

Llegamos a Cartagena a las cuatro de la mañana después de cuarenta y cinco horas de travesía. Iba a decir "sin novedad", pero no es el caso. El último incidente aparece cuando iniciamos la maniobra de atraque en el Yacht Port. Al tratar de dar atrás, el barco vibra y apenas se mueve. Lo que faltaba. Menos mal que el viento es nulo a esas horas y con un poco de paciencia conseguimos amarrar sólo con la marcha adelante. 

Buceo por la mañana y descubro que la hélice tiene enganchada una especie de red de color azul claro que al final consigo soltar. Lo sorprendente es que el barco pudiera ir con normalidad marcha adelante, con esa piltrafa enredada a saber desde cuándo.

La culpable...

Fin de trayecto. Hemos llegado a casa el 14 de agosto, dos semanas antes de lo previsto. Dos mil cuatrocientas millas náuticas, algo menos de la estimación inicial. Ha sido una gran travesía, casi cinco meses desde que salimos de Cartagena camino de Atenas, recién estrenada la primavera. Ahora toca volver a casa y habituarnos a las rutinas terrícolas, al aire acondicionado, a nuestro entorno.

Este año, a diferencia del pasado, tendremos el Sargantana cerca y viviremos un invierno de reparaciones y mejoras. Hay que instalar un congelador, más placas solares, mejorar la instalación eléctrica y la fontanería a bordo. Y empezaremos la cuenta atrás para volver a zarpar hacia Grecia el próximo abril. Tan lejos pero tan cerca.




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