Fray Luis de León es mi paisano favorito. Un tipo recto, enfrentado a los poderes fácticos y, cómo no, perseguido por ello. Profesor de universidad, agustino, con un par. Acabó ganándole el pulso a la Inquisición, a los dominicos y al oscurantismo de su época y volvió triunfante de la cárcel a su cátedra de la Universidad de Salamanca. Una excepción. En realidad, como ahora. Si lo piensas bien, no parece que hayamos avanzado mucho en estos cinco siglos.
Fray Luis es famoso por muchas cosas, pero sobre todo por una frase: “Dice vamos hesterna die” (decíamos ayer). Primeras palabras a sus alumnos después de cuatro años en la trena. Una frase que hoy en día sería trending topic y que viene a cuento porque hoy volvemos a pisar la cubierta del Sargantana en Livaditis (Limni), tras un verano en Cartagena que se ha hecho corto y al final de un viaje interminable y agotador, acarreando equipaje de autobús en autobús.
Decíamos ayer es el título de esta entrada porque el último episodio de este blog “parece que fue ayer”. Encontramos un Livaditis casi idéntico al que dejamos hace dos meses, con pocos barcos y un sol abrasador que nos recuerda que el verano del 2024 todavía no ha terminado. Nuestro mecánico local (Lefteris) ha reemplazado los tubos que permiten que el circuito de refrigeración del motor caliente el agua del depósito. Tenemos por delante el trabajo habitual de preparación del barco, que debería ser más corto que otras veces porque en junio no desmontamos mucha de la parafernalia que sí hay que estibar para pasar el invierno.
Decíamos ayer porque hoy, esta temporada, tiene algo especial. Hemos dedicado buena parte del verano a aprender griego. Después de tantos años de dar tumbos por este país ya va siendo hora de hacer un esfuerzo para tratar de comunicarnos mejor con los locales, poder leer los carteles y entender las conversaciones que oímos por la calle. Cierto, los griegos hablan mayoritariamente inglés, al menos lo suficiente para entendernos y hacerse entender pero para nosotros, a estas alturas, eso ya no es suficiente.
Hemos dedicado muchas horas a estudiar online en Duolingo y con videos de Internet. Una experiencia complicada pero apasionante. Nada que ver con la de aprender inglés o lenguas romances como el francés o el italiano. Con el griego hay que empezar por el principio, aprender a leer (y escribir) un nuevo alfabeto, un vocabulario nuevo e interminable, verbos casi siempre irregulares y declinaciones imposibles. Nada más llegar nos damos cuenta de que ha merecido la pena, que hay que seguir.
Decíamos ayer. Ειπαμε χθες.



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