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viernes, 8 de julio de 2022

2022 25ª etapa: Patmos - Samos. Match Point (2005)



Nunca he sabido a ciencia cierta en qué día nací. Un día de julio de hace muchos años, mi padre (primerizo) fue a inscribirme en el Registro Civil de Salamanca y tuvo que enfrentarse al formulario en el que especificar el día y la hora de mi nacimiento. Y eso supongo que fue un problema, porque ya desde el primer día me dio por complicarle la vida a la gente: no tuve mejor ocurrencia que nacer exactamente a las doce de la noche, entre los días 11 y 12 de julio. Ni antes ni después. Con las campanadas, como Cenicienta.

Mi padre, que era juez y, por tanto, un tipo responsable, debió pensar que "cuanto antes mejor" y me registró el día 11 de julio a las 23:59. Pero la verdad es que yo nunca lo he tenido del todo claro. En realidad, creo que todo fue un poco cosa del azar, como esa pelota de tenis que golpea la red y cae aleatoriamente a un lado o a otro del campo y que Woody Allen incluye en la primera escena de su película Match Point (por cierto, muy recomendable).

El caso es que hoy, en Samos, más de 60 años después, he celebrado por primera vez mi cumpleaños el día 12 de julio en vez del 11. Y me han cantado a coro el “cumpleaños feliz”. Por sorpresa. Y, por primera vez, en un restaurante. Los detalles son también cosa del azar. Cosas de un Match Point.

Viernes, 8 de julio 

Dejamos el puerto de Skala por la tarde y nos vamos a fondear a una de las calas cercanas. Eso nos permite, al día siguiente, agilizar la maniobra de salida.
 
El sábado llegamos a Samos después de una travesial algo inusual. Un día de pronóstico favorable, con viento suave del noroeste a primera hora de la mañana y que no debería arreciar hasta después del mediodía. Un día perfecto para velear las 30 millas que nos separan de Pitagorión (o Pythagoreio), en el sur de Samos. Si salimos pronto, claro. Zarpamos al amanecer, con viento totalmente en calma.

Pero los pronósticos aquí en Grecia son "de aquella manera". En poco más de una hora están avisando por la radio de que se ha formado una tormenta al sur de Samos. Y al rato (cómo no) nos pilla. Nubes y viento de treintaymuchos nudos, que toca gestionar con dos rizos y que ayudan a bajar el desayuno. Hora y media de festejo. Después, calma y a motor otra vez. Cosas del Egeo.

Llegada sin viento a Pythagoreio (léase “Pithagorio” con el sonido “th” similar al inglés)


Atracamos en Pythagoreio justo antes mediodía. El puerto está casi a tope. Es semana de fiesta en Turquía y además anuncian temporal (uno más) para los próximos días. Y, claro, el muelle municipal es una fila continua de barcos de bandera roja, media luna y estrella. Afortunadamente a esa hora es cuando se producen los pocos movimientos diarios y cazamos al vuelo un hueco excelente, justo enfrente del restaurante Knife & Fork, uno más de la hilera interminable de bares y restaurantes del muelle.

Barcos atracados de popa frente a los restaurantes del paseo peatonal


Samos es una de las islas más famosas de Grecia. Técnicamente no es parte del Dodecaneso, sino de las Espóradas Orientales, y está casi pegada a la costa turca. Tanto que, dicen, desde la isla se oyen los gallos de Turquía al amanecer (y viceversa, digo yo). Una isla de pendientes suaves y verdes, con abundancia de agua (hay hasta humedales) y con playas amplias y bonitas. Uno de esos destinos favoritos de los touroperadores. También uno de los lugares de llegada de pateras de refugiados sirios desde Turquía, pero esa es otra historia.

Desde el punto de vista histórico, Samos tiene quizá algo menos atractivo que otras islas del Egeo, como Rodos. En Samos no hay tantas grandes fortificaciones, ni tantas ciudades medievales o monasterios, ni fueron nunca una gran potencia militar. Sí hay ruinas y yacimientos arqueológicos por todas partes, un museo, y una escultura interesante que conmemora a Pitágoras, el samoense más famoso. Más que una isla de guerreros, Samos da la sensación de ser una isla de gente tranquila que no se mete con nadie y se dedica más bien a hacer teoremas.

Monumento a Pitágoras, en el extremo del muelle de pescadores. En la isla conservan como atracción turística la cueva en la que vivía y daba clase

Restos de una iglesia paleocristiana, al lado de la Iglesia y del cementerio 

Restos arqueológicos al lado del cementerio. Todo Pythagoreio está salpicado de restos de murallas y ruinas, la mayoría sin ninguna protección 

Torre del castillo de Lycourgos Logotheres, en la parte oeste de la ciudad, mirando al mar, cerca de la actual iglesia y del cementerio

Restos arqueológicos al lado del museo 
 

Pero, sobre todo, en Samos se puede visitar el fascinante túnel de Eupalinos, un acueducto de más de un kilómetro de largo construido a mano, bajo una montaña, en el siglo VI AC, y que tiene la particularidad de haber sido el primero en ser excavado por dos equipos simultáneamente desde los dos extremos. Y se encontraron a mitad de camino, algo que parece de ciencia ficción teniendo en cuenta la tecnología de la época. Y no por casualidad: Eupalinos desarrolló un algoritmo innovador para asegurar que eso ocurriese y diseñó planes detallados para abordar todas las contingencias que pudiesen ocurrir en la construcción, que duró diez años. Un genio de la ingeniería y de la gestión de proyectos.

Entrada sur al acueducto, en la colina sobre la ciudad, entre dehesas de encinas
  
El primer tramo de acceso en bajada al túnel no es apto para claustrofóbicos. En realidad el túnel está al servicio de un acueducto diseñado para alimentar de agua la antigua capital de la isla mediante un sistema invisible a los enemigos que buscaran sitiarla
  

La visita al tunel de Eupalinos es uno de los grandes hitos del viaje, una experiencia difícil de olvidar. Una caminata de más de un kilómetro por una galería muy estrecha, con casco (imprescindible, porque estás continuamente golpeándote la cabeza con el techo de roca), en fila de a uno y siguiendo a una guía con linterna. El recorrido nos lleva a la sala donde hace 25 siglos los esclavos que cavaban desde el norte se encontraron con los que cavaban desde el sur, con una precisión milimétrica. Difícil no impresionarse.

 Vista del túnel en uno de sus tramos. Voy la última de la fila y puedo sacar fotos, aunque sin flash. Tienen cubierto con esa rejilla metálica el acueducto escavado a más profundidad que el túnel y que es por donde, en una tubería de arcilla, discurría el agua desde el manantial en el norte hasta el otro lado de la montaña, ya dentro de las murallas de la ciudad 

El grupo camina la mayor parte del tiempo sobre la rejilla, con el acueducto abierto a los pies, que da cierta sensación de vértigo. Se nota mucho la corriente de aire, pero no hace frío. Sí humedad. En algunas zonas del techo el agua ha dejado depósitos de cal que forman pequeñas estalactitas. El acueducto se usó durante más de mil años hasta que los depósitos de cal lo acabaron cegando

Foto de rigor en la sala de encuentro de los dos equipos de excavación, a la luz de la linterna de la guía. Eupalinos había previsto ampliar en altura los dos ramales del túnel en el último tramo, para garantizar que se encontraran. Realmente no le habría hecho falta: los dos equipos llegaron con precisión al punto previsto.


Pasamos seis días en Samos. El puerto es de pago, pero no muy caro, y bastante cómodo. El meltemi se ha puesto duro nuevamente esta semana y toca refugiarse, como otras veces. Vemos aquí los sanfermines, puntualmente cada mañana en RTVE. Y pasamos aquí mi cumpleaños.

Paseamos mucho por Pythagoreio y su puerto. Nos da pereza alquilar un coche para ver la isla, que es muy grande y montañosa.. La mayoría de sus atractivos son playas y pueblitos de montaña, que, la verdad, no nos apetecen

Nos hacemos fotos en la calle azul, cómo no. Veo en Google que han publicado más de ¡1400 fotos! de una calle escondida al final del pueblo, cerca de los restos del castillo, de casas viejas y desvencijadas, cuyo único valor es la ocurrencia se sus habitantes de haberla pintado de blanco y azul 

Muchas casas en la calle azul están en condiciones cuestionables, como esta del banco pintado, marcada con una cruz amarilla que significa que no es habitable

El día de mi cumpleaños no es el mejor. Aprovechamos para hacer algo de turismo y nos acercamos en autobús a Vathi, la capital de la isla, para comprobar que no es un sitio que merezca mucho la pena. Damos una vuelta por el puerto comercial y por sus calles sin mucho encanto, casi desiertas bajo el sol y el viento inclemente del mediodía. 

La ciudad de Vathi, a quien todo el mundo aquí llama simplemente Samos, es la capital. Es más bonita de lejos, desde la carreterita de bajada, que vista de cerca.


Nos aburrimos. En menos de una hora renunciamos a seguir caminando y nos refugiamos bajo los toldos de una terraza a esperar el autobús de vuelta. Y en en ese momento Lucía echa en falta su cartera, que probablemente ha perdido en el autobús o durante el paseo. Un mal día, este 11 de julio.

Y la noche no va mucho mejor. Reservamos en el Knife & Fork, justo enfrente del barco. Resulta que, según las guías, es el mejor restaurante de la isla. Puro azar. A las nueve nos llevan a nuestra mesa y nos encontramos rodeados por grupos de turistas que nos invaden con carritos de niño y sillas adicionales demasiado pegadas a nuestra mesa. De golpe nos vemos en medio de un guirigay bastante incómodo, de gente que habla demasiado alto y camareros desbordados que luchan para pasar entre las mesas. Esperamos mucho tiempo y nadie nos hace caso. No es extraño, en el resto de mesas cercanas también parecen aburridos, esperando platos que no llegan. 

Claramente, tampoco es nuestra noche. No es así como esperaba celebrar mi cumpleaños. Se nos quitan las ganas de cenar fuera. Decidimos abandonar. Hay mucha gente esperando mesa, así que no creemos que les importe demasiado. Le decimos al camarero que lo sentimos, que no estamos cómodos. El pobre chaval nos mira con ojos como platos y expresión triste, trata de murmurar una disculpa.

Acabamos la noche con una cena tranquila, aunque un poco triste, en el Sargantana, con una botella del excelente vino blanco de Samos y eso nos reconcilia con un día que no ha sido el mejor. Después de todo, mi cumpleaños no es tal hasta las 12 de la noche. Hay tiempo.

Luna casi llena para acompañar el cumpleaños de Luis


Por la mañana, inesperadamente, se acerca a nuestra popa Manolis, el dueño del Knife & Fork. Estamos justo enfrente, claramente saben quiénes somos. Quiere hablar con nosotros. Está enfadado. Lucía se ha apresurado a poner una crítica dura e incendiaria en TripAdvisor a primera hora de la mañana. Manolis la ha visto. Se avecina temporal y esta vez no es el meltemi. 

La conversación es educada pero tensa, muy tensa. Como una final de Wimbledon. Manolis se queja de que no somos justos, de que lo que pasó ayer fue una excepción. Que todo su equipo trabaja muy duro para ofrecer una atención al cliente acorde con su reputación de mejor restaurante de la ciudad. Que probablemente ha sido error suyo, por darnos una reserva a la hora punta, pero que no entiende que le valoremos tan negativamente sin siquiera darle opción a disculparse.

- "FIFTEEN - LOVE" (15-0). Manolis sirve con precisión impecable. Golpe ganador en la red.

En la segunda bola, Lucía al resto, respuesta contundente: no es de recibo que se comprometan a atender más gente de la que pueden. Nos han arruinado la cena de cumpleaños. Lo sentimos mucho por la valoración, pero refleja nuestra experiencia... 

- "FIFTEEN ALL" (15-15). El resto de revés cruzado impacta claramente en la línea. No hace falta el ojo de halcón.

El partido continúa un buen rato. A raquetazos. Servicios duros, casi en la T. Drives liftados. Subidas a la red. Dejadas milimétricas. Passing shots endemoniados... Manolis nos pide que le demos a su equipo una oportunidad. Nos invita a cenar esta noche en desagravio, pues para él la relación con los clientes es lo primero. Lucía no está por la labor de hacer las paces...

- "THIRTY - FORTY" (30-40). La bola se va al pasillo de dobles. Ventaja al resto. Break point.

A estas alturas ya está claro que yo hago de juez de silla. He estado muchas veces en la situación de Manolis, defendiendo a su equipo ante un cliente implacable que no perdona errores. Y no me cabe la menor duda de que es un gran tipo. Un luchador. Un buen jefe que lucha con pasión por hacer las cosas bien. Que valora a sus clientes y sabe que lo más importante es construir relaciones. Un ganador. 

Como árbitro improvisado creo que el partido con Manolis merece ir al tie-break. La pelota no puede quedarse en campo propio. Quiero volver al Knife & Fork. Propongo aceptar su invitación a cenar esta noche, pero pagamos nosotros. Que nos invite a una botella de vino si quiere. Manolis protesta y se cierra en banda. Quiere invitarnos a cenar. Para él es una cuestión de honor. 

- "DEUCE" (40-40). Salvado el punto de break. 

Manolis sonríe. Y nosotros. A las siete y media, que es una hora más tranquila, volveremos al Knife & Fork. En la mejor mesa, podemos elegir. Seremos sus invitados

Esa tarde jugamos el segundo partido. Manolis y su equipo se desviven con nosotros. Su cocina hace honor a su reputación, es absolutamente fantástica. Se distingue de todos los restaurantes habituales en la zona, que ofrecen una calidad más que aceptable pero recurren sin excepción a lugares comunes: la cocina tradicional griega y los pescados al grill. El Knife & Fork se centra en recetas creativas y sofisticadas de pastas y carnes, y en una carta de vinos a la altura de cualquier gran restaurante. Discutimos quién paga, pero sin mucha convicción. Gana Manolis. Lógico, al fin y al cabo juega en casa... 

El punto final, el Match Point, es cuando Manolis y todo su equipo nos traen por sorpresa una tarta de cumpleaños. Y cantan a coro un "happy birthday to you" muy sentido, con todas las mesas aplaudiendo. La verdad es que me emociono un poco, no sé dónde meterme.

Tarta de cumpleaños a los postres 

Para ser mi primera cena de cumpleaños en un 12 de julio es absolutamente memorable. Punto, set y partido para Manolis y el equipo del Knife & Fork. Exigimos revancha: al día siguiente regresarenos, pero como clientes. Y, por supuesto, volvemos a disfrutar de una experiencia extraordinaria en un restaurante en el que ya somos como de la familia.

Nos despedimos de Manolis hasta el año que viene 

Hemos hecho una reserva en el Knife & Fork para abril de 2023. Después del cierre invernal, arrancan la temporada en la Pascua Griega. Esos días esperamos estar de regreso en Grecia para un nuevo recorrido por sus islas. Queremos ir a las Cícladas, a las Espóradas, al Sarónico. Pero antes volveremos sin duda a Pythagoreio, en Samos, la isla del vino blanco, de la estatua de triángulos de Pitágoras, de un túnel imposible construido hace 25 siglos, del restaurante de un tipo al que a estas alturas consideramos un colega.

Y brindaremos por mi padre, que seguro está en ese sitio donde te devuelven la memoria después del Alzheimer y que, si ha visto todo esto, seguro está preguntándose si no hubiese sido mejor registrarme el día 12.


Viernes, 15 de julio




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