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viernes, 15 de julio de 2022

2022 26ª etapa: Samos - Arki. Robinson Crusoe (1954)


Viernes, 15 de julio

Después de varias etapas en puerto, en islas con infraestructuras turísticas grandes, queremos buscar otra perspectiva del Egeo. Nos vamos hacia Agathonisi y Arkoi.

Ambas están situadas al sur de Samos y en este momento eso tiene una indudable ventaja: ya no habrá que ceñir ganando barlovento (como se dice en terminología náutica). Se acabó tener que saltar olas, una detrás de otra.  En los próximos días iremos administrando nuestro bien ganado barlovento, en recorridos cortos entre islas próximas y siempre hacia el sur, con la vista ya en la última etapa que nos llevará al varadero en Leros en el que aparcaremos definitivamente al Sargantana. Se acaba la temporada 2022.

Salimos de Samos hacia Agathonisi a primera hora de la mañana, madrugando pero sin excesos. Zarpamos justo a continuación de nuestros nuevos vecinos de pantalán: la tripulación del Eden Mar (Edith y Denis), que también dejan Samos, aunque ellos han elegido ir directamente hacia la isla de Arkoi. El puerto de Samos se ha vaciado como por arte de magia. El parte anuncia un par de días moderadamente tranquilos después del pequeño temporal de esta semana y todo el mundo se afana en llegar a otro sitio en este juego del escondite inglés (o de las sillas musicales, que la analogía también vale). Además, es día de cambio de semana para los veleros de charter (la mayoría turcos) y todos están volviendo a sus bases para cambiar de tripulación.

Salida de Pythagorion 


La travesía hacia Agathonisi es corta, no llega a tres horas. Sólo con la vela de proa y sin mucha ola: un paseo. En estas últimas etapas nuestro plan de navegación es muy tranquilo, las travesías son saltos breves entre islas próximas. Pero, al llegar al puerto, la tregua del meltemi termina inesperadamente (una vez más) y la fiesta vuelve a empezar. Entramos con un viento fuerza 6 que hace difícil tomar decisiones. Además, el puerto parece completo: hay un par de veleros fondeados junto a la playa y las poquitas plazas en el muelle están llenas. Quizá nos hemos confiado demasiado y hemos salido algo tarde. Gajes del oficio: en estas islas pequeñas, con fondeaderos escasos y puertos pequeñitos, es difícil encontrar sitio libre a partir de media mañana. 

Agathonisi a la vista


En realidad no nos importa demasiado. Llevamos muchos días atracados en Samos y casi preferimos la tranquilidad de una cala protegida donde fondear. Encontramos un buen lugar sin muchos problemas a unas pocas millas. Ormos West tiene arena, está razonablemente a cubierto del viento y, de momento, sólo hay un barco. Nos convence para pasar una noche tranquila y mañana ya veremos.

De hecho, al día siguiente no intentamos volver al puerto de Agathonisi. Según va evolucionando el parte, parece que vamos a tener un único día bueno de navegación antes de que el mapa de viento se tiña de nuevo de naranjas y rojos. Lo invertiremos en tratar de llegar a la isla de Arkoi (léase Arki) a primera hora y echar la bonoloto diaria para conseguir un amarre en su mínimo puerto, en el que caben sólo siete u ocho barcos y que parece el más resguardado de los alrededores

Esta vez lo conseguimos, aunque por los pelos. Al llegar a Arkoi queda sólo un sitio libre. Bingo. No es el mejor, obviamente. Un hueco estrecho en el extremo oeste del muelle, muy justito para nuestra manga y que, para complicar las cosas, tiene unos escollos delante que dificultan la maniobra. El atraque nos sale perfecto, sobre todo porque todos los tripulantes de los barcos vecinos se movilizan para ayudar. Entramos con calzador, con las defensas tratando de saltar por encima de la regala. Una vez colocados, lo que te pide el cuerpo es no salir a navegar en unos cuantos días.

Puerto de Arkoi


Nada más llegar nos damos cuenta de que esta isla es totalmente distinta de las que hemos visto en esta travesía por Grecia. En Arkoi, como en la isla de Robinson Crusoe, se detiene el tiempo.

Es el sitio más tranquilo y la isla más pequeña en que hemos recalado este año. Tan pequeña que se recorre a pie sin ningún problema en un día. Aquí sólo viven unas cuarenta personas, un puñado de familias que se dedican a pastorear cabras, a pescar y, en verano, a vivir de los ingresos de un turismo mínimo: unos pocos yates como nosotros y unas decenas de veraneantes de a pie que vienen a comer en ocasionales barcos turísticos o que se alojan en pequeñas casitas desparramadas en la zona junto al puerto.

A Arkoi llega un ferry tres o cuatro veces por semana para traer suministros. No hay casi coches (tampoco hay carreteras), pero sí algunos carritos de golf. No hay agua, tienen una planta de placas solares y aparentemente desalan la que necesitan para vivir. Arkoi es otro mundo, un paraíso perdido. Aun con el impacto que claramente provocamos los forasteros en verano, Arkoi es la paz hecha isla.

Nos dedicamos durante varios días a recorrerla por caminos desiertos y algunas veces campo a través, trepando entres rocas, arbustos y algunos pinos. Buscamos sus playas más famosas (Tiganakia, Limnari) y nos dejamos ganar por su tranquilidad, la de una especie de comuna desconectada del mundo, un Walden Dos del siglo XXI en el que los que viven aquí se enorgullecen de no tener ni siquiera policía (desde hace muchos años) y de resolver todos los problemas de forma comunitaria.

Playa de Limnari

 
Nos gana Arki. Su puerto minúsculo, sin luz y sin agua, pero con unas pocas tavernas que ponen música de Pink Floyd Sade al atardecer (también en eso el tiempo se ha detenido), con sombrillas de paja, mesas y sillas de colores. Elegimos la de un tal Trypas (literalmente "el agujeros"), un individuo sonriente y un poco estrafalario, vestido invariablemente con pantalones y camisas multicolores de algodón y sombrero de ala corta. Una especie de hippie local que siempre sonríe, que te abraza nada más verte como si fueses su amigo de toda la vida y que se convierte en pocos minutos en tu guía particular de la isla y tu conseguidor de suministros. Cenamos en casa Trypas varias noches y comprobamos que se come muy bien. Su mujer es una excelente cocinera y eso nos da la opción de probar platos griegos no tan habituales, que esperamos intentar imitar en Cartagena este invierno.

Taverna de Trypas


Remoloneamos en Arkoi varios días. Quizá demasiados. A pesar de la maravilla de poder dejar pasar el tiempo, día tras día, en un sitio perfecto como éste. A pesar de disfrutar casi cada noche de la cocina de la familia de Trypas. Dolce far niente. Pero ya empieza a faltarnos agua en los depósitos y necesitamos pasar por un supermercado en condiciones. Es hora de dejar nuestro sitio en el puerto para que otros lo disfruten.

Y es hora de empezar la última etapa, la de preparar el barco para su invernada. Primero unos días en Patmos. Después, trabajo a bordo anclados en Leros. Poner el barco a punto lleva tiempo. 

Arkoi tiene tres tabernas, tres barcas de pesca, 450 cabras… y 40 personas que viven de todas ellas.

Arkoi pertenece a Patmos, pero no tiene conexión diaria con la isla. Arkoi no tiene ruinas, no tiene supermercado, no tiene banco, no tiene policía, no tiene río, no tiene coches, no tiene tiendas de souvenirs, 

Pero Arkoi tiene todo lo que necesitas para hacer un alto en tu camino y ser feliz por unos días: un muelle gratuito en el que sólo caben nueve barcos; un paisaje agreste, de suaves colinas pedregosas con muy poca vegetación; una dimensión que permite caminarla de punta a punta; una costa rocosa con entrantes y salientes inverosímiles; pequeñas playas solitarias; aguas cristalinas, verdes y azules, hipnóticas. En Arkoi el tiempo se para y tú con él. Lo único que en Arkoi no para es el viento, que azota sin pausa la isla la semana que pasamos en ella.

Playa de Taganakia


Nos hemos encajado literalmente entre un velero y el catamarán Roulette, en el que creemos el último hueco disponible. Sin embargo, unos días después descubriremos la capacidad de los patrones para encontrar un puñado de opciones adicionales, a cual más creativa. Y es que el puerto está lleno a diario. Si un barco se aventura a salir, no tarda en remplazarlo uno de los que esperan con cabo a tierra a unos metros. O uno de los que han usurpado la esquina del muelle en el que, de vez en cuando, atracan hasta dos barcos turísticos para descargar por tres horas un pasaje que se apresura a comer en alguna de las tabernas.

Con cabo a tierra sobre nuestras cadenas cuando no hay sitio en el puerto


Son los mismos barcos turísticos que vemos fondear indolentes frente a la playita de Taganakia, con el patrón atento al ancla, que en ese fondo no agarra, y los visjeros en el agua. "Durante su estancia en Patmos, coja un barco turístico y no se pierda la oportunidad de bañarse en las aguas cristalinas en la confluencia de Mikro Aspronisi y Makri Aspronisi. La experiencia le cortará la respiración". Así dicen las guías griegas. Y lo cierto es que los dos islotes frente a la playa forman una laguna salada de increíbles colores, donde el baño es una gozada, y ofrecen unas vistas fabulosas que no te cansas de admirar, aunque el lugar está un poco concurrido de más. 

Barco turístico frente a la playa de Taganakia


Nuestra "taverna" de recalada es la del Trypas. Leemos en las guías que es la mejor valorada y y no nos molestamos en probar otra. Y eso que su vecino Nicolás ha tenido la genialidad de haber llenado su rinconcito del muelle de deliciosas miniaturas de barcos hechos por él, fondeados con sus anclas diminutas y meciéndose con las pequeñas olas que levanta nuestro amigo el meltemi.

Puerto de Arkoi con las miniaturas de barcos

Detalle de los barcos en miniatura, tallados por el dueño de la taberna Nicolás


No es la más famosa ni la mejor valorada, pero a mí me fascina el baño en la diminuta playita de Limnari. De difícil acceso, virgen salvo por los dos tamarindos que alguien plantó hace años, como en todas las playas de esta zona del Dodecaneso, con agua clara como de piscina, pero fría como de deshielo. 

Playa de Limnari


Hay que armarse de ganas y calzado cómodo para llegar campo a través, dejando la pista que sube justo donde se sienta el pastor que te señala "por allí" antes incluso de darte los buenos días (kaliméra). El pastor que cuida de las decenas de cabras que se desparraman por todas partes y a las que no hay que ir esquivando, porque te esquivan ellas. Y que vende el magnífico queso que le compraran hace un par de semanas Rosi y Sergi, del Narganá Dos, y al que nos invitaran en nuestro último encuentro en Patmos.

Y hacia Patmos regresamos, en una mañana que se pronostica sin viento, la misma elegida por nuestros vecinos australianos del Roulette, Mandy y Graem, para "subir" a Samos.


Viernes, 22 de julio

Samos - Agathonisi - Arkoi



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