Translate

lunes, 4 de julio de 2022

2022 24ª etapa: Kalymnos - Patmos. Apocalypse Now (1979)





Martes, 5 de julio

Madrugamos mucho para salir de Emborio, camino de Leros y de Patmos. A quien madruga, el meltemi le ayuda. 

Zarpamos sin un plan claro. Recorreremos Leros, pero sólo como una meta volante, camino de Patmos. Volveremos aquí en unas semanas para dejar el barco en tierra durante el invierno, y seguro que, entonces, tenemos tiempo. 

En cualquier caso Leros es muy parecida a Kalymnos. De hecho casi son la misma isla, están separadas por un estrecho muy angosto. Igual de rocosa y agreste, aunque quizá en Leros las paredes de roca no parecen tan propicias para los escaladores. Y, al igual que Kalymnos, no ofrece muchas alternativas de fondeo. Las tres o cuatro grandes bahías protegidas están cubiertas de posidonia y sembradas de boyas, algunas de pago y otras ofrecidas por tavernas que buscan clientes, como en Emborio. 

Llevamos ya muchos días seguidos en boya y rodeados de gente, y echamos de menos un sitio tranquilo. Por eso decidimos fondear en Agia Marina, al este de la isla. Tiene boyas de pago aunque, según las guías, también es posible echar el ancla en algunas (pocas) manchas de arena en la pradera de posidonia. Vemos que hay un barco y nos dirigimos hacia esa zona. Las balizas de protección de la playa nos obligan a fondear a más de trece metros de profundidad. Cuesta un poco, pero parece que por fin lo logramos. So far so good.

No estamos convencidos del todo. Hay que bajar a por provisiones y, por si acaso, Lucía se queda en el barco. Ya en el súper, Lucía me avisa por Whatsapp: el barco se mueve, nuestra ancla está garreando. Muy despacio, unos pocos metros por hora, pero no acaba de clavarse. En cuanto vuelva al barco hay que rehacer el fondeo.

Lo intentamos de nuevo, pero la maniobra no funciona. Ya hay más barcos fondeados y no tenemos tanto sitio libre como para probar alternativas. Tratamos varias veces, sin éxito. Cada nuevo intento es peor que el anterior. Son las cuatro de la tarde y hemos de tomar una decisión, porque el meltemi ya está soplando duro después del descanso de esta mañana. Hay que largarse, a pesar de los 25 nudos de cara, con corriente en contra y arrastrando la neumática.

Afortunadamente, en menos de un par de horas encontramos la cala de Blefoutis, cerca del aeropuerto y de nuestro futuro varadero, un sitio que ni habíamos considerado, pero que resulta ser un fondeadero excelente, con muy pocos barcos, totalmente protegido del viento y de la ola.

Llegar a un fondeo tranquilo, por la tarde, y después de un rato de lucha contra el viento es una maravilla que sólo puede entender el que lo ha hecho. Hay una playa, con su taverna correspondiente, si bien lo único que nos apetece es darnos un baño y organizar una cena con vino en cubierta. Esos pequeños placeres de la vida que siempre recuerdas.

Bahía de Blefoutis. Está abierta al norte, pero un gran islote protege la entrada y la bahía entera del meltemi. Unas pocas lanchas de pescadores y media docena de veleros

Miércoles, 6 de julio

Pero la etapa sigue. Al amanecer continuamos hacia Patmos. El viento nos deja ceñir con un rumbo aceptable, aunque con dos rizos y trinqueta. La ventaja es que, en esta zona, la ola siempre es razonable, aun con vientos frescos. Hay tantas islas e islotes que nunca se forma demasiado fetch. Antes de las doce estamos entrando en Skala, el puerto de Samos.

Como es habitual, nos tocará atracar a mediodía, con el meltemi otra vez a tope. Sabemos que tenemos sitio en el puerto: nuestros amigos Sergi y Rosi (del Narganá Dos) llegaron ayer y nos han ido dando referencias. De hecho, nos esperan en el muelle para ayudarnos con las amarras. Maniobra complicada por el viento cruzado, pero, a estas alturas, tenemos ya algo de práctica. Hay que procurar entrar a tu lugar de amarre deprisa y marcha atrás, soltando cadena. Asegurar que no te estampas con el barco de sotavento (en este caso, un catamarán de los grandes) y tratar de que, en todo caso, sus defensas te sostengan mientras vas acercándote al muelle colgado del ancla, más despacio, para acabar la maniobra. Todo esto es la teoría, claro. En la práctica, atracar a la griega con viento cruzado es una actividad bastante estresante, que lleva tiempo y que ofrece muchos momentos de entretenimiento y diversión a las multitudes de paseantes y curiosos de los puertos municipales. Afortunadamente, en nuestro caso salimos del trance sin estragos (tanto desde el punto de vista hardware, es decir, en el casco del barco, como software, es decir, en nuestro orgullo de navegantes pretendidamente expertos).

Volvemos a encontrarnos con Sergi y Rosi por primera vez desde nuestras aventuras pasadas en Zakinthos, hace una eternidad (mes y medio). Una alegría enorme volver a ver a nuestros amigos de correrías y compartir unos días con ellos.



Patmos es una isla interesante. Una de las favoritas de la jet set y del turismo chic. Lugar de escala de cruceros, con un puerto amplio y protegido en el que se pueden ver barcos deportivos y pesqueros, pero también barcos militares, guardacostas y grandes ferries. Un enclave que merece más de una visita, con playas muy bonitas y un ambiente "ibicenco".

Patmos es famoso también por su historia, con las consabidas idas y venidas de bizantinos, venecianos y, más recientemente, italianos y alemanes, como en las otra islas del Egeo. Pero Patmos es, sobre todo, la isla adonde fue desterrado San Juan Evangelista y donde tuvo las visiones que relató en el Libro del Apocalipsis. De hecho, se puede visitar la cueva donde se tumbaba sobre una roca y dictaba a su acólito. También es famosa Patmos por su impresionante monasterio de San Juan Evangelista, en el municipio de Chora, en la cima de la colina.

Chora con el monasterio en lo alto


Pasamos varios días en la isla. Muy cómodos, en un puerto barato, agradable y bien comunicado. Con la posibilidad de salir a cenar con nuestros amigos y de vivir sin prisa, de dejar pasar el tiempo. De vivir la vida hasta el siguiente salto.

La travesía hasta Patmos es dura, pero no tanto como otras que vendrán. La última parte, sobre todo, nos cuesta. Tenemos que quitar velas e ir a palo seco, lo que hace que el barco pierda sostén y avance mucho más lento. Llegamos mojados de los rociones y cansados, pero llegamos. Cuando nos vemos amarrados, podemos darnos una ducha y descansar. Por poco tiempo, porque el barco pide a gritos agua dulce para librarse de la sal y nuestra ropa, acumulada de varios días, también pide a gritos una lavadora industrial como la que encontramos en el puerto, bien cerquita de nuestro atraque.

Cenamos con Rosi y Sergi, y también con Enric, del Xingu, que lleva unos días allí varado. El pueblecito de Skala resulta ser una monada, con sus calles peatonales de casitas blancas y azules. Se nota más estilo que en otros sitios turísticos que hemos conocido en este viaje: joyerías por doquier, boutiques de ropa cara, restaurantes de nivel y chillouts. 

En lo alto de la colina que domina el puerto y la isla se encuentra Chora (léase "Hora", con la hace aspirada). Chora es una pequeña ciudad medieval de casas blancas construidas alrededor de un monasterio del siglo XI. Es el asentamiento que veíamos desde el barco, al acercarnos a la costa. Desde el agua me daba la impresión de ser un castillo con un pueblito a los pies de sus murallas. No andaba muy desencaminada: es un monasterio fortificado. 

Molinos de viento a las afueras de Chora


Decidimos visitar Chora. La frecuencia de autobuses no nos encaja bien, así que cogemos un taxi que cuesta poco más que los dos billetes del bus. Nos deja a la entrada del pueblo. Callejeamos, en ese estilo nuestro de dejarnos ir sin mirar el plano: basta con seguir subiendo.

Calle de Chora


Curiosamente, las calles empedradas están llenas de talleres de artesanía y galerías de pintura y escultura. Recuerdan vagamente a las que en Altea suben hasta la iglesia, también plagadas de tiendas de artesanos, con la diferencia de que aquí llegan a un monasterio ortodoxo. Es el monasterio de San Juan Evangelista, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1999, junto con Chora y la Cueva del Apocalipsis. 

Paseando por las calles de Chora

Detalle de una casa de Chora


Llegamos arriba. A diferencia del último monasterio "no gratuito" que visitamos en Nísyros, pequeño, claustrofóbico y un tanto decepcionante, no nos importa pagar los cuatro euros que cuesta la entrada. El monasterio de San Juan es interesante, grande, espacioso, con patios, arquerías, estancias y capillas en una disposición laberíntica. 

Interior del monasterio


El fervor religioso que descubrimos en los visitantes locales nos deja un tanto sin palabras: gente que llega en peregrinación a besar la calavera del apóstol Tomás, que se extasía delante del icono de la Virgen entonando cánticos solitarios o que recorre el museo recitando a media voz lo que parecen oraciones o versículos de las escrituras. El museo expone decenas de códices de los más de mil volúmenes que alberga y objetos religiosos de primer orden, incluido el manuscrito original por el que el emperador bizantino encargó al hermano Christodoulos construir el monasterio. 

Patio con arquería del monasterio


Y es que la historia de Patmos es así de curiosa. En 1088 el emperador de Bizancio le regaló la isla a un monje guerrero, John Christodoulos, a condición de que edificara un monasterio, cosa que hizo en tres años. Y lo fortificó para que protegiera de los piratas a todo el que se refugiara allí. Y lo bautizó en honor al apóstol Juan, desterrado en esta isla, en cuya cueva tuvo la revelación divina que transformaría en el Libro del ApocalipsisPatmos ha adoptado hasta tal punto al que nosotros conocemos como Juan el Evangelista que le llaman Juan de Patmos. También le conocen por Juan el Teólogo, Juan el Divino o Juan el Revelador. Es una figura muy querida en la isla y está presente por doquier. 

Bajamos de Chora a pie por la calzada empedrada que llega hasta el puerto de Skala y por la que, en la semana santa ortodoxa, el pueblo sube en procesión hasta el monasterio. A mitad de camino encontramos el complejo de la cueva del Apocalipsis, que obviamos: ya hemos cubierto nuestro cupo religioso de hoy.

Calzada que baja desde el monasterio, con el puerto de Skala al fondo


Patmos fue declarada por el gobierno griego "isla sagrada" en 1988 y es uno de los siete lugares de peregrinación más importantes de Europa, con Santiago, Fátima o Lourdes. 

Y es en esta isla sagrada donde nos despedimos, por segunda vez y hasta el próximo año, de la tripulación del Narganá Dos, que deja el puerto unas horas antes que nosotros. 

Narganá Dos zarpa por la mañana; nosotros, por la tarde


Viernes, 8 de julio

Kalymnos - Leros

Leros - Patmos















No hay comentarios:

Publicar un comentario