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miércoles, 26 de junio de 2024

Episodio 22. Livaditis. The Stop (La Parada)

Salimos de Oreoi por segunda vez, rumbo suroeste, camino de Limni. Son poco más de las siete y media de la mañana y el viento empieza a despertarse. Tenemos cuarenta y tantas millas por delante, con previsible buen viento en la primera parte del recorrido (más o menos la mitad) y una incógnita en la segunda.

Nuestro destino final: dejar el barco en tierra en el varadero de Livaditis, en Limni

En condiciones normales éste sería un día de navegación divertida y tranquila por el norte del canal de Evia, con vientos portantes y sin ola. Algo así como un paseo por el Mar Menor.

Pero no es el caso. No tenemos motor y eso lo cambia todo. Habrá que navegar como en nuestros tiempos de vela ligera en el pantano de Valmayor. Como navegaban los fenicios, manejando con pericia vientos cambiantes para seguir un rumbo.

Será relativamente fácil hasta llegar a la isla de Monolia. Más allá, el canal vira hacia el este y la cosa puede que no sea tan sencilla. Nuestro plan es tratar de llegar al puerto de Limni o al menos a una de las boyas del varadero de Livaditis. No nos queda otra alternativa, el mecánico nos espera en Limni para arreglarnos el motor y aquí aplica el dicho de Mahoma y la montaña.

Bajamos sin muchos problemas hasta Monolia, en poco más de tres horas. No hay sorpresas y, como ya esperábamos, más allá el viento amaina y entra por la proa. Toca ceñir y hacer bordos. Avanzamos trabajosamente, muy despacio, entre encalmadas en las que flotamos como corchos, impotentes, a merced de la corriente que nos lleva donde quiere y a veces nos hace retroceder.

Nos concentramos en velear como si estuviésemos en una regata. Lucía hace uso de todas sus habilidades de trimado para exprimir las velas y ganarle al viento décimas de nudo.

Al llegar a la punta de Kavos, frente a la isla de Monolia, nos quedamos sin viento

Ocho horas después, a las siete de la tarde, ya casi no tenemos viento. Nos faltan tres millas hasta Livaditis. Nos llevaría poco más de media hora si funcionase el motor, pero a vela podemos acabar flotando toda la noche.

Tenemos suerte. Un último arreón del viento en la puesta de sol nos permite llegar a una de las boyas de Livaditis ya avanzado el crepúsculo. Podemos dormir y aprovechar la ligera brisa del amanecer para llegar hasta el puerto de Limni al día siguiente. Prueba superada.

En el puerto nos espera Lefteris, el mecánico. Un chaval jovencísimo y muy simpático, del que todo el mundo se deshace en elogios. No les falta razón: al final de la mañana el diagnóstico del problema está claro y tenemos una solución provisional. Hay una fuga de líquido refrigerante en los tubos del circuito cerrado que une el motor con el termo de agua caliente. Lefteris instala unas válvulas que nos permitirán condenarlos hasta que pueda reemplazarlos, durante el verano, antes de volver a navegar en septiembre y octubre. En verano ducharse con agua fría es una necesidad más que una contingencia.

Puerto de Limni. Caben apenas tres o cuatro barcos abarloados en el muelle, a continuación de las barcas de los pescadores. Cuando llegamos está todo ocupado, con el 49 pies de Andreas y el 47 de Matteo en los dos últimos puestos antes de la bocana. Nos había dicho Lefteris que podíamos abarloarnos y eso hacemos. Lefteris parece estar trabajando a la vez en los dos barcos y nos hace un hueco según llegamos. Más tarde descubriremos es lo normal en este puerto, que parece una extensión del varadero Livaditis, adonde Xaris manda a los barcos que no caben en las boyas y dónde los visita e inspecciona antes de subirlos a tierra
El pueblo de Limni visto desde la “scala” ("escalera" en griego moderno, pero también "puerto" en griego clásico). Así llaman los locales a la plataforma de baño que, en ausencia de playa, les da un escape al mar  

Todo vuelve a la normalidad. Nos quedan cuatro días para tomar el avión de vuelta a casa. Decidimos sacar de inmediato el barco del agua antes de la llegada de otro episodio de vientos duros, mucho calor y tiempo incierto previsto para los próximos días. Eso nos permite tomarnos con calma el proceso de desmontaje y preparación del barco.

Dejamos al Sargantana en Livaditis hasta finales de agosto. Tal como ya anticipábamos en nuestra visita de hace un mes, nos parece un varadero estupendo. Sin alardes tecnológicos, dos personas con una excavadora y un remolque ejecutan una maniobra de varada rápida y profesional. Instalaciones quizá un poco cutres, sí, pero suficientes. De hecho hemos acabado por renunciar a alquilar alguna de las habitaciones tipo motel que tienen disponibles y hemos seguido viviendo en el barco sin demasiadas incomodidades.

De Limni vamos a la boya de Livaditis y nos quedamos esperando a que las condiciones permitan la salida del agua. A las ocho, casi yéndose el sol, cae el viento que ha soplado todo el día y Xaris nos llama, mientras su padre prepara la excavadora con el carro
Nos dirigen desde tierra para que nos acerquemos a la playa y entremos en el carro que la excavadora ha metido en el mar. Desde el agua, Xaris engancha el barco al remolque y lo calza con tacos de madera
Muy despacio, el padre de Xaris remolca el barco, dando instrucciones por el megáfono
Ya en tierra, nos dejan en el remolque, pues es tarde para movernos a la cuna. La vista desde la popa sobre el mar esta primera noche es un regalo con el que no contábamos
Al día siguiente enganchan la excavadora nuevamente y nos llevan a nuestro hueco definitivo, muy ajustado entre dos barcos, pero donde nos encajan con precisión
Nuestro sitio está al final del varadero, pegado a la valla que lo separa del olivar vecino. Tenemos una buena vista y tranquilidad durante los días que trabajaremos en el barco para dejarlo cerrado. Al final de cada jornada, por las tardes, aprovecharemos para irnos a bañar a la playa


Y aquí acaba la historia de esta temporada de primavera de 2024. Escribo esto mientras esperamos para embarcar en un vuelo hacia casa. Ya aprieta el calor, los dos últimos días hemos tenido que soportar más de 38 grados y un viento norte muy seco que te agobia y te obliga a beber continuamente. Este verano apunta al mismo patrón insoportable que el de 2023. Qué bien haber decidido descansar. 

Volvemos a casa. Más episodios en septiembre. 

Cambio y corto.

Etapas Oreoi-Livaditis (26 de junio), Livaditis-Limni (27 de junio) y Limni-Livaditis (28 de junio)


Miércoles, 3 de julio de 2024

domingo, 16 de junio de 2024

Episodio 21. Oreoi. The Leak (La Fuga)

Toca volver hacia el noroeste, de nuevo hacia el norte de Evia. Estamos bien en Skyros, pero como decía Mayra Gómez Kemp: “Hemos venido a jugar…”.

El parte es muy curioso. Hacia el este el meltemi sopla con fuerza y tiñe los mapas de viento de rojo en las Cícladas y el resto del Egeo. Sin embargo hacia el oeste todo son verdes y azules. Skyros es la frontera, como el Muro en Juego de Tronos, separando los Siete Reinos de la tierras salvajes del norte.

Nos proponemos recorrer la costa este-norte de Evia desde Kimi hasta Oreoi. Una ruta poco frecuentada en la que no nos encontraremos muchos barcos. Con cierta lógica porque la costa, aunque verde, es rocosa y con pocas construcciones, playas muy expuestas y apenas fondeos. Las siluetas de las islas de Skopelos y Alonissos, visibles a menos de veinte millas, parecen atraer más a los veleros que el puñado de puertos pesqueros en los que esperamos conseguir algún hueco como transeúntes. Ellos se lo pierden.

La imagen de Oreoí es este toro, una escultura de mármol del s.IV a.d.C. de gran tamaño que se encontró enterrada en la playa durante unas obras de ampliación del puerto en 1965.

Una etapa de exploración que yo recomendaría y que para nosotros dura tres días. O cuatro si contamos el fondeo en una maravillosa cala solitaria de la pequeña isla de Skyropoula. Una especie de retiro espiritual que supone un contrapunto al bullicio de Skyros y de las otras Espóradas. Lástima que el viento sólo acompaña a medias, pero es lo que tiene huir del meltemi: acabas a motor.

Poco que reseñar en una etapa sin casi incidentes. Únicamente una escena de pastores que llegan a Skyropoula en una barca de pesca, al caer la tarde, para capturar su rebaño de ovejas desperdigado por la isla, subirlas a la barquita y volverse para casa en plan Patera de Noé. Pescadores, pastores, perros y ovejas en configuración totum revolutum. Un western crepuscular (nunca mejor dicho) pero a la griega y con perros en lugar de caballos. Al principio muy interesante, pero al final decae. Dudo que a Netflix le interese.

Fondeo en la isla de Skypoula, cerca de Skyros. Un pequeño paraíso de aguas excepcionalmente claras

Tras Skyropoula recalamos en los puertos de Pili y Psaropouli. Los dos prácticamente vacíos, ocupados por unos pocos pesqueros y con espacio en el muelle más que suficiente para atracar.

Muy poca gente en Pili, un sitio tan delicioso como solitario. Tres o cuatro pescadores y unos cuantos veraneantes en la playa. Y ya.

Psaropouli tiene algo más de vidilla, restaurantes y algún supermercado, pero claramente es un sitio sólo para locales. Por el tamaño de las terrazas, en julio y agosto debe tener bastante ambiente. De momento, bares vacíos y camareros viendo partidos de fútbol con cara de aburrimiento.

La ruta por el norte de Evia nos muestra un paisaje desolador. Los infinitos bosques de pinos que cubrian la isla fueron arrasados en 2021 por un vasto incendio que se llevó por delante más de 65.000 hectáreas en siete días
El puerto pesquero de Psarapoulia
Sargantana atracado en el puerto de Psarapoulia. Caben muy poquitos barcos de recreo

Acabamos la travesía en Oreoi, el puerto más famoso del norte de Evia, que vive por y para el turismo, incluyendo una base de veleros de alquiler. Un pueblo mínimo que vive al 100% de su puerto pero que no ha perdido su personalidad y parece negarse a vender su alma al diablo del turismo fácil.

Pasamos muchos días en Orei. Coincidimos con buenos amigos: Sergi y Rosi, del Narganá Dos, Juan y María, del Enjoy, Rafael y Mercedes, del MeryXell. Nos encontramos muy cómodos en una dársena amplia, junto a la playa, en la que es sencillo dejarse llevar por la pereza y dejar pasar el tiempo, sentirse de vacaciones.

Los paseos por el pueblo al caer la tarde son muy agradables, con la calle principal peatonal y los restaurantes aún a medio gas. En el extremo del pueblo hacia la playa, la iglesia de la Transfiguración
El muelle del puerto de Oreoí habilitado para barcos de recreo, con torres de agua y electricidad que funcionan con una tarjeta única, válida para todos los puertos de Evia
El muelle de los barcos de recreo tiene al,otro lado la playa

Pero para nosotros el viaje cambia radicalmente al salir de Oreoi. Decía que había poco que reseñar…

Salimos de Oreoi en dirección Volos con la intención de volver a fondear en Paleo Trikeri. Nos queda una semana antes de llevar al Sargantana a su descanso veraniego y queremos explorar más fondeos en esa zona.

Las dos primeras horas todo va bien. Poco viento, como casi cada mañana. De repente salta un pitido de alarma. A estas alturas sabemos instantáneamente lo que pasa. El motor se sobrecalienta. Mal asunto. Apagamos inmediatamente.

Abro la tapa del compartimento del motor y la avería es evidente. Perdemos agua por la tapa del rodete (la bomba que aspira agua de mar hacia el circuito de refrigeración). Además, el depósito del líquido refrigerante está totalmente vacío.

Puede ser que simplemente se haya roto alguna pala del rodete. Llevo siempre uno de repuesto. También llevo algo de líquido para rellenar.

Hace siglos que no cambio un rodete sobre la marcha, creo que desde los tiempos de barcos alquilados antes del Sargantana, pero tiene poco misterio. Quitar los tornillos de la tapa, sacar la rueda de goma con cuidado, poner una nueva en la posición correcta, lubricar la goma con glycol y cerrar la tapa.

Me preocupa ver que el rodete aparece casi sin daños. No hay ninguna aspa rota, sólo una pequeña grieta en una de ellas. También que el litro y medio de líquido refrigerante adicional entra en el depósito pero el nivel apenas sube. El problema no es tan trivial.

Estamos ya cerca de Trikeri, dentro del golfo Pagasético, cuando se calienta el motor. Reemplazamos el rodete

Decidimos volver a vela a Oreoi. El viento ha subido y no supone mucho problema. Con el motor frío tendremos la opción de encenderlo el tiempo suficiente para la maniobra de soltar el ancla en el atraque.

En nuestra segunda visita (forzosa) a Oreoí atracamos en el muelle exterior, puesto que el puerto está lleno

Volvemos a la sensación de intranquilidad de otros años. No hay ningún mecánico disponible en Oreoi en los próximos días o semanas. Juan se brinda a ayudarme a investigar el problema (¡agradecimiento eterno, Juan!). Cambiamos de nuevo el rodete. Compro líquido refrigerante en una gasolinera. Habíamos perdido ¡casi cinco litros! que tenemos que bombear fuera de la sentina.

Por un momento parece que hemos solucionado el problema. Arranco el motor para probarlo y aguanta veinte minutos sin sobrecalentarse. Buenas noticias.

Pero a la mañana siguiente llega la decepción: hemos vuelto a perder casi todo el líquido refrigerante. Tenemos una fuga en algún sitio no visible. Muy malas noticias.

Nuestros amigos se movilizan para ayudarnos. Conseguimos el contacto de un buen mecánico en Limni que puede investigar el problema, pero Limni está a más de una hora por carretera. Imposible pedirle que venga en estos tiempos en los que todos los mecánicos de barcos trabajan día y noche.

No queda más remedio que ir a Limni a vela. Son más de cuarenta millas por el canal de Evia en un recorrido enrevesado y estrecho, de vientos cambiantes, corrientes y zonas de encalmada. No es el paso del Cabo de Hornos, pero tiene su aquel si no puedes hacer uso del motor en un apuro.

Parecía que este año iba a ser el primero sin problemas mecánicos en el barco.

Parecía.

Etapa de Linariá a fondear una noche en la bahía de Acherounes (16 de junio) y de ahí a Skyropoula (17 de junio)
Etapa de Skyropoula a Pili (día 18), Psarapoulia (día 19) y Oreoí (día 20)
Salida de Oreoí y vuelta a vela por el calentón del motor, 20 de junio


Lunes, 25 de junio de 2024

sábado, 15 de junio de 2024

Episodio 20. Skyros. The Thread (El Hilo)

To Carien and Dimitris. Read in English

La mayoría de los navegantes no lo sabe, pero hay hilos invisibles que unen a los barcos. Y a sus tripulaciones, claro. Y esos hilos se extienden por el Mediterráneo y se entrecruzan formando una red, también invisible. Como las que reparan esos pescadores con sombrero blanco que se sientan en el suelo de un muelle desierto, en la luz cegadora de una mañana de junio, en un puerto cualquiera del Egeo.

Habrá quien piense que esta teoría de los hilos es imposible, ridícula, una bobada literaria. Fake news de un tiempo en que todo se fabula y en el que no se debe creer en nada que no puedas ver con tus propios ojos.

Yo sí creo en esos hilos, aunque no sea fácil observarlos. Y no sólo que existen, sino que tienen vida propia, son escurridizos, caprichosos, juguetones, incluso tramposos. Obviamente no los puedes ver salvo que ellos quieran, cuando y donde quieran, y si se dan las condiciones. No los puedes ver ni aunque estés atado a ellos sin saberlo.

Y uno de esos hilos bien podría haber salido de Karystos la mañana después de una borrasca y haber trepado por el canal de Evia, ¿por qué no? Y podría haber cruzado el puente de Khalkis en una noche benévola sin corriente en contra. Y por las mismas, podría haber fondeado en Skiathos, y quizá en Skopelos, o (muy discretamente) en el puerto de Votsi, en la isla de Alonissos.

Un hilo caprichoso, que marca la derrota de nuestros barcos, y que hace que naveguen unos rumbos y no otros, o que recalen en unos puertos y no en otros. Un hilo escurridizo que decide cuándo y cómo lo descubres, quizá en el puerto de una isla mestiza como Skiros, cuando Kostas, el harbour master de Marina Linaria coge tus amarras, las pasa por las anillas, te las devuelve y descubres que has atracado justo a babor de un viejo conocido al que no esperabas encontrar aquí. Un hilo que se ríe a carcajadas al ver nuestra cara de sorpresa, de “no puede ser, es Captain Jim”.

Un hilo que nos empuja a compartir velada, gin-tonics y raki, a charlar sobre las vidas de gente de tierra que un día deja hoteles, tour operators o empresas de tecnología para buscar su último camino en el mar. Que nos empuja a rememorar y contar historias de fondeos y tormentas en un Egeo que lleva milenios conectando gentes lejanas mediante hilos como el que ahora une al Sargantana y al Captain Jim.

Y a la mañana siguiente seguimos cada cual su propio rumbo, ambos de vuelta a casa. Uno hacia el sur, a Creta. El otro al oeste, hacia un varadero de Limni, en la isla de Evia.

Pero el hilo sigue ahí. Esos hilos no se rompen. Simplemente se sumergen por un tiempo en lo más profundo del Mediterráneo, conectando sus extremos, en un recorrido caprichoso a través de cabos y de estrechos. Como siempre han hecho desde hace muchos siglos. A la espera de un regreso.



Saturday, June 15th 2024

Most sailors don't know it, but there are invisible threads that bind ships together. And their crews, of course. And these threads extend throughout the Mediterranean, and get entangled, forming a network, also invisible. Like those nets being repaired by fishermen in white hats who sit on the floor of a deserted dock, in the blinding light of a June morning, in a lost port in the Aegean.

Many will think that this theory of threads is impossible, ridiculous, literary nonsense. Fake news from a time where everything is invented and in which you should not believe in anything that you cannot see with your own eyes.

I do believe in those threads, although it is not easy to observe them. And not only do they exist but they have a life of their own, they are elusive, capricious, playful, even deceitful. Obviously you can't see them unless they want, when and where they want, and if the conditions are met. You cannot see them even if you are attached to them, unaware of it.

And one of those threads could very well have left Karystos the morning after a storm, and may have climbed the Evia channel, why not? And could have crossed the Khalkis Bridge on a fair night with no wind and soft currents. And for the same reason it might have anchored in Skiathos, and perhaps in Skopelos, or (very quietly) in the port of Votsi, on the island of Alonissos.

A capricious thread, which decides the bearing of our ships, and pushes them to sail in some courses and not others, or to call at some ports and not others. An elusive thread that decides when and how you discover it, perhaps in the port of a half blood island like Skiros, when Kostas, Marina Linaria harbor master, takes your mooring lines, passes them through the rings, returns them to you, and you discover that you have docked just at the side of an old acquaintance you would not expect to find here. A thread that laughs out loud at your surprised face, “it can't be, it's Captain Jim.”

A thread that pushes us to share an evening, gin and tonics, and raki. To chat about the lives of land people who one day left hotels, tour operators or technology companies in order to find their last path in the sea. A thread that pushes us to remember and tell stories of anchoring and storms in an Aegean that has been connecting distant people for millennia by means of threads like the one that now links the Sargantana and the Captain Jim.

And in the next morning we will both go our own way, both of us returning home. One towards the South, to Crete. The other heading West, towards a boatyard in Limni, on the island of Evia.

But the thread will always be there. Those threads do not break. They simply sink for a while in the deepest part of the Mediterranean, connecting ends, in a capricious journey through capes and straits. As they have always done for many centuries. Waiting for a return.

viernes, 14 de junio de 2024

Episodio 19. Skyros. The Gold Medal (La Medalla de Oro)

Skyros era la gran duda de esta parte del viaje. Una isla que forma técnicamente parte del archipiélago de las Espóradas pero que parece ir por libre, descolgada al sureste, como si no quisiese tener mucho que ver con sus hermanas. A priori no demasiado compatible con nuestro plan de viaje, pero los planes cambian. Ya no vamos al norte del Egeo, tenemos tiempo para ir a Skyros.

Todo un descubrimiento. Quizá la isla que más nos ha fascinado de del Egeo. Todo en Skyros tiene un punto surrealista, excesivo, único. Empezando por su geografía, Skyros es una isla mestiza, camaleónica, fronteriza. Por su lado noroeste está cubierta de árboles y es verde, como Evia y las otras Espóradas. Por su lado sudeste es un roquedal pardo y duro, azotado por el viento, con una fortaleza vertical e inexpugnable en el extremo de una Chora inequívocamente cicládica, de casas blancas y cúbicas, construidas sin mucho orden en calles empinadas y serpenteantes.

Desde la cima de la Chora el Egeo se muestra azul e inmenso, sin islas y casi sin barcos. La torre de la fortaleza parece montar guardia contra piratas y otomanos, el centinela indiscutible del oeste del Egeo. Skyros transmite fuerza, poder, resiliencia frente a los enemigos.

Skiros, al menos en junio, es griega y sólo griega. Aquí no se andan con pamplinas. No suena el Mamma Mia como música de fondo, ni se ven barcotaxis de turistas ingleses u alemanes vestidos de domingo (incluso en días de diario). Aquí te montan una media maratón (para locales, obviamente) con treintaymuchos grados y un final en cuesta que ya lo quisiera el Tourmalet, y que muchos (y muchas) acaban esprintando. Con un par.

Viendo correr a los skyrianos se entiende perfectamente que un tal Spiridion Louis, granjero de esta isla, ganara la medalla de oro en la maratón de los primeros Juegos Olímpicos de la moderna, batiendo a todos los favoritos y ¡sin haberla entrenado nunca! Me imagino a Spiridion (Spyros para los amigos), trotando feliz por Atenas (donde por cierto se había ganado la vida vendiendo agua), pimplándose chupitos de ouzo de vez en cuando y partiéndose se risa al ver a los grandes favoritos flaquear en la llegada a la meta (“En las cuestas de Skyros quería yo ver a estos blandengues”).

Nota: en el monasterio de Skyros exponen la medalla de Spiridion, pero lo pillamos cerrado…

Cogemos un autobús en el puerto para subir a Skyros pueblo, una Chora de casas cuadradas y techos planos que se organizan en la base de una colina a los pies de un "kastro" medieval. La disposición de la ciudad y la arquitectura recuerdan a las Cícladas
Recorremos el pueblo de calles estrechas y empinadas, buscando el camino para subir al "kastro"
Mapa del kastro. Desde el terremoto de 2001, que provocó grandes daños, estuvo cerrado al público. Se reabrió en 2019, tras los trabajos de reconstrucción que aún hoy se siguen realizando
En esta foto de la web https://www.kastra.eu de Manolis Papathanassiou, se ve muy bien la disposición de. la muralla bizantina y las construcciones: el monasterio en el nivel de abajo, con el balcón orientado al oeste sobre la Chora; y en el nivel alto la iglesia de Episkopos, la gran cisterna, los dos pequeñas capillas blancas y los restos de la torre donde está el punto geodésico
La "Panaporta", o puerta de hierro, da acceso al nivel más bajo del kastro, hoy enteramente ocupado por el monasterio de Agios Georgios. La fortificación donde se abre la puerta parece ser la fachada del monasterio, pero en su día se construyó exenta. Destaca en blanco un relieve del león veneciano en la parte superior
Se cruza la Panaporta por un pasadizo en cuesta que atraviesa la fortificación
Recién cruzada la puerta conquistamos la vista de las casas de la Chora que nos acompañará durante toda la visita al kastro
Tras acceder al recinto encontramos el monasterio bizantino de Agios Georgios, el patrón de la isla. Construido en el s.X, pertenece, junto con una quinta parte de la isla de Skyros, al monasterio Migisti Lavra del Monte Athos desde que fuera ofrecido como regalo por el emperador bizantino Nikiforos Fokas tras reconquistar Creta a los árabes
Las reconocibles torres del monasterio
En el nivel superior al que se accede desde el monasterio por un camino pavimentado, encontramos la Episkopi. Bizantina del s.IX, es la iglesia más antigua de Skyros. Está dedicada a la "dormición de la virgen María" y fue durante mil años sede del obispado de Skyros y residencia del obispo. Unos meses después de que se aboliese el obispado y Skyros pasase a depender de Euripos, la iglesia fue destruida por un terremoto.
Los terremotos de 1980 y de 2001 la volvieron a derruir. La reconstrucción más reciente es de 2013 y ha empleado técnicas modernas en la restauración del tejado y su impermeabilización, la mampostería y el agrietamiento de las bóvedas, entre otros trabajos
En todo lo alto destaca un edificio macizo, sin puertas ni ventanas, al que llaman "la prisión oscura", pero que nunca ha servido como cárcel. Es una cisterna medieval que se construyó probablemente aprovechando la estructura de una antigua torre
De las tres cisternas que se conservan, es la que está en mejor estado. Totalmente restaurada, se puede puede visitar por dentro
Al lado de la cisterna, las iglesias de Agios Vasileios y Agios Gregorios Theologos. Estas y otra tercera iglesia más abajo y al sur son los únicos vestigios de la ocupación post-bizantina del kastro. El resto fue arrasado en el s.XX
En el punto más alto, al lado de las iglesias, hay unos restos de lo que parece una torre y más allá han ubicado un punto geodésico.
Vista de Molos y su playa desde el vértice geodésico, en dirección nordeste
En la zona sur quedan restos de las *provakas*, pequeñas construcciones que desde el s. XIV sirvieron como segunda vivienda a los habitantes del pueblo para refugiarse del peligro en los tiempos convulsos del período otomano. Toda la familia hacía vida, de día y de noche, en la única estancia de suelo de tierra apisonada y techo de vigas de cedro, con mobiliario móvil. En el s. XIX se abandonó su uso, coincidiendo con la fundación del estado griego y el establecimiento de medidas contra la piratería
En la bajada nos despistamos de las calles principales y vamos más al norte y más al oeste, por barrios llamativamente más humildes
Comemos en una tabernita de la calle principal y nos sentamos en la plaza a tomar un freddo expresso en la terraza del delicioso café Agora. Poco a poco se van juntando en la plaza los corredores de la media maratón que nos obligará a bajar en taxi, pues la ruta del autobús ha sido suspendida
Desde la esquina de la plaza, como desde casi todas partes, la roca del castillo y el mirador del monasterio se asoman imponentes sobre el pueblo
Antes de irnos, hacemos una visita rápida a la plaza en la que se encuentra la estatua de Ruper Brooke, el poeta británico que durante la I Guerra Mundial se hizo famoso por sus sonetos dedicados a la guerra (a pesar de no haber llegado a entrar en combate). Según las referencias de la época, era "el joven más guapo de Inglaterra" y rompió corazones de mujeres y hombres por igual. Enrolado en la marina británica, falleció el Egeo en un barco rumbo a Gallipolli, a consecuencia de una septicemia ocasionada por la picadura de un mosquito. Desembarcaron su cuerpo en Skyros y se convirtió en un referente para los jóvenes de la época.

Llegar a Skiros desde el oeste, al puerto de Linariá, es la primera sorpresa. Cuando crees que ya lo has visto todo en un puerto griego, te encuentras con que todavía hay sitio para la originalidad. El equipo de marineros del puerto (Sakis y Kostas) han convertido su pequeña marina en una especie de parque temático, con atracciones únicas que a veces rayan en lo kitsch (por ejemplo: unas disco-duchas iluminadas con luces de discoteca en las que te enjabonas mientras suena “Thriller” de Michael Jackson a todo volumen y una catarata de pompas de jabón cae del techo).

La atención al cliente es absolutamente exquisita. Sakis te recibe sonriente (“Welcome to Skyros, captain”) en su lancha roja cuando llegas a la dársena, se engancha a tu proa y te lleva de la mano, como a un bebé, a tu punto de atraque donde te espera Kostas para amarrarte “comme il faut”. Biblioteca en el muelle, lavadoras, wifi VIP, luces subacuáticas… Todo en Linariá es sorprendente, personal, único… y a un precio ridículo.

Te dan ganas de quedarte semanas. Más en nuestro caso, porque Linariá tuvo la magia de organizarnos un rendezvous memorable con nuestros amigos del Captain Jim. Pero ellos siguen su ruta y nosotros la nuestra, como tiene que ser.

Pasamos dos noches que se nos hacen cortas, porque las noches de este puerto tienen un ambiente especial. Quizá por la fanfarria con la que reciben al ferry (“Así habló Zarathustra” de Strauss, sonando a todo volumen en el puerto) o quizá por las luces azules sumergidas que atraen bancos de peces enormes que se mueven despacio bajo nuestra proa con un aspecto fantasmagórico.

Volveremos a Skyros, cómo no vamos a volver. Un puerto que ha ganado este año el premio a la mejor marina deportiva de Grecia. Una isla extraordinaria, la de Spyros, Kostas y Sakis. Medalla de oro. Sin despeinarse.

El puerto de Linariá, con el barco turístico a la izquierda de la imagen y el muelle del ferry a la derecha
Sakis en la maniobra de amarrar la proa del barco a su auxiliar
La zona de atraque en el puerto de Linariá. Hay sitio para no más de diez barcos, con líneas a muertos
Justo enfrente de nuestra popa tenemos una de las iniciativas de Kostas, el contramaestre del puerto: la biblioteca de trueque al aire libre
Otra de las originalidades de Kostas es tener música en las duchas. Además, todos los días, de 19:00 a 20:00 hay sesión de disco, con luces y pompas de jabón. Parece ser que Kostas fue DJ en su juventud
Y por la noche, espectáculo de luces subacuáticas y peces
El puerto es pequeño y los barcos estamos encajonados entre el atraque del barco turístico y el ferry que hace la ruta Kymi - Skyros dos o tres veces al día y pernocta en Skyros. Si no fuera por las llamativas iniciativas de Kostas y su equipo, probablemente sería un puerto más (y de los incómodos).


Llegada del ferry al puerto. Desde hace más de 25 años, el bar Stavros le recibe haciendo sonar a todo volumen "Así habló Zaratustra", de Strauss. El barco, de nombre Achilleas, es de una compañía naviera local pública que se enorgullece de contribuir al desarrollo de la isla desde 1980.
Etapa Skopelos-Skyros, el 14 de junio


Sábado, 15 de junio de 2024