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sábado, 28 de septiembre de 2024

Episodio 30. Levitha. A long night (Una noche larga)

Ya hemos contado que solemos tomar precauciones para asegurar (en lo posible) que encontramos un hueco libre para amarrar o fondear en nuestras recaladas. Totalmente imprescindible en verano porque en Grecia, durante esos meses, hay más barcos que buenos fondeos.

Lo cierto es que este otoño hemos comprobado que en el Egeo sigue habiendo más barcos de lo esperado, y seguimos siendo cautelosos. Pero en esta etapa nos hemos arriesgado un poco más de la cuenta y, claro, pasa lo que pasa.

Patmos es la primera parada en nuestro camino desde Fournoi hacia el sur del Dodecaneso, en concreto hacia las islas de Levitha y Astiphalea. Dos de los pocos cromos que nos faltan en el álbum.

En Patmos sí hemos estado varias veces. Una de las islas famosas, meca del turismo de cruceros, con un excelente puerto para resguardarse y calles llenas de tiendas, de restaurantes y de turistas. Con una “chora” de monasterio y casas muy blancas en la cima de la montaña que domina la isla. Patmos vive fundamentalmente de explotar la leyenda de San Juan Evangelista escribiendo el Apocalipsis en una cueva a medio camino entre el puerto y la chora, como si al hombre le hubiese dado pereza subir más arriba.

Patmos queda más o menos a medio camino en nuestra ruta hacia Levitha. Desde allí deberíamos poder llegar en una mañana de navegación tranquila.

Imagen ya familiar de Patmos, con la chora arriba y el puerto de Skala abajo
Atracamos en el puerto de Skala cerquita de la lavandería que ya conocemos de otro año
Un "sketo" mientras terminan las lavadoras
Paseamos al caer la noche por un pueblo casi vacío, lleno de los rincones deliciosos que recordábamos
Patmos sigue haciendo negocio con los recuerdos religiosos. Este es uno de los pocos comercios que siguen abiertos en esta época, terminada la temporada

Levitha es una isla distinta. Minúscula y casi deshabitada, de colinas no muy altas, pero rocosas, y sin playas. Tiene una pequeña bahía interior con unos pocos lugares de fondeo, muy pocos. La peculiaridad es que una taverna (la única de la isla) ha desplegado trece boyas de amarre para barcos transeúntes, que obviamente se convierten en clientes. Un marketing eficaz donde los haya.

Somos cautos, contactamos vía Navily con barcos que han pasado por la isla en los últimos días. Nos dicen que no hay problema, que en esta época han encontrado casi vacío el campo de boyas. Aún así salimos pronto para llegar a primera hora de la tarde. Por si los dípteros. Vamos a ir a favor de viento, pero el tiempo está revuelto y queremos vernos fondeados lo antes posible.

La travesía a Levitha es fácil y rápida. Navegamos veloces, solo con el génova, en un día soleado y con viento de popa que nos empuja. Todo va bien, deberíamos estar amarrados a una boya antes de las cuatro de la tarde.

Pero al entrar en la bahía descubrimos que no todo va bien. Hay una flotilla de veleros turcos que lo ocupa todo: la bahía, las boyas y los fondeos. Los barcos se apiñan y se amarran a las boyas por parejas, como en una pista de baile. Hay un maremagnum de barcos, de neumáticas, de gente en el agua, de música... Más que una flotilla esto parece la flota otomana de la batalla de Lepanto.

No salimos de nuestro asombro. Nos olvidamos de las boyas, tratamos de buscar un fondeo. Imposible. Los pocos sitios aceptables están todos ocupados y sus tripulaciones te gritan si osas echar el ancha cerca de ellos. Un estrés.

No hay alternativa, tenemos que marcharnos. La cuestión es a dónde, porque ya es media tarde, el viento arrecia y el sol está muy bajo en el horizonte. Buscamos opciones casi a la desesperada. Intentamos un par de malos fondeos en unos islotes cercanos, pero los descubrimos inviables, incluso peligrosos. Nuestra ancla garrea en corredores estrechos y batidos por el viento.

No nos queda otra que continuar camino. No tiene sentido seguir hacia el sur, hacia Astiphalea. Preferimos cambiar el plan y tratar de navegar al socaire de la isla de Amorgós durante toda la noche. Al día siguiente el viento y la ola deberían disminuir y podríamos buscar un refugio.

No es ni mucho menos nuestra primera navegación nocturna, pero no la esperábamos hoy. La noche se hace larga y pesada. Navegamos hasta el amanecer, muy despacio, a motor, con mucho viento y ola formada, a pesar de que la costa sur de Amorgós nos ofrece una cierta protección. Por el lado norte las condiciones deben ser muy duras.

Por la mañana la situación mejora. La borrasca al fin ha pasado y al oeste de Amorgós la navegación se vuelve a hacer cómoda. Los partes dicen que la calma durará todo el día. Subimos velas y ponemos proa hacia la isla de Kato Koufonisi. Buscaremos una playa que ya conocemos de nuestra anterior visita, donde sabemos que podremos descansar sin problemas a resguardo del meltemi.

Recordaremos esta noche como un mal sueño. No siempre navegar es tomar gintonics en cubierta viendo una puesta de sol. Levitha y Astiphalea seguirán siendo espacios vacíos en nuestro album de islas griegas, al menos este año.

Amanece llegando a la punta sur de Amorgós
En Kato Koufonisi anclamos en el mismo fondeadero de 2023, pero esta vez no bajamos en el dinghi a explorar las formaciones rocosas
Etapas de Fournoi al fondeo en Patmos, el 28 de septiembre, y del fondeo al puerto de Skala el 29
Etapa de Patmos a Kato Koufonisi, con intento de fondeo en Levitha, del 1 al 2 de octubre, incluida la noche del 1


Martes, 2 de octubre de 2024

martes, 24 de septiembre de 2024

Episodio 29. Fournoi. Return to the Dodecanese (Regreso al Dodecaneso)

El meltemi sigue empujándonos hacia el sur, y nosotros nos dejamos llevar. Be water my friend, que decía Bruce Lee. Dos años después volvemos a visitar el Dodecaneso, una de las zonas que más nos gustan del Egeo. En esta etapa nuestro destino es Fournoi, un archipiélago de islas por el que pasamos en su día casi de puntillas, sin apenas detenernos.

La conocida calle de las moreras en Fournoi

Fournoi es el archipiélago de los piratas, de hecho su nombre completo es Fournoi Korseon. Un maremagnum de islas e islotes que se mantuvo deshabitado durante siglos y que ahora vive, sobre todo, de la pesca y de un turismo casi incipiente si se compara con el de las grandes islas del Egeo oriental (Samos, Ikaria, Patmos, etc). Casi sin infraestructuras y muy poca agua potable. Un lugar para turistas poco convencionales y que buscan aventuras.

Nuestro plan de navegación es el habitual cuando queremos fondear en un puerto pequeño, en el que no hay muchas garantías de encontrar un amarre libre, sobre todo por la tarde. El truco consiste en tratar de ocupar los huecos que puedan dejar los barcos que salen de travesía a primera hora.

Casi siempre funciona. Buscamos un fondeo cercano en el que pasar al ancla la noche anterior y, al día siguiente, zarpamos a primera hora para llegar al puerto sobre las nueve o diez de la mañana.

Es la estrategia casi obligatoria en los meses de verano, pero que para nuestra sorpresa también tenemos que practicar esta temporada. Parece que más y más gente prefiere navegar en otoño en Grecia, al menos en la zonas famosas (Cícladas, Espóradas).

En esta ocasión hacemos nuestro “fondeo de la víspera” en el extremo oriental de Ikaria, en una cala muy protegida, cerca el aeropuerto. Un lugar solitario junto al faro, con vistas extraordinarias sobre Samos y el archipiélago de Fournoi, perfecto para una noche tranquila.

Fondeo en el extremo noreste de Ikaria al pie de la torre de Drakano

La estratega funciona pero por los pelos. Al día siguiente encontramos un único lugar libre en la dársena interior del puerto, entre dos veleros turcos que parecen muy cómodos y con pocas ganas de salir a navegar. ¿Suerte? Quizá si, pero nos la hemos buscado.

Nos quedamos tres días en Fournoi. Más que suficientes para recorrer a pie lo más relevante de la isla principal. El pueblo no da para mucho, sólo tiene una calle comercial con tiendas y restaurantes. Quizá pocos alicientes, pero estamos cómodos en este puerto agradable y tranquilo.

De hecho nos cuesta trabajo dejar Fournoi, camino de la isla de Patmos donde necesitamos repostar combustible, pasar por la lavandería y el supermercado y, sobre todo, preparar nuestra travesía hacia las islas del sur que no conocemos, Levitha y Astiphalea.

El puerto de Fournoi es principalmente un puerto pesquero. Tiene varios pantalanes construidos en diferentes etapas y está lleno de barcos de pesca tanto locales como transeuntes
Hace un par de años construyeron un pantalán para barcos de recreo transeúntes, pero la falta de gestión hace que lo ocupen principalmente los barcos de pesca. Es una suerte que encontremos sitio entre dos barcos turcos. Al segundo día nos quedamos solos y un barco de pesca se apresura a amarrarse a nuestra popa, impidiendo que pueda entrar otro velero 
Los bares y terrazas que dan al puerto no están apenas ocupados en este mes de septiembre
Desde la explanada del puerto salen un par de calles comerciales con locales instalados en casas tradicionales restauradas
Las calles principales llegan hasta la plaza en la que hay dos árboles muy llamativos y dos o tres tabernas de comida local. En un rincón, como quien no quiere la cosa, un sarcófago romano
No conseguimmos entender el signfiicado de la lista de nombres grabados en la fuente de la plaza
La iglesia de la plaza con su torre exenta
Subimos callejeando hasta la parte alta del pueblo y allí, como pasa en todos, las casas son más pobres y no están tan restauradas
Eso sí, el pueblo está lleno de gatos, como ya es habitual
Al día siguiente de llegar decidimos hacer una ruta andando. Salimos del pueblo bordeando el puerto y la playa, hacia el sur.
A medida que nos alejamos se va teniendo perspectiva del pueblo…
… y de las islas
Arriba llegamos a la pequeña iglesia de Santa Marina, muy cuidada 
El patio de la iglesia
En esta parte más alta se tienen vistas hacia el lado este de la isla
La bajada al pueblo es por un camino apenas marcado y que nos cuesta un poco encontrar  
Este es nuestro recorrido de hoy
Etapa de Oinousses a Komi, Ikaria y Fournoi los días 23, 24 y 25 de septiembre


Viernes, 27 de septiembre de 2024

jueves, 19 de septiembre de 2024

Episodio 28. Oinousses. The jewel (La joya)

Para nosotros Oinousses no era más que una isla fronteriza más, perdida en un rincón del Egeo. Insignificante. Un grupito de islas e islotes irrelevantes encajado como con calzador entre la isla de Chios y la costa turca. Una recalada cómoda para descansar un par noches en nuestra ruta hacia el Dodecaneso ahora que el meltemi vuelve a soplar con fuerza, después de una larga pausa con vientos de poniente.

Nos equivocamos. Oinousses es cualquier cosa menos irrelevante. Es la joya de la corona.

Oinousses es la isla de los navieros. Un pequeño emporio que exhibe orgulloso su riqueza y su importancia comercial e industrial.

Su capital es muy pequeña, sí, poco más que un pueblín, pero está llena de mansiones. Aquí se mueve, o se ha movido, mucha pasta. No parece tener muchos habitantes, pero está llena de vida, de chavales que vemos camino del colegio cada mañana, de gente que va y que viene. Cuenta incluso con una academia naval. Y con un museo de la navegación. Y con un ferry, que sorprende por lo grande, que hace la ruta de ida y vuelta a Chios todos los días. Una isla vibrante, pero que parece haber sabido compatibilizar prosperidad con una paz y una belleza propios de un paraíso perdido.

A estas sensaciones contribuye también su puerto, amplio y bien organizado. Con un capitán que viene a recibirte a tu llegada con una sonrisa y con un club social digno de cualquier marina privada.

Amarramos en Oinousses media tarde, tras una travesía rápida y cómoda desde Lesvos, casi toda en portantes. Encontramos mucho espacio libre, solo nos recibe un puñado de veleros, la mayoría holandeses, muy amigables. Agua, electricidad y una tienda pequeña para hacer compras. Precios irrisorios, como es habitual en los puertos públicos griegos. No necesitamos más, ya puede durar el meltemi lo que quiera que aquí podríamos quedarnos todo el invierno.

El pueblo de Oinousses, con poco mas de mil habitantes, se extiende por la costa en dirección noroeste a sureste y retrepa por la ladera de la colina. La mayor parte de la línea costera está ocupada por el inmenso puerto, que atestigua el pasado naviero de la ciudad. El muelle de ferries, nuevo, está al este y el de pescadores al oeste. En medio puede atracar un buen número de veleros y barcos de paso
Amarramos en el muelle del extremo, con las lanchas de pesca al otro lado. Cuando llegamos hay varios barcos de recreeo tanto aquí como abarloados en la zona central del puerto
Estamos al final del muelle. Los compañeros de Sargantana van poco a poco marchándose y el último día nos quedamos el Circe y nosotros solos. Como telón de fondo, una de las dos islas que protegen el puerto de los vientos del sur. Oinousses es en reslidad un conjunto de nueve islas e islotes, todos deshabitados menos este  
Hay un bonito paseo festoneado de tamarindos que lleva a las afueras del pueblo hacia el oeste. Pasamos por la escuela, el instituto, instalaciones deportivas, la academia naval y la autoridad portuaria. Al fonal, cómo no, una íglesia y una taberna
Más allá continúa la costa de agua limpia y transparente y vemos una pequeña playa de las muchas que, leemos, festonean los 18 kilómetros de perímetor de la isla
Las casas en la zona del puerto son auténticas mansiones que pertenecen o pertenecieron a las familias navieras de la ciudad, como la saga de los Pateras y los Lemos, que se hicieron armadores famosos dentro y fuera de Grecia
Una de estas mansiones es la que perteneciera a Antonis Lemos, quien montó la colección naval que, tras su muerte prematura, su hermano Antonis convirtió en el actual museo naval del que Oinousses se siente tan orgullosa
Salimos de la zona del puerto y nos vamos a deambular por la parte alta de la ciudad
El pueblo está lleno de cuestas, escaleras y gatos
En lo alto, la iglesia principal del pueblo consagrada a Agios Nikolaos, pintada en azul y reconocible desde cualquier lugar de la ciudad. A sus pies, un minúsculo supermercado que nos sirve para rellenar la nevera antes de irnos (lo que parece un tienda grande en el puerto está ya cerrada por fin de temporada)
La fisonomía del pueblo es distinta hacia el extremo este, con casas menos llamativas que dan paso gradual a casas de aldea
En el extremo este del pueblo la costa tambien es de aguas claras y pequeñas calas
La última tarde que pasamos aquí, el domingo, se celebra en la explanada del puerto un festival de bailes regionales que atrae a varios grupos y familias de las islas vecinas. Han dispuesto un servicio de ferry extra para traerlos a medidodía y devolverlos a Chios por la noche. Nos llama la atención la presencia de los tres curas ortodoxos, los "pateras", a los que el que parece el alcalde, al acabar el festejo, les agradece su asistencia (nuestras lecciones de griego van dando resultado...)

Decidimos obviar la parada que habíamos previsto en el puerto de Chios. Las reseñas que encontramos en Navily son poco positivas en cuanto a tranquilidad, limpieza y, sobre todo, la protección que ofrece contra la ola que levantan los vientos del norte. No necesitamos recalar en Chios, podemos visitar la capital sin problemas cogiendo el ferry mañanero desde Oinousses, un viaje de menos de una hora que compartimos con una pequeña multitud de gente que va a la ciudad a hacer gestiones, familias con el carro de la compra y grupos de chavales que quieren aprovechan el sábado para darse una vuelta por una zona con marcha. Todos locales, por supuesto, apenas vemos turistas, quizá porque ya estamos fuera de temporada (o porque los touroperadores no han descubierto todavía este pequeño paraíso).

Visitamos Chios una mañana de sábado que se hace corta. En realidad sólo su capital, que encontramos algo ruidosa y llena de tráfico, pero con largas calles peatonales repletas de tiendas, bulliciosas, pobladas de grupos de gente que ocupan las terrazas y pasan la mañana delante de sus omnipresentes “freddo expresso”, hablan a voz en grito y disfrutan de este sol que, aquí en Grecia, parece olvidar que ya estamos en otoño y sigue luciendo con fuerza. Mi hija me dice que está nevando en Viena

Tratamos de hacer la comparación con Cartagena, con Madrid, con cualquier ciudad de España. Los griegos nos ganan por goleada en vitalidad, en ganas de vivir, en disfrutar de su pequeño mundo. Y qué decir del resto de Europa.

Pero todo se acaba. Salimos de Oinousses hacia el sur, aprovechando el último día de un meltemi que ya decae pero que todavía nos lleva en volandas camino de Ikaria y Fournoi, nuestros próximos destinos. Este año hemos aprendido a sincronizar nuestros planes de viaje con los designios de Eolo. Parece obvio, pero no lo es. Hemos aprendido a escondernos del viento cuando se enfurece y a dejarnos llevar por él cuando remite. Que cualquier otra opción es absurda, un sinsentido.

El sábado cogemos el ferry de las ocho hacia Chios. El sol recién amanecido ilumina de forma espectacular la isla de Panteleimona, a la entrada del puerto, con la iglesia en lo alto y a sus pies, en el agua, la escultura en bronce de una sirena que da la bienvenida a los marineris y que se ha convertido en el símbolo de Oinousses
El trayecto dura apenas una hora. El puerto de Chios es enorme. Los ferries atracan en el norte, al lado de los barcos militares. Más al sur hay sitio para los veleros y yates de recreo. Efectivamente, tal como habíamos leído, el puerto está muy batido por el viento y se forma dentro oleaje.
Nuestra primera visita es al castillo bizantino, cuya "Porta Magliore" está justo detrás del ferry. La puerta realmente es un pasillo en zigzag que atraviesa la muralla de varios metros de espesor
El torreón adyacente a la puerta está restaurado y ajardinado, como gran parte de la muralla
La traducción de "castle" o "castillo" no es la mejor para este tipo de fortalezas que encerraban ciudades enteras. Tras las murallas se extiende la antigua ciudad, con una mezcla curisoas de casas de diferentes épocas, muchas de ellas en estado ruinoso. Leo por ahí que Chios está intentando invertir en la restauración de esta zona tan degradada.
El recinto alberga algunos edificios singulares que conviven en aparente armonía con las ruinas y solares. En la foto, la iglesia de Agios Giorgios
Cuesta mucho orientarse y localizar los edificios que señalan las guías, como los antiguos baños turcos, que podmeos visitar por un par de euros y que nos fascinan
Los baños están restaurados con más acierto que los que visitáramos en Mitilene y parecen más fieles a su aspecto original. Cinco años han llevado las obras
Aprovechamos la salida hacia el norte de la ciudad vieja y caminamos por la carretera de Vrontados, entre talleres y pequeñas naves, para llegar hasta los molinos de viento
Estos molinos son vestigios restaurados de una antigua fábrica. El mecanismo de sus aspas es muy distinto al de las velas latinas de los molinos del Campo de Cartagena.
De regreso, llegamos a la plaza principal, la Plateia Vounakiou, con su zona ajardinada y sus fuentes otomanas.
En las inmediaciones de la plaza hay más vestigios turcos, como la mezquita que hoy alberga el museo bizantino
Recorremos la calle comercial, Aplotaria, el centro neurálgico de la ciudad. Después de la quietud de la ciudad vieja, nos aturde el bullicio. Hay terrazas de cafeterías y bares en todos los rincones de la calle y de los callejones aledaños. Y es increíble la cantidad de gente que ocupa las mesas, todos locales y todos, invariablemente, con su café. Nos cuesta encontrar un hueco para tomarnos un freddo expresso.
Seguimos callejeando y localizando edificios emblemáticos de la ciudad, como la catedral
Salimos de nuevo al puerto lleno de locales donde se desarrolla la vida nocturna de la ciudad, de restaurantes, de tavernas y de tiendas para el turista. Aquí en Chios los "souvenires" caracterisricos son los mil productos derivados de la "mastixa" (léase mastija), una resina que se obtiene de una variedad de lentisco que sólo se da en la zona sur de isla de Chios. De ella obtienen desde caramelos hasta cosméticos, sin olvidar el extraorfdinario licor de mastixa del que compramos varias botellas de una de las marcas que no se encuentran fuera de la isla.
Volvemos al ferry que a las dos nos devolverá a Oinousses con los mismos compañeros de travesía. Esto no es un adiós a Chios. En nuestro viaje del año próximo recorreremos la isla y visitaremos las famosas ciudades medievales y el museo de la mastixa
Etapa de Mitilene a Oinousses, el 19 de septiembre


Lunes, 23 de septiembre de 2024