Ya hemos contado que solemos tomar precauciones para asegurar (en lo posible) que encontramos un hueco libre para amarrar o fondear en nuestras recaladas. Totalmente imprescindible en verano porque en Grecia, durante esos meses, hay más barcos que buenos fondeos.
Lo cierto es que este otoño hemos comprobado que en el Egeo sigue habiendo más barcos de lo esperado, y seguimos siendo cautelosos. Pero en esta etapa nos hemos arriesgado un poco más de la cuenta y, claro, pasa lo que pasa.
Patmos es la primera parada en nuestro camino desde Fournoi hacia el sur del Dodecaneso, en concreto hacia las islas de Levitha y Astiphalea. Dos de los pocos cromos que nos faltan en el álbum.
En Patmos sí hemos estado varias veces. Una de las islas famosas, meca del turismo de cruceros, con un excelente puerto para resguardarse y calles llenas de tiendas, de restaurantes y de turistas. Con una “chora” de monasterio y casas muy blancas en la cima de la montaña que domina la isla. Patmos vive fundamentalmente de explotar la leyenda de San Juan Evangelista escribiendo el Apocalipsis en una cueva a medio camino entre el puerto y la chora, como si al hombre le hubiese dado pereza subir más arriba.
Patmos queda más o menos a medio camino en nuestra ruta hacia Levitha. Desde allí deberíamos poder llegar en una mañana de navegación tranquila.


Levitha es una isla distinta. Minúscula y casi deshabitada, de colinas no muy altas, pero rocosas, y sin playas. Tiene una pequeña bahía interior con unos pocos lugares de fondeo, muy pocos. La peculiaridad es que una taverna (la única de la isla) ha desplegado trece boyas de amarre para barcos transeúntes, que obviamente se convierten en clientes. Un marketing eficaz donde los haya.
Somos cautos, contactamos vía Navily con barcos que han pasado por la isla en los últimos días. Nos dicen que no hay problema, que en esta época han encontrado casi vacío el campo de boyas. Aún así salimos pronto para llegar a primera hora de la tarde. Por si los dípteros. Vamos a ir a favor de viento, pero el tiempo está revuelto y queremos vernos fondeados lo antes posible.
La travesía a Levitha es fácil y rápida. Navegamos veloces, solo con el génova, en un día soleado y con viento de popa que nos empuja. Todo va bien, deberíamos estar amarrados a una boya antes de las cuatro de la tarde.
Pero al entrar en la bahía descubrimos que no todo va bien. Hay una flotilla de veleros turcos que lo ocupa todo: la bahía, las boyas y los fondeos. Los barcos se apiñan y se amarran a las boyas por parejas, como en una pista de baile. Hay un maremagnum de barcos, de neumáticas, de gente en el agua, de música... Más que una flotilla esto parece la flota otomana de la batalla de Lepanto.
No salimos de nuestro asombro. Nos olvidamos de las boyas, tratamos de buscar un fondeo. Imposible. Los pocos sitios aceptables están todos ocupados y sus tripulaciones te gritan si osas echar el ancha cerca de ellos. Un estrés.
No hay alternativa, tenemos que marcharnos. La cuestión es a dónde, porque ya es media tarde, el viento arrecia y el sol está muy bajo en el horizonte. Buscamos opciones casi a la desesperada. Intentamos un par de malos fondeos en unos islotes cercanos, pero los descubrimos inviables, incluso peligrosos. Nuestra ancla garrea en corredores estrechos y batidos por el viento.
No nos queda otra que continuar camino. No tiene sentido seguir hacia el sur, hacia Astiphalea. Preferimos cambiar el plan y tratar de navegar al socaire de la isla de Amorgós durante toda la noche. Al día siguiente el viento y la ola deberían disminuir y podríamos buscar un refugio.
No es ni mucho menos nuestra primera navegación nocturna, pero no la esperábamos hoy. La noche se hace larga y pesada. Navegamos hasta el amanecer, muy despacio, a motor, con mucho viento y ola formada, a pesar de que la costa sur de Amorgós nos ofrece una cierta protección. Por el lado norte las condiciones deben ser muy duras.
Por la mañana la situación mejora. La borrasca al fin ha pasado y al oeste de Amorgós la navegación se vuelve a hacer cómoda. Los partes dicen que la calma durará todo el día. Subimos velas y ponemos proa hacia la isla de Kato Koufonisi. Buscaremos una playa que ya conocemos de nuestra anterior visita, donde sabemos que podremos descansar sin problemas a resguardo del meltemi.
Recordaremos esta noche como un mal sueño. No siempre navegar es tomar gintonics en cubierta viendo una puesta de sol. Levitha y Astiphalea seguirán siendo espacios vacíos en nuestro album de islas griegas, al menos este año.

