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miércoles, 30 de abril de 2025

Capítulo 5 - La montaña sagrada ('Αγιος 'Ορυς)

El monte Athos no es de este mundo.

Bueno, quizá sí forme parte del planeta Tierra, pero está fuera de la realidad que conocemos. Y sobre todo, está fuera del tiempo.

Empezando por su origen. Parece que el Monte Athos nació en una tangana entre el gigante Athos y el dios Zeus. Se desconocen los motivos, pero debían ser serios porque en algún momento del conflicto Zeus decidió tirarle un pedrusco encima al gigante, resultando éste espachurrado y la discusión lógicamente zanjada.

Y el susodicho pedrusco, que tenía unos dos mil metros de alto (a Zeus quizá se le fue la mano) pasó a llamarse Monte Athos, y ahí se quedó, al borde del mar, al final de la península occidental de Halkidikí, formando un cabo muy pronunciado y difícil de navegar. Tanto, que el rey persa Darío y su hijo Jerjes perdieron 200 naves y 20.000 hombres tratando de bordearlo durante las Guerras Médicas. Muchos otros marineros han reportado desde siempre fuertes vientos catabáticos y corrientes. Un sitio en el que hay que andarse con cuidado.

El monte Athos tiene muchas historias, leyendas y chascarrillos que contar. Un ejemplo. A la muerte de Alejandro Magno, el arquitecto Dinócrates propuso vaciar por completo la montaña y convertirla en una estatua del difunto. Digno precursor de Calatrava.

Con todos esos antecedentes, no es de extrañar que la iglesia ortodoxa tomara posesión exclusiva de la montaña (y, por extensión, de casi toda la península) hace ya más de diez siglos. Bajo el auspicio del emperador de Bizancio edificaron iglesias y monasterios y la convirtieron en su gran centro de poder. Algo así como si el Vaticano se hubiese construido en Gibraltar.

Y por supuesto los popes impusieron sus normas. Por ejemplo, en la península no pueden entrar mujeres (ni siquiera animales hembra). De hecho, y por si acaso, hasta hace poco eran obligatorias las barbas para los residentes y escasos visitantes. Y hasta hace una década tampoco se les permitía el acceso a los catalanes, parece que por algún asuntillo sin resolver de hace unos cuantos siglos (la llamada “Venganza Catalana”).

Y ahí siguen, con un estatuto legal confuso y muy curioso. Como un estado casi totalmente independiente, habitado por un par de miles de monjes barbudos venidos de Grecia, Rusia, Bulgaria y Serbia. Con sus propias leyes medievales. Sin pagar impuestos. Con más oro que el PIB de muchos países. Sin acceso desde tierra. Viviendo en sus monasterios, la mayoría edificados a lo largo de una costa a la que los barcos no deben acercarse a menos de quinientos metros (y si llevan mujeres, ni te cuento).

Si a alguien se le ocurre un mejor ejemplo de sitio anacrónico, que levante la mano.

Nos quedamos un par de noches fondeados junto a Ouranópolis, el pequeño puerto fronterizo desde donde salen ferries en los que embarcan filas de tipos vestidos de negro y sus suministros, camino de los monasterios. No bajamos a la ciudad. Más allá del ir y venir de monjes, no parece haber más que unos pocos hoteles y casas de vacaciones. También un par de restaurantes. Y un bar (“La puerta del cielo”, se llama) que no invita demasiado a tomar mojitos a la puesta de sol.

Hay que continuar la travesía. Seguimos ruta hacia el este, camino de Limnos. El parte anuncia vientos flojos hasta doblar el cabo y después un través perfecto para velear hasta Myrinas, la capital de Limnos. Son casi 70 millas y preferimos madrugar para llegar sin apuros con luz solar.

El amanecer es tranquilo. La montaña sagrada no tiene hoy su penacho de nubes habitual y destaca a lo lejos, más allá de nuestra proa, mientras el Sargantana se desliza empujado por el ligero viento de aleta. Un dia plácido para leer y escribir. También para acercarse un poco más a la costa y admirar la arquitectura de los monasterios.

Probablemente eso pensaban también Darío y Jerjes hace muchos siglos. La montaña sagrada dijo “pues no pasáis”. Ellos dijeron “sí pasamos”. Y les fue como les fue.

A nosotros nos ha ocurrido algo parecido. Al llegar al cabo, la montaña nos manda de improviso 27 nudos por la proa y ola formada. Lo interpretamos como su forma habitual de decir “pues no pasáis”. Nosotros somos más prudentes que Darío y Jerjes, y nos damos la vuelta. Otra vez a fondear en Ouranópolis.

A la mañana siguiente lo intentamos de nuevo. Hoy respetamos escrupulosamente los quinientos metros. No me he afeitado. Lucía se queda durmiendo en el camarote, por si los dípteros.

Llegamos al cabo, ésta vez a motor. Creo que hoy está de buenas. El viento no cambia, sigue casi a cero. El sol sale de detrás de las nubes en la cumbre y brilla en esta mañana de dos de mayo.

Lo interpreto como un: “Hoy sí. Anda, pasa.”

Etapa de Amouliani a Ouranópolis, 30 de abril
La silueta de Ouranópolis es inconfundible, como las aguas someras que la bordean, que no tienen más de cuatro o cinco metros de calado
Su torre bizantina es la mejor conservada de la región 
 El barco turístico que viéramos en Ormos Panagios está haciendo su recorrido cuando llegamos 
Fondeamos al norte de la ciudad de Ouranópolis, más allá de la zona de maniobras de atraque de los ferries y barcos turísticos 
Etapa fallida del 1 de mayo
Salimos en dirección sureste, siguiendo la línea de la costa, con el monte a nuestro babor
Desde el agua se distinguen los monasterios colgados de la montaña
A medida que bajamos la ola sube, el mar se vuelve más confuso y el viento, acelerado por el relieve, hace cambios bruscos de dirección. Quitamos velas
Al llegar a la punta y comprobar que las condiciones no mejoran tras el cabo, damos la vuelta
Regresamos al mismo fondeo del día anterior, a la vista de Ouranópolis y su actividad incesante de barcos que hacen diariamente la ruta de los monasterios
Etapa Ouranópolis a Limnos, el 2 de mayo
Hoy sí dejamos atrás el monte Athos y la región de Halkidikí, rumbo a la isla de Limnos
En el camino vuelven a acompañarnos los delfines


Viernes, 2 de mayo de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada, hasta la etapa de hoy


viernes, 25 de abril de 2025

Capítulo 4. Los dedos de Halkidikí (τα δάκτυλα του Χαλκιδικί)

En los mapas de la zona norte del Egeo se puede reconocer con facilidad una gran península, terminada en otras tres más pequeñas, con una forma que recuerda a un tridente, o tres dedos, al este de Tesalónica.

Halkidkí. Una región con una historia y una mitología fascinantes, campo de batalla de las luchas entre dioses y los gigantes (gigantomaquia). Unas aguas completamente nuevas para nosotros. Tres penínsulas (Kassandra, Sithonía y Monte Athos) y dos grandes golfos, Toroneos y Singitikós, con costas muy habitadas, pero también famosos por sus bosques y su naturaleza exuberante. En esta región encontramos por fin grandes arenales en lugar de las playas minúsculas y pedregosas de la mayoría de islas del Egeo. Largas hileras de casas de tejados rojos en vez de pequeños pueblos blancos y azules. La Grecia del norte. Un cambio de escenario que buscamos deliberadamente en esta temporada.

Como casi siempre, tenemos que acomodar nuestros planes iniciales a las previsiones meteorológicas. El intervalo primaveral que vivimos está llegando a su fin y se anuncia para dentro de unos días un temporal de lluvias y vientos fuertes del nordeste.

Eso condiciona nuestra ruta. Hay que prever buenos fondeos de refugio para los días complicados y aprovechar al máximo los días previos, antes de afrontar este primer meltemi madrugador. Resolvemos obviar el dedo occidental de Halkidikí. Habrá tiempo para volver.

Navegaremos directamente hacia la zona oriental, una de las más sorprendentes de Grecia: el lugar de los monasterios y del archiconocido monte Athos.

La primera parte de la etapa es cómoda. Mucho motor y mar plana en la travesía desde Alonissos hacia el dedo central. Seis horas de navegación tranquila y solitaria. Rutina.

Recalamos en Puerto Koufos, en el extremo sur de la península de Kassandra. Un extraordinario refugio natural, muy protegido. Casi un lago interior, con playas de arena, hoteles turísticos y un pequeño puerto de pescadores.

Un fondeo obligatorio, sobre todo con mal tiempo, pero con demasiados inconvenientes. La bahía es muy profunda, obliga a anclar en sondas de 10 a 15 metros. Además, el pequeño muelle es utilizado como base logística por una flota de enormes barcos atuneros que entran y salen constantemente para cargar, descargar y repostar. Un trajín al principio interesante, pero que se acaba haciendo insoportable cuando te das cuenta de que no termina hasta bien entrada la noche. Koufos es práctico, pero no un sitio tranquilo para pasar muchos días. A nosotros nos basta con uno.

Bordeamos el dedo para buscar refugio detrás la isla Diásporos. Aqui sí. Una zona de vacaciones de lujo, con bosques verdes y calas resguardadas. Villas con praderas muy cuidadas y embarcadero privado, pero que en esta época del año están todavía desiertas. En Diáporos pasamos los dos días más complicados del temporal, sin otra compañía que un pequeño velero griego de casco rojo, escondido en la cala de al lado. Disfrutamos de la tranquilidad de un fondeo solitario en una playa magnífica, resguardados del viento que sopla con furia. Y lo más importante, Diásporos es este año el lugar ideal para el primer baño de la temporada, con el agua a 20 grados. Anticipando el verano.

Amaina el temporal y salimos de nuestro refugio. Recalamos en el pequeño puerto de Ormos Panagios para rellenar depósitos y aprovisionarnos. Atravesamos el golfo hacia la isla de Ammouliani, en la costa oriental, en la península del Monte Athos, que todavía luce neveros en su cara norte a estas alturas de la primavera.

Una etapa con poca historia que contar, en una zona (los tres dedos) agradable y tranquila, pero sin demasiados alicientes.

Etapa Gerakas a Porto Koufos, 25 de abril
Llegada a Koufos. En la línea de costa, la apertura de la ensenada apenas se distingue
Porto Koufos
Etapa de Porto Koufos a Diásporos el 26 de abril
Fondeo en Diásporos frente al hotel
Etapa de Diásporos a Ammouliani, con recalada en Ormos Panagios, el día 29
Saliendo de Diásporos hacia arriba
El monte Athos es visible durante todo el camino
En Ormos Panagios solo cabemos el catamarán de Grígoros, que lo está poniendo a punto, y nosotros: uno de los barcos que hacen el recorrido turístico de los monasterios del Monte Athos ocupa medio puerto
Todo en el puerto está cerrado, aún no ha empezado la temporada
Fondeo en Ammouliani, frente al camping


Martes, 29 de abril de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada hasta hoy


lunes, 21 de abril de 2025

Capítulo 3. Las Espóradas en abril (Οι Σποράδες στην Απριλίου)

Ya navegamos. En este 2025 queremos recorrer el norte del Egeo, una zona que no conocemos y que a priori tiene varias ventajas. La primera y fundamental: en la costa norte apenas hay meltemi.

Pero no sólo es eso. Nos han hablado de lo distinta que es la Grecia de norte, del atractivo de Macedonia y de la región de Halkidikí. El clima, bastante más frío y húmedo, es diferente del de las islas. También la gente, mucho más continental y eslava. Y la música, con más ecos centroeuropeos y menos del medio oriente.

Antes de poner proa hacia el norte tenemos que volver a pasar por Oreoi y las Espóradas. Un recorrido conocido, que ya hicimos un par de veces el año pasado, pero entonces en verano, en plena temporada.

Después de un invierno muy lluvioso el decorado en el golfo norte de Evia ha cambiado. Podemos ver al oeste el monte Parnaso, imponente y completamente nevado, y los bosques a nuestro alrededor de un color verde brillante. Prácticamente no nos cruzamos con ningún barco; algún ferry, algún pesquero y poco más. Casi nadie fondea en abril.

Y los pocos veleros con los que nos encontramos son casi todos griegos. Barcos griegos con tripulaciones griegas, toda una novedad que no nos viene mal, porque este año el objetivo es hablar en griego todo lo que podamos.

Poco que reseñar en la travesía. Tiempo muy agradable. Este anticiclón nos manda vientos suaves del nordeste que no nos permiten velear. Nos cruzamos con una foca monje cerca de Oreoi y con un pequeño grupo de delfines que nos hacen compañía unas horas (no muy habitual, quizá los delfines también echan de menos el jaleo de barcos del verano). El motor del Sargantana ronronea sin problemas y se nota que tanto el casco como la hélice están limpios y recién pulidos.

Para nosotros esta etapa es la vuelta a la tranquilidad y a disfrutar de navegar sin estar ocupados todo el día. Recalamos una noche en Oreoi, con bastante turista local de Semana Santa y apenas tres o cuatro barcos en el puerto. Otras dos noches en el puerto de Skiathos, ya con muchos visitantes, restaurantes a pleno rendimiento y pocos huecos en el muelle de veleros. Y finalmente fondeamos una noche en la recóndita bahía de Gerakas, un pequeño puerto natural en el extremos norte de Alonissos. Muy bonito y muy tranquilo, somos el único velero.

Todo en esta etapa nos resulta más o menos conocido, salvo que por fin hemos tenido la ocasión de visitar la capital de Skiathos. El año pasado era inviable recalar en puerto (como casi siempre en verano).

No nos causa una gran impresión. Otro de esos pueblos que han tenido la suerte, o más bien la desgracia, de quedar sumergidos por la marea del turismo de masas. En este caso, agravada por Hollywood. En Skiathos, igual que en Skopelos, todo se llama “Mamma Mia”; y a estas alturas del año, con el agua a 16 grados, ya pasean por el muelle señores gorditos en bañador, camisa de flores y chancletas, comiéndose un helado, con la cara como un tomate y cantando a voz en grito “the winner takes it aaaaallllllll”.

En julio esto debe ser Hollywood (nunca mejor dicho), pero afortunadamente en abril es más tolerable. Damos un paseo por Bourtzi, la península que separa los dos puertos; por el barrio de Plakas, más auténtico que la parte nueva de la ciudad; y por el puerto viejo, reservado a los megayates pero aún vacío. Todavía no han llegado los ricos.

Los que sí han llegado, o quizá nunca se fueron, son los pobres. Nos los encontramos en grupitos vagando por la ciudad, pidiendo algún trabajo de ocasión a los restaurantes o el pescado sobrante a los barcos de pesca que llegan al atardecer y están limpiando y recogiendo las redes. Como bandadas de gaviotas oscuras que seguramente vienen de lejos.

Se agolpan frente al costado de un barco abarloado al muelle. Las mujeres y los niños piden a gritos la morralla. Festejan y aplauden cuando un pescador les tira un pescadito o un calamar pequeño. Callan, y algunos protestan, cuando otro pescador tira puñados de peces al agua sin siquiera mirarles. No hablan en griego, pero tampoco hace falta.

- Hijo de puta

Etapa desde la boya de Livaditis a Oreoi (21 de abril) y de Oreoi a Skiathos (22 de abril)
Puerto (nuevo) de Skiathos
El barrio de Plakas visto desde el Bourtzi
El puerto viejo
Iglesia de los Tres Patriarcas, detrás del puerto viejo 
Rincón de Plakas
Gran parte de los locales están aún cerrados o preparándose para abrir
Iglesia de Agios Nikolaos, detrás del puerto nuevo
Subida a la iglesia
Vista desde lo alto de la iglesia de Agios Nicolaos
Etapa de Skiathos a Gerakas (24 de abril)
Delfines en el camino a Gerakas



Jueves, 24 de abril de 2025

Resumen de nuestro recorrido de esta temporada


jueves, 17 de abril de 2025

Capítulo 2. Pascua en Limni. (Πάσχα στη Λίμνη)

 

En Limni nos sentimos como en casa. Es curiosο lo mucho que puedes acabar apreciando algunos sitios (bueno, y también a algunas personas) aunque te hayan provocado indiferencia o incluso desagrado la primera vez que los viste.

Limni no estará nunca en las listas de “lugares a visitar” de las guías turísticas de Grecia, ni tampoco es una recalada obligatoria para los que navegamos por estas aguas. Un pueblo relativamente pequeño, en la orilla oeste de la isla de Evia, con una antigua industria minera y un puerto minúsculo en el que caben no más de tres o cuatro barcos de paso. Sin grandes atractivos turísticos (no tiene ruinas que visitar, y mira que hay ruinas en los pueblos de las islas del Egeo). Al final de una carretera interminable, estrecha, empinada y llena de curvas.

Pero le coges cariño. A Limni y a su gente. Y te alegras de haberte quedado aquí a pasar la Semana Santa ortodoxa (Πάσχα) en lugar de tratar de llegar a una de las islas famosas por sus celebraciones multitudinarias y recomendadas por webs de viajes y youtubers. Nuestra idea inicial era llegar antes del Viernes Santo a Skiathos, pero fue imposible por la cantidad de trabajo pendiente. Visto lo visto, una suerte.

Aquí, como supongo que ocurre en la mayor parte de Grecia, la Semana Santa se vive con un recogimiento y una devoción que impresionan, seas o no creyente. Nada que ver con el boato y los oropeles de nuestras procesiones cartageneras (y no digamos de las sevillanas), con sus filas de encapuchados, rumores de cadenas, crucifijos, dolorosas, estruendo de tambores y sillas para espectadores a cinco euros por cabeza…

En Limni la Semana Santa es minimalista. Carece casi completamente de atrezzo, salvo por las humildes velitas que todos los locales portan en procesiones multitudinarias, casi como en un entierro real. En total silencio. Sin “levantás”, ni saetas, ni gritos, ni aplausos. Un silencio espeso que sólo interrumpen de vez en en cuando los salmos quedos de los popes que caminan graves y solemnes delante del ”epitafio” (επιτάφιος). Todo en la Semana Santa de Limni tiene trazos más nítidos, más intensos, más emocionales.

Asistimos a la procesión de Viernes Santo, como en Mikonos hace dos años. Nos dejamos llevar por la multitud que recorre el larguísimo paseo frente al mar, una marea silenciosa que nos absorbe y nos arropa. En Limni la Semana Santa no huele a azahar, sino a lavanda; y los bares no ponen música en toda la semana; y en los restaurantes te preguntan si haces ayuno o abstinencia (o nada).

Pasamos todo el fin de semana en el puerto, terminando de arranchar el Sargantana. Hay muchos trabajos del barco que son más cómodos estando en el agua. En Limni disfrutamos de un tiempo que por fín anuncia la primavera y hasta el verano, y de la tranquilidad de un pueblo que parece desperezarse tras un largo invierno. Paseamos y nos mezclamos con la gente, casi todos griegos, locales y familia que ha vuelto a casa a pasar la Pascua. Saludamos aquí y allá a los conocidos. Comemos y cenamos varias veces en el restaurante “Plátanos” (Πλάτανος), nuestro favorito, dejando que sea la dueña, una señora cariñosa y maternal, la que nos haga descubrir los platos tradicionales que no incluyen en las cartas para los turistas. Magiritsa, revithada, fausolada, cordero pascual.

Limni cambia el Domingo de Resurrección (Ανάστασις, anástasis). El pueblo explota y se desborda al final del ayuno. El ruido y la música de la fiesta se vuelven atronadores después del silencio. Todo el mundo felicita a todo el mundo con el consabido “por muchos años” (χρόνια πολλά, chronia polá). Las calles, los bares y los restaurantes se llenan de familias que celebran la Pascua, la Πάχκα, la fiesta de las fiestas.

Nuestro plan es salir a navegar con rumbo norte al día siguiente, el mismo lunes, pero al caer la tarde nos damos cuenta de que esa noche será difícil dormir. Todo es estruendo. Un individuo está montando los cohetes del castillo de fuegos artificiales que todos los años celebra la Resurrección. En el mismo puerto, a escasos cinco metros del Sargantana…

No estamos dispuestos a que la pirotecnia nos amargue el fin de semana y decidimos cambiar los planes sobre la marcha. Hay que salir de aquí cuanto antes y buscar un lugar tranquilo donde dormir, como la boya de Livaditis. Preparamos el barco a toda prisa y soltamos amarras. Justo a tiempo. Estamos todavía saliendo por la bocana cuando ya disparan los primeros cohetes.

Parece que el Sargantana no puede salir de Limni si no es de una forma épica. Este año sin tener que luchar contra el viento ni las olas y, afortunadamente, con el motor funcionando. Bajo las luces cegadoras del castillo de fuegos artificiales. Con todo Limni pendiente de nosotros. Como parte del espectáculo de esta pascua mágica.

 
 
 
 
 
 
Este año también tenemos tsougrisma y también es a Luis al que el juego le augura un buen año


Domingo, 20 de abril de 2025