Llegamos a Eretria. Tengo curiosidad por conocer la ciudad que fue destruida dos veces y de cuyas ruinas he oído hablar. Más, si cabe, después de descubrir en Psará que sus últimos moradores, exilados, se refugiaron en los restos de una Eretria abandonada hacía dieciocho siglos y refundaron la ciudad bajo el nombre de Nea Psará.
El Enjoy y el Area Secada han llegado el día antes. Fondeamos frente a la playa, al este del puerto. Hay muy pocos barcos, no hace falta apretujarse. Nuestros amigos no tienen interés en visitas turísticas, pues han estado aquí varias veces, así que sólo quedamos para cenar. El resto del tiempo vagabundeamos a nuestro aire, recorriendo la ciudad, el puerto y las playas, visitando el museo y las ruinas. Y haciendo un descubrimiento fascinante: la isla de los sueños.
La ciudad de Eretria es como un gran parque arqueológico. Sólo el complejo del teatro y un par de edificios, excavados y restaurados, están cerrados y son de pago. El resto de ruinas, la mayoría, se encuentran desperdigadas por la ciudad. Valladas y señalizadas algunas, esparcidas por los parques otras. Las pisas sin darte cuenta.
El teatro, el templo de Apolo Dafnéforo, él ágora, la acrópolis, la casa de los mosaicos.Los restos hablan del pasado remoto de Eretria, próspera ciudad de comerciantes y filósofos, alternativamente aliada y rival de Atenas, cuyo apoyo a las insurgencias contra los persas le valió su primera destrucción cuando Darío invadió Grecia. Más adelante fueron los romanos los que la arrasaron en el siglo I a.C. De este episodio no se recuperó.




Sin embargo otros restos que hablan de un pasado más reciente nos llaman poderosamente la atención.
Hay una formación natural en la costa este de la ciudad, un islote poblado de pinos, unido a tierra por un estrecho pasaje. No más de 6 hectáreas que se adentran en el mar y caen al agua en playas de aguas cristalinas y calas rocosas, con un pequeño puerto de lanchitas de pesca en uno de sus costados. Es Pezonisi, cuyo nombre significa literalmente "isla del pie".
Cuando la isla pasó a manos municipales en 1974, sus autoridades decidieron dar un impulso sustancial a la economía de la ciudad. Adjudicaron por concurso público la explotación de Pezonisi a una empresa, que construyó un gran complejo turístico al que llamó Nisi Oneiron (isla de los sueños). Bungalows, zonas comunes, un hotel, un restaurante con enormes cocinas, terrazas, comedores al aire libre, canchas de tenis. Hasta un mini golf y una ermita. El lugar pronto se convirtió en un destino turístico de referencia en toda Grecia, con el reclamo de la tranquilidad, el contacto con la naturaleza, el azul del Egeo y una ciudad histórica a sus espaldas.Y a sólo hora y media de Atenas en avión.
El cuento de hadas duró casi tres décadas. En 2008 un cambio de gobierno descubrió irregularidades en la adjudicación de la licencia de explotación y exigió su cierre. Hubo mil idas y venidas entre las autoridades locales y la correspondiente sociedad estatal, sin llegar a un acuerdo viable. Ni siquiera prosperó el intento de Lambros Angelopoulos, un empresario griego afincado en Estados Unidos, que ofreció una inversión millonaria para salvar el complejo. Tras años de burocracia infructuosa, acabó retirando la propuesta.
Eretria despertó de su sueño. La vegetación y el vandalismo acabaron convirtiendo la isla en un canto al abandono, el deterioro y la insalubridad. Fue campamento veraniego, refugio de indigentes, escenario de fiestas improvisadas y, sobre todo, lienzo de grafitis y pintadas murales.
Este invierno pasado un movimiento ciudadano decidió invertir tiempo y medios en limpiar de vegetación y adecentar el lugar. Sacaron toneladas de restos vegetales, escombros y objetos de todo tipo. El resultado sigue siendo un lugar fantasma, poblado de estructuras y esqueletos de hormigón pintados profusamente, pero sin basura y por el que es posible pasear.
Leí que las autoridades locales se proponen reflotar el lugar. La inversión debe de ser desorbitada, no sólo por el estado en que se encuentra, sino porque los gustos han cambiado. Este estilo de bungalows sencillos en mitad del pinar, sin vistas al mar, ya no vende.
Otra propuesta, más sostenible pero más millonaria si cabe, habla de renaturalizar la isla, demoliendo todas las construcciones salvo un par de edificios que se restaurarían para un uso singular.
Creo que tendremos sueños rotos para rato.

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