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viernes, 2 de mayo de 2025

Capítulo 6. Cruce de caminos (Σταυροδρόμι)

Lemnos es el centro del Egeo. Al sur de Thasos y Samotracia. Al nordeste de las Esporádas y de Agios Estratios. Al suroeste del Monte Athos. Al sureste de Estambul.

Como si Poseidón se hubiese levantado un día con escuadra y cartabón, buscando donde emplazar el centro de la diana. Un día en el que estaba de buenas, claro, porque la dibujó plana y verde, llena de calas, de recovecos y de bahías donde refugiarse del meltemi inmisericorde. Y Poseidón dejó que la habitasen los pelasgos, que la llamaron Anemóessa (Ανεμόεσσα, la del viento).

Hoy la isla de Lemnos es un cruce de caminos. Un lugar mestizo, de todos y de nadie, lleno de tiendas y de hoteles que todavía no han iniciado la temporada.

Con un puerto (Myrina) amplio y cómodo al que llegamos un viernes por la tarde, en una travesía larga desde el Monte Athos. Y un capitán que muestra cierto fastidio al ver que llegan barcos justo cuando se está yendo de fin de semana y al que solo vemos unos pocos segundos. Se acerca y nos pregunta si tenemos los papeles en regla. Le decimos que sí, por supuesto. No tiene ningún interés en verlos, ni en abrir la oficina para cobrarnos la tasa, y sí demasiadas ganas de irse a casa. No le volvemos a ver por el muelle. Mejor así. Otro puerto gratis en esta primavera en el Egeo del norte.

Nos quedamos tres días en Myrina. Como buena encrucijada de caminos, tiene todo lo que necesita un barco: supermercados, lavanderías, ferreterías… Incluso una tienda Cosmote en la que conseguimos una tarjeta 4G en oferta, con datos ilimitados, que nos soluciona definitivamente el problema de la conexión a Internet para toda la temporada. Y lo mejor de todo: todas las tardes atraca a nuestro lado un enorme barco pesquero con pescado fresco y marisco del día a precios irrisorios. Apetece quedarse para siempre.

Pero las ganas de navegar siempre prevalecen, es una maldición. Es lunes a mediodía y ya hemos hecho todos nuestros recados. El puerto está vacío, ni rastro del capitán. Sólo dos veleros, el Sargantana y el Sal, un bonito barco con bandera turca que llegó ayer y con el que hemos intercambiado saludos de pura cortesía. Myrina nos ha dado todo lo que necesitábamos y estamos listos para zarpar. Incluso hemos visitado las ruinas del castillo, la atracción turística de la ciudad.

El mar nos llama, es como una droga. Nos entran las prisas. Decidimos irnos ya mismo, adelantar unas millas de la travesía de mañana y buscar un fondeo tranquilo al norte de la isla. Lucía se ocupa estibando provisiones y preparando todo en la cabina y yo estoy desplegando las mangueras para llenar los depósitos de agua.

El patrón del barco turco se acerca a nuestra popa y nos ofrece (en inglés) tomar un café. Mmm, mal momento. Hilvano como puedo una excusa: "Gracias, pero nos vamos en unos minutos…".

Insiste: "Pero ¿os vais ahora mismo? ¿No tenéis tiempo para un café rápido?". Su cara de decepción es más que evidente.

Mientras busco las palabras para una segunda negativa que no suene muy descortés, Lucía sale a la bañera y contesta por mí: "Por supuesto, estamos preparando la salida, pero siempre hay tiempo para un café".

Y el café vuelve a a ser, como otras veces, el punto de inicio de una amistad que cambia planes y retrasa salidas. Conocemos a Sema y Sencer, que nos resultan cercanos ya desde el primer momento. Recién prejubilados de puestos en empresas tecnológicas, están iniciando una nueva vida y una vuelta al mundo que les llevará al menos seis años, dejando atrás su casa en Estambul.

Por supuesto, el café se convierte en varios cafés, y en vinos, y en copas en las calles de Myrina. El Sargantana y el Sal vuelven a ser "barcos que se cruzan en la noche", en esta isla que es el centro absoluto del Egeo, con tripulaciones que se aprecian mucho, más de lo que sería de esperar entre completos desconocidos, quizá porque comparten la adicción al mar y el sueño de vivir navegando.

Pasamos juntos no unos minutos de cortesía, sino varias horas que se hacen cortas. Intercambiamos historias y planes, pasados y futuros. Demasiado poco tiempo, pero quizá sea mejor así. Así son los cruces de barcos. El Sargantana, hacia el nordeste, buscando los límites del Mediterráneo en la isla de Samotracia. El Sal, hacia el suroeste, navegando en estampida hacia Atenas, el Peloponeso, Messina y Gibraltar, en busca de los límites del Atlántico, del Pacífico y del Índico.

Esperamos poder encontrarnos nuevamente en Cartagena, quizá en dos o tres meses, y tener más tiempo para compartir aventuras de travesías y fondeos, de guardias y noches estrelladas, y también de tormentas, problemas y peligros. Estamos seguros de que hemos encontrado unos nuevos grandes amigos, otra tripulación a la que no perderemos la pista, estén en el hemisferio en el que estén.

Lemnos ha cumplido una vez más con el papel de cruce de caminos que le dió Poseidón. ¿Casualidad? Quizá si. O puede ser el destino, o el karma, eso en lo que cuesta creer, pero que a veces sucede tras una invitación a un café a destiempo. No entre todos los barcos, no entre todas las tripulaciones. Quizá sea esta isla, Lemnos, la que elige. A saber.

Nos hacemos esta reflexión fondeados frente a Gomati, una playa de arena extensa y desierta en este frío inicio de mayo. Apuntados por el cañón de un carro de combate M24 que, según parece, olvidaron los americanos, o los propios griegos, en la II Guerra Mundial. En vez de chiringuito, un tanque. ¿Irreal? ¿Absurdo? ¿Almodovariano? Sin duda.

Pero, señores, es que esto es Grecia.

Cuando llegamos, en el puerto de Myrina no hay sitio porque los tres barcos alemanes de alquiler se han abarloado al muelle, cogiendo todo el espacio. Dos viajan juntos y nos hacen un hueco. El capitán del puerto les amonesta más tarde por ocupar tanto espacio. Su solución es abarloarse uno al otro (!)
El puerto está ubicado a los pies del castillo, una fortaleza bizantina del siglo XII
Entrada a la fortaleza
Vista del puerto desde el castillo
Vista del pueblo hacia el norte
Durante la ocupación, los turcos vivían dentro del perímetro de la fortificación, en la que quedan los restos de una mezquita
Como cada tarde, el barco del pescado llega puntual con su cargamento
Dos kilos de pseudo calamares y quisquillas me tendrán entretenida varias horas al día siguiemnte
Desde el puerto pesquero, en dirección norte, sale la calle principal del pueblo, peatonal, sombreada, con una mezcla maravillosa de tiendas de todo tipo, comercios deliciosos y locales turísticos al uso
Nos llama la atención esta iglesia en la calle principal. Se erigió en conmemoración de las 63 víctimas del incendio del cine que se construyó en ese lugar, el emplazamiento de una antigua mezquita, y que ardió el mismo día de su inauguración, en septiembre de 1939
Más arriba, la catedral de la Santisima Trinidad
El 4 de mayo, primer domingo del mes, los soldados han izado la bandera a las 8 de la mañana. A las 8 de la tarde, en otra ceremonia solemne, la arrían
El 5 de mayo Sema nos invita a celebrar con ellos la tradicion turca de escribir nuestros deseos para el siguiente año, quemarlos y enterrar las cenizas al pie de un rosal. A falta de rosal, un macetón del puerto y agua de rosas hacen el apaño. No sin que un policía del puerto venga a echarnos la bronca a mitad de la ceremonia...
Nuestra última noche en Myrina, con nuestros nuevos amigos y la espectacularidad del castillo iluminado. Al día siguiente nos iremos a fondear al norte de la isla
Etapa del 6 de mayo, entre Myrina y la playa de Gomati
La playa se extiende hacia el interior formando un sistema dunar que los locales llaman familiarmente "el desierto" de Pachies Ammounies
En la playa, salpicadas aquí y allá, distinguimos algunas autocaravanas usadas como viviendas permanentes y unos operarios poniendo en marcha lo que parece un chiringuito a los pies de la colina del tanque  
El tanque de la II Guerra Mundial que nos vigila


Martes, 6 de mayo de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada hasta la etapa de hoy


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