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domingo, 18 de mayo de 2025

Capítulo 9. Hacia el sur del Egeo

Puerto de Myrina

En Thasos decidimos tocar techo. Renunciamos a seguir navegando hacia el norte y visitar Kavala. Mejor volver la proa hacia el sur, que quizá nos devuelva por fin la primavera del 2025 y nos rescate de este mayo invernal.

El pronóstico es bueno: días soleados y tranquilos. Poco viento para navegar. Aguas todavía solitarias. El plan es sencillo: rumbo SSE directo hacia Lesvos con una recalada intermedia en la isla de Limnos, convertida ya oficialmente en nuestro lugar de parada y fonda en el Egeo.

Travesía dominical sin incidencias desde Limenaria hasta Myrina. Llegamos a última hora de la tarde, apenas unos minutos por delante de un catamarán de alquiler abarrotado de tripulantes rumanos. De hecho la mayoría de los barcos que nos estamos encontrando en esta zona son de alquiler (con base en Kavala) y tienen tripulaciones búlgaras o rumanas. Normalmente muy simpáticas y tranquilas.

Pero éste no es el caso. Pronto tenemos la oportunidad de comprobar que esta panda es aficionada al karaoke etílico-nocturno, una variedad que no conocíamos hasta ahora.

El puerto de Myrina es relativamente grande, pero la ley de Murphy se cumple a rajatabla: todos los huecos para veleros en el muelle principal están completos. Queda sitio para dos barcos abarloados en el muelle exterior. El primero somos nosotros. El segundo, cómo no, el de los niños cantores de Bucarest. Mal asunto.

Y ya se sabe que las desgracias nunca vienen solas. Mientras uno de los esforzados cantantes nos deleita, micrófono en una mano y lata de cerveza en la otra, con un popurrí interminable de sus canciones populares, no muy afinadas pero jaleadas con entusiasmo por el resto de sus compañeros, se acerca un policía portuario local para informarnos de que a las siete de la mañana llega un crucero turístico y tienen reservado todo el muelle exterior. Vaya, que el hueco que vimos tenía trampa.

Corolario: antes de las siete de la mañana toca salir pitando o buscarse la vida. A nosotros nos agobia bastante. Los de la Operación Triunfo Transilvania ponen cara de “a mí me la refanfinfla”.

Oscuro e incierto se presenta el reinado de Witiza. No podemos irnos de Myrina sin más, tenemos visitas pendientes a lavadoras y supermercados y hay que rellenar depósitos.

Optamos por un plan de emergencia. La lavandería está abierta hasta medianoche. Lavamos. Para cuando llegamos al barco, los rumanos ya están en la fase etílica de alegría y exaltación de la amistad y cantan a voz en grito como Chiquilicuatre en Eurovisión...

Mientras lleno los depósitos, Lucía se va a la proa y hace su magia. Les pega cuatro gritos. Inexplicablemente, se callan. A dormir todos. Que aprendan las fuerzas del orden de Grecia.

A las 0645 dejamos el atraque y fondeamos en medio de la dársena. Bajamos la neumática y las 0800 estamos ya en el súper. A las 1100 nos despedimos de Myrina, de los rumanos (que ya calientan motores para su sesión de karaoke matutina) y de la policía del puerto, que ya ha despedido a su crucero turístico. Lo más sangrante es que finalmente el crucero no ha hecho uso de su sitio reservado en el muelle y parece haber pasado por Myrina como los americanos en Bienvenido Míster Marshall: a la carrera y sin fijarse mucho. Malas personas.

Objetivo cumplido. Nos vamos a fondear un par de días al sur de Limnos. Hace calor. Llega el verano. Es la magia del sur.

Sargantana fondeado en el puerto. Al fondo, el crucero. Y en el muelle, la breve visita de su tripulación en la lancha auxiliar
Etapa de Limenaria a Myrina, 18 de mayo
Etapa de Myrina al fondeo en Ormos Kontia, 19 de mayo


Lunes, 19 de mayo de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada hasta hoy


domingo, 11 de mayo de 2025

Capítulo 8. Una parada en Thasos

Limenaria, en la isla de Thasos, es para nosotros esta temporada uno de esos “puertos refugio” que ya hemos conocido otros años en el Egeo. Como Patmos, como Sitía en Creta, como Preveza en el Jónico, como Karystos. Lugares cómodos donde te trae el temporal y donde el barco echa raíces por un tiempo.

Llegamos a Limenaria en travesía conjunta desde Samotracia, con el Duhbe V y su tripulación asturiana. Toda una novedad para nosotros, navegar en conserva, aunque la diferencia de eslora en este caso es lo suficientemente grande como para que lo de la conserva sea algo más que una figura retórica. Veleamos al principio, pero el viento cae y hay que tirar de motor. Nos sacan más de una hora en poco más de cincuenta millas. El Sargantana, que a veces se enzarza en regatas con otros barcos (y a veces las gana) llega a puerto protestando y con un aire de “porque no he querido, ¿eh?”

Casi sin darnos cuenta pasamos cinco días aquí. Limenaria es un puerto pequeño, con una entrada complicada por poco calado, unos cuantos barcos de pesca (que no parecen tener mucho trabajo) y un muelle para veleros amplio y recién construido. Otro puerto más de los muchos que hemos encontrado en Grecia, semi abandonados y con aspecto de pre-ruina ya desde su inauguración (los hay que incluso antes). Torretas eléctricas nuevas, pero que no funcionan. La mayoría de los grifos de agua secos. Aparentemente el ayuntamiento no consigue una empresa que explote la concesión.

Al menos es gratis, pero es una pena que no puedan encontrar una alternativa para mantener unas inversiones tan costosas. De hecho, la capital de la isla (Limenas) tiene una marina en semejante estado de abandono.

El tiempo continúa revuelto y bastante frío. Parece que la primavera de 2025 está siendo poco benigna en todo el sur de Europa. Tenemos varias jornadas de lluvia y viento por delante y decidimos quedarnos tranquilamente en Limenaria. Nos dedicamos a bricolajes pendientes (de esos que siempre hay) y a recorrer la isla en un coche alquilado.

A pesar de la precariedad, nos gusta el puerto y nos gusta la isla. Muy turística, con buenas playas y buenas infraestructuras, carreteras y hoteles. Más homologable a destinos turísticos equivalentes en las costas de España o en Italia. Muy tranquila, con muy poca gente a estas alturas de temporada, aunque probablemente con calles atestadas de visitantes griegos y extranjeros en los meses de verano.

Desde el punto de vista marinero, Thasos es una isla con muchos fondeos y costas agradables. Probablemente con menos presión de flotillas de barcos de alquiler que en las Espóradas o las Cícladas. Un sitio para volver.

Aquí completamos nuestro primer mes de navegación de este año. Una temporada atípica en lo meteorológico, la temperatura es más propia de marzo que de mitad de mayo. Renunciamos a visitar la ciudad de Kavala y comenzaremos nuestra ruta hacia el sur con una nueva recalada en Limnos. Sigue habiendo pocos barcos, pero ya bastantes de alquiler. Nos habían asegurado que en norte del Egeo no hay chárter, pero eso no es del todo real.

En cualquier caso volveremos al norte en el futuro. No nos ha defraudado. Samotracia, Limnos y Thasos merecen otra visita. O más.

Sargantana aproximándose a Limenaria captado por Julio, un gran aficionado a la fotografía. El Dubhe ha llegado una hora antes que nosotros
Amarramos al costado del Dubhe. En la colina sobre el puerto, la silueta de un palacio abandonado recuerda el pasado minero de Limenaria
Se trata del Palataki, construido en 1903 por la compañía alemana Speidel que explotaba las minas locales de hierro. Fue la sede administrativa de la empresa y albergaba oficinas, laboratorios y las residencias de los ingenieros y directivos
Aunque un cartel avisa de no entrar, la valla que rodea el recinto tiene una abertura por la que, al parecer, pasa todo el mundo. El palacio está abandonado desde 1963, fecha en que la empresa minera dejó de operar en la isla. Se aprecian algunos esfuerzos por evitar la ruina completa, pero aún así recuperar el edificio parece difícil
La ubicación en la colina ofrecía a la compañía minera una vista privilegiada del puerto, en el que realizó grandes obras para facilitar la exportación del mineral de hierro, incluyendo la construcción de muelles y la instalación de grúas. Llama la atención lo blanca que es la escollera: son bloques de mármol
El pueblo de Limenaria tiene relativo poco interés, pero está limpio y cuidado
Hay apenas dos o tres supermercados con poco surtido fresco y las dos carnicerías están aún cerradas. En las casas más tradicionales destacan los balcones de hierro.
Hacia el oeste se extiende la playa, jalonada de edificios completamente distintos a los del pueblo. Aquí se mezclan apartamentos tradicionales con hoteles modernos, algunas tiendas de comestibles y tabernas al borde de la arena
Alquilamos un coche (en cuestionable estado de conservación) para explorar la parte este de la isla, por la carretera que la circunvala. La primera parada es el monasterio del Arcángel San Miguel, un edificio imponente construido sobre el acantilado que ya nos llamó la atención desde el barco a la llegada a la isla
Vista desde el monasterio sobre la playa de Livadi
La siguiente parada es Aliki, una península con playas a ambos lados en la que se puede visitar gratuitamente el sitio arqueológico y las antiguas canteras de mármol.
En el recinto quedan principalmente un conjunto que llaman de los templos antiguos, una basílica paleocristiana, enterramientos y una cueva para ritos. En la foto, los templos de los siglos VII y V a.C. que se encuentran cerca de la costa, a nivel del mar
La península se puede recorrer andando, usando los senderos bien delimitados y los caminos entre la vegetación, que ahora en primavera está exhuberante. Aquí, Julio haciendo fotos.
En la parte alta del promontorio se encuentran las basílicas paleocristianas. Algunas fuentes sugieren que el cristianismo en Thasos comenzó en el s.I con el paso por la isla del apóstol San Pablo, tras su llegada a Europa por Kavala en el 49 d.C.
Pero lo verdaderamente especial y llamativo de la zona son las antiguas canteras de mármol, que fueron explotadas durante 1200 años hasta su abandono en el s.VII d.C. El mármol de Thasos ha sido y sigue siendo hoy en día, muy apreciado para escultura y arquitectura, desde que los colonos de Paros se asentaran en la isla y aplicasen sus conocimientos a la extracción y tallado del material. Su extraordinaria blancura, brillo y ausencia de veta lo convierten en uno de los más valiosos del mundo.
En las costas de la península de Aliki se ve claramente la “mordida” que las excavaciones le han dado al terreno. Se aprecian las formas lisas y llenas de aristas dejadas por las técnicas de extracción, muchas de ellas bajo el agua. Quedan restos de bloques e incluso columnas ya talladas que no llegaron a ser trasladados antes del abandono del yacimiento.
Hoy hay distribuida por la isla una decena de canteras. Los bloques se cortan con técnicas más modernas, como el hilo diamantado, que minimizan la necesidad de explosivos. Los bloques se trasladan a Kevada y desde allí se exportan a todo el mundo.
En la capital, Thasos (o Limenas, como se la conoce comunmente), apenas nos detenemos. Aparcamos en el puerto comercial, grandote y lleno de ferries; recorremos la calle frente al puerto, llena de restaurantes y bares; llegamos al puerto viejo, que tiene bastante encanto; atisbamos por encima de la valla las ruinas del ágora, que está ya cerrada; y, pasando el puerto viejo, subimos hasta la pequeña capilla de los Santos Apóstoles, en lo alto del cabo Evraiokastro. Está construida sobre el sitio arqueológico, del que se ven algunos restos.
Vista del cabo Evraiokastro desde la capilla, con el despropósito del "beach bar" Karnagio que, a falta de "beach", ha cubierto de gravilla de mármol blanquísimo la plataforma de madera sobre la que tiene instaladas las hamacas. No seguimos el camino que, partiendo del cabo, llega hasta el antiguo teatro. Limenas queda para otro año y para una visita más reposada
Después de conseguir una botella de gas en el único punto de venta de toda la isla, llegamos a Panagía, un pueblo del interior empedrado, en cuesta y con un arroyo que lo atraviesa
Fuente del amor, al pie de la iglesia
Lo que me resulta más llamativo de Panagía son los tejados de la piedra local, hechos de mármol y esquistos
El Dubhe se va un día antes que nosotros, a pesar del viento norte anunciado, pues quieren dejar a Julio en el ferry de Limenas.
Llega un velero de alquiler con una tripulación de chavales de una escuela de vela de Bulgaria, muy simpáticos, que han alquilado en Kavala para practicar. Es su primera salida. Les ayudamos a atracar. Acabamos a bordo de su barco tomando vino búlgaro y respondiendo sus mil preguntas sobre navegar en Grecia.
Etapa de Samotracia a Thasos el 11 de mayo


Sábado, 17 de mayo de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada hasta hoy


miércoles, 7 de mayo de 2025

Capítulo 7. Samotracia (Σαμοθράκη)

Dice nuestro amigo Pepe que en los bosques de Samotracia los árboles caminan por la noche. La verdad es que no hemos llegado a comprobarlo, pero no lo descarto, porque el meltemi es muy poderoso en Samotracia y quizá sí conozca la magia para mover sus raices.

Samotracia es salvaje y violenta, una isla furibunda que gusta de provocar sensaciones fuertes. A la que no parecen gustarle mucho los barcos, porque es redonda, sin calas, abrigos o fondeaderos. Los antiguos la llamaban la isla de Eolo, casi una perogrullada teniendo en cuenta que el viento aquí sopla casi huracanado, normalmente del nordeste, precipitándose por las laderas del monte Saos, la montaña más alta de las islas del Egeo, donde Poseidón se sentó tranquilamente a observar la guerra de Troya. Una montaña abrupta y granítica, llena de bosques, de torrentes y cascadas, sin caminos visibles o carreteras que la crucen.

Samotracia nos da la bienvenida, cómo no, con un inesperado chubasco de viento que nos complica la aproximación y el atraque en el puerto de Kamariotissa. Navegamos tranquilamente a la francesa, en popa cerrada, con todo el génova abierto, y los repentinos veinticinco nudos de viento nos obligan a enrollarlo a las bravas, de mala manera (perdemos uno de sus sables) y a entrar a puerto sin resuello, maldiciendo.

Pero nos reconciliamos con la isla a pesar de su recepción poco hospitalaria, porque Samotracia es magnífica. La recorremos despacio por carretera, durante dos días. Es posible que, en plena temporada, cuando los ferries desembarquen a cientos de turistas, la isla pierda algo de su encanto, pero lo dudo, porque todo en ella es grandioso, misterioso, mágico.

Aquí levantaron los tracios el Santuario de los Grandes Dioses, donde se celebraban los ritos iniciáticos de reyes como el gran Alejandro Magno y su padre Filipo. Uno se pregunta si los locales son conscientes de que viven en un sitio que no parece terrenal.

A Samotracia no se viene a navegar, sino a disfrutar de un entorno único. Su puerto es pequeño, no demasiado cómodo y no demasiado limpio. Nos quedamos tres días, obligados por un temporal del nordeste, junto con otros barcos que, como nosotros, disfrutan de su magia. Nos encontramos aquí con Pepe, Juan y Julio, la tripulación del Duhbe, asiduos de esta isla, que nos ayudan a descubrir sus secretos. Como ese restaurante maravilloso que pocos conocen. O Panagliotis, su amigo local, que produce un vino blanco y un aceite de oliva exquisitos.

Samotracia está en la esquina norte del Egeo. Un lugar remoto, lejos de todo, todavía libre del turismo de masas. Afortunadamente. Ojalá siga así muchos años. Nosotros volveremos siempre que podamos. Aunque sólo sea por el vino de Panagliotis. O para encontrarnos de nuevo con el Duhbe. O, simplemente, para comprobar si es verdad que los árboles de Samotracia cambian de sitio por las noches.


Samotracia es Saos, una montaña perfecta emergiendo del mar. Por su flanco sureste se desploma al agua en barrancos y canchales, creando playas a las que sólo se puede llegar por mar. En el oeste y el norte aterriza en una llanura verde y fértil que forma playas de colores. Innumerables cursos de agua bajan entre bosques de plátanos, robles y castaños, dejando a su paso decenas de cascadas y pozas, en lugares ocultos e inaccesibles, montaña arriba. Abajo, el desasosiego y la violencia de las torrenteras y los cauces secos, por los que la montaña arroja a los olivares y a las playas las rocas que le sobran.
Y es precisamente uno de esos lugares escondidos entre bosques y regatos, oculto a la vista, el que los antiguos griegos eligieron para erigir el Santuario de los Grandes Dioses.
A diferencia de otros sitios de culto que hemos conocido en Grecia, no está dedicado a los dioses del Olimpo, sino a divinidades del inframundo llamadas cabiros (kabeiroi).
Su culto se inició en Samotracia hacia el siglo V a.C. y de ahí se extendió a toda Grecia y posteriormente al imperio romano.
Era un culto mistérico, con rituales iniciáticos secretos a los que podía acceder cualquier persona libre, sin importar su origen, sexo, raza o religión, con el único objeto de progresar moralmente. Se creía que participar en ellos ofrecía protección divina y esperanzas de una vida mejor tras la muerte.
Ubicado en las márgenes de dos arroyos que se salvaban mediante construcciones, el lugar se puede visitar siguiendo los senderos marcados.
Con los bloques de piedra esparcidos aquí y allá, hace falta mucha imaginación para ubicar los edificios. O para entender el antiguo curso del río, desviado y canalizado bajo el propileo de Ptolomeo II hasta que un terremoto se lo llevó por delante y devolvio el río a su cauce original. La naturaleza se ha abierto paso y el santuario está devorado por la vegetación.
Por eso sorprende tanto el hallazgo aquí de la famosísima estatua de la Victoria alada, la Nike de Samotracia. Una inmensa escultura en mármol de más de dos metros, encontrada en el siglo XIX por un cónsul francés, arqueólogo aficionado, que se la llevó al Louvre. En el museo arqueológico exponen audiovisuales del proceso de transporte, limpieza y restauración de la escultura. Se sienten muy orgullosos de que una de las estatuas más famosas del mundo haya salido de su isla, pero a mí me da lástima ver esa copia en la puerta, igual que me encogió el corazón en Milos la réplica de esa otra estatua famosa, la Venus Afrodita.

Pachia Ammos, donde muere la carretera en el sur, entre ramblas y canchales, es grandiosa, blanca y salvaje, con la montaña de fondo. Tenemos la suerte de verla vacía en esta época del año, pues aún no han montado las decenas de sombrillas y pasarelas de madera, ni han abierto las dos tabernas de los hermanos rivales. A la playa del extremo oeste, Kipos, no llegamos, porque la carretera está cortada, se la han comido los inviernos y el mar.
De la principal salen carreteritas secundarias para acceder a los pueblos del interior. O pistas, como la que sube a la Panagía Krimniotissa (la Virgen del Risco), una iglesia ortodoxa bizantina construida a 300 metros de altura, sobre un antepico de la montaña. No nos atrevemos a conducir por la pista de tierra en el coche de alquiler. Lo dejamos orillado y hacemos caminando los casi dos kilómetros de subida serpenteante.
Hay un recodo en el camino en que la vista de la iglesia arriba y la playa abajo es de un contraste bellísimo.
Cuando se acaba la pista, el remate son 40 escalones para acceder a la iglesia

La llave nos la da la dueña de la taberna, que está pintando para abrir el día uno de junio. Una taberna andrajosa, que afea un paisaje que debería ser de contemplación y recogimiento, con una vista soberbia de la montaña y sobre la playa de Pachia Ammos y el mar Egeo, hacia la puesta de sol.
La historia de esta iglesia es bien curiosa. Cuenta la tradición que en el siglo XV, durante la dominación otomana, un pastor encontró entre las piedras un icono de la virgen. Se lo llevó, pero el icono reapareció en el acantilado. Y así en varias ocasiones. Cada vez que lo trasladaban volvía a aparecer milagrosamente en el risco. No pudieron sino interpretarlo como una señal de que la virgen les estaba pidiendo una ermita allí. Y la construyeron. Y el sitio se hizo famoso. Y los locales empezaron a hacer peregrinaciones, que culminaban con banquetes de celebración al terminar los oficios. El icono se custodia dentro de la iglesia. Nunca se ha movido de allí y sólo sale en procesión el 18 de agosto.
A diferencia de muchas otras islas, en Samothraki la "Chora”, como llaman familiarmente a la capital, no está en la costa sino en el interior. De casas blancas y tejados rojos, en forma de anfiteatro, lo más llamativo de la Chora es su castillo, aupado a lo alto de un risco.
La Chora está medio desierta en este mes de mayo. Solo encontramos un bar abierto donde sentarnos a contemplar un ratito la vida pasar. Nos cuenta Pepe que las casas originales han ido siendo compradas por locales y extranjeros que las ocupan solo en verano.
El movimiento de la población hacia el puerto de Kamariotissa ha sido constante los últimos años. No es de extrañar, pues no tienen sólo la pesca sino todo el negocio que mueve el puerto, al que llega un ferry rojo cada día. Supermercados, restaurantes, alojamientos, excursiones en barco y, sobre todo, alquileres de coches y motos. Bien saben que el encanto de esta isla sólo se descubre adentrándose en ella, que las playas que más gustan son las accesibles sólo por mar, y que, más que las playas, atraen los ríos con sus cascadas y sus pozas de agua helada, que ellos llaman vathres.

De excursión para conocer las vathres, subimos andando riachuelo arriba en Fonias. El curso del río es amplio y el camino está bien marcado con pintura roja. Nos cruzamos con la familia francesa que conociéramos en Livaditis, con la que coincidiéramos en Limni y a la que nos hemos encontrado también en el santuario.
Llegamos a la primera cascada, vadeamos el río para tener mejor vista y no intentamos la segunda porque nuestra guía dice que es complicada. Según sabremos después, no sólo era fácil, sino que estaba cerca y era más espectacular…
Otra tarde exploramos uno de los dos ríachuelos de Therma, el que pasa al lado del centro de retiro de yoga y que los turistas llaman "río Paraíso", incapaces de pronunciar su nombre auténtico.
Los yoguis en chanclas y descalzos entre las piedras me llaman a engaño: este riachuelo es más empinado, tiene un curso más estrecho y los pasos y vados no son evidentes.
Los yoguis parecen felices contorsionándose desnudos en sus charcas. Yo con mis botas sudo y maldigo a ratos. Pero el paisaje de helechos y plátanos es extraordinario y las pozas y cascadas compensan.

Etapa de Limnos a Samotracia, 7 de mayo


Sábado, 10 de mayo de 2025


Nuestro recorrido de esta temporada hasta hoy