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Mostrando las entradas para la consulta Paxos ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
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martes, 20 de julio de 2021

Etapa 9: Petriti - Preveza. La reina de Africa



Una etapa larga, no tanto por recorrer muchas millas, sino porque ha incluido una recalada larga en Paxos. La etapa nos ha llevado desde la isla de Corfú (Petriti) hasta Preveza en la costa continental, pasando por las islas de Paxos y Antipaxos.

Pero la imagen de esta etapa es la de Humphrey Bogart, en La Reina de Africa, tratando de arrancar desesperadamente el motor estropeado de su barca, sudoroso y cubierto de grasa, y echándolo a andar finalmente a base de golpes con una llave inglesa.

En nuestro caso los problemas no han sido con el motor, sino con las baterías. Habían comenzado ya saliendo de Mandrakis, con una alerta en el sistema de “batería baja”, y fueron evidentes en Petriti. A pesar de llevar placas solares y de poner el motor para recargarlas en caso de necesidad, nuestras flamantes baterías de servicio Victron, de 170 AH cada una, parecían haber dicho basta y se habían estropeado las dos a la vez. Extraño. Y solo después de un año. Muy extraño.



Así que en Paxos me dediqué casi todo el tiempo libre a desmontar nuestro espacio de estiba (que está justo encima del compartimento de baterías), y a hacer pruebas intensivas, con consultas a Mitxel y Manel que en casos como este son mis ángeles de la guarda. Conclusión preliminar: nos toca cambiar las baterías. Los síntomas son un poco confusos y contradictorios, pero no parece haber opción. Tras cargar las baterías con motor o las placas solares, se descargan en pocos minutos, tanto juntas como por separado. Un palo, porque no son precisamente baratas. En fin, estas cosas pasan.





Paxos y Antipaxos. Dos islas magnificas, de una belleza salvaje y explosiva. Grandes paredes de roca caliza que parecen haberse derrumbado sobre el mar sólo hace unas horas, blancas, verticales. Cuevas enormes. Playas espectaculares. Todo ello con el mismo decorado verde lleno de árboles (sobre todo cipreses) que nos acompaña desde la llegada a las Jónicas.



Son dos islas muy pequeñas, de hecho circunnavegamos Paxos en poco más de cuatro horas. Nos movemos despacio y muy cerca de tierra a lo largo de su espectacular costa Este, con sus famosas acantilados blancos y la gran cueva azul. Una maravilla. 


Fondeamos dos noches en Paxos. Una en una pequeñísima cala en la bahía de Port Gaios y otra en Mongonisi.

Salimos de Petriti con el mar tan en calma que, en contra de nuestra costumbre, nos animamos a arrastrar la auxiliar en vez de subirla al barco.


Gran error de previsión. A eso de las dos de la tarde se levantó un NW que fue subiendo en intensidad hasta alcanzar rachas de más de 20 nudos. Creo que ya no se nos va a olvidar cómo es el térmico aquí… 



Aunque el plan inicial era ir a Lakka, en la punta NW de la isla, ceñir contra tanto viento no resulta nada agradable. Así que nos dirigimos hacia puerto Gaios. Hemos leído en Navily sobre fondeos tranquilos fuera del puerto. No nos apetece que nuestro primer atraque al ancla sea en un sitio tan estrecho y abarrotado de barcos como Gaios. La opción de estar fuera nos parece más atractiva. Acertamos. Conseguimos ser los primeros (y los únicos) en una pequeña cala en el islote Agios Nikolaos, donde solo cabe un velero. Es una delicia de sitio, salvo por alguna lanchita que cruza por el paso somero entre el islote y la islita de Panagiá, al este.



Pongo una foto de Google Earth para que se vea bien la curiosa configuración de este pueblecito (y puerto) de Gaios, extendiéndose por el estrecho canal que forma Paxos con el islote Agios Nikolaos. El puntito azul a la derecha de la foto somos nosotros ;)




Por la tarde una visita con la auxiliar a Gaios. Un pueblo de pocas casas escondido en un estuario detrás de una isla. 





Pocos puertos recuerdo tan bonitos y con un ambiente más marinero. Una larga hilera de barcos amarrados a puerto por popa y unas calles estrechísimas, llenas de tavernas y de tiendas de turistas. Bastante gente, pero sin agobios. Es claro que este año el COVID ha reducido el número de visitantes en Grecia. 







Al día siguiente, despertar en el fondeo es una delicia. No nos hemos agitado en toda la noche, aunque el viento ha cambiado y hemos borneado hasta amanecer popa a tierra. Estaba previsto y la sonda no es un problema.



Después de navegar sin prisa alrededor de la isla de Paxos, llegamos a comer a nuestro siguiente fondeo: Mongonisi, en la parte sureste. Desde fuera nada anticipa la entrada a la bahía, y es al acercarse cuando se abre de golpe ante tus ojos. Se trata de una estrecha lengua de agua en forma de uve, con una playita, un pequeño embarcadero y un par de bares al fondo. Algunas villas salpican la ladera, camufladas entre los árboles. 

Hoy es un sábado de mitad de julio. El embarcadero está lleno de lanchitas que han amarrado allí para comer. Hay cuatro barcos fondeados en línea a lo largo de la cala y nos situamos muy al fondo, justo antes del último. Pienso que con nosotros se ha cubierto el cupo, pero no: al caer la tarde llegan al menos media docena de veleros más, en busca de fondeo, y un yate de chárter, a renovar pasaje. Los veleros compiten entre ellos por las posiciones, se adelantan, se maniobran, echan cabos a tierra, los cobran, sueltan cadena, se bloquean el paso. Desde nuestro lugar de excepción los contemplamos divertidos. Un italiano, un francés, un noruego, un griego. Como en el chiste. 

El fondeo que levantamos a la mañana siguiente ha sido en un lodo negruzco que cuesta limpiar del ancla y nos deja el pozo hecho unos zorros. 
  



Desde Paxos nos dirigimos a Preveza, una ciudad grande en la costa del continente. Famosa por muchas razones. Este es el lugar de la batalla que decidió el futuro del Imperio Romano tras el asesinato de Julio César. Aquí se enfrentaron los ejércitos y las flotas de Marco Antonio Octavio Augusto (después de la poco honorable “salida por piernas” de Cleopatra, de su ejército… y del propio Marco Antonio, que claramente no tenía el día).

De camino a Preveza navegamos despacio por la costa este de Antipaxos. Domingo. Increíble la cantidad de barcos de turistas de día que se agolpan en las playas de Vrikas, Mesovrikas y Voutoumi, al NE.  


En cambio, el sur, de llamativas formaciones rocosas, vacío.




Preveza está situada en el estrecho que separa el Jónico del inmenso golfo de Amvrakikos, una versión a escala ampliada del Mar Menor (y mucho más bonita). Hay que entrar por un canal balizado y dragado. A la entrada, en el lado de estribor, la gigantesca Marina Cleopatra (como no), en la que se almacenan miles (sí, miles) de barcos durante el invierno; bueno, y en verano.

Canal de acceso al golfo de Ambrakikos

Marina Cleopatra. Más de 3.000 barcos en tierra.

Marina Preveza. De reciente construcción y explotación privada.




En Preveza nos dedicamos básicamente a quehaceres del barco. Reabastecimiento, limpieza, cambio de aceite al motor y, como contaba al principio, a investigar el problema de las baterías. 

Puedo lavar en la batería de lavadoras y secadoras Miele nuevecitas de las estupendas instalaciones de esta marina. También podemos hacer la compra en un súper grande y bien abastecido de las afueras de la ciudad. Aquí, como en todas partes desde que llegamos a Grecia, la gente es encantadora, amable, cordial, cercana, dispuesta a ayudar. Las señoritas del super nos consiguen un taxi cuya tarjeta guardamos y que días después nos ha venido tan bien.

No cenamos fuera por pura falta de tiempo y cansancio, pero sí dimos un par de paseos por el muelle y las calles peatonales contiguas. La ciudad bulle de turismo y lugareños, y también de barcos atracados “popa a tierra” a lo largo del largo muelle municipal.








Y una última mención al problema de las baterías. Al estudiarlo en Preveza contando con conexión a 220v del puerto parece que las baterías “han vuelto a la vida” y el problema se ha resuelto solo. Llego a la conclusión (equivocada) de que quizá las baterías están bien y el problema puede ser debido a alguna tuerca mal apretada en la instalación eléctrica.

Reconozco que casi siempre en mi vida he pecado de demasiado optimista. En momentos de agobio como este, estando en un barco con problemas serios, en un lugar sin mucho tiempo ni facilidades para investigarlos, uno se agarra a lo que puede. Quizá apretar mejor la tuerca de conexión de un fusible haya solucionado el problema ¿por qué no? Como Bogart en La Reina de Africa. 

¿Quien dijo que esto de navegar es aburrido?

jueves, 15 de julio de 2021

Etapa 8: Corfú - Petriti. La dolce vita (1960)



Una vez en Grecia el ritmo del viaje cambia. Seguimos teniendo un plan, de hecho tenemos que recoger invitados en Cefalonia dentro de dos semanas, y en el interim mucho que visitar (Syvota, Paxos, Preveza, Levkas), pero las etapas serán más cortas y podremos ir improvisando día a día.


Decidimos que queremos seguir algún día más en la isla. El ambiente y el color de Corfú nos han atrapado y estamos dispuestos a renunciar a alguna escala. 


Nuestro primer destino está solo a unas millas al sur de la capital. Nos lo recomienda nuestro vecino de amarre, que, claramente, conoce la zona. Nos previene del colapso de barcos que probablemente encontraremos en Syvota o Paxos y nos sugiere el mejor fondeadero de Corfú: Petriti.




Dejamos Mandraki a media mañana. El “master” del puerto es de los que no madrugan y no podemos irnos sin recuperar los 15€ de la fianza del agua y la electricidad. Ya nos había dicho que lo podíamos cobrar en el restaurante si él no estaba… como si en el restaurante fuera a haber alguien. Que no me extraña: han estado hasta las tres de la mañana con música y cobijando a un par de ruidosos grupos medio borrachos. 


El puerto es espectacular, incrustado en la fortaleza vieja de la que forma parte, hasta el punto de que nos han pedido el ticket de entrada cuando regresamos del primer paseo por Corfú. Pero tiene algún inconveniente, como la popa pegada al restaurante, que, aparte de la falta de intimidad, es un incordio cuando, como hoy, los tertulianos retrasan la hora de cierre tal que si fueran españoles. La primera noche había sido tan tranquila… 




Mandraki ha sido nuestro primer puerto griego y, por tanto, es en la ciudad de Corfú donde nos presentamos ante la Autoridad Portuaria para registrar nuestra entrada y pagar la tasa correspondiente. Ningún problema, porque aquí todo el mundo habla inglés, y, cuando se trata de cobrar, más. Hemos tenido que presentar nuestros certificados de vacunación COVID-19 y solo ha habido un pequeño rifirrafe con el justificante de que el seguro estaba pagado hasta el año que viene.   


La caminata hasta las oficinas portuarias ha merecido la pena para tomar contacto con el casco antiguo, el área comercial, los alrededores de la Fortaleza Nueva, el puerto nuevo y la zona del puerto de cruceros. Constatamos que en Corfú hace calor, muchísimo calor (¿Qué dije yo de Crotone? Olvidadlo, el calor era esto). 







La visita a la Autoridad Portuaria nos permite planificar el paseo de la noche y el recorrido turístico del día siguiente, que incluirá una compra en uno de las cadenas de supermercados más presentes en Corfú. 


Esa sí que es toda una experiencia. Empezamos por hacer cola en la calle (seguimos con medidas anti-COVID). Que a ver cómo pides la vez en una fila desordenada y entremezclada con las obras de la acera, si no es por señas. Nos dan un tarjetón al alcanzar la puerta, que no sabemos para qué sirve. Y, ya dentro, el reto de descifrar con paciencia y con ayuda de Google las etiquetas y los envases. Siempre me ha resultado muy divertido comprar en los supermercados fuera de España, explorando las marcas y los productos novedosos, aunque reconozco que traducir del griego agota. Y más si, como nosotros, vas a la caza del “gluten free”. 

Tarjeta de entrada a los supermercados de YNKA. Entregue la tarjeta en la caja al salir.”


Dejamos la ciudad de Corfú con la sensación de haber cumplido una etapa importante del viaje y, a la vez, de que es sólo el principio. 




Vamos costeando para ver desde el agua el famoso monasterio Vlacherna y la también famosa “isla de las ratas”. Sabíamos que estaba cerca del aeropuerto, pero no estábamos preparados para el espectáculo de los aviones tomando tierra por detrás del monasterio, en la pista paralela a la costa, o despegando hacia el mar. Debe impresionar ir en uno de esos aparatos, con la nariz pegada a la ventanilla y conteniendo el aliento.




Seguimos rumbo a Petriti. La costa se sucede invariablemente verde de pinos y cipreses. Y con el canto de las cigarras de fondo. Estamos suficientemente cerca como para oírlas. Es una costa bonita y cuidada, aunque también hay algún que otro desmán de complejo turístico “a la española”.   





Petriti es un pueblín de pescadores cerca del extremos sur de la isla. Con un puerto pequeñito en el que hay unos pocos barcos y unas cuantas tavernas. Poco más.





Junto al puerto hay una playa larga con arena y varias calas contiguas. Se puede fondear cómodamente en 3-4 metros sobre arena. Las tavernas tienen terrazas sobre el agua y pantalanes privados para amarrar las neumáticas. Claramente un sitio espléndido para bajar a cenar, que ya llevamos semanas sin hacerlo.


En tres horas estamos allí. Pocos barcos al llegar pero el número aumenta a lo largo del día. No importa, aquí hay arena para todos. Y afortunadamente son “barcos tranquilos”. Ningún charter de turistas gritones y desconsiderados.




Costó trabajo elegir, pero finalmente nos decidimos por la Taverna Limnopoula (Λιμνοπούλα). Muy agradable, mesa al borde del agua, como de anuncio de colonia. Vino blanco. Moussaka (yo), muy buena. Pescado sin gluten (Lucía), muy achicharrado, como parece que es tradición en Grecia. Camarero muy simpático y atento que pronto averigua que somos españoles e, invariablemente, nos cuenta sus peripecias, incluyendo el partido de fútbol en el Camp Nou.


Dolce Vita. Por si la alegría fuera poca, descubrimos que en la tiendita de alimentación del pueblo venden bolsas de hielo. Casi lloro de la emoción. Acarreamos botellas de agua como si no hubiera un mañana. Compramos ouzo, vino de retsina (Lucía opina que sabe igual que el limpiador de pino del Mercadona), tzatziki y una fruta excelente, obviando los huevos a granel, gordos como pelotas, porque aún nos quedan.


Dolce Vita. Nos quedamos otra noche más. Sin hacer nada, sólo disfrutando del momento. Hace sol, hay viento. Mañana entra un NW que nos vendrá bien para velear hacia el Sur.





lunes, 13 de mayo de 2024

Episodio 10. Paxos. The Time (El Tiempo)

- No nos engañemos, esto de navegar es un hobby de jubilados.

Pasamos la tarde sentados en un chillout del pequeño puerto de Lakka, en la isla de Paxos, a donde llegamos ayer noche desde Corfú. Nos dedicamos a una de las actividades más placenteras de navegar por Grecia y que echábamos de menos en estos días de ajetreo: parar quietos en un fondeo, dejar que el tiempo pase despacio y mirar cómo el mundo se mueve a nuestro alrededor (en vez de movernos nosotros).

La terraza del Fanis, donde pasamos la tarde con un par de freddo expresso

Parece que no somos los únicos. La terraza, vacía cuando llegamos, se va llenando. Casi todos los parroquianos son tripulantes del puñado de barcos que pasan la noche en esta bahía, anclados sin muchas apreturas, unos con cabo a tierra y otros, más vagos (como nosotros), a la gira. Ingleses y alemanes sobre todo, también algún francés. No hemos visto españoles.

Jubilados la gran mayoría. Los hay con pinta de navegantes a tiempo completo (es curioso, pero eso se nota casi a primera vista, no sabría deciur por qué). El resto, alquilinos (en el argot Sargantana, dícese del que alquila barco en Grecia, solo o en compañía de otros), aventureros de semana de chárter en temporada baja.

Observamos sus idas y venidas entre el barco y el muelle, las dificultades de más de uno para subir y bajar de la neumática (el tiempo no perdona) y las reuniones improvisadas alrededor de unas copas y una botella de vino en una tarde cálida pero brumosa, como de un verano descorchado antes de tiempo que todavía está aprendiendo a sacar el sol de entre los nubarrones.

Aparcamiento de neumáticas frente al Fanis

Una tarde perfecta en Lakka, un pueblín encantador en una de las islas más espectaculares del Jónico, a unas pocas milas al sur de Corfu. Un destino marcado en negrita en todas las guías turísticas y, según leemos, una aglomeración permanente de barcos y de turistas durante la temporada alta.

El fondeadero de Lakka, aún con pocos barcos

Yendo en dinghy al pueblo en la tarde, después de haber estado lloviznando toda la mañana

Dejamos el dinghy en un rincón del puerto, al costado del Fanis

Recorremos hasta el final el muelle de pescadores

 Lanchas de pesca en el puerto

Ahora, a mitad de mayo, las tiendas de souvenirs y los restaurantes se desperezan poco a poco y en las calles se respira paz y tranquilidad. En el muelle la música y las conversaciones son tranquilas. Si hubiese que elegir un momento para suspender el tiempo, sin duda sería este.

Paseo por el pueblo semivacío

Rincón de Lakka, con los establecimientos aún cerrados

Pero hay que seguir camino. Los vientos del sur y la lluvia volverán mañana por la noche. Si madrugamos esperamos tener viento para poder velear hasta Preveza.

Cae la noche en el fondeadero de Lakka

Salimos pronto de la bahía, a primera hora de la mañana, con rumbo sudeste. Tenemos viento de proa y habrá que ceñir y hacer bordos. A nuestro estribor vemos otro velero desplegando sus velas. Les miramos como probablemente nos miran ellos a nosotros. Un rival. ¿Irá hacia Preveza? Sí parece. Habemus regata…

Salen escopetados antes de que hayamos terminado de izar la mayor. Traidores…

Es un ketch blanco. Podría ser del simpático viejecito inglés del sonotone, pantalón corto y gin tonic en ristre, el que más problemas tenia ayer tarde para subirse al dinghy. Pero ahora le imaginamos arengando a su tripulación, el cuchillo entre los dientes. “C’mon boys, we must beat those bastards!”

El Sargantana entra al trapo. Siempre lo hace, aun con barcos de más eslora como este, con el que a priori tiene las de perder. Como con el Mekatxis hace unas semanas en Mallorca.

Poco a poco les recuperamos terreno. Han salido antes, pero somos más rápidos, nuestros bordos más afilados, ceñimos más. El inglés se desinfla. Intenta un bordo rápido hacia la isla buscando el viento, pero el Sargantana sabe que el enemigo es la ola, que iremos más rápido forzando nuestro bordo hacia la otra costa.

En unos pocos bordos la suerte está echada. El inglés se rinde, como hiciera el de Espronceda en “La canción del pirata”. Pone motor, se queda atrás. Como el Mekatxis.

El Sargantana sigue haciendo bordos, ya solo, sin rival, por el placer de navegar de ceñida. El día será duro, haremos muchas más millas de lo planeado, la tripulación llegará exhausta y sin resuello. Da igual, hemos ganado.

Hay que aprovechar estos momentos, los de paz y los de guerra, porque, como decía Virgilio, tempus fugit.

Una de las características boyas que marcan el canal de entrada a Preveza: hemos llegado.


Etapa Corfú - Preveza, 13 de mayo


Miércoles, 15 de mayo de 2024