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martes, 18 de julio de 2023

Roccella y Taormina. Calabria bajo el fuego

La costa de Calabria, en el sur de Italia es el camino natural de los yates que van y vienen desde Grecia hacia el Mediterráneo occidental. Una costa monótona, dibujada con tiralíneas, de playas infinitas y sin apenas abrigos para fondear, con sólo dos puertos practicables: Roccella Ionica y Crotone. Muchos barcos prefieren recorrerla sin paradas, navegando día y noche, en dos o tres jornadas.

Nosotros no tenemos prisa. Tenemos una fecha comprometida con nuestro amigo Carlos, un nuevo tripulante que se embarcará en el Sargantana el domingo, y nos sobran días. Elegimos una solución mixta: saltarnos Crotone y parar a repostar agua y gasoil en Roccella Ionica.

Roccella Ionica nos gusta. Un puerto con todas las ventajas de una marina privada: instalaciones cuidadas, marineros competentes, atención exquisita, tienda de suministros, lavadoras, gasolinera, un entorno tranquilo… y precios casi comparables a los de Grecia. Una rareza en Italia. De hecho es una pena que no hayamos encontrado tiempo para alquilar unas bicicletas y dar una vuelta por los pueblos cercanos, Ya tocará.

Pasamos dos días tranquilos en Roccella pero no del todo agradables, por el calor terrible y los incendios que asolan Italia en estos días. Media Calabria está en llamas y huele a madera chamuscada. Bebemos agua sin pausa, ansiosos, con la garganta ahogada por el humo.

Seguimos camino hacia Taormina, casi sin viento. Ya cerca de Messina podemos ver el humo del gran incendio contra el que luchan los hidroaviones. Les vemos cargando agua una y otra vez, casi junto a nosotros, despegando para volver a la batalla.

Definitivamente no es la vuelta tranquila y agradable que anticipábamos.

Salimos de amanecida de la marina de Roccella en dirección a Taormina. Hemos pasado aquí dos noches, reponiéndonos de la travesía de dos días desde Gallipoli, en la que tuvimos que dar la vuelta durante la noche y deshacer el paso del cabo Rizzuto, porque entraba toda la ola del mundo por proa; dormimos un par de horas fondeados de mala manera, comiéndonos el swell, y reanudamos la marcha hacia Roccella al llegar la mañana

En el camino a Taormina, sin apenas viento, ponemos el barco al pairo para darnos un bañito por turnos

Uno de los incendios. Este es en Reggio Calabria en Capo d'Armi y ha obligado a evacuar a la población durante la noche

El protagonista de esta etapa es el encuentro frente a Messina con el Nakala, que hace el recorrido inverso al nuestro. No hay nada de viento, así que nos atrevemos a abarloarnos.

La tripu del Nakala, Ceci y Juanma

Tras media hora de conversación de barco a barco, nos separamos y cada uno sigue su rumbo, ellos con destino el Jónico, donde esperan pasar un mes


Conseguimos llegar a la rada de Taormina justo en el ocaso, casi en penumbra por la sombra del Etna que se alza justo enfrente. No tenemos claro si será fácil y cómodo fondear aquí, las guías dicen que es un lugar caótico y lleno de barcas y gommones en la temporada de verano. Pero a esta hora la encontramos sorprendentemente vacía, con espacio más que suficiente y más que suficiente arena para fondear el ancla con seguridad a siete metros de profundidad. 

Sin apreturas, pero no tranquila. La bahía es ruidosa día y noche, llena de rumores de música y de coches. Y de sirenas de ambulancias, que parecen tener urgencias gravísimas y constantes tanto de día como de noche. Para colmo, el lugar donde fondeamos está justo frente a la estación de ferrocarril y el traqueteo sordo de los trenes se une alegremente a un guirigay que tiene algo de armónico, de siciliano

Estamos debajo del impresionante muro en el que vemos retrepar las casas y los hoteles de esta ciudad. Una ciudad maravillosa, de visita obligadaque no conocemos de nuestros recorridos anteriores por Sicilia y que este año visitamos casi por azar, sólo porque es el mejor sitio para embarcar a Carlos.

Dedicamos un día a visitar Taormina. Nos fascina esta ciudad, a pesar de las multitudes de turistas que llenan sus calles y sus plazas, entre las que cuesta trabajo abrirse paso. Un promontorio con una vista sin igual sobre el abismo vertiginoso de su rada. Tiendas de souvenirs, limones y naranjas por doquier (por alguna razón, las frutas locales). Dos puertas, la de Catania y la de Messina, y una gran calle que recorremos despacio, buscando la sombra, bebiendo agua de sus fuentes públicas, dejándonos llevar por su magia.


El Etna. Hay que esperar un par de días para verlo así, porque la calima y el humo de los incendios lo han literalmente ocultado a la vista

La impresionante pared sobre la que se cuelga Taormina. En el agua, lanchas abarloadas. Es fin de semana y todas las embarcaciones de día parecen darse cita en este rincón de la bahía, abarloadas por grupos en composiciones inverosímiles

Dejamos el dinghy en la playa de guijarros, atado a una anilla del muro

Andamos por la carretera hasta la estación y cogemos allí un autobús que sube a la ciudad

La puerta de Mesina marca el principio del Corso Umberto I, el eje peatonal que atraviesa la ciudad hasta la puerta de Catania

Acceso al teatro griego, la atracción más conocida de Taormina. Cuesta la entrada 13,50 euros, así que lo obviamos y seguimos callejeando

Iglesia de Santa Catalina de Alejandría

Al inicio del recorrido del Corso Umberto I se abre, a mano izquierda, la Naumachia, restos de una muralla romana del s.I a.C., con 18 nichos y 130 metros de longitud, que originariamente rodeaba el gimnasio


La Naumachia es, después del teatro, la edificación más antigua de Taormina. Sobre la muralla se construyeron casas. El entorno está acondicionado como un jardín que se puede visitar libremente.  

Se le dio el nombre de Naumachia (batalla naval) al encontrarse en sus cimientos una gran cisterna de agua y pensar que el recinto era un circo en el que se representarían batallas navales. En realidad, se trataba de una sistema de embalse y conducción de agua para abastecer al gimnasio y a la ciudad

Mirador en la plaza del 9 de abril. Al fondo, la Torre del Reloj y debajo la Porta di Mezzo

Vista desde el mirador de la plaza del 9 de abril. Con un poco de zoom se puede ver a Sargantana ;)

Iglesia de San Giuseppe

Interior de la iglesia de San Giuseppe

Plaza del Duomo, con la catedral y la fuente

Luis refrescándose en una de las Cuatro Fuentes, nombre por el que se conoce a la Fuente del Duomo

Puerta de Catania, al otro extremo del Corso Umberto I

De regreso en el autobús, nos bajamos a la entrada de la playa, un gracioso pasadizo en piedra decorada

El pasadizo de acceso visto desde la playa

A la vuelta la playa se ha llenado y tenemos que levantar a un par de turistas y sus toallas para acceder con el dingly al agua. Traemos algo de compra para nosotros y pan para nuestros vecinos alemanes del Mokendeist, que nos han echado un ojo a Sargantana mientras estamos fuera. Nos tomaremos un vino en su barco esa misma tarde

El domingo por la tarde llega Carlos. En la foto, detrás del dinghy, un Oyster impresionante. Es el Mastegot de Pau y Elena, a quienes acabamos de conocer y con quienes seguiremos en contacto el resto de la travesía de vuelta a España






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