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martes, 3 de agosto de 2021

Etapa 14: Kálamos - Ítaca. Volver (2006)


Y, por fin, llegamos a Ítaca, otro de nuestros highlights de este viaje. Quizá por mi libro infantil sobre los viajes de Ulises, que me sirvió de inspiración para escribir sobre nuestra travesía a las Eólicas. O, quizá, por el "Viatge a Ìtaca" de Lluís Llach, tantas veces escuchado en esa época remota en la que todavía tenía algún sentido escuchar música de Lluís Llach. O, quizá, porque Ítaca es el sitio universal para volver.

Ítaca es el mito eterno de Ulises (Odysseus) y de sus viajes, cantados por Homero. Todo en la isla es obsesivamente Odysseus. Está en los museos y las estatuas, pero también en las camisetas de los turistas y en los nombres de los bares. Está en las ruinas de un pretendido palacio que, quizá, sólo fue soñado por Homero. Está en todas partes, como Penélope, tejiendo y destejiendo, esperando su regreso. Ítaca es el lugar de origen, el centro de todo, el sitio de donde salió la memoria.

Busto de Ulises en Stavros

Recorremos las 15 millas entre Kálamos e Ítaca en un suspiro, por una vez con buen viento y a vela. Kálamos, más allá del espectáculo de George, nos ha dejado un cierto regusto de incomodidad. Demasiado hacinamiento en el puerto y demasiado calor. Más calor que nunca (y mira que nos hemos quejado de temperaturas altas todo este viaje). A estas alturas, la ola de calor en Grecia está dejando muertos, principalmente en el Peloponeso, e incendios, muchos incendios. Y no tiene visos de remitir.



Queremos pasar una noche en Vathi (la capital de Ítaca) antes de navegar hasta Sami (en la isla de Cefalonia) para devolver a Eva y Juan Pedro a la comodidad de un hotel y su viaje de vuelta. Así que nos decidimos a fondear en la amplia bahía y bajar a tierra para una última cena juntos.
Bahia de Vathi, segunda por la derecha 

En el camino a Vathi nos da tiempo a hacer una parada en una de las fantásticas playas de su costa Este. Poca gente (todavía no ha llegado el aluvión de agosto) y playas sin acceso por tierra, donde se puede fondear y nadar sin aglomeraciones.

Playa de Gidaki, Ítaca

Acabamos entrando en la bahía de Vathi a media tarde. Con un calor tremendo y con el fuerte viento térmico del NW que sopla cada tarde. Esa ha sido la constante de los seis días que hemos pasado en la isla: mañanas muy tranquilas, pero calurosas, y viento térmico que sube hasta los veinte nudos por la tarde (incluso algún día hasta los 30-40).

Casas en la bahía de Vathi

La entrada a Vathi por mar es magnífica. Una bahía amplia y totalmente resguardada, que da la sensación de una gran laguna. Rodeada de casas bajas de dos alturas y pintadas de colores pastel, muy armoniosos, como en un cuadro naïf. Bulliciosa, con barcos atracados en los muelles o fondeados por todos partes, y con turistas paseando por el borde de la bahía durante todo el día. Eso sí, el agua es verdosa y algo turbia. No anima a bañarse, y es un problema con los treinta y cinco o cuarenta grados de cada tarde.

Puerto de Vathi y café al borde del agua, sobre los barcos 

El Sargantana fondea en Ítaca con una sensación extraña de fin de trayecto. Al menos, de fin del trayecto de ida. Falta mucho por ver y por hacer en Grecia, por supuesto. Falta un viaje de vuelta con muchos lugares nuevos que visitar, nuevas costas, muchas millas. Pero Ítaca invita al descanso, a decir, como Ulises, "ya he llegado", a olvidar los vientos y las olas que se han quedado ahí afuera. A quedarse.

Museo náutico y de folklore de Vathi

Y quizá por eso nos quedamos unos días. Recorremos Vathi a pie, rodeados de turistas. Ya estamos en agosto y, como temíamos, la temporada alta nos quita poco a poco la cierta paz que hemos visto en otros puertos de recalada. A pesar del COVID, las tavernas están llenas, hay que reservar. 

Calle de Vathi

Una de las muchas terrazas al borde del agua en Vathi

Y también dedicamos un día a recorrer la isla en coche. El interior es arisco y duro. Verde en las laderas de las montañas casi verticales, pero lunar en las cumbres. Hay pocas carreteras y muy estrechas, es casi inevitable pararse en la mayoría de los cruces. Curvas de 180 grados muy empinadas, como de etapa de alta montaña, en las que es imperativo poner primera. Barrancos vertiginosos y vistas impresionantes. Recorremos tranquilamente los cuatro o cinco pueblos de la isla. En total, en Ítaca viven unas 3.000 personas, más de la mitad en la capital. No hablamos casi con nadie.

Carretera bordeando la costa norte de la jsla

Restos arqueológicos de la acrópolis de Alalkomeneis, entre olivares

Puerto de Frikes, en el norte de Ítaca

En Stavros encontramos algo muy curioso: un pequeño museo callejero con un mural describiendo los viajes de Ulises. Según el mural, Ulises visitó varios puntos de la costa de nuestro levante: Cabo San Antonio (Circe), Cabo de Gata (Hades) y Cabo de Palos (Kalipso). Muy curioso, y supongo que cuestionable. No veo yo a Cartagena o Cabo de Palos como la isla Ogygya Kalipso, pero si ellos lo dicen….

Mural de los viajes de Ulises en Stavros


Iglesia de Stavros

Y en Vathi tenemos también tiempo de socializar. Conocemos a Vicky y Rafael, que hacen un recorrido parecido al nuestro con su bonito Wauquiez. Ellos van también en dirección Argostoli y Zakinthos.

Un placer cenar juntos en una taverna fantástica por sus sardinas. Hablamos sobre la vida y sobre navegar, y descubrimos, como siempre, lo mucho que une a la gente de mar aunque acabemos de conocernos. Hablamos sobre volver a casa. Ellos han decidido ya invernar su Nicole en Grecia y regresar a España en avión. Estas aguas también les han embrujado y se plantean repetir el año que viene por esta zona y el Adriático. Nosotros todavía no. Demasiado pronto. Volvemos a casa con nuestro Sargantana, al menos este año.
Sargantana fotografiado desde el Nicole, en la bahía de Vathi

Buscando información sobre la isla hace unos días, cayó en mis manos un artículo de Javier Reverte de 2003, en el que decía, básicamente, que en Ítaca no hay nada para el turista y que sólo habiendo leído la Odisea le encuentras un sentido a estar aquí. Sea por lo que sea, a mí Ítaca me hechiza. Es de una belleza brutal, que te sobrecoge cuando llegas por mar y que te sigue intimidando en tierra. Es un lugar al que quieres regresar. De hecho, Ítaca parece ejercer una atracción sobre nosotros que nos hace volver una y otra vez a lo largo de los seis días que pasamos en la isla.

Nuestro primer día de fondeo en la bahía de Vathi acaba en una noche complicada, por el calor excesivo y un local a orillas del agua que atrona la bahía con música disco griega hasta las cinco de la mañana. 

El segundo día, después de dejar a nuestros amigos a mediodía en Sami (Cefalonia), constatamos que el viento NW de todas las tardes no nos va a permitir subir hacia el norte por el canal estrecho que separa Cefalonia de Ítaca. Abandonamos por hoy la idea del norte y regresamos a Ítaca, a un fondeo de ensueño en la cala contigua a la playa de Filiatros cerca de Vathi. Un agua increíblemente transparente y una costa de acantilados blancos sobre playitas de guijarros. 

Cala de la playa de Filiatros, Ítaca

Al día siguiente es sábado, final de julio. La bahía, tan tranquila por la noche, recibe unos cuantos barcos. Por la tarde recogemos fondeo e iniciamos el camino al norte. Echamos el ancla en Ormos Exo Aetou, el golfo que forma al este la lengua estrecha de tierra que separa el norte y el sur de Ítaca, dándole su peculiar forma de ocho. Es amplio y tranquilo, pero más urbano. La carretera que bordea la isla pasa por allí y hay algunas edificaciones y una pequeña playita en la que paran los coches. El agua es transparente y deja ver el fondo de arena y posidonia. Solo dos barcos pasamos la noche, eso sí, bastante agitada por el viento que se acelera en la costa.

Ormos Exo Aetou 

El domingo, en lugar de seguir hacia el norte, volvemos a Vathi, a la comodidad del puerto, donde no se oye la música de la otra orilla.Ya nos hemos acostumbrado al pequeño jaleo que supone atracar con ancla. El ritual de preguntar a los de al lado cuándo se van, si han llegado después de ti y piensas que su cadena puede estar sobre la tuya. O que tu vecino espere a que tú salgas, si es al revés. La ligera ansiedad cuando desatracas y vas cobrando poco a poco, anticipando el momento en que se trabe el molinete y veas asomar la cadena ajena. O ese punto de suspense, durante la maniobra del otro, donde dejas lo que estabas haciendo y esperas desde tu barco, temiendo el sonido sordo y rasposo que indica que te ha levantado tu fondeo. Estar en puerto nos facilita hacer colada en la lavandería de la esquina, comprar en el súper, lavar el barco, rellenar depósitos. Hace más calor y hay más jaleo de vecinos y transeúntes que en el fondeo, pero a eso también nos hemos acostumbrado y le encontramos su atractivo.


Amarres en el puerto de Vathi, en el pantalán suroeste.

El lunes nos divertimos viajando por la isla en coche y, al caer la tarde, nos visita la tripu del Nicole. Nos da sólo para una cerveza. Al día siguiente nos vamos al norte. O eso creemos.

Playa de Polis, desde Stavros

El martes intentamos salir pronto. Recorremos la costa este hacia el norte, con idea de pasar la noche al final de la isla. Pasamos de largo los puertos de Kioni y Frikas, que ayer veíamos desde tierra. Echamos el ancla en la bahía de Marmagkas

Es una cala muy apropiada para bañarse y comer, aunque lo mismo ha pensado otra docena de barcos.Tras un baño y una cerveza, nos disponemos a preparar la comida  cuando, en cuestión de minutos, el viento pasa de 0 a 30 nudos. Garreamos. Todos los barcos salimos huyendo a refugiarnos en los puertos cercanos o conocidos. Nosotros decidimos volver a Vathi. El trayecto no es largo, pero se hace eterno, con un viento que no deja de cobrar fuerza: 30-32 nudos sostenidos, a ratos por encima de 40, llegamos a ver rachas de 45.

En Vathi fondeamos cerca del Nicole. A la noche disfrutamos de la compañía de nuestros colegas sevillanos, primero con una buena cena y luego frente a una copa de “metaxa”, en su barco.

Bahía de Marmagkas

El miércoles, esta vez sí, decimos adiós a Ítaca por este año.

Ha transcurrido la mitad del tiempo que planeamos dedicar a esta travesía. La ansiedad, la anticipación, el entusiasmo por lo nuevo y desconocido, se han atenuado. Nuestra capacidad de sorpresa y de admiración están, quizá, un tanto colmadas. Llevamos muchos días en el mar. Y estamos, sobre todo yo, y sobre todo desde Lefkas, un poco saturados de calor, de exceso de barcos y de gente; de la absurda competición que se establece cada día por llegar al siguiente fondeo, siempre a motor porque no hay viento por las mañanas; de la pelea diaria por los últimos amarres en el puerto o las últimas mesas en las tabernas, apretujados tanto los unos como las otras. Estar a la mitad del viaje y tener sensación de cansancio te hace ponerte en modo "volver". Pero no. Este no es un viaje de ida y vuelta, es un recorrido circular por un pedacito de la carta náutica. Y aún nos queda la otra mitad…

Bahía de Vathi vista desde la parte alta de la ciudad 

sábado, 29 de abril de 2023

Sifnos. Una revithada en Vathi

Nikos Franzeskaros es un emprendedor. Un tipo especial, uno de esos griegos del Egeo que vale la pena conocer porque representa la historia de un país.

Nikos, como tantos otros en estas islas, salió a buscarse la vida en el mar. Natural de la isla de Sifnos, hijo de granjero, se embarcó en un carguero como tantos otros chavales griegos de su generación en los años duros. En este mar al que pertenece y en otros mares lejanos. Hasta que pudo volver a casa y buscarse una manera de prosperar en tierra firme.

No sabía cocinar, pero tenía una madre que sí sabía. Que como todas las madres de Sifnos preparaba cada semana revithada para la comida familiar del domingo después de misa. En una skepastaria, olla de barro tradicional que las señoras de Sifnos llevaban al horno de la panadería del pueblo. Como siempre se ha hecho en la isla de Sifnos. Toda la noche. A fuego lento.

Y Nikos, que tiene sólo un par de años más que yo, abrió su restaurante en la bahía de Vathi, al sur de su isla. Con las mesas en la arena de la playa, bajo los tamarindos. Cuando no había ni carretera para llegar a la pequeña aldea de pescadores, muy cerca de la granja de su padre. Cuando su hijo Dimitris ni siquiera caminaba.

"Tsikali", el restaurante de Nikos en Vathi

Y Nikos prosperó, con un lugar especial que atiende con su familia y que ofrece comida tradicional, honesta y básica (y de excelente calidad). Y hoy, cuarenta años después, tenemos la oportunidad de conocerle, a él y a su familia. A su hijo Dimitris, que dirige ya el restaurante familiar. A sus nietos, que corretean entre las mesas y que seguramente continuarán su estela cuando ni él ni nosotros estemos ya aquí, en Vathi, disfrutando de la tranquilidad de un lugar mágico.

Luis con Nikos

Sifnos nos recibe con la tranquilidad absoluta de un mes de abril inolvidable que ya termina y ha pasado en un suspiro. Llegamos tras una travesía espectacular desde Milos, en parte a vela y en parte a motor, a través de los estrechos de Kímolos y Polyaigos. Y encontramos una amplia ensenada vacía, excepto por un pequeño velero inglés que fondea solitario, ajeno a todo. 

Nada más llegar nos inunda una sensación de paz, de refugio, que sólo puedo comparar con la de la isla de Cabrera en un día de temporal. Parece que volvemos a entrar en un período de calma durante el fin de semana.

Eso fue ayer. Hoy es domingo, y esto es Sifnos. Un día muy especial. Es el día para comer revithada -¿dónde mejor que en Sifnos?- Revithada se traduce literalmente por “garbanzada” y es un guiso de garbanzos, cebolla y especias. Nada más… y nada menos. El sabor es espectacular. La descubrimos el año pasado en el Dodecaneso y ya desde entonces estaba apuntada como hito imprescindible en el plan de navegación de este año.

Revithada en el restaurante de Nikos

Nos quedamos varios días en Vathi. Estamos bien aquí, su tranquilidad nos puede. Nos queda todavía agua en los depósitos para unos días, tenemos el restaurante de Nikos en la playa, a pocos metros, y podemos comprar suministros básicos. Escuchamos los ecos de musica griega, de voces en los restaurantes, del viento suave en la jarcia, del golpeteo del agua en el casco… No tenemos ninguna razón para zarpar.

Mañana volveremos al restaurante de Nikos y Dimitris. Queremos comprarles uno de sus quesos artesanos. Y después continuaremos nuestro camino hacia el este. Pero apuntaremos cuidadosamente sus coordenadas, para volver algún día a tomar la mejor revithada que hemos probado y a volver a saludar a Nikos y a Dimitris.


sábado, 22 de abril de 2023

Folegandros y Milos. Ovación y vuelta al ruedo

Vamos a tener un par de días de viento del norte y reconsideramos el recorrido de las próximas etapas. Ya nos ocurrió el año pasado en varias ocasiones. Tienes un plan cuidadosamente diseñado para ir recalando en todas las islas que merecen la pena, has calculado distancias y tiempos, puertos y calas. Has previsto todo, hasta el último detalle… y a la hora de la verdad te levantas un día, ves el parte y te dices a ti mismo ¿y por qué no al oeste? 

Y todo el plan se va a la mierda porque eliges oeste en vez de este. ¿Y por qué no? Esto es Grecia.

No tocaba, pero vamos hacia Milos. Estamos a unas 60 millas y hay previsión de buen viento, aunque el tiempo será muy variable. Planeamos una parada en una cala al sur de Folegandros (Ormos Vathi), fieles a nuestra costumbre de no navegar más de seis o siete horas en un día si podemos evitarlo.

Saliendo del golfo en el que está el puerto de Ios, el mar está como un espejo 


En el horizonte, al sureste, está cubierto de nubes

Ormos Vathi es un sitio excelente para un “stop and go”. Cala muy recogida, abierta sólo al sur y con fondo de arena. Casi nadie en tierra, sólo un complejo de apartamentos y un hotel, un tanto cutrillos (nada de "mansions") y todavía cerrados. Tampoco en el mar, sólo un catamarán de alquiler y tripulación de nacionalidad indefinida que viene a hacernos compañía en el fondeo, pero con los que no tenemos muchas ganas de interactuar. Por la noche, el tormentón vaticinado llega puntual, con una buena dosis de agua, relámpagos y truenos, pero no dura más allá de dos o tres horas. Es curioso como te habitúas a las tormentas y, si estás bien resguardado, te resultan casi indiferentes.

Isla de Folegandros. La playa de Agali, al fondo de Ormos Vathi, antes de la lluvia de la noche

Y, sin mucha novedad, llegamos a la bahía de Milos ya al caer la tarde, notando los primeros síntomas de que la tormenta de anoche no era más que la avanzadilla de una borrasca que nos traerá vientos duros del SW durante varios días.

La verdad es que no nos importa demasiado. Milos es otra de las islas de esta travesía de las Cícladas que hemos subrayado en nuestro plan de viaje. Una isla famosa, que en verano se llena de turistas y que preferimos disfrutar con tranquilidad en temporada baja. No es en absoluto el peor sitio en el que quedarse bloqueado.

La marina de Adamantas, en Milos, consiste en un único pantalán flotante instalado al final del muelle y que, con viento duro del sur, se ha vaciado de barcos del lado exterior

Vista del puerto y la marina de Adamantas desde el mirador de la plaza de la iglesia

Descubrimos que la isla es muy distinta a otros grandes iconos del Egeo como Mykonos o Santorini. Aquí no hay hoteles "glamourosos" ni tiendas de Versace, ni callejuelas de cuento de hadas. No vemos cruceros entrando y saliendo continuamente del puerto. Milos es más bien un sitio de sol y playa. O mejor dicho, de sol, playa y cuevas. Una isla volcánica y con una costa que recuerda a las del Cabo de Gata o a la isla de Paxos, en el Jónico. Acantilados muy altos, multicolores, de roca blanca y blanda en la que el mar ha ido excavando cuevas caprichosas y espectaculares que sólo son visitables por mar. Playas amplias de arena blanca. Una gran bahía central (la antigua caldera del volcán) a la que se asoma su único puerto (Adamantas) y algunos muelles de carga de minerales, porque Milos es, desde la antigüedad, una isla eminentemente minera.

Pasamos varios días en Milos. Tres en el puerto, forzados por el temporal. Otros tres recorriendo las calas espectaculares de su costa exterior, especialmente del sur. Días tranquilos y relajados, con la comodidad de estar en un puerto muy barato y con agua y luz ilimitadas. Visitamos Plaka, la capital de la isla (sin mucho interés) y las dos únicas atracciones “culturales”: un teatro romano y unas catacumbas. Interesantes, sí, pero no tanto como otros lugares donde hemos estado.

Teatro romano de Milos

Catacumbas de Milos

Un pozo tradicional de la isla, en la subida al “kastro” de Plaka

En lo alto del “kastro” de Plaka, la capital de Milos

Sin embargo, recorrer el perímetro de la isla sí justifica un viaje a Milos. Es su mayor atractivo. Y eso hace totalmente distinto al turismo que recibe. Aquí lo que priva es la excursión de día a ver cuevas en uno de los muchos barcos de chárter amarrados en los muelles. Catamaranes, veleros, barcos de pesca, motoras pequeñas, de todo hay. Cada mañana grupos de turistas se apiñan en las cubiertas y dejan el puerto hacia las cuevas de Kleftiko, Sikia o Pagafragas. Afortunadamente sólo unos pocos de esos barcos están operativos este abril. Estamos empezando la temporada y el tiempo es incierto. Con toda seguridad, en julio y agosto será diferente.


Las formaciones de rocas de Sikia, en la costa oeste de la isla de Milos. Las condiciones del mar no nos permiten fondear aquí para acercarnos en dinghy a la famosa cueva a la que se le hundió el techo

En Milos conocemos a nuestros nuevos amigos de esta temporada. Mientras estamos amarrados en Adamantas tenemos como vecinos de pantalán a una pareja australiana, Wendy y Paul, que navegan por las Cícladas esta primavera en un enorme catamarán de alquiler. Es su primera travesía en Europa y les falta algo de experiencia en los intríngulis de la navegación por Grecia. Como casi siempre en estos casos, una conversación fortuita en el pantalán lleva a una más larga y a compartir unos tragos en un bar del puerto. Y, casi sin darnos cuenta, a hacer planes de fondeos y recorridos juntos y a reconocernos como amigos cercanos en cuestión de pocas horas. Esa especie de identificación mágica que aparece de repente, como de la nada, con la “gente de mar” con la que te encuentras en estas travesías. Uno de los placeres de vagabundear por el Mediterráneo.

Wendy y Paul

Descubrimos que Paul es un artista fantástico y nos enamoramos inmediatamente de sus grandes cuadros, sobre todo pop-art y abstractos, que crea en su taller cerca de Brisbane y que muestra en su web. Nos gustan tanto que ya maquinamos encargarle uno para nuestra casa. Viven muy lejos, pero esperamos tener la oportunidad de seguirles viendo en el futuro.

Nos cuentan que están en Adamantas para unas reparaciones de urgencia en los timones de su barco, dañados al tocar fondo en una cala de una isla cercana. Es posible que  tengan que sacar el barco del agua para una reparación definitiva en algún varadero cercano. Empatizamos con su preocupación y su incertidumbre, la súbita sensación de fragilidad que te embarga cuando tu barco está dañado y de golpe descubres que todo es más difícil en el mar y en Grecia. Que tus planes de viaje se alteran. Que no sabes ni dónde ni cuándo podrás contar con mecánicos e instalaciones adecuadas. La zozobra que tan bien conocimos hace dos años con nuestros problemas mecánicos en el Jónico

Debemos continuar nuestro camino, una pena no haber podido hacer algunas etapas juntos, pero les seguiremos de cerca en su recorrido y estaremos en contacto por WhatsApp.

Saliendo de puerto de Adamantas, Wendy y Paul corren a despedirnos desde el pantalán

Cuando el viento rola al norte salimos del puerto para completar la vuelta a la isla. Los paisajes son tan espectaculares que merece la pena recorrerlos con tranquilidad, y con paradas intermedias. Fondeamos en Kleftiko y en Fyriplaka.

Kleftiko es la máxima atracción de Milos. Un conjunto de formaciones rocosas sólo accesibles por mar en el extremo suroeste de la isla. Una maravilla de cuevas y lagunas que sólo se pueden describir con fotos como éstas. 

Formaciones en la costa de Kleftiko

Kleftiko

Kleftiko






jueves, 22 de junio de 2023

En el Jónico. Imaginarium

Pasamos el puente de Río - Antirio y ya podemos decir que estamos en el Jónico. Enorme y espectacular, uno de los puentes atirantados más grandes del mundo, es como un gran pórtico de entrada al Jónico a la altura de la ciudad de Patras. Su construcción tiene una historia curiosa. Fue inagurado al paso de la antorcha olímpica de Atenas 2004 y es un orgullo para la ingeniería griega por la cantidad de problemas técnicos que tuvieron que solucionar: mucha profundidad del canal, vientos violentos e incluso terremotos, porque casi toda Grecia es una zona de mucha actividad sísmica. De hecho, las pilonas se apoyan en el fondo (en vez de clavarse) para darle flexibilidad a la estructura.

El puente de Rio - Antirio que separa el golfo de Corinto del golfo de Patrás


El paso del puente tiene la peculiaridad de que hay que llamar por radio para que la oficina de control de tráfico te asigne el ojo por el que debes pasar en función de la altura del barco. La verdad es que el algoritmo no parece muy sofisticado: por lo que oímos, los barcos de más de 20 metros de alto pasan por el ojo central y los más pequeños por los laterales. Pero supongo que si se da el caso de un cruce simultáneo de varios barcos, y en caso de temporal, mejor que haya un guardia de tráfico ordenando el asunto a golpe de silbato, que las carga el diablo

Vamos, que la puerta del Jónico viene a ser para nosotros como la puerta del Imaginarium y a nosotros nos hacen entran por la puerta de los pequeñajos.



Como niños dentro del Imaginarium, nuestra trayectoria en el Jónico se hace errática y caprichosa. Tenemos mucho tiempo, más de un mes antes del cruce hacia Sicilia, y ya conocemos de otros años algunos de los puertos y fondeos “obligatorios” de esta zona. Planeamos nuestro recorrido diario en función de los vientos de cada día, o de la necesidad de ir al supermercado o la lavandería. Al no tener prisa, ni una trayectoria marcada, nos dedicamos sobre todo a navegar a vela.

Volvemos a perdernos en la multitud de veleros con todo el trapo al viento, llenando el gran estanque que delimitan el continente y las islas de Meganisi, Lefkada, Ítaca y Cefalonia. Casi como un campo de regatas, una delicia para la vista comparada con las flotillas a palo seco del Argosarónico.

Veleando en el Jónico 

Nuestra entrada al Jónico comienza por Mesologgi, una zona de marismas de lo más curioso.

Atardecer en el fondeo de Mesologgi


Fondeamos en la playa de Oxia, con agua no muy transparente pero tranquila y mucho espacio libre, muy recomendable. 

Un par de veces echamos el ancla en la playa de Mytikas, enfrente de la isla de Kalamos, al norte, muy amplia y protegida, perfecta para refugiarnos de algún día en el que el viento y el swell entraron desde el sur. 

La isla de Kalamos, verde, alta, imponente

Casas de Mytika, justo en el cabo que da entrada al pasillo que separa la costa de la isla de Kalamos.

El puerto de Mytika. A continuación del puerto comienza una playa larguísima en la que caben innumerables embarcaciones. No está en las rutas turísticas y hay pocos barcos, aunque es un fondeadero razonablemente protegido  

Luna creciente en el fondeo de la playa de Mytika 


También fondeamos, cabo a tierra, en la magnífica isla de Atokos, en su cala sur (Cliff Bay), con el agua más azul y transparente que recordamos, además de una pareja de jabalíes curiosos retozando en la playa. 

Fondeo con cabo a tierra en Cliff Bay, en la isla de Atokos

Jabalíes en la playa de Cliff Bay  

Agua azul y turquesa en Cliff Bay. Sólo somos dos barcos


Recalamos en Palairos, un puerto pequeñito, barato y muy agradable, al norte, otra vez en el continente.

El puerto y la marina de Palairos 
 
Nuestro amarre en la marina de Palairos en un pantalán recién inaugurado por una empresa de chárter


Volvemos otra vez a Vathy (Ítaca) para lavandería y logística, y un par de noches a la bahía de Abelike en la isla de Meganisi. También en Vathyavali, de camino al puente levadizo de Lefkada. Sitios que ya conocemos y que encontramos algo más tranquilos que lo que esperábamos para estar ya en plena temporada alta.

Bahía de Vathi. Celebran una boda en la iglesita del Lazareto y uno de los barcos turísticos hace viajes para llevar y luego traer a los invitados y a los novios 

Bahía de Vathi, Itaca





Fondeo en Meganisi, en una bahía entre Atherinós y Abelaki que está muy poco concurrida a diferencia de sus vecinas

Atardecer en el fondeo en Meganisi. La primera noche estamos solos


Cuando nos vamos, un gran yate toma posición en la bahía y la ocupa por completo

Fondeo en Vathiavali, donde ya estuvimos hace tres veranos

La tranquilidad del fondeo la rompe la música del chiringuito. Hay maquinaria pesada y signos de estar construyendo, pero hoy es domingo

Luna casi llena en el fondeo de Vathiavali


Pocos puertos, casi todo fondeos, muy tranquilos y con etapas muy cortas. En el Jónico hemos vuelto a la sensación de calor húmedo y un poco pegajoso, cielos neblinosos y viento más bien escaso (solo térmico por la tardes) que ya vivimos hace dos años, aunque este 2023 la temperatura es, en general, mucho más tolerable y está lejos de los cuarenta y tantos grados que llegaron entonces a romper los stocks de las fábricas de hielo.