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martes, 3 de agosto de 2021

Etapa 14: Kálamos - Ítaca. Volver (2006)


Y, por fin, llegamos a Ítaca, otro de nuestros highlights de este viaje. Quizá por mi libro infantil sobre los viajes de Ulises, que me sirvió de inspiración para escribir sobre nuestra travesía a las Eólicas. O, quizá, por el "Viatge a Ìtaca" de Lluís Llach, tantas veces escuchado en esa época remota en la que todavía tenía algún sentido escuchar música de Lluís Llach. O, quizá, porque Ítaca es el sitio universal para volver.

Ítaca es el mito eterno de Ulises (Odysseus) y de sus viajes, cantados por Homero. Todo en la isla es obsesivamente Odysseus. Está en los museos y las estatuas, pero también en las camisetas de los turistas y en los nombres de los bares. Está en las ruinas de un pretendido palacio que, quizá, sólo fue soñado por Homero. Está en todas partes, como Penélope, tejiendo y destejiendo, esperando su regreso. Ítaca es el lugar de origen, el centro de todo, el sitio de donde salió la memoria.

Busto de Ulises en Stavros

Recorremos las 15 millas entre Kálamos e Ítaca en un suspiro, por una vez con buen viento y a vela. Kálamos, más allá del espectáculo de George, nos ha dejado un cierto regusto de incomodidad. Demasiado hacinamiento en el puerto y demasiado calor. Más calor que nunca (y mira que nos hemos quejado de temperaturas altas todo este viaje). A estas alturas, la ola de calor en Grecia está dejando muertos, principalmente en el Peloponeso, e incendios, muchos incendios. Y no tiene visos de remitir.



Queremos pasar una noche en Vathi (la capital de Ítaca) antes de navegar hasta Sami (en la isla de Cefalonia) para devolver a Eva y Juan Pedro a la comodidad de un hotel y su viaje de vuelta. Así que nos decidimos a fondear en la amplia bahía y bajar a tierra para una última cena juntos.
Bahia de Vathi, segunda por la derecha 

En el camino a Vathi nos da tiempo a hacer una parada en una de las fantásticas playas de su costa Este. Poca gente (todavía no ha llegado el aluvión de agosto) y playas sin acceso por tierra, donde se puede fondear y nadar sin aglomeraciones.

Playa de Gidaki, Ítaca

Acabamos entrando en la bahía de Vathi a media tarde. Con un calor tremendo y con el fuerte viento térmico del NW que sopla cada tarde. Esa ha sido la constante de los seis días que hemos pasado en la isla: mañanas muy tranquilas, pero calurosas, y viento térmico que sube hasta los veinte nudos por la tarde (incluso algún día hasta los 30-40).

Casas en la bahía de Vathi

La entrada a Vathi por mar es magnífica. Una bahía amplia y totalmente resguardada, que da la sensación de una gran laguna. Rodeada de casas bajas de dos alturas y pintadas de colores pastel, muy armoniosos, como en un cuadro naïf. Bulliciosa, con barcos atracados en los muelles o fondeados por todos partes, y con turistas paseando por el borde de la bahía durante todo el día. Eso sí, el agua es verdosa y algo turbia. No anima a bañarse, y es un problema con los treinta y cinco o cuarenta grados de cada tarde.

Puerto de Vathi y café al borde del agua, sobre los barcos 

El Sargantana fondea en Ítaca con una sensación extraña de fin de trayecto. Al menos, de fin del trayecto de ida. Falta mucho por ver y por hacer en Grecia, por supuesto. Falta un viaje de vuelta con muchos lugares nuevos que visitar, nuevas costas, muchas millas. Pero Ítaca invita al descanso, a decir, como Ulises, "ya he llegado", a olvidar los vientos y las olas que se han quedado ahí afuera. A quedarse.

Museo náutico y de folklore de Vathi

Y quizá por eso nos quedamos unos días. Recorremos Vathi a pie, rodeados de turistas. Ya estamos en agosto y, como temíamos, la temporada alta nos quita poco a poco la cierta paz que hemos visto en otros puertos de recalada. A pesar del COVID, las tavernas están llenas, hay que reservar. 

Calle de Vathi

Una de las muchas terrazas al borde del agua en Vathi

Y también dedicamos un día a recorrer la isla en coche. El interior es arisco y duro. Verde en las laderas de las montañas casi verticales, pero lunar en las cumbres. Hay pocas carreteras y muy estrechas, es casi inevitable pararse en la mayoría de los cruces. Curvas de 180 grados muy empinadas, como de etapa de alta montaña, en las que es imperativo poner primera. Barrancos vertiginosos y vistas impresionantes. Recorremos tranquilamente los cuatro o cinco pueblos de la isla. En total, en Ítaca viven unas 3.000 personas, más de la mitad en la capital. No hablamos casi con nadie.

Carretera bordeando la costa norte de la jsla

Restos arqueológicos de la acrópolis de Alalkomeneis, entre olivares

Puerto de Frikes, en el norte de Ítaca

En Stavros encontramos algo muy curioso: un pequeño museo callejero con un mural describiendo los viajes de Ulises. Según el mural, Ulises visitó varios puntos de la costa de nuestro levante: Cabo San Antonio (Circe), Cabo de Gata (Hades) y Cabo de Palos (Kalipso). Muy curioso, y supongo que cuestionable. No veo yo a Cartagena o Cabo de Palos como la isla Ogygya Kalipso, pero si ellos lo dicen….

Mural de los viajes de Ulises en Stavros


Iglesia de Stavros

Y en Vathi tenemos también tiempo de socializar. Conocemos a Vicky y Rafael, que hacen un recorrido parecido al nuestro con su bonito Wauquiez. Ellos van también en dirección Argostoli y Zakinthos.

Un placer cenar juntos en una taverna fantástica por sus sardinas. Hablamos sobre la vida y sobre navegar, y descubrimos, como siempre, lo mucho que une a la gente de mar aunque acabemos de conocernos. Hablamos sobre volver a casa. Ellos han decidido ya invernar su Nicole en Grecia y regresar a España en avión. Estas aguas también les han embrujado y se plantean repetir el año que viene por esta zona y el Adriático. Nosotros todavía no. Demasiado pronto. Volvemos a casa con nuestro Sargantana, al menos este año.
Sargantana fotografiado desde el Nicole, en la bahía de Vathi

Buscando información sobre la isla hace unos días, cayó en mis manos un artículo de Javier Reverte de 2003, en el que decía, básicamente, que en Ítaca no hay nada para el turista y que sólo habiendo leído la Odisea le encuentras un sentido a estar aquí. Sea por lo que sea, a mí Ítaca me hechiza. Es de una belleza brutal, que te sobrecoge cuando llegas por mar y que te sigue intimidando en tierra. Es un lugar al que quieres regresar. De hecho, Ítaca parece ejercer una atracción sobre nosotros que nos hace volver una y otra vez a lo largo de los seis días que pasamos en la isla.

Nuestro primer día de fondeo en la bahía de Vathi acaba en una noche complicada, por el calor excesivo y un local a orillas del agua que atrona la bahía con música disco griega hasta las cinco de la mañana. 

El segundo día, después de dejar a nuestros amigos a mediodía en Sami (Cefalonia), constatamos que el viento NW de todas las tardes no nos va a permitir subir hacia el norte por el canal estrecho que separa Cefalonia de Ítaca. Abandonamos por hoy la idea del norte y regresamos a Ítaca, a un fondeo de ensueño en la cala contigua a la playa de Filiatros cerca de Vathi. Un agua increíblemente transparente y una costa de acantilados blancos sobre playitas de guijarros. 

Cala de la playa de Filiatros, Ítaca

Al día siguiente es sábado, final de julio. La bahía, tan tranquila por la noche, recibe unos cuantos barcos. Por la tarde recogemos fondeo e iniciamos el camino al norte. Echamos el ancla en Ormos Exo Aetou, el golfo que forma al este la lengua estrecha de tierra que separa el norte y el sur de Ítaca, dándole su peculiar forma de ocho. Es amplio y tranquilo, pero más urbano. La carretera que bordea la isla pasa por allí y hay algunas edificaciones y una pequeña playita en la que paran los coches. El agua es transparente y deja ver el fondo de arena y posidonia. Solo dos barcos pasamos la noche, eso sí, bastante agitada por el viento que se acelera en la costa.

Ormos Exo Aetou 

El domingo, en lugar de seguir hacia el norte, volvemos a Vathi, a la comodidad del puerto, donde no se oye la música de la otra orilla.Ya nos hemos acostumbrado al pequeño jaleo que supone atracar con ancla. El ritual de preguntar a los de al lado cuándo se van, si han llegado después de ti y piensas que su cadena puede estar sobre la tuya. O que tu vecino espere a que tú salgas, si es al revés. La ligera ansiedad cuando desatracas y vas cobrando poco a poco, anticipando el momento en que se trabe el molinete y veas asomar la cadena ajena. O ese punto de suspense, durante la maniobra del otro, donde dejas lo que estabas haciendo y esperas desde tu barco, temiendo el sonido sordo y rasposo que indica que te ha levantado tu fondeo. Estar en puerto nos facilita hacer colada en la lavandería de la esquina, comprar en el súper, lavar el barco, rellenar depósitos. Hace más calor y hay más jaleo de vecinos y transeúntes que en el fondeo, pero a eso también nos hemos acostumbrado y le encontramos su atractivo.


Amarres en el puerto de Vathi, en el pantalán suroeste.

El lunes nos divertimos viajando por la isla en coche y, al caer la tarde, nos visita la tripu del Nicole. Nos da sólo para una cerveza. Al día siguiente nos vamos al norte. O eso creemos.

Playa de Polis, desde Stavros

El martes intentamos salir pronto. Recorremos la costa este hacia el norte, con idea de pasar la noche al final de la isla. Pasamos de largo los puertos de Kioni y Frikas, que ayer veíamos desde tierra. Echamos el ancla en la bahía de Marmagkas

Es una cala muy apropiada para bañarse y comer, aunque lo mismo ha pensado otra docena de barcos.Tras un baño y una cerveza, nos disponemos a preparar la comida  cuando, en cuestión de minutos, el viento pasa de 0 a 30 nudos. Garreamos. Todos los barcos salimos huyendo a refugiarnos en los puertos cercanos o conocidos. Nosotros decidimos volver a Vathi. El trayecto no es largo, pero se hace eterno, con un viento que no deja de cobrar fuerza: 30-32 nudos sostenidos, a ratos por encima de 40, llegamos a ver rachas de 45.

En Vathi fondeamos cerca del Nicole. A la noche disfrutamos de la compañía de nuestros colegas sevillanos, primero con una buena cena y luego frente a una copa de “metaxa”, en su barco.

Bahía de Marmagkas

El miércoles, esta vez sí, decimos adiós a Ítaca por este año.

Ha transcurrido la mitad del tiempo que planeamos dedicar a esta travesía. La ansiedad, la anticipación, el entusiasmo por lo nuevo y desconocido, se han atenuado. Nuestra capacidad de sorpresa y de admiración están, quizá, un tanto colmadas. Llevamos muchos días en el mar. Y estamos, sobre todo yo, y sobre todo desde Lefkas, un poco saturados de calor, de exceso de barcos y de gente; de la absurda competición que se establece cada día por llegar al siguiente fondeo, siempre a motor porque no hay viento por las mañanas; de la pelea diaria por los últimos amarres en el puerto o las últimas mesas en las tabernas, apretujados tanto los unos como las otras. Estar a la mitad del viaje y tener sensación de cansancio te hace ponerte en modo "volver". Pero no. Este no es un viaje de ida y vuelta, es un recorrido circular por un pedacito de la carta náutica. Y aún nos queda la otra mitad…

Bahía de Vathi vista desde la parte alta de la ciudad 

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