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jueves, 29 de julio de 2021

Etapa 13: Meganisi - Kalamos. Zorba, el Griego (1964)





- Zorbaenséñame a bailar - Y Zorba sonríe, remanga su camisa blanca, levanta los brazos, y baila.

En Kalamos, Zorba el Griego no es Anthony Quinn. Se llama George. Y George enseña a bailar a los barcos cuando entran y cuando salen de puerto. De su puerto. Porque George es el director absoluto de una coreografía de locos sobre una sinfonía en dos actos, uno por la tarde y otro por la mañana.




Primer acto: La entrada

Son las cuatro de la tarde. Llegamos a Kalamos desde nuestro fondeo en Meganisi, una travesía corta y sin viento. George espera en el muelle bajo el sol abrasador de final de julio, vestido de blanco y azul, con sombrero de paja. Nos llama desde el final del muelle de entrada, junto a la roja, con el brazo levantado. No hay nadie más a la vista. Nos hace señas para que entremos e iniciemos la maniobra de atraque.

- Welcome my friend

El puerto está casi vacío. Kalamos no es un puerto grande. Según la guía, tiene 50 plazas para barcos de paso y una zona pequeña para un ferry y unos pocos botes de pesca. Poco más, casi todo vacío. Tres o cuatro veleros, italianos y holandeses, perfectamente colocados costado con costado, en el muelle pegado al rompeolas.

George inicia su actuación. Mueve sus brazos como un director de orquesta para indicarnos hasta dónde llegar, dónde girar la rueda, a qué velocidad movernos por la dársena, dónde parar.

De repente, manos abajo. George habla:

- Lady, anchor down!

Lucía obedece sin rechistar. Cómo no, George está al mando

Y el Sargantana retrocede suavemente hacia el muelle. Baila hasapiko en el puerto de Kalamos, en el calor imposible de esta tarde de julio, entre el canto de las cigarras y el estruendo continuo de la cadena del ancla, que va cayendo. Baila bañado en sudor como un purasangre. 

Llegamos junto al muelle. George sonríe. 

- Perfect mooring, my friend

Recoge nuestras amarras  y nos las ofrece de vuelta.

- I am George. My taverna is over there

Lucía está exultante después de una maniobra rápida y precisa, y le promete directamente cuatro clientes para la cena. George sonríe y asiente.

- Welcome to Kalamos

Porque George es Zorba, y también es Kalamos, y, por extensión, George es Grecia. George enseña a bailar a los barcos, pero también alimenta a sus tripulaciones. Ese es el trato. Amarre, ayuda en la maniobra, incluso agua. Todo gratis. Pero, si puedes, cena en mi casa.


Pasamos la tarde bañados en sudor, bebiendo cerveza  y observando la función de George, que continúa casi hasta la puesta de sol. Los barcos entran ahora en una sucesión casi vertiginosa. La mayoría, veleros de una o dos flotillas de holandeses charteristas. Como en un crescendo, George sigue dando órdenes a diestro y siniestro, como un director de orquesta. Ahora ya desde su motora se mueve deprisa para ordenar movimientos y coordinar tripulaciones. “Anchor down here, my friend”. Cuando es necesario, a topetazos, coloca los barcos de los que no saben o no pueden bailar en esta dársena, cada vez más llena.



Míramos el espectáculo embobados, con la boca abierta. Echo de menos un fondo musical, quizá las Valkiryas. Definitivamente, algo de Wagner.

El puerto ya está lleno. No quedan más sitios. Los barcos siguen llegando. George los coloca en sitios imposibles. Dobles filas, triples filas. Decenas de cadenas de ancla están tendidas en el fondo, con toda seguridad montadas las unas sobre las otras. 


Cae la tarde. Acabó la función. Me baño entre las grandes rocas del rompeolas. Caminamos por Kalamos, con calles empinadas y casi vacías. En verano, Kalamos es el puerto. Es George



Cenamos, cómo no, en la taverna de George. Decepción. La comida no está mal, es el menú habitual de todas las tavernas. Elijo, como muchas otras veces, moussaka. Aceptable. Pero la taverna de George no tiene ni infraestructura ni personal para dar de cenar a tanta gente. Los fllotilleros holandeses están sentados en largas mesas y esperan pacientemente sus platos. Nosotros igual. Los camareros, probablemente los hijos de George, corren entre las mesas sudorosos, con platos y bandejas, ofreciendo disculpas

Segunda función: La salida

Por la mañana nos levantamos tarde, justo para la función de la mañana. La noche ha sido tropical y sin viento, y hemos dormido poco. Nuestros vecinos holandeses (nos aclaran que no forman parte de la flotilla, faltaría más), están ya en la proa con sus tazas de café. Se abre el telón.

Y George vuelve a hacer su magia. Va sacando todos  los barcos, uno a uno, atendiendo las peticiones de salida en riguroso orden. En cada maniobra George acompaña al barco en su lancha y se las compone para sacar su cadena y su ancla del amasijo del fondo.


Ni un aspaviento, a veces lo hace incluso mientras habla por el móvil. Todo es suave y armonioso. En menos de una hora quedamos sólo unos pocos barcos que llenamos de agua los depósitos, cortesía de George, cómo no.

También volveremos a Kalamos, mejor fuera de temporada. Me gustaría tener tiempo para tomar despacio un ouzo con George. George, el Griego. 




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