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viernes, 9 de julio de 2021

Etapa 6: Rocella Ionica - Crotone. Heat (1995)

Cartel de la película “Heat” (1995)
El sur de Italia nos recibe con viento casi nulo y un calor agobiante, húmedo y pegajoso que te empapa desde primera hora de la mañana.

Rocella amanece tranquila. Finalmente perdimos ayer noche la semifinal de fútbol contra Italia. Los marineros nos consuelan: “¡Spagna, testa alta. Forza Italia!”. Una pena, porque merecimos más, pero qué le vamos a hacer. Y mirándolo por el lado bueno, eso lo simplifica todo, porque, ahora, ver o no ver la final (en la que obviamente seremos tifosi de Italia) ya no condiciona nuestros planes de navegación.

En el plan original, el próximo destino es Crotone y de ahí seguir recorriendo toda la costa sur, y el golfo de Taranto, hasta un último salto desde Leuca hacia Othonoi y Corfu. Pero la predicción no encaja. Hasta el sábado tendremos muy poco viento. Y a estas alturas estamos ya hartos de motor.

Así que decidimos seguir hoy hasta Crotone y prescindir de Leuca. Pasaremos un par de días en el “Porto Vecchio” de Crotone y desde allí partiremos para Grecia el sábado, a vela, con el viento Norte que se anuncia.


A las 1000 salimos del puerto, después de repostar gasoil. Nos ha gustado la marina de Rocella. Es una de esas marinas modernas, al estilo de Marina Denia o Juan Montiel, en Aguilas. Personal impecable y super atento. Instalaciones modernas y razonablemente limpias, aunque un poco destartaladas (ese capítulo parece ser la asignatura pendiente de todos los puertos italianos). Los protocolos de llegada y salida de puerto se cumplen más o menos a rajatabla (registro en una oficina de verdad, documentación, información). Lo que uno esperaría encontrar siempre en un puerto pero que aquí, en Italia, es casi la excepción.

Marina Rocella
Con todo, Rocella tiene sus particularidades, que para eso estamos en Italia. Al volver de la oficina nos encontramos con una pareja de recién casados, vestidos de boda, sentados en la proa de una lanchita (¿sería la suya o una elegida al azar?), justo enfrente del Sargantana, y abriendo una botella de champán. Nos tenemos que abrir paso entre una  multitud de fotógrafos y familiares de punta en blanco que les aplaude desde el pantalán. Eso si, hay que decir que no oímos ningún “¡Vivan los novios!”.  No debe ser costumbre.

Fotos de boda en Rocella Ionica

Porto delle Grazie, que es el nombre de esta marina de Rocella, aunque nadie la llame así, es un descanso para los sentidos. Está a las afueras de la ciudad, en una zona de pinares. El aroma peculiar de la resina seca se huele desde el mar, antes incluso de llegar a la bocana. Los pantalanes son amplios y están prácticamente vacíos. Los escasos barcos y lanchas son locales. Tienen instalaciones y puedo lavar y secar las sábanas y toallas mientras España pierde en la tanda de penalties.

Marina Rocella

Seguro, volveremos a Rocella, sea en el viaje de regreso o en futuras expediciones a Grecia. Y a ver si para entonces han dragado un poco la bocana, que ya les vale. Entrar aquí es más complicado que la maniobra de aproximación a Madrid Barajas.

La travesía a Crotone es corta. Unas 65 millas, atravesando el Golfo de Schilache. A priori sencilla, probablemente toda a motor. Rumbo directo hasta el Capo Rizzutto. Parece que se avecina otro día más de vegetar.

Sin embargo, en la bahía se levanta un ligero viento de través. Nada del otro mundo, claramente insuficiente para velear con mayor y génova. Pero que nos da una oportunidad de oro para sacar nuestro casi olvidado gennaker, por fin, después de siglos, y disfrutar varias horas del placer de movernos sin ruido, de trimar velas y ajustar rumbos, de eso a lo que hemos venido a este viaje.

Asimétrico (gennaker)

El Capo Rizzuto es una zona protegida. La carta marca las zonas con diversas prohibiciones, desde simplemente navegar hasta pescar o navegar a motor. Hemos elegido cuidadosamente la ruta para no entrar en las primeras. Sin embargo, no tardamos en recibir una llamada por radio del guardacostas exhortándonos a desviar nuestro rumbo, pues sabe por el AIS que, aunque velero, vamos, como es ya habitual, a motor y nos ve demasiado cerca. Vale, de acuerdo. Mientras rodeamos el cabo dejando dos millas de respeto, aún tenemos la oportunidad de escucharle llamar repetida y desesperadamente a otros dos barcos que, a diferencia de Sargantana, ni contestan ni cambian su  rumbo demasiado cerca de la costa. En un momento dado nos pide que les llamemos nosotros, por si fuera  que a él no le oyen… Este rodeo nos hará llegar de noche a puerto. 
Atardecer con Crotone a la vista

Vamos a pasar tres noches en Crotone. Una capital de provincia pequeña, ciudad de pescadores y de plataformas de extracción de gas que se recortan en el horizonte como una manada de transformers amenazantes.

Plataforma de gas

Nada destacable aquí. Una ciudadela medieval construida sobre la antigua colonia griega Kroton, un laberinto de callejuelas no muy limpias, bastantes turistas en playas urbanas, y mucho tráfico. Una ciudad más entre muchas otras, con un mercado callejero y muy barato de verduras, fruta y pescado, pero una ciudad con un cierto encanto, aún en estos días de luz cegadora y calor aplastante.

Playa de Crotone
Crotone nos da la oportunidad de callejear sin rumbo y de comprar en sus tiendas locales. Nos abastecemos de calamares y mejillones en una de las "pescherias" del puerto y de fruta y verdura en el pintoresco mercado "coperto". Hasta encontramos en el paseo de la playa una tienda de productos artesanales totalmente "gluten free". 

Mercato coperto en Crotone

Crotone es una mezcla de villa antigua, poblachón destartalado y ciudad de vacaciones. Exhibe con esmero su kilométrica playa, donde el ambiente es como de primeros de siglo pasado. Publicita sus palacios, su muralla, su castillo y sus museos en esmerados carteles callejeros. Pero acepta la ropa tendida sin pudor en las fachadas de casitas humildes, que se entremezclan de forma imposible con los restos arqueológicos, en callejones impracticables. Y sucios. La ciudad está sucia y descuidada. Parece que la vegetación crece aquí desbocada, lo que hace especialmente frondosos los árboles de los paseos y los muchos macetones de las terrazas de los restaurantes, pero puebla las aceras de hierbajos que se entremezclan con los excrementos de perro.

Crotone es calor, mucho calor, calor como nunca. 

Crotone

Castillo de Carlos V Crotone

Elegimos el Club Vélico Crotone. Uno de los tres pontiles que ofrecen amarres en el Porto Vecchio. Descartamos el más barato (Lega Navale) por estar demasiado cerca de la bocana y el posible swell del SW.

Entrada al Club Velico Crotone

El Club Velico parece dedicado a enseñar vela ligera, y en efecto, tiene un par de dársenas con pantalanes en los que se amontonan sin mucho orden lanchitas, veleros y barcos pesqueros. Eso sí, nos cabe la duda de si los pesqueros son de atrezzo, porque en los dos dias que estamos no vemos a ninguno moverse del sitio. 

Aula al aire libre del Club Velico Crotone

Nos pareció un sitio muy agradable, lleno de niños en clase de vela ligera con sus Optimist y sus Láser. Caótico, como todo aquí, pero encantador. Rodeado de pescherias que ofrecen su pescado en cajas (parece que, después de todo, los pescadores no son de atrezzo).

Porto Vecchio Crotone

Llegamos al Club Velico tras la puesta de sol, prácticamente de noche. Esperamos al marinero de rigor, pero nos recibe una pequeña multitud de gente agolpada en el pantalán, como un comité de recepción. Ya está oscuro y casi no distingo más que sus sombras. Todos a una nos saludan, nos dirigen, amarran nuestros cabos, nos dan la guía del muerto… 

No salimos de nuestro asombro. Definitivamente, las guías no mienten cuando alaban la “bienvenida acogedora” en este sitio. Se me viene la visión del pueblo de Villar del Río, con Pepe Isbert a la cabeza, recibiendo a los americanos en “Bienvenido Mr Marshall”.

Una vez todo en orden, alguien pregunta

 - ¿Tutto bene?

Asentimos. Estamos firmes. - Tutto bene.

Quiero preguntarles lo habitual en estos casos: si tenemos que hacer los papeles de entrada ahora o mañana, si hay baños (y dónde), la password del wifi. Esas cosas que el capitano de Marina Rochella nos explicó ayer con todo detalle (y con un folleto).

Pero para cuando soy capaz de articular palabra, todo nuestro comité de recepción ya está convenientemente sentado alrededor de varias mesas plegables, hablando entre ellos, pasándose el vino. Cenando en familia. En medio del pantalán. Justo en nuestra popa. A las tantas. Y, por supuesto, sin prestarnos la más mínima atención. 

Desisto. Este país nunca dejará de sorprenderme. Viva l’Italia.

Sargantana en el Club Velico Crotone





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