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martes, 13 de julio de 2021

Etapa 7: Crotone - Corfú. Mi gran boda griega (2002)


Cartel de la película “Mi gran boda griega”

Corfú, Kerkyra, es la isla de los vencejos y las cigarras. 

Sí, también es la isla esmeralda, verde brillante como de jardín inglés, de mar calmado y sin ola a nuestra llegada, como un estanque. 

Corfú (Kerkyra)

Pero sobre todo, Corfú es el zumbido continuo y omnipresente de las cigarras, que cantan sin pausa desde la mañana a la noche, y el griterío de los vencejos reales, que te despiertan por la mañana e inundan con su canto cualquier calle de la ciudad. Es el aleteo y el ruido de los vencejos que colonizan todos sus árboles.

Vencejos
Y la ciudad, Corfú, es un gran parque temático. Un decorado de ensueño, un laberinto infinito de callejuelas retorcidas en las que jugar al escondite.




Un zoco. Quizá un poco turístico. Bueno, un mucho turístico. Una especie de Disney medieval, como de Juego de Tronos. Que recuerda un poco a Alghero o Cefalú, pero mucho más cuidada, más reluciente, de calles empedradas e inmaculadamente limpias que suben y bajan continuamente en escalinatas fatigosas. Una ciudad perfecta. Sin un papel, sin una colilla. 





Corfú son dos fortalezas venecianas (la Fortaleza Vieja y la Fortaleza Nueva), que fueron inexpugnables para los turcos.




No sorprende. Murallas altas y torres esbeltas que todavía conservan los grandes cañones defensores de la bahía. Playas bajo las murallas. Playas pequeñísimas de agua muy limpia, de hierba y piedras. Porque en Corfú no parece haber arena, ni polvo, ni mugre, como en un castillo de cuento.




En Corfú los ingleses circulan sudorosos en filas o grupos, siguiendo a su guía como patitos que siguen a mamá pata. Están pálidos, la mayoría blancos como el papel y algunos ya con ese tono rosado flamenco que sólo lucen los ingleses cuando se aventuran por los reinos del Sur. Por la noche deambulan en grupos por las calles atestadas, llenas de tavernas y de tiendas de camisetas y de souvenirs. Y comen helados sentados en los pretiles, y escuchan en silencio los grupos callejeros que tocan y cantan jazz. 

Los ingleses de Corfú beben, claro que beben, pero sin estrépito, como disculpándose. Quizá porque son conscientes de que Corfú ha sido un poco Inglaterra, o todavía es un poco Inglaterra. Y por eso tienen un campo de cricket primorosamente cuidado en la Gran Esplanada, al lado de la Fortaleza Vieja. Y por eso aquí escribió Gerald Durrell "My family and other animals".

Paseamos por Corfú como unos turistas más. No ingleses pero casi. Uniformados de turistas, con gorro y con mochila de turistas, mimetizados con el paisaje. 



Buscamos compulsivamente la belleza de una ciudad que nos entra por los ojos con luz cegadora. Hacemos fotos y más fotos. Como pareja en viaje de novios, porque, ciertamente, nosotros estamos de viaje de novios. Porque hoy es mi cumpleaños, y me han hecho un regalo. Porque llegar a Corfú es haber llegado a nuestra Gran Boda Griega.

Regalo de cumpleaños

La travesía a Corfú, desde Crotone, tiene poco que contar. Salimos pronto, como estaba previsto. Ya desde el principio, con viento. Lo previsto (un fuerza 3), a veces ciñendo y otras al descuartelar, pero que nos lleva sin problemas directo hacia Othonoi, la primera isla griega al norte de Kerkyras. Ya desde el principio con la trinqueta arriba y dos rizos de mayor. Y con ola creciente, arreciando a una marejada no muy cómoda al sur de Leuca y en todo el cruce del Adriático.

Muy pocos barcos, y casi ninguno cercano. Esta zona parece estar fuera de las rutas habituales de los mercantes que, según vemos en el AIS, suben y bajan por el Adriático en fila india muy cerca de la costa de Corfú. 


La travesía, muy rápida. Podemos distinguir Los Altos farallones de Othonoi saliendo de la bruma matinal, antes de lo previsto, sobre las 0700. Pero también algo incómoda. Yo duermo cuatro horas sin muchos problemas, pero Lucía acusa los botes continuos del Sargantana sobre las olas que nos llegan por la amura de babor.

Resolvemos no parar en Othonoi, como teníamos previsto. Es demasiado pronto para no aprovechar la jornada y continuar hacia la ciudad de Corfú. Buscamos otros posibles fondeos más cerca de la ciudad y nos decidimos por intentar uno de los cuatro o cinco que sugiere la guía del Imray en la parte NE de la isla, una vez pasado el estrecho canal que la separa de Albania.


La travesía matinal de la isla por la costa norte es tranquila. Bastantes barcos italianos se cruzan con nosotros buscando el Adriático.  Es domingo y probablemente quieren llegar antes de empezar el partido en el que esa noche Italia ganaría la Eurocopa a Inglaterra (¡Forza Italia!).

Finalmente fondeamos en Kalami Beach, al lado del famoso restaurante White House. antigua casa de la familia Durrell cuando vivían en Corfú.

The White House en Kalami
Primera gran impresión de cala maravillosa, verde brillante tanto fuera como debajo del agua. En completa calma. Sin olas. Con bastantes barcos y bañistas atrevidos en colchonetas que deambulan por el centro de la cala. Hasta Lucía se anima a ir nadando hasta la playa de cantos rodados. El sitio perfecto para la primera noche de nuestra Gran Boda Griega.



Echamos el ancla en catorce metros, sobre arena y algas. Parece que agarra bien, nos podemos quedar. El zumbido de las chicharras es atronador a esa hora de la tarde. Finalmente quedamos unos pocos barcos para pasar la noche. Tranquila, sin chicharras. Abrimos una botella de nuestro mejor vino blanco para cenar. Necesitamos descansar.

A la mañana siguiente llegamos a Corfú a primera hora. Pedimos amarre en Port Mandraki, una marina excepcional. Pocas pueden presumir de estar, literalmente, metidas en las murallas de una fortaleza veneciana como la Fortaleza Vieja


Al llegar a la bocana vemos otro barco (el Lady Eva), esperando pacientemente. Nos llama por VHF. Parece que hay que esperar 20 minutos por algún problema en la marina. Nos lo confirma el puerto. No hay problema, no tenemos prisa.

El Lady Eva espera para entrar en Mandraki

A medida que pasan los minutos, van llegando barcos. Algunos con la radio conectada, otros no. Todos tratan de entrar en el puerto. El Lady Eva se erige en "protector de la cola" y reprende enérgicamente a los que tratan de colarse (sin pretenderlo, por supuesto). Es como en la pescadería: "¿Quién da la vez?". Lady Eva está nerviosa, muy nerviosa. Su patrón tiene ferry a la una y quiere llegar a tiempo. Lleva bandera suiza. Lo normal.

Lady Eva llama a puerto y pide novedades. El puerto contesta con cierta pachorra algo así como "a ver si estamos todos tranquilitos, que aquí estamos muy liados". Versión griega y en inglés, por supuesto.

Lady Eva bufa y mira el reloj. Los dos ingleses del Y knot, que acaban de llegar y a los que hemos dado la vez, no tienen muy bien la radio y no se enteran. Son ingleses, claro. Y vienen. Y preguntan como esos niños:  "¿falta muchoooo?”.  Les decimos que tranquilos. Que se esperen. Que Lady Eva está de los nervios. Y que cuidadito, que luego vamos nosotros. Llegan más barcos. La bocana empieza a estar como la cola del súper.

Finalmente desde el puerto nos llaman.  Dicen que "vayamos pasando". Y que "¿Quién es el primero?".  A la pobre Lady Eva, que lleva allí desde que abrieron, le debe sonar a cachondeo, y se lanza como posesa sobre la bocana. Desde el puerto le dicen que le toca amarrar de proa en el dique exterior. No se queja. Allí que se va, sin protestar, que los suizos protestan poco.

Ya con Lady Eva tranquila en su amarre, el puerto nos dice por el VHF "Que pase el siguiene". Y allá que vamos disparaos. Igual, nos quieren hacer amarrar de proa. Yo, que ni de coña, que el Sargantana no es un pringao como Lady Eva. Los polacoespañoles somos más protestones.

El marinero acepta a regañadientes y dice que vale, que al lado del restaurante. Y pregunta "¿Cuántos timones tienes?". Yo alucino un poco, creo que no me han hecho nunca esa pregunta desde un puerto. Le digo que uno, claro. Y pregunta "¿Y cuánto mide tu timón?". Le digo que 1,90 m (la verdad es que no tengo ni idea, pero se supone que es nuestro calado). Me dice que lo tendré que dejar "un poco lejos del pantalán, porque hay piedras". Sigo alucinando, pero le digo que adelante. Que vamos para bingo.

El sitio no está mal, pero hay que meter el barco justito justito entre un pequeño pantalán cruzado y otro velero Dufour 382. Y con cuidado de no acercarse mucho a las piedras, no vaya a ser que nos carguemos la pala del timón. Pero tenemos tanta gana de ducha como el Lady Eva (que a estas alturas debe estar ya en el taxi camino del ferry), así que sacamos nuestro calzador y conseguimos embutir el barco con la mayor precisión que podemos. Ni un rasguño. Ni un agobio. Supongo que será mi regalo de cumpleaños.


Ya amarrados nos dedicamos a observar el espectáculo. El Y knot aparece en nuestra proa, perdido en la dársena, sin saber qué hacer.  Son ingleses, no tienen radio, no se enteran. Nos han visto entrar y han dicho "pringao el último". El marinero se cabrea con ellos y les pregunta el nombre de su barco. Le dicen "Y knot", que suena como "Why not?". Tras unos rifirafes dialécticos a costa del nombre del barco y de que habían entrado sin permiso, acaban por colocarles en la puerta de los baños. Justicia poética. El marinero, un mocetón griego, fornido él, va chorreando y colocando sucesivamente a todos los barcos de la cola, uno detrás de otro, barco por barco. 

Eso sí, nos toca esperar el token para activar las tomas de luz y agua hasta por la tarde. Creo que el marinero está cabreado. No importa, la función ha valido la pena.


Bienvenidos a Grecia. Bienvenidos a Corfú. 






1 comentario:

  1. Os habéis casado? Os habéis casado?
    Os habéis casado?
    Que pensé que ya os quedábais en Corfu, que el vesselfinder os deja allí. Sin actualizar en días.

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