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domingo, 4 de julio de 2021

Etapa 4: Mondello - Milazzo. Stromboli (1950)

Cartel de la película Stromboli (1950)

Hoy volvemos a la rutina tranquila del costeo. El tiempo acompaña. Sol y poco viento en la salida. El parte promete 10 nudos del Norte que, ojalá, nos permitan velear y quitar el motor.

Esta etapa empieza en Mondello, junto a Palermo, y debería acabar en Milazzo, cerca del estrecho de Messina, uno de los primeros nuevos hitos de este viaje. Son unas 100 millas en línea casi recta, a lo largo de la costa norte de Sicilia. Nos llevará un par de jornadas porque, a partir de ahora, queremos navegar sólo de día y dormir fondeados.

Salimos de Mondello a las 0830. La bahía, que ayer por la tarde y en la noche bullía de lanchas fondeadas a diestro y siniestro, barquitos de vela ligera haciendo regatas, y fuegos artificiales y tifosi tocando el claxon por la victoria de Italia en la eliminatoria de la Eurocopa, se despierta silenciosa, tranquila y sin viento. Hay pocos barcos fondeados, la mayoría catamaranes, y casi todos se han movido durante la noche buscando el resguardo de la playa. El Sargantana se ha quedado solo en el medio de la bahía, un poco en tierra de nadie, como el que pierde en el juego de las sillas y permanece ahí, de pie, cuando para la música, un poco avergonzado y con cara de tonto.

Levo el ancla mientras Lucía organiza el interior para ponernos a navegar cuanto antes. Motor a 2.000 vueltas, rumbo Este y ya veremos hasta dónde llegamos para el fondeo de esta noche. El objetivo es llegar mañana a Milazzo.

Salida de Mondello


Atravesamos la bahía de Palermo. La ciudad se ve inmensa desde el mar. Este año no hacemos escala. Tenemos muy frescas en la memoria las vivencias de 2016 en esta ciudad de contrastes, que eres capaz de adorar y odiar a la vez. 

Durante toda la etapa, Sicilia se desliza suavemente por nuestro estribor como el decorado móvil de una película. Lucía dice que Sicilia le recuerda a un eterno Cabo de Gata replicándose a sí mismo hasta el horizonte. Y es verdad. Farallones enormes que se despeñan sobre el agua muy azul a esta hora de la mañana. Casas bajas y armónicas con el entorno. Nuevamente, es la elegancia de Italia y los italianos, esa que traen de serie cuando nacen y que no les abandona nunca. No se ven bloques chillones de apartamentos ni el guirigay de colores de nuestro levante. Cierto que la elegancia no es tan evidente en el sindiós de gritos nocturnos, ni en las gommoni llenas de parejas de domingueros y de manadas de adolescentes con acné, pero de eso nosotros también tenemos, nadie es perfecto...

 

Hoy no esperamos grandes hazañas marineras, para qué nos vamos a engañar. Así que Lucía va a tratar de recomponer las costuras de la capota, que parece haber llegado a su momento de obsolescencia programada con todas las cremalleras al mismo tiempo. Armada con una lezna y mucha paciencia, recompone puntadas una tras otra.

Reparando la capota antirrrociones


Yo tengo poco que hacer. Ningún bricolaje urgente y poca exigencia de gobierno del barco. Uno de esos días plácidos que decía hace unos días, con una diferencia: estamos relativamente cerca de tierra, hay que tener un ojo siempre pendiente de no pisar una nasa o una gommone aventurera. Y de no ser pisado por un carguero, o una lancha rápida, saliendo de un puerto como un obús.

Día sin viento


Decidimos fondear en la parte Este de Cefalú, junto a la marina. Una ensenada amplia y protegida del viento Norte por un rompeolas. Parece nuestra mejor opción. No es el mejor sitio del mundo, y el agua está algo turbia, pero nos vale como parada intermedia sencilla antes de continuar hacia Milazzo.


Cefalú nos da la bienvenida desde la distancia, con su prominente montículo que recuerda a una gran cabeza (de ahí su nombre). Recuerdo divertida que en nuestra tierra de adopción les llaman cabezos a las elevaciones típicas del campo de Cartagena, de origen volcánico.

Cefalú desde el W


Hace cinco años fondeamos en la bahía oeste, con vistas a la ciudad vieja que se desparrama en las faldas del promontorio. Una vista preciosa, con una puesta de sol extraordinaria. Hoy no va a ser posible, no estaríamos protegidos del viento y del swell. Nos resignamos a rodearlo y fondear en la bulliciosa entrada a la marina. Somos bastantes barcos y estamos cerca, pero todos parece saber lo que se hacen. Tranquilos. 

La noche es pacífica, en cuanto dejan de entrar lanchas al puerto y se acalla el griterío de las gaviotas que pueblan un peñasco elevado en el centro de la bahía. ¡No hay música!


Salimos a las 0730 rumbo a Milazzo.  

Cefalú desde el E


Al día siguiente, más de lo mismo. Motor y viento incómodo en contra que nos impide velear. Calor y tranquilidad en cubierta. La vista de la costa de Sicilia se completa con una perspectiva adicional de las Islas Eólicas: Alicudi, Filicudi, Salinas, Lípari, Vulcano, Panarea y, finalmente, el cono rotundo, perfecto y omnipresente de Strómboli, el volcán activo que ya visitamos (es un decir, realmente “rodeamos”) hace cinco años.

Las Eólicas


La ruta nos lleva hasta la punta del cabo de Milazzo, que remata una larga lengua que se extiende unas tres millas hacia el norte.

Cabo de Milazzo visto desde el N

Tras dar la vuelta al cabo, no hemos recorrido ni una milla en dirección sur cuando decenas de lanchas rápidas y motoras, salidas de la nada, aparecen por nuestra popa. No vienen juntas, pero vienen en manada. Regresan de las islas a las dos marinas que se abren al norte de la ciudad de Milazzo: hoy es domingo y han apurado el fin de semana. Nos adelantan a toda velocidad, en andanadas sucesivas, generando olas cruzadas que nos hacen bailar violentamente. Llegan a ser peligrosas para un pequeño velero a nuestro estribor que se mueve como un tentetieso, aunque a sus tripulantes no parece importarles, pues hacen la misma ruta que las motoras. 

Milazzo es una ciudad relativamente grande, con un puerto comercial y un complejo con chimeneas e instalaciones industriales. La península hacia el norte, larga y estrecha, promete garantizarnos un fondeo tranquilo, protegidos del viento Oeste que se espera esta noche.

¿Tranquilo? Va a ser que no. A la llegada a la bahía vemos que corresponde justo con el centro de la ciudad. Estamos a unos pocos metros de lo que parece ser una plaza céntrica, colapsada de coches y de gente hasta la madrugada. No hay mucho sitio para fondear, sólo un pequeño rincón que ya está ocupado con tres catamaranes. El fondo es profundo e irregular, de 5 a 12 metros, y totalmente oscuro. ¡Qué distinto a los fondeos anteriores! Tras varias vueltas a la zona, nos decidimos por un hueco, pequeño pero razonable, junto a unas boyas, vacías, de lanchas locales. En la minúscula rada hay dos restaurantes con terrazas que asoman sobre la playa de rocas. No es lo ideal, pero nuestra ancla Delta parece haberse clavado bien y el fondeo pinta seguro.

Cómodo no es, en absoluto. El swell del viento Este que ha soplado durante el día y los ferries ultrarrápidos que enlazan Milazzo con las islas nos mueven bastante. Lo previsible es que ambos desaparezcan durante la noche, pero, de momento, habrá que tener cuidado con las copas del vino que vamos a despachar en la cena. 

Fondeo en Milazzo

Fin de la etapa. Mañana empezamos otra: Messina. Hemos batido nuestro récord de distancia a casa con el Sargantana, estamos ya un poquito más al Este de Strómboli. A partir de este momento todo será nuevo e inexplorado (terra ignota) para nosotros :D




4 comentarios:

  1. Pero que tomáis vino en la cena? 🤪 …..de verdad que ya estoy verde 🐸de envidia. Disfrutad mucho navegantes…besotes

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  2. El vino en un barco debería ser obligatorio, como los chalecos :D Solo hay que tener cuidado de que no caiga y manche la teka, pero hasta eso hemos solucionado.

    Nuestra bodega a esta altura está bastante mermada. Al día siguiente de esta entrada, reponemos con vino italiano.

    Besos.

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  3. Cabezo también se usa en Cantabria para algo relacionado con el mar. Qué será será.

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