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martes, 26 de julio de 2016

Día 4: Mallorca - Cerdeña (II). Llegando al país de los Lestrígonos

Esta noche, de madrugada, llegamos a Cerdeña, el país de los Lestrígonos. 

En mi libro, Ulises cuenta: "Los hombres ya no tenían fuerza para remar. Seis días y seis noches navegaron sin tregua. El séptimo día llegamos al país de los Lestrígonos."

Más o menos como nosotros...

El caso es que a Ulises no se le dio muy bien Cerdeña. Parece ser que, explorando la isla, se encontró con la hija del rey, una moza gigantesca - hay que decir que los Lestrígonos no eran precisamente bajitos- que les llevó a la casa del rey Antipatés (su padre), donde una buena parte de su tripulación fue engullida por el rey y sus súbditos. 

Decididamente antipáticos los sardos (Lestrígonos) o al menos con un curioso gusto (literal) por los griegos. Ulises y sus colegas salen evidentemente por piernas y tratan de hacerse a la mar a toda prisa. Pero los Lestrígonos les tiran grandes rocas desde los acantilados. El resultado es que toda la flota de Ulises es hundida y sus tripulantes devorados por Antipatés y sus chicos. Toda la flota menos el barco de Ulises, que había tenido la precaución de fondear en la parte de fuera de la cala, y que escapa sin daños. Un hurra por la solidaridad y el compañerismo del comandante de la flota...

Nosotros esperamos llegar a puerto mañana a media mañana. Ya empezamos a necesitar un día, y sobre todo una noche, de sueño, con el barco quieto de una vez. Hay dos posibles planes: Teulada o Cagliari. Cagliari está algo más lejos pero nos permitiría hacer un poco de turismo por la ciudad.

A ver cómo de amistosos son nuestros Lestrígonos este año. Por si acaso -no vaya a ser- dejaremos bastante resguardo a los acantilados. Y haremos como Ulises: nada de fondear en primera línea de playa,

Por lo demás el día nos ha traído por fin el viento y la sensación de navegar de verdad. Trece nudos por la aleta  que nos permiten quitar definitivamente el motor y navegar en silencio. Eso sí, continúa el bamboleo incómodo por el mar de fondo.

Hemos visto pocos barcos. Por la mañana un espléndido velero Maltés nuevo de tres palos y 42 metros de eslora. Justo en nuestro rumbo que nos ha ido ganando terreno poco a poco  (bueno, en realidad mucho a mucho) hasta adelantarnos "arrancándonos las pegatinas" como diría el de Tele5. Con lo grande que es el mar y ha tenido que pasarnos a 15 metros.  Cosas del postureo.

Se alquila. 49.000 euros la semana

 

Después de cenar, el viento cae y rola a popa. Es incómodo velear en estas condiciones, y mucho más estando solo en una guardia nocturna. Así que esta noche toca una vez más poner el motor.  


Después de la cena me voy a dormir. Hasta que Luis me despierta. No sé qué hora es ni dónde estoy. Me cuesta volver a ubicarme, no he dormido lo suficiente. Pero él está agotado. Me levanto, me visto algo ("hoy hace frío, ponte un jersey"). Cruce breve del imprescindible parte ("barco por babor a 5 millas, sin riesgo; otro lejos aún; sigue el mismo viento; mi tablet no se conecta al plotter; recuerda: entre la vaca y el toro") y salgo a hacerme cargo de la situación. 

Efectivamente, algo le pasa al plotter. Mi iPad tampoco se conecta, aunque he probado a activar conexión por bluetooth. Malo, eso significa tener que ir afuera a controlar los cruces. Me caigo de sueño, así que programo la alarma cada 30 minutos, por si acaso. 

Hace una noche espléndida, de luna menguante. No me importa tener que salir y no me importa que haga un poco más de frío. El ambiente merece la pena, se presiente la tierra al frente. Localizo la vaca, o sea, la Isola La Vacca, y el toro, Isola Il Toro, en la carta. Verifico que el rumbo es bueno y trato de mantenerme despierta. Me entretengo mirando los barcos en el AIS y calculando cuándo y dónde me cruzaré con ellos. Hoy la noche está movidita, empezando por el gran buque de pasajeros a mi babor, que se va haciendo cada vez más grande hasta que se ven nítidamente sus centenares de luces. Me cruzo con este y otro, más dos cargueros y un buque cisterna. No está mal, se nota la cercanía a tierra.


Empieza a clarear y las dos islas comienzan a hacerse más nítidas contra el horizonte. Las recuerdo del año pasado, cuando trabajosamente tratábamos de alcanzar la isla de  San Antioco desde el este, luchando contra el viento de proa y las olas. Entonces se veían tan lejos. 

A las 0630 comienza a salir el sol al frente, tras la formación de nubes del horizonte que filtran los primeros rayos dándole al conjunto un aspecto irreal. 



A las 0700 estoy en la enfilación de las dos islas. Es como atravesar la línea de meta. Pero no, todavía queda un mundo hasta nuestro destino. No sé por qué me había hecho una idea errónea. Quizá por la noche y ese poder que tiene de acercarlo todo. 

Luis se despierta a las 0830 y compartimos desde aquí el desayuno, el arranque de la jornada y las decisiones de a dónde dirigirnos, qué lugar elegir para descansar la tarde y la noche, antes de emprender el salto a través del Tirreno que nos llevará a la desconocida Sicilia. Se me ocurre que este viaje no es más que un gigantesco salto entre islas. Así colonizaban y conquistaban las antiguas civilizaciones, de isla en isla.

Buen día y buen viento.





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