Es difícil entender la fascinación que produce el canal de Corinto. Un pasillo estrecho entre dos mares. Unas pocas millas entre paredes altas que parecen querer desplomarse sobre ti (de hecho ha ocurrido). Agua turbia pero con un brillo irreal de color verde piscina. Interesante, bonito, curioso. Pero ¿por qué tanta emoción?
Lucía dice que tiene mariposas en el estómago. Yo no llego a tanto, pero reconozco que esta etapa no me deja indiferente. Una etapa de muchas millas, muy monótona, como las llanas del Tour de Francia, donde nunca pasa nada. Pero una etapa con premio, con un clímax de cuarenta minutos en los que tienes la sensación de que ocurre algo más que cambiar de mar.
Porque Corinto no es sólo un canal de paso entre el Jónico y el Egeo. Sí, lo puedes ver así, un mero pasillo utilitario que ahorra el tiempo y combustible de una vuelta larguísima alrededor del Peloponeso a los barcos que circulan entre el este y el oeste del Mediterráneo.
El canal es mucho más. Corinto se siente como un túnel que te conecta con un espacio y un tiempo diferentes, y de ahí las mariposas en el estómago. Un punto de fuga, como en las películas de Stanley Kubrick, hacia otro mar y otro viento al final de una recta interminable, como cortada con un cuchillo..
Corinto es para nosotros, este año, el inicio de la cuesta abajo. El principio de la vuelta a casa.
Madrugamos para salir muy temprano de Korfos, el puerto que hemos elegido como inicio de la travesía del canal, quince millas al sur. Una ensenada sin demasiado interés, con muchos barcos fondeados pero que nos dejan un lugar cómodo cerca del muelle. No bajamos a tierra, estamos aquí sólo porque es una buena salida para la etapa de Corinto, nada más.
El ketch que también ha pasado la noche fondeado y llegará al canal antes que nosotros
Ponemos rumbo a Isthmia, la pequeña ciudad que se asoma a la orilla este, con una playa que se utiliza habitualmente como “sala de espera” para aguardar la autorización de paso.
Después de la salida del canal, la mejor opción parece ser continuar a lo largo del golfo de Corinto y buscar una primera recalada en la margen norte, en Itea o Galaxidi.
El cruce es toda una ceremonia. Tenemos hora de paso reservada para el mediodía, porque el canal se atraviesa de forma alternativa por pequeños grupos de barcos, bajo la supervisión de una oficina de control que hace de maestro de ceremonias, organizando por radio los pequeños convoyes. Las tarifas son más bien caras, casi 180 euros para un barco pequeño como el nuestro. Hasta el año pasado había que amarrar en la oficina de control en la margen este y abonar las tasas en efectivo. Todo se moderniza y desde este año basta con rellenar un formulario online y pagar con tarjeta, como en cualquier tienda de Internet. Quizá eso le quite un poco de glamour y de emoción al asunto, pero lo simplifica mucho, para qué nos vamos a engañar.
Aún con pago online, la épica sigue estando ahí. A tres millas de distancia tienes que llamar por radio a “Channel Traffic”, decirles quién eres y esperar instrucciones. Antes de llegar a Isthmia las pide el velero alemán Semper Iuvenis, que parece haber llegado bastante antes de su hora.
Semper Iuvenis pregunta si puede anclar. Los de Channel Traffic le responden que haga lo que le salga de los güitos mientras no obstaculice el paso. Ha sonado como pedirle a la seño si puedes ir a hacer pis. Estos alemanes son semper iuvenis, no cabe duda.
Y llega la hora. Nos empaquetan con otros tres barcos. Un velero grande de dos palos (ketch) y bandera de las Islas Cook (que coincidió con nosotros en el fondeo de Korfos), una motora, los alemanes y nosotros. Por alguna razón, Channel Traffic decide poner en la cola al Semper Iuvenis a pesar de haber llegado antes. Igual no les impresionó mucho lo de pedir permiso para echar el ancla.
Cruzamos. El convoy se pone en marcha en cuanto los que vienen desde el oeste salen del canal y nos dejan paso libre. El ketch y la motora salen a toda leche, como Max Verstappen buscando la vuelta rápida. El Sargantana decide ir más tranquilo, con elegancia, a seis nudos, para disfrutar de la ocasión (y por si al Semper Iuvenis le entrasen otra vez las ganas de pis).
Hasta que Channel Traffic se cansa. Probablemente ha quedado a comer y atruena por la radio:
- “Sargantana, Sargantana, can you go faster please? Over”
Vale, vale, Channel Traffic, sin empujar.
- “Copy that. Over and out”.
Le damos gas. Ocho nudos. No se quejarán los petardos de Channel Traffic. Los Semper Iuvenis se distancian. Como son siempre jóvenes, van un poco a su aire, haciendo eses y cantando canciones tradicionales bávaras. Seguramente bebiendo cerveza a escondidas de Channel Traffic, aunque no es ni la hora del Angelus.
Cuarenta minutos más tarde salimos del canal. Al ketch y a la motora ni se los ve. Claramente han hecho pole. Nosotros calificamos terceros, como Alonso este año. Los alemanes, en nuestra popa, han conseguido enderezar el rumbo (es un decir) y salen del canal cantando no se qué de invadir Polonia.








El golfo de Corinto nos recibe sin viento y con mar en calma. Nos esperan otras seis horas de motor hasta Galaxidi, el primer fondeo que nos parece aceptable en esta costa plana y sin mucho interés. El viaje ha cambiado. Hemos salido ya definitivamente del Egeo y sus mares aledaños. Volvemos al Jónico.
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