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viernes, 2 de junio de 2023

Tiros y Astros. El juego de la oca, por sevillanas.

La costa este del golfo Argólico tiene más de alpina que de mediterránea. Esta parte del Peloponeso es muy abrupta, montañas de casi mil metros que se desploman en picado sobre el mar, cubiertas de bosque frondoso y verde. Te dicen que estás en el lago Leman y te lo crees.

La geografía condiciona mucho la navegación. Los vientos son o del norte del o sur, normalmente de origen térmico (al menos en la semana que lo recorrimos). Hay muy pocas calas mínimamente protegidas, y es frecuente que por las noches el viento sea norte y haya rolado 180 grados respecto al sur vespertino. Eso supone que, si estás al ancla, el barco se orientará al viento y la ola del mar de fondo (swell) te entrará por popa o por una aleta. Y el resultado será una noche de meneito digna de la canción del mismo nombre.

Por eso, a efectos de planificar la ruta, hay poco donde elegir. Navegamos de puerto en puerto,  “de oca a oca y tiro por que me toca”. La primera oca en Leonidios (y saltamos), la segunda en Sampatiki (y enrocamos el ancla). 

Vamos por la tercera, que diría la sevillana 

Tiros. Una ciudad que más parece un resort de vacaciones. Apartamentos y hoteles en hilera a lo lago de un par de kilómetros de playa de guijarros. Un lugar bien cuidado, con un puerto amplio y agradable donde encontramos unas pocas barquitas de vacaciones y bastantes espacios para transeúntes. Un sitio muy del gusto de las flotillas que esta vez, afortunadamente, no comparecen.

Llegamos al puerto de Tiros por la mañana después de una travesía cortita y a motor, casi sin viento. En el puerto, sólo un velero de paso, el Rialto, australiano. Amarre rutinario y rápido, sin apenas viento, ayudados con los cabos a tierra por su simpática tripulación. Paseo tranquilo por el pueblo y visita a los supermercados para abastecer la nevera. Rutina.

Amarre en el puerto de Tyros, al lado del Rialto 

Playa de Tyros, con el puerto al fondo

Paseando por Tyros


Pero después de mediodía, el cielo se encapota. El viento rola al sur y refresca. Ahora nos entra cruzado y el amarre ya no parece tan fiable. Decidimos ajustar las amarras y tensar el ancla… y el barco garrea. Vaya por dios. 

Mírala cara a cara, que es la tercera”

El Sargantana pierde irremisiblemente el fondeo. La cadena ya no le sostiene y su popa se va poco a poco contra el muelle Un fastidio. Arranca motor, sube la pasarela, quita amarras, Lucía al molinete, yo a la rueda. Recoge ancla, suelta amarras, dos esloras adelante. Si, sí, ahí, en la popa de esas barcas. Vale, voy, doy atrás suave. Retrocedemos. Ancla abajo. Molinete tac-tac-tac-tac-tac. Mierda, el viento entra cruzado, ya no es tan fácil retroceder en perpendicular. Vale, poco a poco. Luis, el ancla no agarra, nos la llevamos. No jodas, suelta más cadena. No puedo, nos vamos de lado. Mierda.

Mírala cara a cara, que es la tercera,
y verás con qué gracia te zapatea”

Volvemos a intentarlo, y volvemos a garrear. El ancla parece caer una vez tras otra en una pista de patinaje sobre hielo. Probamos a echarla detrás de las barcas,  a estribor de las barcas, mucho más a estribor de las barcas, a tomar por c… de las barcas. El ancla no agarra. 

Cheryl, la australiana que, con toda su buena voluntad, sigue a pie firme en el pantalán desierto esperando que de una vez por todas le lancemos nuestras amarras, nos sugiere amarrar abarloados (a lo largo del muelle), aunque está expresamente prohibido.

Como skipper orgulloso del Sargantana me niego en redondo. Y el Sargantana lo sigue intentando, y da vueltas y requiebros en esta dársena cruel en la que no consigue hacer fondo. 

Y en una de estas el ancla sube… con un neumático de coche ensartado en su uña. Es el momento en el que el Sargantana se rinde, se sabe vencido,  patético, y se abarloa al muelle, derrotado por una dársena como una pista de baile. Y Cheryl se puede volver, por fin, a su barco. 

En la cuarta los lances, definitivos, 
que se sienta en su vuelo, pájaro herido”


El paseo de Tiros desde el amarre,  al caer la noche



De Tiros, saltamos al día siguiente a Astros, otro puerto en este tablero de la oca del Argólico. Pero el Sargantana no está para muchos bailes y se muestra esquivo y reservado. Renuncia al puerto (lógico).

El puerto de Astros, desde la bocana

Hay una cala excelente, protegida, justo al norte del puerto, con una playa llena de bañistas de toldo y sombrilla y con buena arena, en la que el Sargantana fondea, firme y fuerte, en solitario, y recupera la confianza perdida.

Esa gitana, esa gitana, esa gitana,
se conquista bailando, por sevillanas”

 Fondeo en la playa al norte de Astros



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