La verdad es que tuvimos dudas sobre ir o no a recalar en Nauplia, la capital de la Argólida. Sin duda una ciudad a visitar, tiene una historia muy interesante (empezando porque fue la primera capital de la Grecia moderna antes de Atenas) y yacimientos arqueológicos de primer orden en su entorno (Micenas y Epidauro) que son de visita obligada. Pero las guías y la redes sociales de navegantes se quejan mucho del puerto, de su olor a alcantarilla, de ser poco resguardado, de la suciedad…
Hemos aprendido que hay que fiarse lo justo de las opiniones ajenas y que, casi siempre, lo mejor es llegar y decidir por uno mismo. Y allá que vamos un domingo de junio, en el que el calor tes ya de pleno verano (y que dure), y el viento es inexistente cuando salimos del fondeo de Astros a primera hora de la mañana.
Llegamos a un muelle enorme y semivacío en el que lo difícil es decidirse por amarrar en una zona u otra. Es la primera vez que venimos y no tenemos ni idea de las ventajas o inconvenientes de cada una. A la entrada vemos un puñado de catamaranes en una zona quizá demasiado lejos de la ciudad. Tienen pinta de “reserva india” de charters. A evitar.
Junto al muelle comercial, unos cuantos megayates y veleros de muchos palos y nombres grandilocuentes como el “George Winston Churchill”. En la zona media, un velerito alemán solitario.
Hoy no tenemos el cuerpo para sangre, sudor y lágrimas y dudamos de que encajemos bien al costado del Churchill, habida cuenta que nuestra eslora es, aproximadamente, la misma que la de su auxiliar. Decidimos hacerle compañía al alemán (a prudente distancia, eso sí), sobre todo porque confiamos en que nos vea, salga al muelle y nos eche una mano con las amarras (cosa que hace).
Nuestro amarre en solitario cerca del velero alemán
El muelle está pegado al casco antiguo y, lógicamente, la primera línea de casas está ocupada por restaurantes (como en todas partes) pero con una particularidad: hay un enorme parking entre el muelle y los restaurantes. Eso nos salva del olor a souvlaki y/o sardinas a la brasa y de tener que oír los últimos grandes éxitos de Julio Iglesias o el “Despacito” en versión remix. La sensación es la de estar pegados al parking de un centro comercial. Por las tardes, a la hora del paseo, el trasiego de coches que aparcan y se van es continuo, pero tolerable.
Al Sargantana le toca en suerte un hueco justo delante de las plazas reservadas a minusválidos. Detalle que a priori podía resultar irrelevante, pero que nos da unas posibilidades de entretenimiento inesperadas. Parece que la costumbre en Nauplia es que la Policía Local retira y secuestra las placas de matrícula de los infractores.
Apoltronados en cubierta observamos con fascinación cómo la pareja de patrulla (él y ella) se acerca cada pocas horas, aparca con parsimonia, verifica con todo cuidado los distintivos en el salpicadero de los coches y procede con su destornillador eléctrico a retirar, una a una, las placas delantera y trasera de los infractores. No sé ni cómo les caben en el maletero.
Una vez se han ido con sus rehenes, toca esperar la llegada de los conductores, casi todos turistas con coches alquilados, y sus caras de incredulidad, manos a la cabeza e imprecaciones en distintas variedades idiomáticas.
Curioso que no se les haya ocurrido en España.
Nos quedamos cuatro días en Nauplia, que podrían haber sido más de no ser porque nuestro nuevo calentador de agua parece que ya está llegando a Koilada. Paseamos por su barrio antiguo, muy turístico y lleno de tiendas de todo tipo. Con mucha gente, porque coincide el fin de semana de Pentecostés, festivo en Grecia. Hacemos compra, cómo no. Y visitamos las dos grandes atracciones de la ciudad: las ruinas de Micenas y la acrópolis y el teatro de Epidauro. Pero eso lo contará Lucía con profusión de fotos y detalles.
Calle comercial del centro histórico
La fortaleza Palamidi, visible desde toda la ciudad
La plaza Syntagma de Nauplia
Iglesia de la Virgen María, en Nauplia, construida en 1700 pero con una curiosa torre añadida en 1907
La torre de la iglesia de Santa María asoma entre dos callejones
Mezquita Vouleftiko (parlamento). Construida en 1821, al acabar la guerra de la independencia en 1825 se convirtió en el primer edificio del Parlamento Griego
Plaza Filellion al final del muelle
Que guay !!! Suerte lo del parking. Curioso que quiten las matrículas pero es buena idea, se ahorran la grúa …
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