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viernes, 16 de junio de 2023

Delfos. El ombligo del mundo

Delphi, o Delfos, como la hemos españolizado, es la del oráculo, la de Apolo, la del monte Parnaso, la omnipresente en la literatura de mitos y leyendas de la antigua Grecia que devoraba siendo sólo una cría. Y ahora estoy aquí, a los pies del Parnaso, extasiada ante el que puede ser el sitio arqueológico más bello que hayamos visitado.

La UNESCO lo ha declarado Patrimonio de la Humanidad y lo llama “sitio mágico”. Lo es. Embutidas entre dos formaciones rocosas del monte, las edificaciones se acoplan perfectamente al relieve y se funden con él, creando un paisaje único.

Delfos es el centro de universo. Cuenta la leyenda que Zeus soltó dos águilas doradas a recorrer el mundo conocido, una desde cada extremo, y en el punto en que se encontraron dejó caer una gran piedra con forma cónica para marcar el que, desde ese momento, se conocería como el “omfalós” (oμφαλός), el ombligo del mundo. 

Debajo de la piedra se cuenta que Apolo enterró a la Pitón, el ser mitad serpiente mitad dragón que vivía en las profundidades de la tierra en el centro del mundo y a la que Apolo mató para vengar a su madre, puesto que Hera había mandado a la Pitón a hostigar a Leto y evitar que diera a luz a los mellizo en la tierra (verdad es que, al matarla, Apolo desató la cólera de Gea, pero esa es otra historia).

Una de las muchas copias del “omfalós” que había diseminadas por el santuario. El auténtico estaba en el templo de Apolo y lo cubrían con una red de lana entretejida con gemas y piedras preciosas


Nuestra visita a Delfos es el final de un viaje por la mitología griega que comenzó dos meses atrás en Delos, la isla en la que nació Apolo, y termina en el lugar que Apolo escogió para establecerse con su oráculo.  

Llegamos a Delfos en autobús, coincidiendo sin planearlo con la tripu del GiulaEs sábado y los sábados sólo hay una línea desde Itea que haga el recorrido de ida y vuelta, dejándonos poco más de dos horas para la visita. Estando allí convenimos con nuestros vecinos de pantalán que no nos apresuraremos y volveremos en taxi. No hará falta, porque el autobús pasará tan retrasado que lo cogeremos al vuelo cuando salgamos del museo y vayamos camino del pueblo. 

La visita es un puro ascenso en zigzag por el monte. Recorremos los caminos que serpean entre las ruinas, procurando no pisar muchos charcos y evitando en lo posible los numerosos grupos organizados y sus guías, a los que los paraguas de colores, esta vez, les resultan doblemente útiles. 

Porque llueve. El cielo tiene un tono plomizo, las nubes definen el relieve, y el sol, que asoma a ratos, destaca los contornos y arranca un brillo especial a la piedra mojada de las ruinas. El paisaje es de vértigo, sobrecoge el ánimo. 

Es fácil imaginarse la devoción de los miles de peregrinos que llegaban al  centro de mundo desde todo el Mediterráneo para consultar el oráculo más famoso de la historia. Apolo les hablaba a través de la Pitia, la sacerdotisa mayor del templo. Nadie en la antigua Grecia tomaba una iniciativa relevante, desde una decisión doméstica hasta lanzarse a una batalla, sin oír lo que Apolo tenía que decir. 

Al parecer, el trance divino de la pitia se debía a los vapores que emergían de una grieta del suelo sobre la que estaba instalado el trípode en el que se sentaba. Y sus profecías eran más bien alucinaciones y delirios que los sacerdotes se encargaban de traducir, asegurándose siempre de ser ambiguos y dejar suficiente margen a la interpretación de cada cual.

Sea como fuere, Delfos se convirtió en el centro del mundo para la antigua Grecia y más allá de sus confines. Se pobló de peregrinos. Los visitantes llevaban ofrendas votivas al dios Apolo, buscando sus favores o agradecidos por su ayuda. Las ciudades-estado competían entre ellas por enviar a Delfos los mayores y mejores tesoros. El recinto se llenó de edificios y obras de arte. En el teatro se representaban obras teatrales y musicales. Y se organizaban cada cuatro años los "Juegos Píticos", una de las cuatro celebraciones sagradas de la antigua Grecia. 

El oráculo de Delfos funcionó durante casi mil años, hasta que la presión del cristianismo en el imperio bizantino del s.IV acabó con él, por considerarlo un ritual pagano: el emperador decretó su cierre y ordenó la destrucción del lugar y las obras de arte. 



Edificio del tesoro de los atenienses, construido para albergar las ofrendas envidas por la ciudad-estado de Atenas y situado en la vía sacra para que todos los visitantes que se acercaran al templo de Apolo pudieran contemplar el poder de Atenas. La reconstrucción data de 1903

El asombroso muro de bloques poligonales milimétricamente perfectos que soportaba la terraza del templo de Apolo. Delante, las columnas del pórtico ateniense, construido contra el muro en un período posterior para albergar los tesoros conquistados en las batallas marítimas. Una curiosidad del muro es que en varios de sus bloques se encontraron grabados decenas de manumisiones, contratos de liberación de esclavos.

El templo de Apolo visto desde la vía sacra. Las ruinas que hoy quedan son de la construcción del s. IV a.C. sobre otros templos más antiguos. Era de planta rectangular, estilo dórico, con 6 columnas en los lados cortos y 15 en los largos. Fue destruido por el emperador Teodosio I en el s. IV en nombre de la cristiandad 

Columna jónica en la explanada del templo de Apolo

Columna de las serpientes. Representaba tres serpientes entrelazadas, de 8 metros de altura, cuyas cabezas sostenían a modo de trípode de sacrificios un caldero de oro. Era la escultura más importante del santuario, al haber sido ofrecida por las 31 ciudades griegas tras la batalla de Platea, en la que vencieron definitivamente a los persas. La que aquí se ve es una reconstrucción de 2015. La columna original se exhibe en Estambul desde que fuera "reubicada" por Constantino I El Grande en Constantinopla en el 324. Varios siglos después fue víctima de saqueos en los que se perdieron el caldero y las cabezas


Con Sylvia y Vincenzo fotografiándonos en una terraza con el templo al fondo 

Otra vista del templo de Apolo desde arriba. Se documentan hasta 147 máximas o aforismos inscritas en los muros del templo, de autores desconocidos, la más famosa "Conócete a ti mismo"


Frente al teatro , que formaba parte integral del recinto del santuario y tenía cabida para 5.000 personas


El teatro visto desde el último nivel del recorrido. Se construyó aprovechando la pendiente de la montaña y en una ubicación que permitía a todos los espectadores contemplar el templo 


Un poco más adelante llegamos al estadio, ya fuera del recinto del santuario. Aquí se celebraban cada cuatro años los Juegos Píticos,?dos años después de los Olímpicos


Una de las principales obras que se exponen en el museo, la impresionante esfinge de mármol  que, instalada sobre una columna de 10 m de altura en la zona sur del santuario, protegía el templo de Apolo


La esfinge es de mármol de Naxos y fue donada por la ciudad como ofrenda. Inmediatamente nos recuerda a esas otras esculturas hechas por los habitantes de Naxos un siglo antes y también enviadas como ofrenda a Apolo: las leonas de Delos que, instaladas en la terraza que lleva su nombre, vigilaban el templo de Apolo


Reconstrucción del santuario de Apolo en Delfos según Albert Tournaire, Museo Arqueológico de Delfos (foto Wikimedia Commons)












1 comentario:

  1. great commentary....like being there...speaking of which....wish I was!

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