Seguimos nuestro rumbo por el Sarónico, hacia el noroeste, camino del canal de Corinto. Primera parada en Palaia Epidauros. Veinticinco millas con poco viento, a motor, y con un tiempo nuboso que amenaza lluvia. Echamos un poco de menos el viento continuo del Egeo, aunque a cambio la temperatura es ahora totalmente veraniega y ya no da pereza bañarse.
Este Epidauros no es el que visitamos en autobús desde Nauplia, pero tiene que mucho que ver. Es un pequeño pueblo playero en el Sarónico, no lejos del gran yacimiento arqueológico. También tiene una pequeña ágora y un teatro antiguo, en proceso de restauración (nada que ver con las colosales proporciones del otro). En realidad no es más que un pequeño resort vacacional con puerto de pescadores en el que han habilitado plazas para yates de paso.
Dejamos de lado el puerto, porque hay una gran playa hacia el sur con mucho espacio para fondear y, además, muy cerca de la gran atracción (para nosotros) de este Palaia Epidauros: la ciudad sumergida.
Digo para nosotros porque no es demasiado famosa, de hecho no tiene siquiera una entrada en wikipedia. Pero nos pareció digna de visitar. Son las ruinas de una pequeña ciudad romana que el mar ha cubierto completamente y que, de hecho, está varios cientos de metro mar adentro.
Pasamos un par de noches en el fondeo de Epidauros, un lugar apacible aunque con un fondo de arena y rocas del que no nos acabamos de fiar. Visitamos el pueblo y por supuesto la ciudad sumergida, que tenemos alguna dificultad en localizar porque estamos completamente solos.
Una vez la encontramos nos sentimos como el capitán Nemo en "20.000 leguas de viaje submarino". Es un lugar mágico, de esos que parece imposible que puedan existir y que, afortunadamente, se conservan muy bien en un país como Grecia, con una presión turística todavía incipiente. No quiero ni pensar lo que pasaría con unas ruinas como éstas en la costa española.





No hay comentarios:
Publicar un comentario