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jueves, 22 de junio de 2023

Mesologgi. Entre lagos

Hoy llegamos a Mesologgi. Recorremos una costa que recuerda vagamente a esa otra costa del sur de Portugal, que se abre y cierra alternativamente en arenales traicioneros. El sol y el calor crean espejismos. El agua torna al verde, señal de poco calado. Hay que ir atento a la carta para no acercarse demasiado a los bancos de arena. 

El nombre de Mesologgi viene del italiano. "Entre lagos". La ciudad se agazapa entre la desembocadura de dos ríos. La entrada desde el mar no se ve a simple vista. Hace falta guiarse por la carta. Y con cuidado. Un par de boyas indican el comienzo del canal balizado. Lo tomamos y nos disponemos a seguir las marcas verdes y rojas que nos llevarán a través de la marisma.

El paisaje ha cambiado. De pronto no estamos en Grecia, sino en algún lugar del Mississipi. Palafitos, casas de madera con porche y embarcadero. Sol. Calor pegajoso. Muchos mosquitos. Aquí y allá, artes de pesca.

El final del canal se abre en una laguna de aguas verdes que más parece una ciénaga, un gran fondeadero lleno de barcos en el que queda sitio más que de sobra para otros tantos. Sargantana echa el ancla en el lodo negruzco y maloliente. Miramos alrededor. Una marina a la izquierda, algunas instalaciones como de puerto pesquero, restaurantes de playa y vegetación de marisma.

Nuestros amigos del Giula han llegado ayer y han preferido la tranquilidad de la marina. Desembarcamos en el dinghy a su popa, con nuestras habituales mochilas y bolsas de la compra. En la marina no se ve un alma. El camino hasta las primeras casas de la ciudad es un erial, abrasado por el sol de final de junio. Recorremos avenidas nuevas entre urbanizaciones de verano, sin una sombra, sin un árbol. No corre brisa. Cruzamos la ciudad que acogió a Lord Byron, presente en los nombres de las calles y en los carteles de asociaciones locales. Atravesamos el gran parque de la ciudad pensando sólo en llegar cuanto antes al aire acondicionado del Sklavenitis, sin reparar en que es el Jardín de los Héroes, un homenaje a los cientos de personas masacradas por los turcos en 1826 después de un año de asedio, cuando intentaban huir de la hambruna y la peste negra. Volvemos en taxi.

La contrapartida de este fondeo insalubre es un atardecer de cuento. Aún bajaremos a disfrutar de una copa nocturna en la terraza del restaurante de la marina, a la que nuestros amigos no pueden unirse en el último momento. Aquí nos separamos. ¡Buena proa, Silvia y Vincenzo!


Detalle de las construcciones de madera en el canal de Mesologgi

Vegetación a la entrada del canal

Embarcaderos para las lanchas de pesca en el canal

Atardecer en la laguna

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