Translate

viernes, 16 de junio de 2023

Golfo de Corinto. Encuentros y reencuentros

El Golfo de Corinto no se diferencia demasiado del Argólico o el Sarónico que hemos recorrido en las últimas semanas, antes del canal. Montañas altas y verdes que caen abruptamente hasta la orilla. La sensación de que estás en un gran embalse de aguas muy tranquilas, más que en el mar. Poco viento y mucho calor. Una línea de costa casi plana, muy monótona, con mucha urbanización y actividad industrial en la margen sur y muy poca en la norte. 

En realidad, el golfo es un pasillo sin muchos alicientes, que podría recorrerse sin apenas paradas (como de hecho hacen muchos barcos) para llegar al canal y pasar del Egeo al Jónico, o viceversa. Pero es la primera vez que estamos aquí y queremos aprovechar para recalar en unos pocos puertos que, a priori, parecen más o menos interesantes.

Itea es la primera ciudad significativa que encontramos en nuestro camino por la margen norte. Relevante pero poco atractiva, uno más de esos pueblos costeros enfocados al turismo local, y que en junio parece todavía medio adormilado. Muchos restaurantes en su “paseo marítimo”, pero con pocos clientes. Muchos chavales ya de vacaciones con poco que hacer por las noches. Demasiadas cucarachas.

Pero Itea tiene algo que la hace única: es la parada obligatoria para visitar Delfos, el extraordinario yacimiento arqueológico a pocos kilómetros. Delfos es espectacular por su santuario, su museo y por el famoso Oráculo. Dedicamos a visitarlo un día entero, desafortunadamente lluvioso, en compañía de una pareja de italianos, Vincenzo y Silvia, que recorren Grecia como nosotros en su yate Giula.

Con Silvia y Vincenzo en Delfos

Atracamos en la marina de Itea el día después de cruzar el canal. Una marina deportiva relativamente moderna que quebró hace algunos años y que el ayuntamiento mantiene operativa a duras penas. Otro de esos puertos desolados, como el de Ermoupoli, símbolo de inversiones ruinosas y demasiado frecuentes en Grecia. 

Se supone que la marina es de pago, pero nadie aparece para reclamarlo, y la oficina ha permanecido cerrada a cal y canto los tres días que hemos pasamos en la ciudad. Los postes de agua y electricidad están en estado lamentable, la mayoría fuera de servicio (aunque sorprendentemente hay alguno activo). Muy pocos barcos atracados, la mayoría barcas locales y un puñado de yates transeúntes como nosotros. Los muelles, muy estropeados, argollas y norays herrumbrosos. Sensación de poca seguridad, de que si dejas el barco solo mucho tiempo te lo acabarás encontrando desvalijado…

A caballo regalado no le miras el diente, pero una vez visitado Delfos te dan muy pocas ganas de seguir en Itea y su marina. Y, lógicamente, salimos a escape.

Todo lo contrario que Galaxidi, un pequeño pueblo en la misma bahía, a cuatro millas escasas de Itea, donde recalamos para encontrarnos y cenar con nuestros amigos Sergi y Rosimery, del Narganá, viejos compañeros de aventuras náuticas en Grecia, que viajan  en autocaravana a su varadero y se acercan a visitarnos. También tenemos la ocasión de conocer a Danny y Gladys, tripulación del Grand Cru, que van camino del canal.

Galaxidi gestiona razonablemente su pequeña y agradable marina municipal. Siempre llena de barcos, con precios baratos, instalaciones cuidadas y un entorno muy bonito donde no te importaría quedarte más tiempo.

Galaxidi desde el final del puerto, con su reconocible iglesia de San Nicolás en lo alto

El puerto de yates de Galaxidi desde el camino que, saliendo del final del puerto hacia el sur, bordea la bahía al pie de un pinar

Entre los pinos hay una curiosa construcción que llaman “la tumba del rey Lokros” y que es una especie de catacumba sin ninguna indicación y medio abandonada
 
En el interior de la construcción se ve lo que parece cuatro nichos
 
El camino bordea la costa, que, de vez en cuando, se abre en pequeñas playas de guijarros y agua transparente en la que nos bañamos 

El camino continúa hasta llegar a una segunda bahía en cuyo centro hay una playa mas espaciosa, con sombrillas, duchas y wc 

Unas millas más al oeste, Trizonia, una pequeña isla verde muy cerca de la costa norte. Un lugar interesante que han convertido en refugio turístico a tiempo completo. Trizonia es poco más que cuatro restaurantes rodeados de casitas y hoteles de vacaciones y un barco-taxi que trae y lleva turistas a la costa cada pocos minutos. Curiosamente, en Trizonia encontramos otra de esas marinas medio abandonadas, parecida a la de Itea, pero afortunadamente menos lúgubre, donde volvemos a coincidir para cenar con nuestros amigos del Giula.

Llegada al puerto de Trizonia

Nos dirigimos al pantalán exterior y atracamos a proa de un barco grande que estaba hundido y no hace tanto sacaron a flote y amarraron ahí

El muelle exterior de Trizonia, donde tenemos que poner tablas para proteger las defensas del conglomerado medio derruido


Con Silvia y Vincenzo paseando por el pequeño pueblito de Trizonia, antes de cenar 

Al final del pueblo hay una pequeña iglesia y un entorno muy cuidado para pasear

Vista de Glyfada, en la orilla del continente frente a la isla de Trizonia


Y nuestra última parada del Golfo, ya casi en el gran puente Rhion que une las dos márgenes a la altura de la ciudad de Patras, un lugar mítico: Lepanto 

En realidad, el nombre actual de la ciudad cambió hace muchos años a Nafpaktos. Un poco incomprensible, porque Lepanto es más sonoro. No me imagino a don Miguel como el “manco de Nafpaktos”, parece que  te atragantas.

El caso es que la ciudad se acuerda, y mucho, de Cervantes, y le ha dedicado una estatua en el mejor lugar del puerto. Una maravilla de puerto veneciano, amurallado y con planta circular, en cuyo exterior fondeamos.

Lepanto todavía recuerda la batalla en la que los venecianos y los españoles se aliaron y derrotaron al imperio otomano, garantizando una superioridad en el mar que duró varios siglos. Tiene un castillo imponente que domina la ciudad, pero, salvo eso, Lepanto hoy es poco más que un caos de turistas y coches. Paseamos por la ciudad unas pocas horas, pero no nos engancha, no nos reclama un día más de fondeo. 

Bocana del puerto veneciano de Nafpaktos, desde el interior del puerto al que llegamos en dinghy

"La verde” del puerto de Nafpaktos, desde "la roja” 


Estatua de Cervantes y la placa que reza “Parque Cultural Miguel Cervantes” (Politistiko Parko Mixahl Thervantes)

La ciudad conserva restos de murallas de la fortificación del castillo, que está en lo alto. 

 

Visitando el casco histórico 
 
Una de las puertas en la muralla 

Vista del casco histórico y el puerto desde la explanada de la torre del reloj. Entre los barcos fondeados, Sargantana

Vista de Nadpaktos al caer la tarde, con el puerto al frente y el castillo en lo alto


2 comentarios: