Continuamos ruta hacia el sur, buscando el Egeo. Entramos en la zona de islas turísticas y muy famosas del Jónico que conocemos bien (Lefkhada, Cefalonia, Itaca, Zakintos…) pero este año no estamos muy motivados para recalar en ninguna de ellas. Tenemos prisa por llegar a las zonas que hemos decidido explorar este año: Evia, las Espóradas y el norte del Egeo.
El tiempo sigue inestable y cambiante. Las bajas presiones están estancadas sobre el Peloponeso y los modelos no parecen manejar bien esta situación. PredictWind (la app donde consultamos los partes) es como un huevo Kinder, cada vez que se actualiza nos encontramos con una sorpresa. Afortunadamente la primavera avanza y los días van siendo cada vez más cálidos, pero el cielo suele estar brumoso y revuelto, con una calima permanente que le da a todo un aire casi fantasmal.
Preveza supone una encrucijada, tenemos que tomar una decisión sobre el recorrido a seguir para llegar al Egeo.
La opción más obvia es desandar el recorrido de vuelta a casa del año pasado. Buscar el canal de Corinto, al final del casi interminable golfo de Patrás. Trillada, pero más corta. Y hay que tener en cuenta que el canal de Corinto es de pago, para nosotros unos 180 euros.
La otra opción es recorrer la costa sur del Peloponeso hasta doblar el cabo Maleas y continuar después hacia el norte por el golfo Argólico. El Peloponeso nos pareció una maravilla en el viaje de hace dos años y todavía tenemos muchos lugares por conocer (Kalamata, por ejemplo). Bastantes más millas, pero muchos lugares por descubrir.
El viento decide por nosotros: mejor el canal. Desde que hemos entrado en Grecia (e incluso antes), los sures han soplado y siguen soplando casi sin pausa. En esas condiciones, la ruta del Peloponeso no es muy viable. Pocas oportunidades para velear, sólo en combustible gastaríamos mucho más que en la tarifa del canal. Por no hablar del incordio de doblar cabo tras cabo contra el viento…
Ganan Corinto y el golfo. Lo atravesamos sin demasiadas prisas, nada de etapas maratonianas. Esta es una pequeña reseña de las incidencias (más bien pocas).
Pasamos el puente y el canal de Lefkas, encuadrados en la habitual procesión de veleros de alquiler, que viene a ser como las de Sevilla pero sin tambores ni saetas. Nos toca justo detrás del Patience, un barco inglés que nos recuerda (por si no lo supiésemos) que aquí hay que tomarse las cosas con calma. Curiosamente, acaban por liarla parda porque su predecesor, un catamarán alquilado cuyo capitán parece tener dificultades para navegar en línea recta (¿demasiados mojitos?), les bloquea el paso. No doy detalles, pero hubo situaciones que la Guardia Civil de Tráfico hubiese sancionado con retirada de varios puntos. Nosotros salimos indemnes.
¿Título de la película? "El Patience se impacienta".

Vamos a recalar a la isla de Kastos (nombre ya curioso de por sí), pero nos quedamos sin poder conocer a sus habitantes porque el pequeño puerto tiene la dársena abarrotada a pesar de que estamos fuera de temporada. Quizá la flotilla "Amo a Laura", vaya usted a saber. No nos queda otra que fondear junto al puerto. Obviamente la noche es tranquila, sin gritos, ni risas, ni música. La flotilla debe estar de ejercicios espirituales.

Al día siguiente obviamos una parada en Messolonghi (ya estuvimos allí el año pasado y Lucía no quedó muy impresionada con su agua más fangosa que la del estanque del Retiro) y continuamos unas millas más para recalar, también por una noche, en el muelle de Kryoneri. Kryoneri es un minúsculo pueblo de pescadores con una playita aceptable, reconvertido a cutreemporio de vacaciones. Sin más atractivos que una gran pared de roca que parece ser un lugar famoso para escaladores y un par de chiringuitos de playa. Prescindible, pero al menos un sitio nuevo (y gratis) en este golfo sin apenas playas.



Decidimos ignorar también Trizonia, Galaxidi e Itea, las tres poblaciones donde ya recalamos el año pasado, y probamos un fondeo en una pequeña bahía desierta (Sykia Bay), frente a un grupo de casas en el que no vemos a nadie. Una cala en la que los vientos catabáticos nos dan algo de guerra y en la encontramos una gran colonia de salpas, una especie de bichos gelatinosos muy curiosos, parecidos a medusas pero totalmente inofensivos.



Todo muy relajado y rutinario en el gran golfo, camino del canal de Corinto y de la ansiada puerta al Egeo. Algo de vela, pero no lo suficiente. Pocos barcos. Tranquilidad absoluta. Mañana, el canal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario