Translate

jueves, 30 de mayo de 2024

Episodio 17. Limni. The Boatyard (El Varadero)

Al norte de Khalkis el canal de Evia no cambia demasiado respecto a lo que ya vimos en su mitad sur. Algo más amplio quizás, pero el mismo decorado. Menos viento, casi nulo. Mar plano. A motor. Tedio.

El canal se convierte en un mero pasillo que nos conduce hasta Volos y las Espóradas y lo recorremos sin prestar mucha atención a sus costados. Aunque quizá nos equivocamos no haciéndole justicia. A posteriori nos hablan de Loutra y de algún otro lugar que merece algo más de atención y quizá una recalada. Tomamos nota para el año que viene.

Lo más relevante a mencionar es nuestra visita al varadero donde nos planteamos dejar el barco durante el verano (y quizá también el invierno). Nos han dado muy buenas  referencias de Livaditis, un boatyard (o, como ellos mismos se anuncian, un parking de barcos) junto a la ciudad de Limni. Decidimos comprobar sus instalaciones in situ y conocerlos personalmente antes de tomar la decisión y contratar nada. Nos dan permiso para pasar una noche en una de las dos boyas que tienen fondeadas frente a su playa y concertamos una visita.

Varadero Livaditis, al oeste de Limni

Lo que vemos nos convence. Livaditis es un varadero muy pequeño comparado con los que ya conocemos (Artemis, Cleopatra, Ionion, Basimakopoulos, etc) y lo explota una familia griega, no una empresa. Menos medios, pero sobre todo un ambiente radicalmente distinto, artesanal, casero. Nada de logos, nada de oficinas ni personal uniformado. Livaditis tiene aspecto de un resort playero low cost en el que, además, guardan barcos, con precios muy moderados pero con servicios de mantenimiento y reparación más bien justitos (por no decir mínimos).

Sin embargo Livaditis nos gana por su gente. Nos recibe la “materfamilias” que está allí, a pie de obra, a pesar de ser día festivo en Grecia (el Corpus). Después hablamos con su hijo Xaris, que está al frente del negocio y que nos atiende como puede mientras prepara la fiesta de cumpleaños de su hija (a la que por supuesto nos invita). Nos parecen muy simpáticos, gente honrada y trabajadora que ofrece precios imbatibles, trato personal y una calidad más que suficiente.

No tienen grandes grúas como sus competidores. Suben y bajan los barcos mediante un tractor con remolque que sumergen en la playa. Tienen un pequeño taller en el centro de un patio un poco descangallado en el que los barcos se agolpan en un orden casi inverosímil y no te ponen problemas para que tú mismo repares tu barco (o busques profesionales ajenos al negocio). De hecho, saben que sus clientes necesitan unos mínimos de comodidad y te ofrecen en las mismas instalaciones unos pequeños apartamentos, con buen aspecto y ultrabaratos. Muy útiles para esos días de estancia obligada para poner el barco a punto, antes y después de la varada.

Sacando un barco al agua

No necesitamos más. Nos gusta esta gente. Cerramos el trato con un apretón de manos, sin depósitos ni papeles. Descubrimos que una buena parte de los españoles que navegan por Grecia son o han sido clientes de Livaditis y todos le tienen un cariño especial. 

Decisión tomada, compramos billetes para volver a casa. Nos queda un mes de esta temporada de primavera y lo dedicaremos a explorar las Espóradas y a tratar de visitar el norte del Egeo. No habrá tiempo para hacer todo el recorrido que habíamos diseñado a priori, pero da igual. Tendremos la experiencia de navegar el Egeo en otoño, meses templados aunque quizá tormentosos, otra vez sin gente, sin meltemi. Un nuevo reto.

Continuamos nuestro camino hacia la bahía de Volos, en el continente, al norte de Evia. Una gran ensenada circular y casi cerrada, de casi diez millas de diámetro. Similar, pero mucho más grande, a nuestro Mar Menor. En el norte de la bahía, la ciudad de Volos, el tercer puerto más importante de Grecia. No la conocemos, pero es nuestra mejor opción para hacer compra y repostar agua y combustible.

Desde Limni recorremos el canal entre Evia y el continente sin apenas viento. Al doblar el último cabo de la isla y empezar a subir hacia el norte, el cambio de viento y las corrientes se hacen visibles
Fondeamos en la bahía de Alogoporos, en la peninsulita de Trikeri que cierra al sur el golfo Pagasético (el de Volos). De ahí salen los barco-taxis que unen el continente con la isla de Paleo Trikeri, a la que nos moveremos al día siguiente

De camino fondeamos en Paleo Trikeri, al sur de la bahía. Uno de esos lugares extraños que de vez en cuando te encuentras en Grecia, casi siempre en el Egeo. Una isla muy pequeña, con unas pocas casitas alrededor de un puerto minúsculo, que vive casi exclusivamente del turismo, con pequeños hoteles y tavernas.

Pero tras ese escaparate descubrimos una isla fascinante. Recorremos a pie sus caminos y llegamos a un monasterio cuidado por las señoras del pueblo, silencioso y casi desierto, salvo por una anciana que parece hacer guardia en la puerta de su iglesia y que nos mira con severidad cuando entramos a visitarla.

También descubrimos que esta isla fue utilizada como campo de concentración para prisioneras políticas en los tiempos de la dictadura griega, atestiguado por un promontorio con placa conmemorativa del PKE (Partido Comunista Griego). No hace tantos años… Qué extraño y qué cambiante es el mundo. Y qué escalofríos da a veces.

Al día siguiente cruzamos desde Alogoporos a la isla de Paleo Trikeri. Su puerto pesquero, Agia Kyriaki, es pequeño y pintoresco
Atracamos en la zona nueva, entre el espacio reservado al ferry y el barco-tanque que abastece de agua a la isla y que está allí amarrado permanentemente
 Los veleros tienen permitido abarloarse al tanque, pero no podemos hacerlo: cuando llegamos está ocupado por embarcaciones que se van esa misma tarde. Cada cierto tiempo un barco cisterna rellena el tanque. Por las mañanas, entre semana, un operario conects una enorme manguera roja y arranca una bomba para rellenar los depósitos de la isla
Hay un par de tabernas en el puerto que han alcanzado fama en toda la zona. Los fines de semana están a tope de visitantes que llegan a recorrer 100km desde Volos para disfrutar de los famosos espagueti con langosta de Manoli Glamarelou en la "taverna Manolas"
Dejamos el puerto por el único camino que sale de él, dispuestos a visitar la isla. En Paleo Trikeri no hay coches, nunca los ha habido, pero está surcada de senderos transitables a pie. Es tan pequeña que se puede recorrer entera en tres o cuatro horas
Primera parada, el monasterio de Santa Maria Evangelistria, de 1832. Está en la única elevación de la isla, de unos 200 m de altitud, en el lugar en el que un monje encontró un icono de la virgen. Es grande y tiene un aspecto de fortificación que no encaja con la arquitectua del resto de la isla.
En el interior del monasterio hay una iglesia dedicada a la virgen, edificada sobre las ruinas de un templo más antiguo que fue destruido durante una invasión pirata en el s.VIII
El ábside de la iglesia y el enorme ciprés que lo custodia, visible, junto con su hermano de la entrada, desde toda la isla
No disponen de fondos públicos para su conservación y son los propios habitantes de la isla los que se encargan de preservar el monasterio, cosa que hacen sobre todo las mujeres. Lo mantienen extremadamente limpio y cuidado
Uno de los muchos rincones del recinto que las mujeres que lo cuidan han embellecido con flores y plantas.
Las más de 100 habitaciones del patio central han venido usándose como alojamiento para viajeros ilustres (cuentan que Greta Garbo estuvo allí en los 60 cuando visitó la isla). Durante mucho tiempo eran la unica opcion para pernoctar en la isla y aun hoy se pueden alquilar a un precio simbólico de unos 20 euros. Una placa en la pared recuerda que también fueron utilizadas por las presas de izquierdas tras la guerra
Seguimos camino por los senderos entre olivos y sotobosque. De golpe, entre la vegetación y las extraordinarias vistas, los restos de una edificación y una placa recuerdan el pasado oscuro de la isla como campo de concentración para prisioneras políticas de izquierdas, desde 1948 hasta 1953, cuando se liberó a las últimas 19. Llegó a haber casi 5.000 mujeres de todos los estamentos sociales, muchas de ellas con niños, viviendo en condiciones durísimas, obligadas a trabajar de sol a sol, sin apenas agua y comida, sin medicinas, sin productos de higiene y sin ayuda internacional (la Cruz Roja no las reconoció como prisioneras políticas). Aún así, se organizaron para mantener un estilo de vida parecido a la normalidad y a partir de 1950 consiguieron utilizar el monasterio y montar escuelas, talleres y hasta un teatro, cuyos restos es lo que estamos viendo.
Caminamos un par de horas por la isla, entre olivos, por senderos apenas marcados que a veces se difuminan y nos hacen desandar lo andado. No hay apenas edificaciones y no nos cruzamos con nadie
Los olivos se van abriendo en pequeñas playas vírgenes de aguas limpias y transparentes. El paisaje es de una gran belleza. Al verlo, nadie diría que fue el escenario de tanta crueldad gratuita.

Finalmente llegamos a Volos. Una ciudad no demasiado grande pero que nos aturde después de tanto tiempo lejos del tráfico y del ruido. Un puerto de aguas verdes y bastante sucias en el que nos sentimos incómodos a pesar de que Christos, responsable de una empresa de charter, nos consigue amablemente un amarre gratuito en su muelle. Compramos, hacemos la colada, repostamos, incluso tenemos tiempo para pasear y conocer la ciudad, pero no la disfrutamos. Pasamos dos noches y huimos. Nos sobran los motivos: el calor, el ruido de coches y camiones embarcando y desembarcando en los ferries, el olor insalubre del agua estancada…

Volvemos al mar, al que ya nos hemos acostumbrado, a la tranquilidad de los fondeos, a las olas y al viento. Huimos de Volos, donde esperamos no tener que volver. Rumbo a las Espóradas.

El muelle donde atracamos está frente al estacionamiento de los ferries que van a las islas Espóradas
Aprovechamos para hacer colada en una lavandería de autoservicio, ir al supermercado y hacer algunas compras por la ciudad
Deambulamos por la ciudad, que es grande y cosmopolita, pero con poco carácter. Quizá porque es muy nueva, ya que la mayoría de las casas resultaron arrasadas por los terremotos e inundaciones de entre 1954 y 1957 y que obligaron a replanificar y reconstruir el centro urbano. Las dos calles principales son peatonales y están repletas de tiendas de las típicas cadenas europeas, entremezcladas con comercios netamente locales
La catedral de Volos es Agios Nikolaos, una iglesia de 1934 que ha conservado el campanario de 1884 como torre exenta. Está situada en una plaza atravesada por una de las calles peatonales
Saliendo del puerto de ferries, en el arranque del paseo del muelle, una escultura que representa al Argo conmemora la partida de Jasón y los argonautas desde Yolcos (Volos) en busca del vellocino de oro, la misión que supuestamente le haría recuperar el trono de Yolcos que su tío Pelias había arrebatado a su padre. En el pedestal están grabados los nombres de los más de 50 héroes que acompañaban al heredero, los hombres mejores y más valientes venidos de toda Grecia, como Heracles, Orfeo, Teseo o Cástor
Y no muy lejos, otra conmemoración un poco menos "glamourosa": el record Guiness de 2012 por haber organizado el baile de sirtaki con más participantes del mundo (5.641)
El paseo del muelle es amplio y moderno y todos los barcos son locales. Los visitantes tienen un espacio en el larguísimo espigón municipal que cierra el puerto
Un puente al final del paseo da acceso al espigón de los barcos transeúntes
Con el atardecer le decimos adiós a esta ciudad que no ha conseguido cautivarnos, aunque quiera presumir de ser una de las más bonitas de Grecia

Etapas Nea Artaki-Limni-Trikeri-Paleo Trikeri-Volos, del 31 de mayo al 3 de junio


Martes, 4 de junio de 2024

No hay comentarios:

Publicar un comentario