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miércoles, 5 de agosto de 2015

Día 12. Porto San Paolo - La Caletta. Me so'mbriacato.

Hoy dejamos atrás definitivamente la Costa Esmeralda. Para ser sincero, con bastante alivio. No se me entienda mal, todo ese entorno natural privilegiado alrededor de Porto Cervo y La Maddalena es una maravilla, hay que visitarlo y disfrutarlo, pero tras unos días uno tiene la sensación de que necesita volver a una cierta tranquilidad. Por una parte, el enjambre de gommoni, motoras, yates y megayates acaba por agobiar en un espacio tan pequeño. Por otra, el entorno tiene un punto estresante por la cantidad de islas, escollos y bajos que uno se encuentra a cada momento. Navegar por aquí es fantástico, pero exige atención absoluta y se echa de menos esa navegación relajada de poner el piloto y verificar sólo de vez en cuando que no hay peligro de colisión.




Antes de zarpar volvemos a tierra con la neumática para visitar el súper y en este caso desayunar en la terraza frente al mar de un café-lounge. Terraza en la que descubro esta canción que me gusta y que viene como anillo al dedo a un desayuno en la Costa Esmeralda. Otro descubrimiento maravilloso de este viaje.



Hoy queremos velear todo lo que sea posible, y de hecho lo hacemos. Nos toca hacer bordos cortos en el paso entre la Isola Molara y el Capo di Coda di Cavallo. Como en un pantano, bordo tras bordo ganamos trabajosamente barlovento. Los yates y veleros (sin velas) que pasan en línea recta deben pensar "Sono pazzi, questi olandese".

Una vez pasado el cabo, el viento en portantes nos lleva en línea recta y sin esfuerzo hacia el sur. Et voilà! Los yates y las gommoni se volatilizan casi por completo, como una niebla al mediodía. Salimos de pijolandia y vamos hacia la Sardegna profunda.

Decidimos recalar en puerto esta noche, sobre todo para repostar agua. Elegimos La Caletta, un puerto cómodo para entrar, de precio razonable y con un marinero eficiente y simpático (uno). Pero a cambio sufrimos los inconvenientes de esta parte de la isla: baños cutres, ínfima presión de agua que no nos deja ni baldear el barco, vecinos de pantalán bastante peñazos, pueblo cutrillo, ruidoso y con cucarachas compartiendo aceras con multitud de turistas. Decidimos que, si es posible, mañana volvemos al fondeo.






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