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lunes, 10 de agosto de 2015

Día 17. Porto Ponte Romano - Carloforte. Cabalgando el mistral

Después de la accidentada travesía de ayer decidimos no madrugar en exceso. Para cuando me asomé a cubierta, a eso de las ocho, la imagen del puerto había dejado de tener el aspecto solitario y siniestro de la noche anterior. Justo enfrente del Sargantana hay coches aparcados y la oficina de "Circomare" tiene ya evidente ajetreo. Es curioso lo temprano que empieza la actividad en Italia (o al menos en Cerdeña) comparado con España. Los otros barcos refugiados junto a nosotros también tienen ya tripulantes en cubierta dedicados a tareas varias, y todo en general parece más luminoso y menos amenazante.






Según el alemán de la noche anterior, lo mejor es quedarse en el refugio un par se días hasta que pase el mestrale, pero nosotros no lo tenemos tan claro. El pueblo está relativamente lejos, al menos a dos kilómetros, y lo único que hay cercano, aparte de la oficina de Capitanía y de unos cuantos almacenes cerrados y en ruinas, es un bar pequeño con unas pocas mesas y sombrillas fuera, que inmediatamente bautizamos como Bagdag Café. Dos días más aquí se nos van a hacer largos.




Pero lo peor es la falta de agua. Llevamos muchos días sin repostar y nos queda apenas un tercio de sólo uno de los depósitos. Hago una aproximación a uno de los tripulantes de la lancha de la Guardia Costiera que tenemos a pocos metros y se niega en redondo a darnos agua. Mala suerte. Sin agua no hay duchas. Y el agua del puerto no es la más cristalina del mundo para darse un chapuzón.

En esas condiciones lo ideal es tratar de llegar a Carloforte y esperar allí la ventana de buena meteo para dar el salto. El problema, por supuesto, es volver a ceñir 20 millas contra el mestrale, aunque según los partes de hoy el viento debería bajar un poco respecto a ayer, a partir del mediodía. Decidimos salir y hacer un intento. Siempre hay tiempo de volverse si la cosa se pone fea.

Salimos a las 1300 y la travesía resulta  extraordinaria. Unos pocos nudos menos de viento convierten en divertida la navegación dura y penosa del día anterior. De hecho, vamos todo el tiempo a vela, haciendo bordos continuos de ceñida. Lucía gobierna casi todo el camino, y se dedica a perfeccionar la técnica de surfeo. Consigue un excelente andar en el que el Sargantana salta suavemente las olas con un siseo continuo, sin pantocazos ni golpes. Llegamos a Carloforte a las 1900, pero no nos hubiese importado tardar un par de horas más.



Antes de la llegada busco en Internet y, de las distintas marinas del puerto de Carloforte, decido llamar a Marina Tour y reservar un amarre. Con este mestrale debe haber mucho barco acochinado en tablas y no las tengo todas conmigo. Pero todo va sin problemas en el primer intento, y con un precio razonable (50€), al menos para lo que hemos visto hasta ahora. La experiencia en Marina Tour, fantástica. El habitual marinero en gommone nos viene a recibir a la bocana y nos ayuda a atracar en una plaza enorme cerca del ferry. Cierto que tienen un único pantalán y sin duchas cerca (que en realidad ya nunca necesitamos), pero la calidad de las instalaciones y el trato son excepcionales.

Como no podía ser de otra manera, salimos a cenar. Nos queda poco en Italia y hemos cenado muy pocas veces fuera. Los precios son bastante razonables en general y encontramos una pizzería muy agradable siguiendo indicaciones de unos amigos. Mañana no hay que madrugar. Al mestrale le queda un día antes de retirarse y mañana nos tomaremos la jornada de relax en Carloforte.

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