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domingo, 16 de julio de 2023

Gallipoli. Una recalada en el Salento

Es lunes, son las dos de la tarde y en Gallipoli hace mucho calor. La ola de altas temperaturas que aplana toda Italia ha llegado también al sureste y tiene pinta de durar.

Castillo de Gallipoli. Torre Ravellino y antiguo puerto


Llegamos al Sargantana sudorosos tras pasear sin rumbo por las callejuelas de su ciudad vieja y visitar su castilloEl capitán del puerto, un chaval casi imberbe, al que hemos conocido esta mañana a primera hora cuando aparecimos por su oficina a registrar nuestra entrada, se baja del coche y viene a decirnos que no podemos seguir abarloados al muelle, que en la zona de transeúntes hay que colocarse con ancla, popa al muelle. 

Protestamos un poco y le pedimos que nos deje seguir como estamos. Llegamos ayer domingo por la tarde y encontramos libre una de las pocas plazas en el muelle municipal gratuito para transeúntes, justo detrás de un pequeño catamarán, también abarloado. Nadie nos dijo nada, ni nadie nos ayudó con un atraque complicado por la falta de norays o argollas para barcos pequeños. Volver a intentarlo a esta hora y con este calor, ni pensarlo.

Acaba por irse, nos da por imposibles. Su inglés no da para mucho y no son horas de discutir a pleno sol. No parece muy convencido por nuestras alegaciones a pesar de que el puerto está casi desierto. Hoy lunes sólo quedamos dos barcos, un megayate con marineros en pleno zafarrancho de limpieza (eso sí, colocado “como dios manda”) y nosotros, al otro extremo, abarloados. La situación recuerda la escena icónica de “Los padres de ella“ en la que Ben Stiller hace cola en una puerta de embarque desierta y tiene que esperar a que la azafata acabe de llamar por megafonía a toda la lista de grupos de pasajeros. Qué más le dará al buen señor capitano si estamos abarloados o no esta noche…

Discutimos nuestras opciones. Podemos pasar del capitano y acochinarnos en tablas (todo será que nos acabe mandando a los carabinieri). O ponernos a hacer la maniobra de atracar de nuevo (otra vez sin ayuda). O podemos largarnos y fondear al sur de la ciudad. Seguramente con menos calor y con el agua más limpia. Y ya hemos hecho nuestra visita a la ciudad.

Y así, más que irnos, nos fugamos de Gallipoli. Aunque hay que decir, en honor a la verdad, que la ciudad es bonita (de hecho su nombre viene del griego Kalé polis, literalmente “ciudad bonita”). Nos ha sorprendido agradablemente. Cae un poco a trasmano para volver otro año, pero quién sabe.

Bonita pero sin exagerar. No es Cádiz ni Siracusa, como apuntan unas guías turísticas un tanto entusiastas. Gallipoli es una de esas ciudades antiguas, fortificadas, construidas sobre una pequeña isla cercana a la costa como defensa contra los turcos, árabes o cualquier pueblo vecino con ganas de expansionarse (según la época). Pero a diferencia de Cádiz, Monemvasia o Siracusa, Gallipoli es más pequeña, más austera, con menos duende. Quizá porque la construyeron los aragoneses del reino de Nápoles, gente recia y práctica, que optaron por un diseño pentagonal con un bastión en cada ángulo, un diseño sólido y sin concesiones a la galería. Eso sí, la ciudad tiene un punto barroco, porque Lecce está a pocos kilómetros y les surtió de arquitectos y escultores. Por aquí la llaman “la joya del Salento”.

Gallipoli se nos presenta como una excelente opción para patear una ciudad desconocida, de la que sabemos más bien poco, y (muy importante) parece un lugar más que adecuado para ver en directo a Carlos Alcaraz en la final de Wimbledon, antes de cruzar el golfo de Taranto.

Tras dejar Santa María di Leuca y Gallipoli, en la región de la Apulia nos tocará volver a recorrer la costa de Calabria, recta y plana, una gran playa de decenas de kilómetros con muy pocas ciudades y apenas fondeos, lo que nos obligará a amarrar en puertos o navegar sin recaladas.


Gallipoli desde el mar. El casco antiguo está en una isla unida a la ciudad nueva al este por un puente. Algo parecido a la Ortigia de Siracusa, pero con mucho menos encanto

En la ciudad nueva, antes del puente, está la "Fontana Antica", la que se considera la fuente monumental más antigua de Italia, de la época grecorromana

El Ponte Antico que une la ciudad vieja con la nueva, visto desde la plaza de la fuente. El puente se construyó en el año 1600 en sustitución del antiguo istmo que unía la ciudad al continente, para defenderse mejor de los continuos ataques de piratas. 
A la izquierda, la torre Rivellina del castillo cuyos bastiones abarcan toda la isla 

Otra vista del puente, desde la ciudad vieja. La cantidad de coches por todas partes afea enormemente el casco antiguo y lo hace muy ruidoso

Ya en la ciudad vieja, a mano derecha según se pasa el puente, hay una zona de pescaderías y restaurantes que sirven pescado recién traído. A primera hora de la mañana el sitio es un barrizal hediondo, una mezcla de pescado y basura de olor indescriptible

Un poco más allá se abre el gran puerto, con una pequeña zona en uno de los muelles, frente al aparcamiento de coches, donde pueden amarrar transeuntes hasta un máximo de cinco días. Sargantana está al fondo de la foto ;)

Pasado el gran puerto, al oeste, se abre la playa de la Puritá, una playa urbana a los pies de los bastiones de la fortaleza

Fachadas en el paseo sur del casco antiguo, frente al mar. Eran más bonitas vistas desde el barco...


A lo largo de toda la isla, a los pies de los bastiones hay puertos, la mayoría para lanchas de pesca, pero algunos con pantalanes para yates de recreo

Deambulando por las calles interiores se encuentran pequeñas joyas, como este patio de una de las mansiones que abundan en la ciudad

Callejeando llegamos al "duomo", la catedral de Santa Agata, de estilo barroco de Lecce

Visitamos el castillo. El acceso es a través de un centro comercial en cuyo café nos tomamos unos "freddos" al terminar el interesante recorrido

La visita al castillo es un recorrido guiado con audiovisuales que cuentan su historia. Son tres alturas en planta cuadrada, con una torre destacada sobre el mar (la Torre Rivellino). El castillo angevino es del s.XIII y fue modernizado en el x.XVI por el arquitecto Francesco di Giorgio con una concepción moderna de la defensa militar

El castillo alberga exposiciones permanentes en algunas de sus salas, montadas con un gusto exquisito. En la foto, la exposición "Lampante", en las mazmorras. Gallipoli fue desde primeros del s.XV el mayor productor y exportador de aceite de lámparas para toda Europa

Planta superior del castillo

En la terraza del castillo

Vista desde el castillo

Nos movemos a un fondeo en la zona sur, frente a la ciudad nueva. En el trayecto podemos volver a disfrutar de la vista de la isla fortificada, rodeada de escollos que hay que salvar con ayuda de la carta.

Atardecer desde el fondeo





viernes, 14 de julio de 2023

Santa María de Leuca. Italia is different

No son aún las siete cuando levantamos el ancla en la pequeña isla de Ereikoussa para decir adiós a Grecia. No es el punto más occidental del país: unas millas más al oeste se halla la isla de Otonoi, que quizá habría sido mejor fondeo, pero al que hubiéramos llegado demasiado tarde. 

Desde Ereikoussa el salto a Italia nos lleva doce horas. Santa María di Leuca es el punto más cercano a Grecia. Una pequeña ciudad que hace dos años obviamos, porque el viento jugó en nuestra contra y nos llevó a saltar a Grecia desde más al sur. 

Sea como sea, estamos en Italia. Me resulta difícil expresar la sensación como de vuelta a la realidad que me produce. No es sólo por dejar atrás la forma de navegar y fondear en Grecia, que inmediatamente echamos de menos al tener que pagar 10 veces más en la marina de lo que nos costaban los puertos municipales griegos. No es sólo por volver a entender lo que habla la gente por la calle, las señales, los carteles de las tiendas. Tampoco es por el desconcierto de haber atrasado la puesta de sol una hora al cambiar el reloj en mitad del cruce o por el sol plano y el calor apabullante. Es algo más, algo que está en el aire, que se nota en las calles, en los edificios, en la ropa de las tiendas, en las marcas de productos en los supermercados, en los envoltorios de las cosas, en el estilo. No sé expresarlo mejor. Pero sí sé que me asalta una mezcla de añoranza por lo que dejamos atrás  y de cierto alivio por recuperar el entorno habitual.

Pasamos dos noches en Leuca. Es una ciudad de veraneo, con casas de veraneo. No tiene nada que ver más allá del larguísimo paseo de la playa, en la que se suceden las sombrillas y las terrazas inverosímiles de los lidos, construidos sobre las rocas allí donde falta la arena. Sus calles interiores ni para pasear sirven. El lounge-bar de la marina resulta mucho más acogedor, eso sí, cuando baja el calor. 


"Freddo espresso" en el lounge-bar de la marina

Atardecer en la marina

Primera compra "gluten free" en Italia ;)

Playa de arena de acceso libre

Aspecto de otra zona del paseo

Sombrillas y tumbonas en una zona de pago

Uno de los "lidos" o terrazas para tomar el sol, con bar o restaurante. En este, la han cubierto de arena para instalar sombrillas y tumbonas




lunes, 10 de julio de 2023

Corfú. Puerta de salida

Corfú es un sitio especial para el Sargantana. La isla donde amarró al llegar a Grecia por primera vez, hace tres años, en un julio húmedo y caluroso de chicharras y vencejos.

Este año navegamos de nuevo la gran ensenada entre Corfú y el continente, esta vez entrando desde el sur. Perezosamente, con más tiempo libre que urgencias, jugando con el gennaker, evitando el motor, fondeando aquí y allá para un baño rápido.

Buscamos el fondeo de Petriti, uno de nuestros favoritos, una rada amplia y con un extraordinario fondo de arena de 3 a 4 metros, con suficiente sitio para albergar a los barcos que quieran recalar en ella. Es mi cumpleaños y volvemos a cenar en el restaurante Limnopoula, con sus mesas al borde del agua, pescado excelente (aunque algo caro) y una atención exquisita  que ya se está convirtiendo en una tradición para Lucía y para mí.

Atardecer en el fondeo de Petriti

Nos damos un baño antes de ir a cenar

Cena de cumpleaños en la "taverna" Limnopoula. Nos han reservado la misma mesa de hace tres años, en primera línea ydel agua

Vista desde la terraza-palafito de la taberna, con su pequeño pantalán en el que dejamos esta noche el dinghy y al que nos invitarán a volver mañana, con nuestras garrafas, para repostar agua


En realidad este año Corfú es para nosotros una puerta de salida y un lugar en el que dejar pasar el tiempo con calma. Pero también una base para reponer suministros de cara a las próximas etapas. Nos falta de todo: comida, agua y gasoil en los depósitos. 

Sin embargo, a diferencia de la última vez, preferimos evitar la capital. No tenemos demasiadas ganas de atracar en puertos caros, ni de sumergirnos en las oleadas de turistas de sus calles. Casi sin darnos cuenta, este año hemos ido cambiado progresivamente algunas de nuestras costumbres. Como muchos otros barcos “vagabundos”, nos hemos habituado a la austeridad de fondear cerca de supermercados y gasolineras. Y eso hacemos también esta vez. Encontramos un Lidl relativamente cercano al puerto comercial, con un acceso asequible con la auxiliar.  

Vista desde el sur de la antigua fortaleza de Corfú al aproximarnos a la capital, que pasaremos de largo para ir a fondear a un lugar de conveniencia que nos permita hacer compra


Superamos el muelle de cruceros y, a la vuelta, echamos el ancla en un fondeo desde el que bajamos en el dinghy a un pequeño muelle junto del varadero. El fondeo es más bien horroroso y el camino al LIdl no le queda a la zaga, pero necesitamos abastecernos para el cruce a Italia. A la vuelta, el fondeo se ha alborotado de viento y ola, haciéndolo aún más antipático


Recorremos la isla con cierta calma, pero sin abandonar el barco. Fondeamos en la ensenada que da entrada a la marina Gouvia y en la pequeña isla de Ereikoussa, casi un islote, al noroeste de Corfú.  A estas alturas estamos ya más pendientes de la evolución de la meteo para los próximos días y de tratar de encontrar las mejores ventanas de viento para el salto a Italia.

Fondeo en la ensenada de Gouvia, frente a uno de los pequeños lidos privados de las casas de veraneo que bordean la costa. Se ve una zona cuidada y de alto standing, con edificaciones que se camuflan entre la vegetación (a excepción del hotel de cinco estrellas de la punta, que rompe la armonía del paisaje). Aunque somos muchos barcos, no genera ningún agobio y el entorno hace muy agradable el fondeo

La subida hacia el norte por la costa este de Corfú es un pasillo entre la isla y el continente. La costa albanesa se ve muy clara. Vamos a vela y en más de un bordo cruzamos la frontera de las aguas territoriales


Uno de los trasbordadores ultra rápidos, con forma de avión, que hacen el trayecto entre Albania y Grecia

La pequeña isla de Ereikoussa, la última costa griega que tocamos antes de salir al día siguiente en dirección a Italia


Decimos adiós a Grecia por este 2023. Casi cuatro meses que han pasado como un suspiro, desde los primeros días de primavera, fríos y solitarios, hasta ahora, con gente por todas partes y agua templada que invita al baño.


jueves, 6 de julio de 2023

Parga y Syvota. Camino de Corfú

Dejamos Preveza costeando hacia el norte, camino de Corfú. Una zona de navegación relativamente tranquila comparada con las multitudes de veleros que se agolpan al sur del puente de Lefkas.

Cambiamos el plan de viaje sobre la marcha. La idea inicial era hacer el mismo recorrido (pero al revés) de nuestra primera travesía a Grecia en el 2021. Volver a recalar a las islas de Paxos y Antipaxos y dedicarles unos días de turismo tranquilo y relajado. Pero el viento no es el mejor para ir hacia las islas y, finalmente, preferimos explorar la costa continental de Grecia y, en especial, las zonas de Parga y Syvota, destinos famosos para el turismo de tierra, con mucho hotel de lujo y mucho fondeo.

No ha sido una mala decisión. La costa de Parga y Syvota es muy agradable. Montañosa y verde como el Peloponeso, quizá algo más húmeda. Llena de entrantes, de pequeños islotescalas y playitas. Con turistas pero sin agobios. La recorremos despacio, casi siempre ciñendo y con poco motor, en etapas cortas. Fondeamos en calas en Two Rocks Bay, en el oeste de Lichnos y en el sur de la ciudad de Syvota, con tiempo agradable y tranquilo y con pereza de bajar a tierra.

Poco que reseñar: no siempre pasan cosas :)


El acceso a Preveza es por un canal balizado de unas tres millas de longitud. Salimos en rigurosa formación, con el Karma comandando (en la foto), seguido del Sargantana y el Sea-U cerrando filas. Al finalizar el canal nos separamos: ellos van al sur y nosotros al norte. Vamos a bordear la costa de Grecia continental

Primera parada en Two Rock Bay. La tarde en que llegamos a la cala está llena de barcos y tenemos que encontrar un sitio de compromiso. Aquí conocemos brevemente a la tripu del Sinsarabín II, que vienen a saludar al ver el pabellón de cortesía español. Ellos van hacia Corfú. Más adelante iremos coincidiendo a cierta distancia en las etapas de regreso a España

A la mañana siguiente en Two Rock Bay la mayoría de los barcos de la noche se ha ido cuando nosotros aún no hemos levantado el ancla. Podemos disfrutar de la cala para nosotros durante un par de horas, antes de continuar la ruta que nos llevará a Lichnos

Fondeo en Lichnos West. La playa de Lichnos es larga y ruidosa, poblada de hamacas y sombrillas y con mucho alquiler de motos de agua, de kayaks y de patines. Sin embargo, al oeste de la playa encontramos una cala diminuta y solitaria, de aguas cristalinas, en la que pasamos una tarde y una noche deliciosas, solos a excepción de algún visitante de día que se acerca remando a la minúscula playita de la cala



Captura de la app AnchorPro que muestra nuestro borneo en Lichnos West. Tras la noche, seguimos nuestro camino hacia Syvota.

Fondeo en una cala al este de Syvota bastante tranquila a pesar de ser sábado, en la que sólo hay dos veleros italianos al ancla cuando llegamos. Syvota es una zona con "blue lagoons", múltiples calas y playas en los que se apelotonan barcos y lanchas, la mayoría de día, incluidos los típicos barcos turísticos que van haciendo escala en los lugares estratégicos para que la gente se bañe. Este es un lugar con pocas reseñas en las cartas, alejado de las zonas concurridas. Encontramos sin dificultad un parche de arena donde tirar el ancla para las próximas dos noches

El domingo la cala amanece aún más tranquila que el día anterior, pues los barcos italianos se han ido, dejándonos solos. La falta de viento nos permite baños estupendos. El agua está fría y se notan, aún más frías, las corrientes subterráneas de agua dulce que afloran en las orillas 

Pero a la tarde del domingo llega un enorme catamarán de alquiler que, a pesar de tener decenas de metros de costa libre, decide fondear con cabo a tierra a escasa distancia de nosotros. Ni la conversación con la tripulación ni el chat con la empresa sirvió de nada... Afortunadamente no son ruidosos y nuestro borneo los evita. A la mañana siguiente recogeremos ancla y zarparemos en dirección a Corfú



lunes, 3 de julio de 2023

Preveza. La magia imposible

Para nosotros, en Grecia, Preveza es “casa”. Donde te refugiabas a la carrera, jadeando, cuando jugabas a policías y ladrones en las noches de verano y los polis te acosaban y casi te cazaban. El lugar al que llegas por un pasillo angosto y balizado que te marca el camino en un mar de bajos peligrosos y traicioneros. Donde te esperan tus compañeros y te felicitan por haber esquivado, una vez más, el agobio de los polis. Donde, hace unos años, el Sargantana volvió, renqueante y quejoso, con la transmisión averiada, reclamando un mecánico urgente para poder seguir jugando.

Preveza es como Port Royal en Piratas del Caribe, un puerto bullicioso y lleno de vida. Un refugio de barcos y de marineros que van y que vienen. Donde hay chandlers para comprar repuestos y supermercados donde comprar ouzocervezas. Una ciudad que siempre nos sorprende, donde haces amigos (o los reencuentras) de una forma mágica, inmediata, como si aquí en Preveza se cruzasen las líneas del destino de todos los patrones de la flota de veleros que navegan por Grecia.

Hemos estado varias veces en este puerto contradictorio, que nunca decepciona, pero que muchas veces agobia y hasta desespera. En julio y agosto, Preveza es, a menudo, un horno en el que pasas la tarde calculando el tiempo que falta hasta que el sol desaparezca tras los tejados de la hilera de restaurantes y bares del paseo y puedas respirar un poco. Sin embargo, por las mañanas, cuando el sol sale por la proa, el ambiente es fresco y tranquilo, el paseo está casi desierto y las terrazas se llenan de cappuccinos y cruasanes. Y, por las noches, Preveza es un desenfreno de souvlakis y de disco pubs, escándalo de máquinas de juegos y vocerío de pandillas de chavales, pero también charlas interminables en cubierta alrededor de rondas de ouzos o Aperol Spritz.

Preveza tiene un muelle donde los barcos se alinean en una chorus line” interminable y en la que algunas veces hay sitio de sobra y otras tienes que rezar por encontrar en el casting un último hueco milagroso. 

Y el Sargantana disfruta formando parte del decorado de ese paseo (este año remodelado) en el que las familias comen helados y empujan carritos a la hora del crepúsculo y caminan despacio. mirando la flota con curiosidad y con envidia, como se miran las jaulas de fieras del zoo o los escaparates de un centro comercial.

Preveza es una harbout master rubia y exhuberante, con un aire a Catherine Deneuve algo entrada en años, que te da la bienvenida, “Welcome Captain”, desde su bicicleta blanca y te cita en su oficinita de capitanía “in ten minutes” para el registro de entrada. La jefa de todo, la que ríe picarona, “lookso many handsome captains waiting just for me”, cuando nos ve, el grupo nutrido de captains esperándola en la puerta, los alemanes ya desesperados y despotricando sobre Grecia y la puntualidad de los griegos, porque llevan allí casi una hora (los alemanes e ingleses se creen lo de los ten minutes). Los italianos y españoles les miramos con sarcasmo y una sonrisa de medio lado. Estamos más hechos a estas cosas.

Llegamos a Preveza un lunes de julio, casi a las dos de la tarde. Después de una regata improvisada desde el puente de Lefkas, un yate inglés, el Quantum Leap, nos quita la primera posición justo en la banderola de cuadros, mientras arriamos velas, y nos birla la única plaza libre. Toca esperar y, a malas, buscar un fondeo temporal para esta noche enfrente, junto a los varaderos. 

Amarramos entre dos veleros, el Karma, un Moody 45, y el Sea-U, un Sense 50. Dos barcos enormes que parecen nuestros hermanos mayores. En ellos, dos tripulaciones, una americana y la otra israelí, que viven todo el año en sus barcos y de las que nos hacemos inseparables.



David y Yeshim, del Karma; Ilana y Rami, del Sea-U; y Luis y yo en la terraza de uno de los merenderos de la playa



Pasamos tres días en Preveza, que podrían haber sido muchos más. Disfrutamos de esta ciudad que ya consideramos un poco nuestra. Supermercados, visitas a las tiendas náuticas, comprar gas, llenar depósitos. Con nuestros nuevos amigos compartimos cenas, copas, charlas, planes de travesía, planes para otros años… antes de seguir nuestro camino.

La magia imposible de Preveza. La que nos hace y nos hará volver aquí año tras año.



jueves, 22 de junio de 2023

Mesologgi. Entre lagos

Hoy llegamos a Mesologgi. Recorremos una costa que recuerda vagamente a esa otra costa del sur de Portugal, que se abre y cierra alternativamente en arenales traicioneros. El sol y el calor crean espejismos. El agua torna al verde, señal de poco calado. Hay que ir atento a la carta para no acercarse demasiado a los bancos de arena. 

El nombre de Mesologgi viene del italiano. "Entre lagos". La ciudad se agazapa entre la desembocadura de dos ríos. La entrada desde el mar no se ve a simple vista. Hace falta guiarse por la carta. Y con cuidado. Un par de boyas indican el comienzo del canal balizado. Lo tomamos y nos disponemos a seguir las marcas verdes y rojas que nos llevarán a través de la marisma.

El paisaje ha cambiado. De pronto no estamos en Grecia, sino en algún lugar del Mississipi. Palafitos, casas de madera con porche y embarcadero. Sol. Calor pegajoso. Muchos mosquitos. Aquí y allá, artes de pesca.

El final del canal se abre en una laguna de aguas verdes que más parece una ciénaga, un gran fondeadero lleno de barcos en el que queda sitio más que de sobra para otros tantos. Sargantana echa el ancla en el lodo negruzco y maloliente. Miramos alrededor. Una marina a la izquierda, algunas instalaciones como de puerto pesquero, restaurantes de playa y vegetación de marisma.

Nuestros amigos del Giula han llegado ayer y han preferido la tranquilidad de la marina. Desembarcamos en el dinghy a su popa, con nuestras habituales mochilas y bolsas de la compra. En la marina no se ve un alma. El camino hasta las primeras casas de la ciudad es un erial, abrasado por el sol de final de junio. Recorremos avenidas nuevas entre urbanizaciones de verano, sin una sombra, sin un árbol. No corre brisa. Cruzamos la ciudad que acogió a Lord Byron, presente en los nombres de las calles y en los carteles de asociaciones locales. Atravesamos el gran parque de la ciudad pensando sólo en llegar cuanto antes al aire acondicionado del Sklavenitis, sin reparar en que es el Jardín de los Héroes, un homenaje a los cientos de personas masacradas por los turcos en 1826 después de un año de asedio, cuando intentaban huir de la hambruna y la peste negra. Volvemos en taxi.

La contrapartida de este fondeo insalubre es un atardecer de cuento. Aún bajaremos a disfrutar de una copa nocturna en la terraza del restaurante de la marina, a la que nuestros amigos no pueden unirse en el último momento. Aquí nos separamos. ¡Buena proa, Silvia y Vincenzo!


Detalle de las construcciones de madera en el canal de Mesologgi

Vegetación a la entrada del canal

Embarcaderos para las lanchas de pesca en el canal

Atardecer en la laguna

En el Jónico. Imaginarium

Pasamos el puente de Río - Antirio y ya podemos decir que estamos en el Jónico. Enorme y espectacular, uno de los puentes atirantados más grandes del mundo, es como un gran pórtico de entrada al Jónico a la altura de la ciudad de Patras. Su construcción tiene una historia curiosa. Fue inagurado al paso de la antorcha olímpica de Atenas 2004 y es un orgullo para la ingeniería griega por la cantidad de problemas técnicos que tuvieron que solucionar: mucha profundidad del canal, vientos violentos e incluso terremotos, porque casi toda Grecia es una zona de mucha actividad sísmica. De hecho, las pilonas se apoyan en el fondo (en vez de clavarse) para darle flexibilidad a la estructura.

El puente de Rio - Antirio que separa el golfo de Corinto del golfo de Patrás


El paso del puente tiene la peculiaridad de que hay que llamar por radio para que la oficina de control de tráfico te asigne el ojo por el que debes pasar en función de la altura del barco. La verdad es que el algoritmo no parece muy sofisticado: por lo que oímos, los barcos de más de 20 metros de alto pasan por el ojo central y los más pequeños por los laterales. Pero supongo que si se da el caso de un cruce simultáneo de varios barcos, y en caso de temporal, mejor que haya un guardia de tráfico ordenando el asunto a golpe de silbato, que las carga el diablo

Vamos, que la puerta del Jónico viene a ser para nosotros como la puerta del Imaginarium y a nosotros nos hacen entran por la puerta de los pequeñajos.



Como niños dentro del Imaginarium, nuestra trayectoria en el Jónico se hace errática y caprichosa. Tenemos mucho tiempo, más de un mes antes del cruce hacia Sicilia, y ya conocemos de otros años algunos de los puertos y fondeos “obligatorios” de esta zona. Planeamos nuestro recorrido diario en función de los vientos de cada día, o de la necesidad de ir al supermercado o la lavandería. Al no tener prisa, ni una trayectoria marcada, nos dedicamos sobre todo a navegar a vela.

Volvemos a perdernos en la multitud de veleros con todo el trapo al viento, llenando el gran estanque que delimitan el continente y las islas de Meganisi, Lefkada, Ítaca y Cefalonia. Casi como un campo de regatas, una delicia para la vista comparada con las flotillas a palo seco del Argosarónico.

Veleando en el Jónico 

Nuestra entrada al Jónico comienza por Mesologgi, una zona de marismas de lo más curioso.

Atardecer en el fondeo de Mesologgi


Fondeamos en la playa de Oxia, con agua no muy transparente pero tranquila y mucho espacio libre, muy recomendable. 

Un par de veces echamos el ancla en la playa de Mytikas, enfrente de la isla de Kalamos, al norte, muy amplia y protegida, perfecta para refugiarnos de algún día en el que el viento y el swell entraron desde el sur. 

La isla de Kalamos, verde, alta, imponente

Casas de Mytika, justo en el cabo que da entrada al pasillo que separa la costa de la isla de Kalamos.

El puerto de Mytika. A continuación del puerto comienza una playa larguísima en la que caben innumerables embarcaciones. No está en las rutas turísticas y hay pocos barcos, aunque es un fondeadero razonablemente protegido  

Luna creciente en el fondeo de la playa de Mytika 


También fondeamos, cabo a tierra, en la magnífica isla de Atokos, en su cala sur (Cliff Bay), con el agua más azul y transparente que recordamos, además de una pareja de jabalíes curiosos retozando en la playa. 

Fondeo con cabo a tierra en Cliff Bay, en la isla de Atokos

Jabalíes en la playa de Cliff Bay  

Agua azul y turquesa en Cliff Bay. Sólo somos dos barcos


Recalamos en Palairos, un puerto pequeñito, barato y muy agradable, al norte, otra vez en el continente.

El puerto y la marina de Palairos 
 
Nuestro amarre en la marina de Palairos en un pantalán recién inaugurado por una empresa de chárter


Volvemos otra vez a Vathy (Ítaca) para lavandería y logística, y un par de noches a la bahía de Abelike en la isla de Meganisi. También en Vathyavali, de camino al puente levadizo de Lefkada. Sitios que ya conocemos y que encontramos algo más tranquilos que lo que esperábamos para estar ya en plena temporada alta.

Bahía de Vathi. Celebran una boda en la iglesita del Lazareto y uno de los barcos turísticos hace viajes para llevar y luego traer a los invitados y a los novios 

Bahía de Vathi, Itaca





Fondeo en Meganisi, en una bahía entre Atherinós y Abelaki que está muy poco concurrida a diferencia de sus vecinas

Atardecer en el fondeo en Meganisi. La primera noche estamos solos


Cuando nos vamos, un gran yate toma posición en la bahía y la ocupa por completo

Fondeo en Vathiavali, donde ya estuvimos hace tres veranos

La tranquilidad del fondeo la rompe la música del chiringuito. Hay maquinaria pesada y signos de estar construyendo, pero hoy es domingo

Luna casi llena en el fondeo de Vathiavali


Pocos puertos, casi todo fondeos, muy tranquilos y con etapas muy cortas. En el Jónico hemos vuelto a la sensación de calor húmedo y un poco pegajoso, cielos neblinosos y viento más bien escaso (solo térmico por la tardes) que ya vivimos hace dos años, aunque este 2023 la temperatura es, en general, mucho más tolerable y está lejos de los cuarenta y tantos grados que llegaron entonces a romper los stocks de las fábricas de hielo.